Capítulo 2: Tell Me How
Dime cómo...
—¿Bill Cipher? ¿Cómo el vecino con el que dejaste de hablar? —preguntó la chica, llevándose un bocado de comida a la boca mientras miraba a Dipper con curiosidad y un toque de incredulidad.
—Sí, el mismo —respondió el castaño, ligeramente incómodo... casi avergonzado. Evitó mirar directamente a su pareja, esforzándose por parecer tranquilo mientras decía aquello—. Resulta que es el jefe de mi departamento, es decir, es el jefe de mi jefe.
—Auch —continuó la pelirroja con una mueca empática, mientras le sujetaba la mano a Dipper a través de la mesa—. Lo siento mucho, mi amor. Me imagino que debió ser muy incómodo para ti.
El castaño le devolvió el apretón, agradeciendo el gesto de Haley con una sonrisa débil.
No tenía ni idea de lo realmente complicado que había sido.
—Algo —admitió, bajando la mirada, incapaz de ver a la chica mientras su pecho se tensaba con una mezcla de culpa y confusión—. Realmente no me esperaba verlo —continuó, frunciendo ligeramente el ceño—. Según sabía, se había ido a vivir a otro país.
—Pero, mira el lado positivo, cielo —respondió Haley con esa sonrisa optimista tan adorable que solo ella podía tener—. Puede ser una oportunidad para que limen las asperezas. Después de todo, sus mamás siguen siendo amigas, ¿no? —el mencionado asintió avergonzado—. ¿Quién sabe? Incluso podríamos invitarlo a la boda.
Dipper sintió que su estómago se revolvía al imaginar eso. Hizo todo lo que pudo por ocultar lo terrible que le parecía la idea, esforzándose por mantener una fachada tranquila frente a Haley. Como pudo, le dedicó una sonrisa débil y breve, pero el nudo en su garganta no desapareció. La sola imagen de Bill Cipher en su boda con Haley era suficiente para erizarle la piel, sonaba como una pesadilla que no quería vivir nunca.
—Es... una posibilidad —dijo finalmente, evitando el tema con una sonrisa forzada, mientras su mente hacía todo lo posible por alejarse de ese pensamiento. Quería alejarse de ese tema antes de que su incomodidad fuera evidente—. Pero ya suficiente de mi día. Quiero escuchar del tuyo.
En un intento de desviar la atención, el castaño tomó suavemente la mano de su pareja, que seguía entrelazada con la suya, en ella depositó un beso corto y lleno de cariño sobre sus nudillos. Su mirada se detuvo por un momento en el anillo que había colocado en su dedo no hacía mucho y sonrió.
Haley sonrió de vuelta, y un leve sonrojo tiñó sus mejillas.
—No hice mucho —contestó con una sonrisa tierna ante el gesto de su prometido, como si el beso le hubiera robado parte de su concentración. No era capaz de ocultar lo feliz que la hacía ese momento. Todavía no se acostumbraba completamente a la idea de estar comprometida, pero la simple idea de pasar su vida junto a Dipper le derretía el corazón—. Aunque finalmente pude alinear una fecha para ir a ver vestidos con mi mamá, tu mamá y Mabel.
La emoción en su voz era inconfundible y el castaño no pudo evitar sonreír con ternura. Amaba verla así, ilusionada, llena de entusiasmo por los preparativos de la boda. Era un recordatorio de todo lo que estaban construyendo juntos y de lo que realmente importaba.
—¿En serio? —preguntó, genuinamente interesado y feliz por su logro.
—¡Sí! Es en dos meses, pero lo logré —respondió con entusiasmo—. Logré alinear nuestras agendas. Eso ya es un milagro, especialmente con el ascenso de Mabel, sus horarios no coinciden con las tiendas porque sus horarios son los de las tiendas de moda y necesito su opinión.
Dipper soltó una risa.
—Excelente —le dijo sonriendo de forma enternecida mientras la miraba—. Primer obstáculo superado.
Haley se encogió de hombros con una risita.
—Apenas fue un obstáculo —bromeó, arqueando las cejas con picardía—. Pero si te soy honesta, me preocupa mucho más mi madre.
Dipper soltó una pequeña risa, imaginando a su suegra, involucrándose de más en los planes de la boda. Sin embargo, le había pedido a Mabel que ayudara a mantener la visión de Haley, y cuando se trataba de eventos importantes sabía que la castaña se lo tomaba muy en serio, la boda no sería la excepción.
—Oh, sí —dijo entre risas—. Aunque, Mabel esta de tu lado.
—Sí, pero sigue intentando convencerme de bañar en glitter cualquier vestido que escoja, aunque ya le dije que quiero un estilo más clasic-
—No, no —la interrumpió el castaño—. Quiero estar sorprendido ese día.
Ambos se sonrieron ante ese comentario, ilusionados por llegar al gran día. La conversación se volvió más ligera, entre risas, coqueteos y planes sobre la boda. La calidez del momento ayudó al castaño a desconectarse, aunque fuera por un rato, de los pensamientos que lo atormentaban, en ese momento se sintió más relajado riendo a su lado, como si nada más importara.
Después la cena terminó entre sonrisas y ambos se retiraron a su habitación para descansar. Sin embargo, cuando el apartamento quedó en silencio y Haley se quedó dormida a su lado, Dipper se encontró incapaz de hacer lo mismo, no podía evitar que sus pensamientos regresaran a Bill una y otra vez. La calma que había sentido durante la cena se desvaneció, reemplazada por la inquietud que había logrado ignorar por años.
[...]
《Dipper llevaba apenas un par de días en el nuevo ciclo escolar y lo estaba odiando.
El castaño no compartía ninguna clase con su hermana y, por el contrario, estaba atrapado en varias con el chico rubio irritante que había causado que lo castigaran. Y, para hacerlo peor, todos lo amaban.
Dipper estaba sentado en su pupitre, con los hombros tensos y la mirada fija en su cuaderno de notas. Fingía estar concentrado, pero en realidad estaba prestando atención a los murmullos y risas que llenaban el aula. Los demás niños hablaban emocionados sobre los trucos de "magia" que el rubio les había enseñado durante el recreo, trucos que al castaño le habían parecido tontos.
Todos los niños estaban emocionados por la llegada de su nuevo compañero, Bill Cipher. Pero Dipper no podía ignorar el enojo que le hervía en el pecho. Sabía perfectamente que el rubio había destruido las flores de su madre esa noche en su casa, y ahora, gracias a él, estaba castigado.
Bill se acercó a su pupitre con su habitual sonrisa deslumbrante y despreocupada, como si no hubiera nada mal.
—¡Hola! ¿Mason, cierto? —dijo inclinándose ligeramente hacia él, con esa mirada brillante que parecía encantar a todos menos a Dipper.
El castaño apretó los labios, sin dignarse a dirigirle la mirada, y continuó ignorándolo deliberadamente. Pero Bill, lejos de molestarse, soltó una pequeña risa y añadió con un tono burlón:
—¿Estás molesto, niño? —cuestionó divertido, pero el chico lo ignoró nuevamente.
El castaño continuó ignorándolo, esperando que se diera por vencido. Pero Bill no era de los que se rendían fácilmente. El rubio se inclinó aún más, invadiendo descaradamente su espacio personal.
—No me ignores —le dijo con un puchero—. Pensé que te gustaría ser amigo de un alíen.
Dipper no pudo soportarlo más y levantó la cabeza de golpe, fulminándolo con la mirada.
—Tú y yo, no somos amigos, por tu culpa me castigaron —espetó, con la voz cargada de furia—. Mi mamá no me dejó salir a cazar misterios por culpa del jarrón que rompiste.
Bill frunció ligeramente el ceño, pero la sonrisa despreocupada nunca abandonó su rostro.
—Caray, no te enojes, lo siento —respondió, pero con un tono que parecía casi desinteresado, lo que solo enfureció más al castaño.
Dipper apretó los labios, recogió sus cosas con brusquedad y se levantó de su asiento.
—Como sea —gruñó, empujando la silla hacia atrás antes de salir del aula a toda prisa bastante furioso, dejando atrás a un Bill que, por primera vez, parecía algo confundido. 》
[...]
Era la hora del almuerzo y Dipper no podía evitar sentirse como si estuviera de vuelta en la escuela. Aunque debía admitir que, en aquel entonces, siempre había tenido con quien sentarse, teniendo a Mabel a su lado nunca había estado realmente solo. Sin embargo, ahora sólo podía mirar a su alrededor en busca de alguna mesa en la cual sentarse, temiendo terminar comiendo solo.
—¡Dipper! —lo llamó alguien, una voz conocida y el mencionado se giró en busca de ella.
Del otro lado de su mirada, se encontraba otro castaño, quien estaba sentado en una mesa casi vacía y le hizo una seña para que vaya hacia él.
El alivio fue inmediato.
—Aquí hay lugar —continuó Wirt, invitándolo a sentarse con él.
—Gracias —respondió Dipper, sintiéndose genuinamente agradecido mientras se acercaba a la mesa.
Al menos no tendría que pasar el almuerzo solo... o peor, con Bill. Un escalofrío le recorrió la espalda al pensar en el rubio, pero rápidamente apartó esa imagen de su mente y se sentó frente al chico.
—¿Cómo va la primera semana? —preguntó el castaño con una sonrisa, mientras lo observaba con curiosidad.
Dipper suspiró ligeramente.
—Bien, supongo —contestó, encogiéndose de hombros.
—Xólotl es tu mentor, ¿verdad? —continuó, arqueando una ceja. El castaño asintió con una mueca, lo que provocó que Wirt soltara una risita—. Es molesto a veces, pero créeme, no es el peor de los supervisores.
—¿Ah sí? —preguntó, mirándolo con curiosidad—. ¿Hay alguien peor que él?
—Oh, definitivamente. Esos son Jack y Tom —el chico señaló con un movimiento de cabeza hacia una mesa al fondo del comedor bastante alejada de los demás.
Dipper dirigió su mirada hacia donde le indicaba, encontrándose con dos hombres sentados bastante cerca el uno del otro. Uno de ellos era alto, con cabello negro y un porte intimidante. Frente a él, había un chico más pequeño con cabello teñido de rosa, jugueteando distraídamente con un mechón mientras lo miraba con una intensidad casi hipnotizante. Ambos reían tontamente, sumidos en un coqueteo tan evidente, ignorando a todo y a todos a su alrededor. Como si el resto del comedor no existiera y sólo estuviera el otro.
—El más alto es Jack, aunque todos le dicen la Bestia, no preguntes porque —explicó Wirt.
—No planeaba hacerlo —comentó soltando una risa.
—El de cabello rosa es Tom —continuó Wirt—, son la pareja no oficial de la compañía. Se supone que no están saliendo, pero, como podrás notar, es obvio que sí. Y todos lo sabemos, solo que preferimos no hacer comentarios al respecto.
Dipper simplemente asentía, analizando la situación y tomando nota de todo lo que tenía que saber.
—Son dolorosamente obvios y empalagosos como puedes ver. Yo tuve la desgracia de tener a la Bestia como mentor, y créeme, fue un infierno. Tom pasaba todo el tiempo en la oficina y se ponían a coquetear sin pudor alguno. Era terriblemente incómodo.
El castaño hizo una pausa, como si recordara algo particularmente desagradable, antes de temblar un poco y continuar con seriedad.
—Lo que me recuerda: consejo número uno. Nunca, jamás, entres a la oficina de Jack sin tocar —habló con la mirada perdida.
Dipper lo miró con curiosidad, notando cómo Wirt fruncía ligeramente el ceño y sacudía la cabeza, como si intentara olvidar una experiencia traumática.
—Entendido —respondió, sabiendo que esas palabras venían de alguien que claramente hablaba por experiencia propia.
—Continuando... Ya conoces a Xólotl porque trabajas con él, pero, por si queda alguna duda, él es el encargado del área de ingeniería. Tom está a cargo de calidad y Jack de operaciones. Los tres están en el mismo nivel jerárquico, y tú jefe directo sería Xólotl —explicó Wirt, señalando con el tenedor como si trazara un dibujo de las jerarquías en la mesa.
—Sí, algo así entendí en la capacitación —respondió Dipper, recordando vagamente la información que le habían dado el primer día.
—El jefe de todos nosotros, incluyendo a ellos tres, es Bill. No sé si ya te lo presentaron —continuó Wirt con una sonrisa casual.
El nombre hizo que el castaño reprimiera una mueca incómoda. Tragó saliva y respondió, esforzándose por mantener la compostura:
—Sí, ya lo conocí —respondió, agradecido de que Wirt no notara su sonrisa forzada.
—Excelente, estoy seguro que te caerá muy bien, es un gran jefe, muy atento con todos los empleados. De hecho, la primera semana que llegué, él fue quien me ayudó a integrarme.
—Genial —contestó tratando de esconder su incomodidad.
—Él y Xólotl nunca se separan, más que para trabajar por su cuenta. Siempre están haciendo algún tipo de desastre en la oficina. Organizan muchas fiestas, bromas, ya sabes, todo ese tipo de cosas. Ya te imaginarás cómo son.
Dipper apenas logró disimular otra mueca.
Él no sólo se imagina como era Bill, desgraciadamente lo había visto ser. Había sido testigo de primera mano del caos que el rubio disfrutaba provocar, ya fuera en las fiestas, en clase, o en cualquier lugar donde pudiera atraer toda la atención hacia sí mismo. Ni siquiera le sorprendía del todo saber que, aparentemente, no había cambiado ni un poco en todos esos años.
—Suelen ser muy sociables con todos —continuó Wirt, sin percatarse del conflicto interno de su compañero—, les caen bien a todos en el edificio, especialmente Bill. Xólotl puede ser un poco... difícil. Es como un gusto adquirido, pero eventualmente le agarras cariño. Bill, en cambio, es el favorito de todos, diría que incluso de Vanessa si no fuera porque ella y Xólotl tienen una... amistad medio especial —soltó intentando advertir a Dipper de algo, sin embargo, este estaba perdido en sus pensamientos.
Sentía un nudo de frustración formarse en su pecho al escuchar eso. "Claro que Bill sería el alma del lugar, ¿cuándo no lo era?" pensó, esforzándose por mantener una expresión neutral.
—No me digas —murmuró, pretendiendo interés mientras luchaba por mantener su mente enfocada en la conversación y no en sus pensamientos que insistían en dirigirse al rubio.
—Por cierto, hablando de los supervisores —continuó Wirt, animado—, el viernes vamos a ir a un bar después del trabajo. El proyecto en el que estaba trabajando Jack finalizó así que iremos a celebrar, evidentemente, estás invitado.
—Muchas gracias, Wirt —respondió con una sonrisa más sincera.
La invitación le pareció un gesto amable, aunque no estaba seguro de querer socializar mucho más de lo necesario.
—¿Tienes alguna duda? —inquirió el castaño con amabilidad.
—No creo —Dipper dijo e intentó pensar si tenía alguna duda de verdad—. Oh espera, sí tengo una... ¿Es normal que todos llamen a Vanessa por su nombre?
Wirt sonrió.
—Sí, Vanessa prefiere que la llamen así —contestó riendo un poco—. Me pasó lo mismo al principio, es raro, ¿no?
—Un poco —admitió Dipper, soltando una pequeña risa.
Wirt le siguió contando cosas de la oficina, como quién le podía ayudar con las solicitudes, donde estaba el baño más aislante de sonido para cuando tuviera alguna emergencia y que platillos evitar del área de snacks para no necesitar el baño aislante.
Por primera vez desde que había llegado, Dipper se sintió un poco más cómodo. Realmente apreció todos los consejos que Wirt le daba, y por un momento, logró olvidarse de la incómoda situación que vivía. Aunque sabía que eventualmente tendría que enfrentarse a ello, al menos por ahora, podía disfrutar de una conversación tranquila y útil.
[...]
El "Ajolote astral" era el lugar predilecto del equipo para relajarse después de un largo día de trabajo. Especialmente en las ocasiones en las que tenían una excusa para beber, la cual no era necesaria, pero siempre bien recibida. La excusa del día era la conclusión del proyecto de Jack, lo que causaba que la energía en el bar alcanzará un nuevo nivel. Los tórtolos, por supuesto, eran los primeros en levantar sus vasos, iniciando el festejo con risas y brindis.
Dipper se sentó a un lado de Wirt, después de su plática del martes, ambos castaños habían descubierto lo afines que eran. Ahora los almuerzos juntos se habían vuelto una rutina. Claro, excepto cuando Dipper salía a comer con Haley. Incluso Beatrice, la novia de Wirt, se unía de vez en cuando, y la dinámica entre ellos era sorprendentemente cómoda.
Esa noche, sin embargo, el grupo había crecido con sus compañeros de trabajo rápidamente tomando su lugar en la mesa, llenando todo con risas y voces animadas.
El castaño reía por algo que una chica, cuyo nombre no ubicaba del todo, había dicho. Pero su carcajada se apagó de golpe cuando escuchó una voz inconfundible que le provocó un ligero escalofrío.
Esa voz que siempre lograba descolocarlo.
—Ya te dije que tú no creaste nada, Xólotl, que te llames como el dios no te hace uno —la voz de Bill sonaba ligera, con ese tono divertido que el castaño conocía demasiado bien, casi como si estuviera conteniendo una risa.
—Pero piénsalo, ¿qué tal si soy una reencarnación o algo así? —respondió el mencionado, con una seriedad tan exagerada que arrancó risas incluso a quienes no seguían del todo la conversación—. ¿Así es como te gustaría tratar a un dios?
El rubio rodó los ojos, su sonrisa ampliándose con una mezcla de incredulidad y diversión. Su expresión parecía decir que la estupidez de su amigo lo entretenía más de lo que debería.
Dipper, sin embargo, no podía encontrarle el humor al momento. Se congeló en su lugar. El solo sonido de la voz de Bill bastaba para tensarlo por completo, como si el aire a su alrededor se volviera más denso. Quiso ignorarlo, mantenerse en silencio y esperar a pasar desapercibido. Pero esa esperanza se desvaneció en cuanto sintió la intensa mirada del rubio fija en él.
La intensidad de esos ojos dorados lo obligó a voltear. Y cuando lo hizo, el mundo pareció detenerse. Sus miradas se encontraron, y el castaño sintió un cúmulo de emociones innombrables acumulándose en su pecho. Y aunque quería apartar la vista, algo lo mantuvo ahí, incluso parecía que se quedarían así por siempre, pero el hechizo se rompió cuando Bill desvió la mirada. Fue un movimiento rápido, casi imperceptible, pero algo en su expresión cambió, algo oscureció su semblante antes de recuperar esa sonrisa despreocupada que le encantaba usar.
—Lo siento mucho, chicos —anunció el rubio al grupo con una sonrisa amplia, demasiado perfecta, demasiado ensayada. Y si Dipper no lo conociera tan bien, habría creído que Bill estaba sinceramente de buen humor, más feliz que nunca—. Hoy no me siento muy bien, pero vine a pagar la primera ronda y dejarlos divertirse.
—¿Qué? ¿Por qué no lo dijiste antes? —exclamó Xólotl, alzando una ceja con una mezcla de incredulidad y reproche, pero el rubio solo se encogió de hombros con inocencia—. Pero al menos tómate un shot o algo. No te puedes ir sin eso —insistió su amigo, con una sonrisa que buscaba animarlo.
Dipper sintió una punzada de incomodidad ante la idea de Bill bebiendo. Algo en esa imagen lo inquietaba bastante, pero se recordó rápidamente que no era su problema. No tenía por qué importarle.
El rubio soltó una pequeña risa, inclinándose hacia el mesero para susurrarle algo al oído. Aunque el gesto parecía casual, al castaño le resultó incómodamente íntimo, se sintió extraño viendo esa escena, como si estuviera observando algo que no debería. Apartó la mirada, sintiéndose fuera de lugar.
—De acuerdo —anunció Bill con una sonrisa que irradiaba confianza y algo de picardía. Sus ojos recorrieron la mesa antes de detenerse un segundo más en los tórtolos de la oficina—, por ustedes... digo, por su proyecto.
Aquel comentario provocó un leve sonrojo en el de cabello rosa, pero nadie dijo nada. El mesero no tardó en regresar, cargando una bandeja con pequeños vasos de vidrio que colocó frente a cada uno, incluido el castaño que evitaba mirar al jefe a toda costa.
Dipper miro la bebida que había puesto uno de los meseros delante de él, era un shot amarillo que reconoció al instante, pero intentó disimular su familiaridad.
Bill sacó una tarjeta negra de su billetera y se la entregó al mesero con un gesto relajado. Mientras este procesaba el pago, Wirt se inclinó ligeramente hacia Dipper, con una expresión amistosa.
—Es de limón, así que prepárate para la acidez —le indicó, dándole un pequeño consejo.
Dipper asintió, forzando una sonrisa mientras fingía que el comentario de Wirt era información nueva. Pero la verdad era que conocía demasiado bien aquel sabor, tanto como conocía las memorias que traía consigo.
Bill, mientras tanto, pagó la primera ronda de bebida de todos con su habitual despreocupación. Tomó su shot, lleno del brillante líquido amarillo, y lo alzó ligeramente, como si liderara un brindis improvisado.
—Salud —dijo antes de beberlo de un solo trago, con una facilidad impresionante como si de agua se tratara, y el castaño frunció el ceño nuevamente—. Ahora me retiro, disfruten la noche.
El resto de la mesa respondió levantando sus vasos al unísono, siguiéndolo casi como si fuera una tradición no escrita. Dipper, aunque se sentía fuera de lugar, no quiso ser el único que no participará. Tomó su propio shot y lo bebió rápidamente. El líquido amarillo quemó un poco mientras el sabor tan familiar recorría su garganta, y por un momento, los recuerdos lo golpearon.
Por un instante, fue como si tuviera 19 años de nuevo. Cerró los ojos, dejando que la nostalgia lo envolviera brevemente, recordando a Mabel a su lado, riendo sin parar mientras Bill jugaba a ser un "maestro mixólogo" creando su bebida exclusiva de limón, insistiendo en que debía ser específicamente amarilla porque le pertenecía únicamente a él. Esa imagen era tan vívida que casi podía escuchar la risa de su hermana mezclada con la voz burlona del rubio. Pero al abrirlos, la realidad lo devolvió al presente. El sonido de risas, conversaciones animadas y el tintineo de vasos llenó el aire y Dipper se obligó a concentrarse en el momento.
El rubio guardó su tarjeta en un movimiento rápido y se despidió con un gesto de cabeza amable. Estaba a punto de irse cuando Xólotl, con su característica falta de filtros, le dio una nalgada con una carcajada provocando que el castaño abriera los ojos en sorpresa ante la escena y luego frunció el ceño.
—¡Adiós guapo! —le gritó con descaró el de cabello negro.
Bill solo rodó los ojos, como si estuviera acostumbrado a ese tipo de interacciones entre ellos, y salió del lugar sin más palabras.
Xólotl decidió sentarse junto a Dipper, quien no podía evitar sentir una especie de mal sabor de boca, aunque no estaba del todo seguro si se debía a la interacción de esos dos o al alcohol que acababa de bajar por su garganta.
—Pines, ¿cómo está mi aprendiz favorito? —le preguntó con diversión, acompañada de una sonrisa amplia y despreocupada que lo puso incómodo.
—Por favor, Xólotl. Es tu único aprendiz —intervino Jack desde el otro lado de la mesa con una risa burlona.
—¿No has tenido más? —cuestionó Dipper, frunciendo el ceño con algo de preocupación.
—No realmente —respondió Xólotl encogiéndose de hombros—, pero es porque no había entrado nadie nuevo para el área de ingeniería.
—O porque Vanessa no confiaba en ti —se burló Tom con una sonrisa.
—Nunca sabremos —replicó, riendo con una inocencia que no convenció a nadie—. Que traigan otra ronda, pero ya no de la cosa de limón de Bill, wacala.
Algunos en la mesa rieron ante el comentario, mientras otros pedían una nueva ronda de bebidas. El ambiente, a pesar de ser relajado, tenía un aire de complicidad que hacía que Dipper se sintiera un poco fuera de lugar. No conocía del todo a ese grupo de personas, pero su interés se despertó de nuevo cuando escuchó el nombre del rubio.
—Hablando de Bill, qué raro que no se quedara, ¿no? —comentó una chica de cabello oscuro a quien el castaño no reconocía, mientras jugueteaba con su copa.
—Ya sabes cómo es —explicó el de nombre azteca como si fuera algo normal, algo a lo que estaban acostumbrados—. A veces le dan sus bajones.
—Sí, pero nunca al punto de no venir a tomar —replicó la chica, frunciendo el ceño como si intentara resolver un misterio—. ¿No te parece raro?
—Ha sido una semana difícil para él —admitió Xólotl, desviando la mirada hacia su nueva bebida, sus ojos azules parecieron perderse por un instante—. No me ha dicho por qué, pero lo he notado raro, más decaído de lo habitual.
—Hace tiempo que no tenía uno de esos episodios —añadió Tom, quien parecía visiblemente preocupado por su amigo.
—No se preocupen, solo son sus bajones —intervino el de cabello negro, con un tono que buscaba tranquilizarlos, restándole importancia al tema—. Si fuera algo serio, nos daríamos cuenta. No creo que sea como la última vez.
Dipper frunció el ceño al escuchar aquello. ¿La última vez? La curiosidad empezó a consumirlo, aunque no estaba seguro de si debía intervenir. Sin embargo, las palabras se le escaparon antes de poder detenerse.
—¿Qué pasó la última vez? —preguntó el castaño, tratando de mantener su tono casual, aunque por dentro estaba ansioso por escuchar la respuesta.
—La empresa organizó una proyección al aire libre... y pusieron Mamma Mia.
—¿Qué? —exclamó Dipper, completamente desconcertado. No entendía qué tenía que ver eso con los bajones emocionales del rubio.
Tom se inclinó hacia adelante, cruzando los brazos sobre la mesa.
—Cierto, que eres nuevo aquí —comentó con un poco de comprensión antes de continuar—. Bill tiene ciertos... temas sensibles.
—¿Temas sensibles? —repitió Dipper, confundido.
—Sí —intervino Wirt, adoptando un tono más explicativo—. Se pone mal si mencionas ABBA o algunas cosas relacionadas con superhéroes. No sabemos por qué y él nunca ha dicho nada, pero tratamos de evitar hacer comentarios al respecto, igual evitamos poner ABBA en las fiestas o tener figuras de DC en el escritorio porque... bueno, parece deprimirse.
—¿En serio? —preguntó con un hilo de voz, sintiéndose cada vez más incómodo con la dirección de la conversación.
—Muy en serio —respondió Jack, cuya expresión se había vuelto notablemente seria—. Aunque nunca lo ha prohibido, todos lo respetamos lo suficiente como para no tocar esos temas, ¿de acuerdo?
Dipper solo asintió, sin saber qué más decir al respecto. No sabía qué pensar con el pedazo de información que le habían dado.
—A todo esto, ¿alguien sabe por qué? —preguntó alguien más en la mesa que el castaño ni se dignó a voltear a ver.
—Bueno, no lo escucharon de mí —dijo Xólotl con una sonrisa traviesa, bajando la voz como si estuviera compartiendo un secreto—, pero tengo entendido que la persona con la que se iba a casar y le fue infiel era muy fan de esas cosas y no lo ha superado del todo.
El silencio cayó sobre la mesa por un instante, pero en la mente de Dipper, el impacto de esa revelación fue demasiado. ¿Bill se iba a casar? ¿Con alguien que le fue infiel? Era difícil de imaginarlo. Sintió una punzada de pena por él. Nadie merecía algo así.
Antes de que pudiera procesar del todo la información, alguien en la mesa desvió abruptamente el tema.
—Oigan, su hermano es doctor, ¿verdad? Porque necesito que alguien me revise una roncha que me salió en la espalda.
—Su hermano es pediatra —respondió otra voz con tono burlón—, y aunque tengas la edad mental de un niño, no te va a atender.
El comentario provocó risas, pero Dipper apenas prestó atención. Will se había graduado en medicina y al final había logrado decidirse en qué especializarse... pediatría. Eso lo tomó por sorpresa, pero al mismo tiempo, tenía sentido. Había algo en Will que gritaba "pediatra" algo gentil y cálido que siempre había estado presente en él.
Eso era lindo, un detalle que le resultaba dulce. El castaño estaba muy feliz por él, incluso si le dolía un poco tener que enterarse por un tercero, sabía que no se enteraría por Will, ni por el rubio, el reciente silencio de Bill era sin duda, de las cosas más dolorosas que había experimentado.
Aunque tenía sentido, el tiempo había pasado... y ahora era solo un extraño. Y, a decir verdad, le gustaría saber cómo tratar con esta nueva versión de él.
Canción: Tell me how de Paramore
¡Holi!
Esta semana me dijeron en el grupo de whats que mucho SDI y no actualizabamos y aquí esta, listo, ya no hice el logo que me compraron y Tania no comera esta semana, pero el capitulo esta listo.
Es bromi, pero la neta si quiero seguir con el fic!!! y no hemos llegado ni a lo más sabroso, así que me voy a tratar de apurar.
Feliz año y feliz navidad, les tqmmm, y espero que les guste.
¿Qué creen que vaya a pasar?
-Camila y Cabello
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