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Parte 1. Insomnio

Evgenia Medvedeva

La nieve se derritió en el mar nocturno. La superficie del agua era aún más oscura que el cielo estrellado bajo el que la gente dormía. Los copos se absorbían uno tras otro que brindaban un espectáculo raro para la vista, y era aún más sorprendente para mí, puesto que no había visto algo así antes.

Pero me distraía mi propia imagen reflejada en el cristal de la ventana, el cabello un poco desordenado, un rostro libre de maquillaje pero mis ojos cansados eran lo que sobresalía de mi rostro. Desde hace tiempo perdí la noción del tiempo y perdí la cuenta de cuantas horas llevo despierta, los primeros minutos pasaban lentamente a través de la oscuridad de la habitación convirtiéndose en horas, unas desesperantes horas intentando volver a caer en el sueño, dando vueltas en la cama, escuchando el suave silbido del viento rosar con el ventanal, mientras mi mente repasaba una y otra vez cual era el motivo que no me dejaba descansar.

Bueno, creo que tengo muchos por dónde empezar.

La oscuridad que ahora que me rodeaba le hacía más fácil a mi mente hacer presente las imágenes que me hacían recordar los sucesos de hoy, las personas cuyos rostros eran borrosos y el sonoro eco de sus aplausos, el brillo del hielo en el que deslizaba, su mirada, sus ojos atentos a cada parte de mi ser, estaba completamente expuesta, dí lo mejor de mí, le mostré lo mejor de mí, intenté que mis palabras, mi promesa, se hicieran realidad, y las lágrimas que cayeron sin previo aviso, los latidos de mi corazón retumbando en mis oídos, las cosquillas en mis ojos, amenazantes de dejar caer más lágrimas, el apoyo del público resonando en el fondo, la pequeña esperanza que aún habitaba en mi corazón se apagaba por completo al escuchar los resultados, la debilidad que no debí mostrar, la decepción. Todo, todo se volvía repetir.

Mientras más recordaba, las mismas sensaciones volvían a mí.

¿Qué me salvaba?

Sus ojos, la pequeña sonrisa que se dibujaba cada vez que mis ojos se encontraban con su mirada.

Y buscando el mismo brillo, me hipnotizó el brillo plateado de la luna, me senté junto a la ventana.

Mire al reloj que adornaba el mueble al lado de mi cama, los números rojos que destacaban y brillaban en la negrura marcaban las 3 de la mañana.

Sólo ha pasado una hora.

Pero ya me rendí, sería una noche larga. El tiempo había decidido pasar lento y pesado, jugandome una broma. Ya no tenía caso regresar a la cama.

«Esas largas noches donde no podemos dormir, y dónde las horas no parecen pasar, ciertamente habrá muchos motivos para ello pero escucha Zhenya, existe cierta leyenda japonesa que dice que cuando no podemos dormir es porque estamos despiertos en los sueños de alguien más. - me decía mi madre tranquilamente acariciando mi pelo mientras recostaba mi cabeza en su regazo. -Como si nuestra presencia fuese requerida, en otro lugar, como si los sueños nos conectarán... Con las personas que queremos. ¿Algo hermoso, no?»

¿Mi presencia requerida, eh?

Tantas cosas pasan por mi cabeza y de nuevo esas palabras vienen a mi cabeza, como cada noche que nuestras habitaciones están tan cerca.

¿Por qué? ¿Por qué tenemos que hacernos pasar por éste infierno? ¿Por qué no podemos estar juntos?.... ¿Por qué tenemos que actuar?...... ¿Por qué el mundo... Es cruel?

Supongo que no importa si salgo por un momento.

Por fin decidí salir de la soledad de aquella habitación, tal vez un poco de aire fresco me ayudaría a volver a encontrar el sueño.

¿Por qué tiene que ser complicado? ¿El amor es así? ¿Por qué a mí? ¿Por qué con él?

"Si tan sólo las cosas fueran... Diferentes"

Giré la perilla lo más silenciosa que puede, después de todo Alina y Eteri estaban en ambos lados, y del mismo modo salí de la habitación, sin importarme estar descalza. Lo único que iluminaba el pasillo era lo mismo que iluminaba el cuarto dónde estaba, la luz de la luna.

La misma que me hace llorar.

Al compás del lejano sonido de las manecillas del reloj, fui cuidadosamente a la derecha, dónde había una pequeña sala frente al ascensor. Seguramente haya alguien más ahí de entre los dos países que reciden en el piso, pero no quiero que se den cuenta.

Alguien, aunque sea tarde, ya sea ruso o japonés, alguien más debe estar, seguramente, buscando encontrarse nuevamente con el sueño.

Yuzuru Hanyu.

Tres de la mañana....

Sólo duró hasta las tres de la mañana...

Miraba a través del vidrio, mirando como poco a poco caían pequeños copos de nieve que anunciaban su próxima lluvia y sin prisa cubrían lenta y elegantemente todo lo que estuviese a su paso, flotaban balanceandose en el aire libremente y entre su pequeño juego se encontraban con otro más, danzaban juntos, tan cerca que en su mismo vaivén se abrazaron, pero nunca pararon su danza, hasta que se volvieron uno.

Si fuera así de fácil...

Aquella bella pero a la vez simple vista, despertaba en mí el sentimiento de la melancolía de cada noche, cada noche en la que mi corazón sabe que lo único que nos separa son unos cuantos muros y no me refiero a los que nos separan de la helada ventisca de afuera.

Al principio no era nada concreto, sólo colores y sonidos al azar, pero como si fuera ya un reflejo, entre tantas cosas que giraban en mi mente, su rostro se hizo presente, la imagen era tan clara que se distinguía a la perfección el brillo tan encantador de sus ojos. Ese mismo que me roba la mirada.

Y aunque en persona no nos dejen estar, siempre te veo dentro de mis sueños.

Hoy no fue la excepción, su sola presencia destruyó la soledad y simpleza de mis sueños, entró como la primera vez, como si fuera su casa, como si siempre hubiera sido suyo, tanto en mis pensamientos como en mi corazón, y tomó todo de mí sin notarlo. Su figura apareció esta noche, se deslizaba sobre las cuchillas, sobre el hielo bajo sus pies, movía con gracia y destreza su cuerpo, pintando sobre su nuevo lienzo lo que su corazón decía, la belleza que desprendía siempre me obligaba a seguirla con la mirada, patinaba buscando hacer su sueño realidad.

Pero igual que el encantamiento que dura hasta la media noche, su mirar desapareció de repente en la nada, justo como empezó. Sus ojos y su brillo fueron desapareciendo en la oscuridad, abandonando lentamente junto conmigo el mundo de los sueños.

No era especial a la opinión de otros, pero para mí era magnífica su sola presencia que me acompañaba en mis sueños.

Y para cuando me dí cuenta, ya estaba despierto nuevamente.

Aun con la sensibilidad de mis recién despiertos ojos, decidí comprobar cuanto tiempo había durado, cuanto tiempo pude contemplarla y verla sin restricciones, y según marcaban los grandes números rojos del reloj a mi lado eran las tres de la mañana.

De mi boca salió involuntariamente un quejido, casi gruñido, de frustración, hoy como cada noche en la que nuestros cuartos están tan cerca... Hoy el encantamiento se rompió antes de la media noche.

Giré y me acomodé en la cama una y otra vez intentando de alguna manera buscar la comodidad que me hizo caer en sueño, pero no importa cuantas vueltas haya dado ni las poses que haya intentado nada surtia efecto. Vencido por el insomnio me paré cuidadosamente y fui directo y tambaleante a la ventana que no vestía ninguna cortina y dejaba paso libre al tenue brillo de la noche, de la luna y sus estrellas.

Copos caían, algunos se juntaban en el aire o al caer, pero me gustaban más los que formaban parejas, se fundian con o sin ayuda de la ventisca, los que más me tenían pensando eran los que estaban solos y caían solos, a pesar de que vayan contra la gélida ráfaga de viento, jamás podían fusionarse.

Debo parecer un loco pero... Envidio a aquellos copos que danzan juntos... Y me pienso más loco porque... Aquel copo que cae, es idéntico a mí... No importa cuan cerca estemos... No podremos danzar juntos... Y cada vez que lo intentamos... El viento sopla más fuerte.

Para no perderme más en mis pensamientos decidí escuchar un poco de música, tal vez ayude a encontrar de nuevo el sueño. Me coloqué los audífonos y escogí una lista de reproducción al azar.

Y el silencio de la habitación se rompió con el sonido a través de los auriculares.

Mala idea.

"Quizá debí haberme fijado en que lista había entrado." pensé.

-Música romántica, eh. - suspire escuchando la suave melodia que se reproducía.

"Es como meter el dedo en la llaga"

— Creo que lo mejor será dar un pequeño paseo.

...................
3:30 a.m.
...................

Narrador


Las paredes estaban pintadas de un color gris claro, pero no brillaba en su totalidad ya que el color parecía más opaco por las sombras de la noche, y en el centro del lugar habían 3 sillones de piel negra reluciente, dos eran individuales, que se encontraban rodeando una mesa de madera de la misma tonalidad sólo que la superficie era de cristal transparente y los soportes de la mesilla eran metálicos grises, con un par de revistas colocadas sobre la superficie, y en la esquina de la sala había un macetero alto y moderno de color crema con la parte superior transparente, pero no sostenía más que lo parecía una rama seca.

Los focos no estaban encendidos puesto que todos los huéspedes se encontraban durmiendo.

Supuestamente.

Y en el sillón más largo, el que estaba en el centro, estaba recostada una chica mirando por el ventanal panorámico del tercer piso, a la distancia, casi pareciendo que en cualquier momento se podría declarar selenofila.
Pero no podía evitar mirar la luna.

Fue hasta que volteó la mirada al escuchar unos pasos aproximarse, y se puso en alerta.

Ella suspiró.

Relajó sus gestos al notar que era un chico japonés muy conocido para ella, además de relajarse se alegró.

«Los sueños nos conectan, Evgenia»

Ambos se miraron, preguntándose lo mismo: ¿Tampoco puede dormir?

Y así los dos pequeños copos, se volvieron a encontrar, pero...

— Hola. — habló primero ella al ver la sorpresa en su rostro.

— Hola, ¿tampoco puedes dormir? — preguntó apenado, suponía encontrarsela pero aún así creía que eran escasas las posibilidades que ella tampoco pudiese dormir.

— No. — rió tímida al ver la situación en la que se encontraba. — Ven, siéntate. — con su palma le indicó que podía sentarse en el lugar vacante a su lado.

— Vaya día, sabes. — la llamó haciendo que cuando lo volteara a ver, las mismas estrellas se reflejarán en sus ojos. — No importa lo que hayan dicho los jueces, para mí tú merecías el oro.

Sus miradas se cruzaron un momento y como si fuera la primera vez, sus corazones se aceleraron.

— Gracias, tal vez no gané una medalla de oro, pero... Me hace más feliz que tú pienses que la merecía. — le dedicó una sonrisa tierna y él no pudo estar más nervioso.

El latido desenfrenado de ambos corazones podría hacer eco alrededor.

— Ven. — él le llamó, tomando su mano. Y la levantó delicadamente para después empezar a caminar en dirección a su dormitorio temporal.

— ¿A dónde vamos? — le susurró no queriendo hacer ruido y ser descubiertos.

No estamos haciendo nada mal... No hacemos nada pero.... De alguna manera.... Se siente prohibido.

— Quiero mostrarte algo.

Y en segundos llegaron a la habitación.
Abrió la puerta y extendió su mano en signo de cortesía.

— Entra.




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Shippeo el Yuzuvgenia.

Change my mind.jpg

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