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49. Peleas de instituto

Maratón final 9/10

Capítulo 49: Peleas de instituto.

El pelotón avanza rápido, a paso ligero, pero sin correr; con la seguridad del que sabe qué se va a encontrar y con la soberbia del que cree que va a ganar. Una seguridad estúpida a mi parecer, no hay forma de que sepa que todavía seguimos aquí.

En las pantallas, también soy capaz de encontrar a Tris y Cuatro, quienes se han reencontrado con Peter y los demás. Los veo hablar apresuradamente, aunque no los escucho. Al final todos se ponen en marcha y salen corriendo. Por su dirección, supongo que corren hacia el tren. Sin embargo, Peter se queda rezagado. ¿Que está haciendo?

Miro de nuevo al pelotón para asegurarme de que sigue avanzando y vuelvo a clavar mi mirada en Peter. Este saca un aparato de su bolsillo. ¿Qué es? Se lo acerca a la boca y habla. ¡Es un walkie! ¿Se puede saber con quien esta hablando el muy asqueroso ahora?

Dirijo mi mirada al pelotón justo a tiempo para responder esa pregunta: Eric se acerca un aparato casualmente idéntico al oído. Ambos lo guardan, Peter sale corriendo para alcanzar a los demás y el pelotón para en seco. Eric da una orden y cambian de rumbo.

—¡Maldito traidor!— le maldigo en voz alta tras sumar dos más dos.

Espero y observo un poco más antes de tomar una decisión sobre que hacer ahora. Recorro mentalmente el camino de los dos grupos y para desgracia de Tirs y los demás, Eric llegará antes. No solo eso, sino que además, para cuando ellos lleguen Eric ya llevara varios minutos esperandoles.

No puedo dejar a Tris y a Cuatro tirados. Tengo que avisarles. Finalmente, tomo una decisión y salgo corriendo al encuentro de Tris. A pesar de que se que lo más posible es que no llegue a tiempo, corro tan rápido como mis piernas y pulmones me permiten.

Estoy a punto de llegar cuando oigo gritos y disparos. Acelero más mi ritmo si cabe. Atravieso la puerta de salida y a lo lejos los veo: Eric al frente de su pelotón, con su sonrisa malvada y sus manos detrás de la espalda, mueve los labios aunque no logro entender lo que esta diciendo pues todavía estoy un poco lejos. Me acerco y poco a poco voy escuchando algo más que el latido al galope de mi corazón.

—En cambio,— distingo la voz de Eric— se que esto es un asunto entre tú y yo, Tobias. Así que te propongo arreglar esto de una vez por todas.—Eric da un paso al frente y tira la pistola al suelo— Lucha contra mi.

Ya estoy apunto de llegar, abro mi boca para parar esta estupidez... pero no llego a decir nada. Un brazo se cierne sobre mi cintura y me retiene, mientras que con la mano libre me tapa la boca.

—Lo siento, M, pero no puedo dejar que hagas eso— la asquero voz de Peter me perfora los timpanos mientras noto sus labios moverse pegados a mi oreja— Jeanine fue bastante concisa cuando dejo claro que no quería que Eric te volviera ver. Al menos no con vida.

Noto como se rie e intento zafarme de su agarre. Es repugnante.

Desde la distancia veo como avanza la situación. Tris coge del brazo a Cuatro e intenta detenerlo pero él no le hace caso. Eric sonrie victorioso y arrogante. Todos se echan hacia atrás para dejarles espacio. Eric se prepara y Cuatro se remanga. Oh, Dios mío... esto puede acabar tan mal.

Intento librarme de Peter de nuevo pero él es demasiado fuerte. Muerdo su mano, me retuerzo... Pero aparte de quejas, no consigo nada más de Peter.

—Y dime, Eric, sino conseguiste vencerme en su momento, ¿de verdad piensas que lo conseguirás ahora?

—Eso ya lo veremos.

Eric avanza deprisa y le da un puñetazo en plena mandíbula a Cuatro. Este retrocede, tambaleante, sosteniéndose la cara. Levanta las manos para bloquear el siguiente golpe. Parece que el primer puñetazo le ha dejado confuso. Su cabeza debe estar dándole vueltas, lo sé por experiencia. Al parecer Cuatro ve que Eric mueve una pierna. Intenta esquivar la patada, pero el pie le da con fuerza en las costillas.

—Esto es más fácil de lo que imaginaba —comenta Eric.

Cuatro se pone rojo de vergüenza y aprovecha que, gracias a la arrogancia de Eric, ha dejado un hueco que le permite meterle un gancho en el estómago. Sin embargo, Eric es rápido y le da un bofetón en la oreja tan fuerte que me duele hasta a mí. Cuatro pierde el equilibrio; tiene que apoyar los dedos en el suelo para recuperarlo.

—¿Sabes una cosa? —dice Eric en voz baja—. Creo que he averiguado tu verdadera esencia.

Le golpea de nuevo, esta vez intentando acertar en la cara, pero le da en la clavícula. Sacude la mano y dice:

—¿Se lo cuento? ¿Lo saco todo a la luz? —Cuatro se retuerce en el suelo.— Tan solo eres un cobarde que huyo de su facción porque tenía miedo a su papá maltratador—dice Eric escupiendo cada palabra y agachándose hacia Cuatro para que pueda escucharlo bien.— Un cachorro maltartado. Nunca serás uno osado, Cuatro. Tan solo un tío con una madre muerta y un padre maltratador. Tan solo un cobarde, Cuatro. O debería decir, Tobias.— le asesta otra pata en el estomago— Y cuando acabe contigo, empezaré con la asesina de tu novia. La zorra divergente que mata divergentes.

Cuatro aprieta la madibula y los puños, y poco a poco se la ira se apodera de él. Le agarra el brazo para sujetarlo, y golpea una y otra vez. Apostaría a que ni siquiera sabe dónde caen los puñetazos.

Entonces, por fin, parece que vuelve a ser él y veo horrorizada como Eric se sostiene la cara con ambas manos. La sangre le empapa la barbilla y se le mete entre los dientes. Intenta zafarse de Cuatro, pero lo sujeta con fuerza.

Le da un patadón en el costado, así que pierde el equilibrio y cae de rodillas. Por encima de sus manos entrelazadas, Cuatro lo mira a los ojos, vidriosos y desenfocados. La sangre le brilla en la piel. Entonces Eric sonríe macabramente con los dientes tintados de rojo.

Y ahora entiendo la diferencia entre Eric y Cuatro en este combate. Eric lucha por venganza, porqué cree que no tiene nada más que perder. Cuatro lucha por salvar lo que tiene: Tris. A Eric le da igual porqué cree que estoy muerta y por eso sonríe. Pero no es así. Estoy aquí. 

Quiero gritárselo, quiero ir corriendo allí y para todo eso. Pero por más que lo intento Peter me lo impide.

Desde mi prudente distancia distingo la expresión de confusión y desprecio de Cuatro. Eric se abalanza sobre la pistola que hay enfrete- la que él mismo había tirado- como última salida, pero Cuatro es más rápido y lo único que consigue Eric es un rodillazo en la cara.

Cuatro le apunta con la pistola y es por primera vez desde que ha empezado la pelea que noto como mi corazón golpea con fuerza y rapidez mi pecho, y mis mejillas húmedas. Noto el dolor de mis uñas clavándose en la palma de mi mano y la fuerza que estoy haciendo hacia delante.

Los cuatro osados que acompañaban a Eric, los cuales hasta ahora se habían mantenido al margen, ahora apuntan con sus pistolas hacía Cuatro. Al otro lado, Tris, su hermano y Marcus les apuntan a ellos como respuesta.

—Iros de aquí y avisad a Jeanine que no nos rendiremos así como así—habla Tris con voz amenazante— O quedaos y os mataremos a vosotros y a vuestro querido lider Eric.

Los soldados tardan apenas unos segundos en decidirse. Salen corriendo en cuanto tienen la oportunidad. ¿De donde ha sacado Eric a esos Osados? ¿Del mercadillo?

— Mierda— comenta Peter—, parece que a Eric no le va muy bien.

Ahora parece nervioso. Será que ya no está tan seguro de estar en el bando correcto. Aprovecho la distracción que me proporciona su no muy humilde preocupación por salvar su pellejo, para arrearle un hermoso pisotón en el pie seguido de de un bonito mordisco y un precioso codazo. Consigo que me suelte justo a tiempo.

—¿Algunas últimas palabras Eric?— pregunta Cuatro.

Salgo disparada hacia ellos. Apenas estoy a unos metros, puedo llegar a tiempo.

—Yo he aprendido a vivir con la culpa. ¿Sabrás tú?— contesta Eric.

Veo como el dedo de Cuatro se cierne sobre el gatillo y corro como si no hubiera mañana.

—¡Cuatro, no!— grito con tanta fuerza que siento como las palabras desgarran mi garganta.

De repente, el tiempo se detiene y todo pasa a cámara lenta.

Todas las miradas se posan en mi. Incluso la del patético de Peter. Sin embargo, la única que me interesa es la de él.

Eric me mira con sus azules ojos llenos de desesperación y dolor. Pero también llenos de sorpresa.

Siento un pinchazo en el quadriceps derecho pero continuo corriendo. Ya casi estoy.

Oigo ese sonido que tan cotidiano me resulta ya de la bala saliendo disparada de la recamara. Cierro los ojos con fuerza y me lanzo sobre Eric. "Que sea lo que Dios quiera" pienso. Y me dejo caer al negro vacío que me envuelve mientras rezo por llegar a tiempo.

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