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26. Mentiras

Capitulo 26: Mentiras

Los dedos largos de Eric me rodean el brazo y ejercen una fuerte presión sobre él mientras tira de mi. Me aprieta tanto el brazo que me hace daño.

Intento zafarme de su agarre pero lo único que consigo con eso es que apriete más.

Eric me dirige entre las callejuelas desasfaltadas de Abnegación. Todo en las calles es un completo desorden. Hay mucho ruido, gente corriendo, gritos, gente vestida de negro y gente vestida de gris…

Los de negros son osados. Lo se porque logro distinguir las caras d Will y Cristina entre ellos. También veo a Lynn y a Marlene, pero no hay ni rastro de Uriah.

 A pesar de que no reconozco a ninguno de los que están vestidos de gris, se que todos son abnegados. Nadie más viste con ese color.

Los osados los están sacando de sus casas, les apuntan con pistolas, incluso los matan. ¿Pero por qué? ¿Quién iba a matar a abnegados?

Eric me lleva hasta la parte de atrás de una de las casas que están en la última fila del complejo. Detrás de mi solo hay un gran prado verde lleno de césped y algún charco.

Eric me empuja hacia delante con fuerza y me suelta. Ahora estoy en frente de él.

 Nos miramos a los ojos durante unos segundos. Pero sus ojos tienen un color diferente al habitual, ya no tienen ese azul hipnótico que tanto me fascina.

Ahora eran fríos, gélidos, sin vida. No trasmitían nada, solo tristeza y desesperación. No parecían los suyo;  no parecía él.

Sin más, saca una pistola y me apunta con ella.

Mis ojos se abren como platos. ¡¿Se puede saber que está haciendo?!

— ¿Que-que haces, Eric?—conseguí decir, con voz entrecortada. Por alguna razón, mi voz sonaba diferente a lo habitual.

— ¿Por qué no me dijiste antes que eras divergente?—preguntó él con voz quebrada, obviando mi pregunta. Su voz también suena diferente.

Me quedo completamente en shock. ¿Cómo sabe que soy divergente?

No sé qué contestarle. Si le digo la verdad me matara, estoy segura. Pero no quiero mentirle más y tampoco puede negarle algo que ya sabe.

¿Pero que estoy diciendo? ¡Me está apuntando con una pistola! ¡Obviamente me matara de todas formas!

—Yo…no-no podía…—tartamudee

— ¡Si, si podías!—grito él  enfadado— Eres una mentirosa.

— Yo solo pretendía…—intenté defenderme.

—¡Eres una mentirosa!—volvió a gritar interrumpiéndome— Y eres divergente. ¿Y sabes lo que les pasa a los divergentes?—preguntó casi divertido, alzando una deja y sonriendo macabramente.

—Que los matan…—susurré, sabiendo que el camino que empezaba a tomar esta conversación no me gustaba mucho. Aunque por suerte o por desgracia, no duraría mucho.

—Exacto—confirmó con una sonrisa de oreja a oreja.

Entonces apretó el gatillo, apuntando directamente a mi cabeza.

El fuerte sonido de la bala saliendo disparada resuena en mis oídos.

Cierro los ojos y espero paciente que la bala acabe conmigo.

 

 

-0-

Me despierto muy sobresaltada y me incorporo a cámara rápida aprovechando el impulso.

Una luz me deslumbra y cierro los ojos.

Con una mano frotó mis ojos y los vuelvo a abrir.

Respiro por la boca, todavía agitada por el sueño tan terrible que acabo de tener.

Miro a mí alrededor. Estoy sentada en una camilla, vestida con la misma ropa que cuando entre en la sala, pero no estoy en ella. ¿Dónde estoy? 

La habitación en la que me encuentro es grande y estrecha. Hay una hilera de camas a cada lado. Algunas tienen cortinas. A la derecha del cuarto hay un puesto de enfermería. Debe de ser el sitio al que van los de Osadía cuando están enfermos o heridos.

Cuando miro a mi izquierda me encuentro con el ceño fruncido y la mirada curiosa de Eric. Casi salto de la camilla del susto que me pega. Pensaba que estaba sola en la habitación.

—Vaya, parece que por fin te has despertado—comenta, sin prestar atención al pequeño bote que he dado al verle mirándome tan fijamente. Esta sentado en la camilla de al lado y tiene una bolsa negra a su lado. — ¿Has tenido una pesadilla?

— ¿Qué-que ha pasado?—pregunto confusa.

— Se ve que el suero te sentó mal y te desmayaste sin más en mitad de uno de tus miedos—me informa, sacando un bote transparente con un líquido naranja  en su interior que me recuerda al de la inyección para la simulación.

Se acerca a mi camilla y me la ofrece:

—Toma, te sentara bien algo de azúcar.— Lo cojo indecisa

Miro el bote, insegura. Ese color no me inspiraba confianza.

—Es zumo de naranja—me informa en un tono serio, casi como si me leyera los pensamientos. —No te voy a envenenar por ahora, tranquila.

—Por ahora—remarco yo con una sonrisa, abriendo el zumo y dando un trago.

No es la primera vez que pruebo el zumo, pero si es la primera vez que me sabe tan bien. No he comido nada desde el desayuno y no sé qué hora es. Lo que si se es que el sabor frutal y ácido del zumo envuelve por completo todo mi paladar y me deja una sensación maravillosa.

— ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?—quiero saber

—Unas cuantas horas, ¿por?

—Por curiosidad, no se…—contesto sin mirarle, haciendo como si estuviera leyendo el envase del zumo. Aunque, obviamente, no lo estoy leyendo. Simplemente no me atrevo a mirarle a los ojos.

Ese sueño me ha parecido tan jodidamente real. Ahora me da miedo mirarle y encontrarme de nuevo con eso vacíos y fríos ojos con los que me miraba a la vez que me apuntaba con una pistola y luego apretaba el gatillo.

Suena patético, lo sé.

— ¿Y has estado aquí todo el tiempo?—sigo preguntando. Hoy parece que mi curiosidad no tiene limites.

—Si—contesta seco.

Al fin me atrevo a mirarle y no puedo evitar sonreír aliviada al encontrarme con sus hipnóticos ojos azules de siempre.

Entonces me paro a pensar en su respuesta.

¿De verdad se había quedado aquí, esperando a que despertara, durante horas?

Por un momento me parece un gesto tierno, lo cual me hace sonreír todavía más. Pero luego me doy cuenta de que tampoco sé porque lo había hecho.

Tal vez solo hubiera hecho lo que algún superior le había mandado hacer. Al fin y al cabo, era él quien estaba supervisando mi simulación, era su responsabilidad, ¿no?

Pero como ya he dicho, ese día mi curiosidad no tenía limites y me atreví a preguntar mirando directamente a sus fascinantes y profundos ojos:

— ¿Por qué?

Eric agacha la cabeza, rompiendo así el contacto visual. Yo hago lo mismo y vuelvo a mirar a mi bote.

Eric parece pensárselo unos segundos, puede que preguntándose sí debería contármelo o no.

Tal vez no debería haber preguntado eso. En realidad son cosas personales…  Pero al final, Eric me responde cortando mis pensamientos:

—Oficialmente, como tu instructor, era mi deber quedarme…—ni siquiera me mira mientras me cuenta la mejor mentira que se le ocurre. Incluso un tonto se daría cuenta de ello. Su tono suena a discurso memorizado. Como cuando un político habla delante de las cámaras e intenta que nadie note lo mal que esta todo en ese momento.

—No—le interrumpo sin pensármelo dos veces. —No quiero que me cuentes la versión oficial que le vas a contar al resto del mundo.

Entonces levanta la cabeza y me mira. Pero su mirada no es como cualquier otra. Esta es seria y profunda. Clava sus ojos en mí y me siento totalmente indefensa, como si cualquier cosa que pensase en ese momento, él la fuese a saber.

—No hay otra versión—dice serio.

Decepción.

Es lo único que siento en ese momento.

Sinceramente, me esperaba una respuesta diferente. Que tonta, ¿no? Haciéndome ilusiones sobre cosas que no pasaran nunca.

—Claro—digo con una sonrisa forzada, volviendo otra vez la vista a mi zumo.

Lo abro de nuevo y le doy otro sorbo. Pero el zumo ya no sabe tan bien. Su sabor frutal casi es ha desaparecido y solo queda el sabor acido y amargo. Hago una mueca.

De reojo veo como Eric se levanta, coge su bolsa y se va.

Pero antes de salir por la puerta de la enfermería, se gira y me pregunta:

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Técnicamente ya lo has hecho—suelto un chiste malo por el cual me deberían matar en ese mismo instante, mientras otra sonrisa forzada se asoma entre mis labios.

¿Pero que dices? ¿Cómo se te ocurre hacer tal chiste?

Vuelvo a agachar la cabeza, torturándome mentalmente y abriendo el zumo otra vez.

Una mala idea pues mientras todavía estoy bebiendo cuando Eric lanza su pregunta:

— ¿Cuál fue tu resultado en la prueba de aptitud?

Casi me atraganto con el zumo al escuchar la pregunta. Por poco sale disparado de mi boca.

Trago el zumo, totalmente en shock.

¿De verdad me acababa de preguntar eso?

¡¿Por qué?!

El sudor frío empapa mis manos.

Trago saliva a duras penas y alzo la cabeza para poder mirarle directamente a los ojos.

—Cordialidad— contesto, con una segura impropia en mis mentiras.

Se hace un silencio entre los dos. Ninguno habla, ninguno se mueve.

—De acuerdo—rompe por fin el silencio tras unos segundos más. Pero no se mueve, se queda ahí, observándome un rato más.

Respiro aliviada.

¿De verdad se lo acababa de tragar?

Realmente había sonado segura, pero por dentro estaba hecha un flan.

—Cuando tú me cuentes tu verdad, yo te contare la mía—es lo último que dice antes de girarse y marcharse por la puerta, dejándome totalmente paraliza y en shock.

ADELANTO:

— M—su rompió el silencio y me saco de mis depresivos pensamientos.

—¿Qué?

—¿Puedo…probar una cosa?—dijo con algo de inseguridad en la voz.

— Si, claro—conteste segura, sin pararme a pensar que podría ser esa cosa.

Deje de mirar la preciosa apuesta de sol, me gire y me encontré con su atenta mirada.

Había cierto brillo en sus ojos que me atrapó y desconcertó  por completo.

Veo como se acerca poco a poco hacía mi.

¿Qué está haciendo?

Sea lo que sea, por alguna razón, decido no detenerlo hasta que su boca esta a paneas unos milímetros de la mía.

Pero entonces me aparto.

—Oye, creo que tu…—empiezo a decir.

—Creo que tu deberías irte—me interrumpe una voz grave, ronca y seria a mi espalda.

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Bueno, y hasta aquí puedo escribir.

¿Queréis mas?

Pues entonces ya sabéis lo que tenéis que hacer✨.

Espero que os haya gustado y no olvidéis de darle a la estrellita⭐.

¡Besos!

Nos leemos~

Smiling.

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