Prólogo
El pie de Zoey se mueve de un lado a otro, inquieto, sin saber qué hacer.
Sus ojos se cierran cada pocos segundos mientras ella intenta permanecer tranquila, calmada.
Nota como su corazón late a una velocidad acelerada e intenta mantener la mente en blanco para poder controlarlo. Tarda unos cuantos minutos; y cuando lo consigue, nota como todo su cuerpo se relaja y una pequeña sonrisa de satisfacción aparece sobre sus labios.
—Cariño, ¿te encuentras mejor?
Las palabras de su madre suenan tranquilas y pausadas. Zoey nota como Martha intenta brindarle su apoyo de aquel modo, pero prefiere evadirlo.
—Estoy bien, no te preocupes mamá —responde, pasándose una mano por el pelo.
Las puntas, rubias desgatadas y ya apagadas, rebotan sobre sus hombros y caen en cascada por su pecho, formando pequeñas ondulaciones, perfectas y desiguales.
Zoey resopla a la vez que nota como la parte trasera de su cabeza rebota contra una superficie blanda y firme. Intenta relajar su cuerpo de nuevo, pero le es imposible. El asiento trasero de su coche le resulta cada vez más incómodo a medida que avanzan por la carretera.
El cielo había terminado de teñirse de tonos oscuros hacía aproximadamente una hora. Las nubes habían desaparecido una a una conforme pasaba el tiempo; dando lugar a un cielo totalmente despejado y repleto de diminutas y relucientes estrellas.
Zoey observa su reflejo a través de la ventana del asiento trasero de su coche. La luna hace que su rostro brille aún más sobre el cristal. La chica siente como su pecho se encoje al divisar un enorme cartel a su lado. Su mirada se posa por todas y cada una de las letras oscuras que adornan este, dando por hecho que ya casi ha llegado a su destino.
—Bienvenidos a Beacon Hills —su voz sale en un susurro y las palabras se atascan en su garganta con temor.
Zoey observa como el cartel desaparece de su vista a medida que el coche coge más velocidad.
Mientras, Martha y Ben hablan animados sobre su nueva estancia en Beacon Hills y lo buena que será para su hija. La castaña escucha como las voces de sus padres se pierden en la distancia mientras aquel cartel se apodera al completo de su mente.
Ella sabe el motivo exacto por el que van rumbo a la ciudad de su prima; y sabe que nada bueno podía salir de aquello. Había soñado con aquel cartel cientos de veces. Y todo lo que ella había soñado, su propia prima Lydia lo había vivido al día siguiente en aquel lugar.
Su madre y su tía insistían en que ir allí era la mejor solución para poder avanzar con su trastorno, su enfermedad. Sin embargo, Lydia y Zoey pensaba todo lo contrario, pero ninguna de ellas se atrevía a pronunciar palabra.
Lydia había pasado una mala etapa en su vida, al igual que Zoey. No dormía, y tenía pesadillas continuamente. Su vida se había puesto patas arriba por una serie de acontecimientos extraños que le ocurrieron y que ni ella misma sabía explicar. Por ello, su madre quiso llevarla a la psicóloga de su instituto, Morrell Deaton.
Lydia no pronunciaba palabra cada vez que iba a su despacho. Sólo fingía ser una chica hueca que no tenía problemas e ignoraba lo que los demás decían de ella. Sin embargo, cada vez que llegaba a casa, le decía a su madre que todo había ido genial y que poco a poco estaba consiguiendo avanzar.
Su madre la creía, por supuesto, ya que Morrell le decía exactamente lo mismo que su hija cada vez que iba a preguntarle cómo habían ido sus sesiones.
Por ello, la madre de Zoey habló con su cuñada para informarse sobre aquellas sesiones tan buenas que habían ayudado tanto a Lydia. Ambas madres estuvieron de acuerdo en que aquellas sesiones ayudarían mucho también a Zoey a avanzar con su problema.
Por todo esto, la familia Martin decidió mudarse a Beacon Hills por un tiempo hasta que Zoey mejorara. Estaba claro que nada de aquello lograría salir bien, pero aún así, la chica aceptó. Ella ya había logrado acostumbrarse a su enfermedad. Sólo debía pensar que todo aquello era un sueño, y a pesar de que pareciera tan real, nada de aquello podía suceder realmente. Sólo debía esperar a que aquello acabara y así poder abrir los ojos para comprobar que todo era una simple pesadilla.
—Ahora gira hacia la derecha —Martha mantiene la mirada fija en el GPS de su teléfono mientras indica a su marido el recorrido que deben de hacer para conseguir llegar a su nuevo hogar.
Las voces se van haciendo cada vez más lejanas a medida que el coche avanza y los párpados de Zoey amenazan con cerrarse por completo y sumirla en un profundo sueño. La morena intenta permanecer tranquila para poder espantar esa sensación. Sin embargo, apenas pasan unos segundos y ella ya está sumida en un profundo sueño.
La muchacha de piel oscura y ojos café permanece arrodillada frente al chico. Sostiene una especie de aparato metálico entre sus manos, que da constantes sacudidas al cuerpo del rizado.
—Silencio —El aparato choca contra el pecho del muchacho una vez más y toda su anatomía se eleva debido a la sacudida.
Los ojos del chico se iluminan por unos instantes de aquel amarillo tan peculiar mientras una mueca de dolor ocupa su rostro.
—No te desmayes. Ya casi estamos.
La morena lo arrastra con sumo cuidado hasta que alcanzan lo que parece ser una motocicleta negra.
—Mi cuello —El chico lleva una de sus manos a la zona y comprueba que está magullada y cubierta de sangre. Arrastra sus pies un poco más hasta que la mujer se coloca el casco y lo ayuda a subir al vehículo.
—Es por las garras, así comparten los recuerdos —Ella le explica.
—No recuerdo nada —El castaño hace una mueca de confusión y sus ojos se cierran por unos pequeños instantes.
—Y también los roban así —ella le obliga a pasar las manos por su cintura con cuidado y este las une con la mayor fuerza posible—. Escúchame: pase lo que pase, tú agárrate. ¿De acuerdo? Agárrate fuerte.
El muchacho asiente aún aturdido e intensifica su agarre sobre la chica. La moto comienza a avanzar a una gran velocidad.
Las calles continúan desiertas y apenas se divisa un haz de luz en ellas. Parece un barrio abandonado y descuidado; sin embargo, pueden distinguirse un par de coches aparcados en la acera y apartamentos con las ventanas iluminadas, haciendo ver que sí hay un par de personas que residen en aquel lugar.
—Oigo algo, alguien viene.
Un joven alto y pálido de piel corre tras ellos. Por la expresión de su rostro, parece no estar en absoluto de acuerdo con lo que ocurre. Intensifica su paso y casi alcanza la moto. En unos instantes, sus manos se llenan de garras y el rostro del muchacho castaño palidece nuevamente.
—¡Acelera! —El castaño gruñe al ver que las garras han dado directamente en uno de los faros traseros del vehículo.
Su mirada se fija de nuevo en la carretera a medida que siente que su cuerpo pesa cada vez más. Cuando voltea, su mente parece confusa. Sus ojos divisan al muchacho de antes, ahora pareciendo estar multiplicado por dos: gemelos.
—Hay otro más.
Ambos corren tras ellos a una velocidad inhumana, casi tan rápida como la motocicleta.
La morena tuerce la vista hacia el espejo retrovisor y observa a los dos gemelos correr tras ellos, casi alcanzándolos. Uno de ellos consigue dar un gran zarpazo a la moto, haciendo que esta se tambalee y parezca que ambos van a caer directamente al asfalto.
Los ojos de ambos gemelos se iluminan de un color rojizo, haciendo que los ojos del castaño se abran todavía más incrédulos: alfas.
La moto da un giro limpio y acelera todavía más.
—¡No!
La morena frena al darse cuenta de lo que ocurre. Están encerrados, atrapados en un callejón sin salida.
Los gemelos avanzan a una velocidad intimidante, haciendo que el castaño se encoja del temor.
—¿Recuerdas lo que te he dicho?
—¿Que me agarre?
—¡Y fuerte! —la muchacha de piel oscura exclama, su rostro adapta una mueca llena de desafío.
Acto seguido baja la visera del casco y prepara la moto para salir de allí a toda velocidad.
A su vez, los gemelos se preparan para atacar pero el vehículo coge una velocidad lo suficientemente alta como para poder esquivarlos. La morena da un nuevo giro y consigue esquivar el zarpazo de uno de los chicos que ha impactado directamente en el asfalto y ha roto gran parte de la superficie de este.
Cuando la chica logra darse cuenta, la moto ha chocado contra el ventanal de una fábrica. El muchacho se ha desmayado aún agarrado a ella. Pronto, su agarre se afloja y la morena no puede controlar el vehículo. No pasan apenas segundos hasta que la moto vuelca y ambos caen al suelo.
Los gemelos avanzan hacia ellos y se desprenden de sus camisas. Uno de ellos se arrodilla en el suelo mientras el otro avanza hasta su posición. Primero un brazo, después otro y ambos logran unirse en uno solo.
El castaño parece haber despertado. Los observa perplejo, sin lograr creerse lo que está viendo realmente. Se arrastra con temor a través de la superficie a medida que el gran gemelo avanza hacia ellos.
—¡Isaac al suelo!
El chico obedece y esconde su rostro en la superficie.
La morena arrastra uno de sus brazos y logra sacar una especie de arma color negro del vehículo. La sujeta con ambas manos y presiona el gatillo. Un dardo sale disparado en dirección al enorme hombre lobo que está ante ellos e impacta directamente en su pecho. Un haz de luz azul aparece al instante y todo el lugar se cubre de una enorme nube de polvo. Isaac cae rendido al suelo a medida que dicha nube va desapareciendo. Cierra los ojos por unos instantes y un gran suspiro sale de sus labios.
Los gemelos han desaparecido.
—Te dije que te agarraras.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro