Reencuentro
A veces el reencuentro es más difícil de procesar que la despedida en sí, aunque yo nunca tuve una despedida con Park; él desapareció sin siquiera cederme la oportunidad de encerrarlo en mis brazos y hacerlo pedazos.
No me juzguen ni me tachen de contradictorio, yo estaba enamorado de Park Jimin, tenía un duro crush con él y precisamente por eso se merece todo mi odio.
Porque ese sujeto de baja estatura es una desgracia de persona, es un asco y no puede ganarse nada aparte de repulsión. La decepción me chocó tan fuerte que incluso años después sigo sin superarlo, cuando mi hermano llegó llorando porque un chico de su escuela lo acosaba... Primero no lo podía creer, cuando ves a Jimin solo piensas en que sus manos no resisten cargar algo que no sea algodón, ¡es muy pequeño y tierno!
Y sé que no hay nada mal conmigo porque todos pueden verlo, no estoy ciego. Su sonrisa, sus ojitos rasgados, sus mejillas rellenas y esos labios que suelen ponerse violetas en el invierno. Esa no es la apariencia que el acosador de tu hermano debe tener; no debe ser el chico del que escogiste enamorarte, porque sí, yo lo escogí. Lo peor de todo es eso.
Mi corazón preguntó: ¿Park Jimin?
Y yo contesté: Sí.
Entonces me dicen que esa bola cálida de arroz tocaba a mi hermano sin el permiso de este. Lo odié, con todas mis fuerzas y a cada golpe desde la distancia se lo demostraba; cuando se lo llevaron fue directo a un reformatorio por hijo de puta.
Pero ahora está de regreso.
Frente a mí con esa sonrisa tímida pero ojos brillantes, ha cambiado, por supuesto. Está más curvilíneo y hermoso, joder... Pero no, esta vez no me engañará porque yo estoy aquí, presente. No en mi casa con una jodida lesión en la pierna que no permitía que me moviera.
El cabello rubio permanece del mismo largo que antes, justo como le gustaba al Park Jimin que conocí. Las diferencias radican en los lóbulos de su oreja y el oído izquierdo, del que sobresale un aparato marrón que me provocó arrugar el entrecejo.
Estar frente a Jimin se siente como... Como si yo fuera un súper modelo y tuviera que rechazar el helado; obligarme a sentir asco con tal de que duela menos quererlo.
Han pasado cinco años, ya estamos en la universidad y sin embargo, aún no me libro de su persona; y no precisamente en el ámbito sentimental.
—Buenos días a todos, soy Park Jimin, espero pasar un buen rato con ustedes—. Imbécil, eso pensarías si el comentario no estuviera acompañado con esa sonrisa que te hace imposible rechazarlo.
No obstante, aún con una profunda arruga entre mis ojos levanto la voz para objetar—: ¡No se escucha!
Porque realmente Jimin mantenía un tono bajo, diminuto. Apenas pude oírlo.
En lugar de avergonzarse o por qué no, alzar la voz. Dirige la sonrisa directo a mí y baja los peldaños que levanta la pizarra en un nivel superior al de las mesas. Se acerca y mis manos tiemblan, aunque ese es un nimio detalle al compararlo con el duro palpitar de mi corazón; pareciera que recorre toda mi caja torácica en lugar de permanecer en su justo lugar.
Horrible, horrible sensación que había olvidado.
En un par de parpadeos lo tengo detenido a mi lado, apoya las manos en sus muslos y se inclina en mi dirección.
—Buenos días, soy Park Jimin, espero que nos llevemos bien.
No me recuerda.
Por supuesto que no, es imposible que una persona tenga la capacidad de ser lo suficientemente cínica como para sonreírle con tal inocencia al hermano del sujeto que acosó cinco años atrás.
Empujo con todas mis fuerzas la calidez en mi corazón al recibir el susurro; se mantiene a mi lado esperando mi reacción, mi respuesta.
Y yo solo puedo decir—: Soy Jeon Jungkook, el hermanastro de Kim Taehyung.
Su expresión se apagó, y solo en estos momentos me permito sonreír.
—Bienvenido de vuelta, escoria.
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