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Capítulo 14.

Capítulo 14.

Los próximos días habían transcurrido sin novedades. Inicio la misma rutina cada día, y hoy no era la excepción. Una vez más, rechacé la oferta de Alison para ir a ver esas carreras diciendo, que me sentía fatal.

Había hecho todo lo posible para evitar a ese descarado vulgar. Y han sido los cinco días más tortuosos de mi existencia. Ya que tenía que fingir que todo iba de pipa frente a los demás que habitaban en la casa.

No sé cuántas veces mi cara dolió por tener que reír forzadamente, o qué tanto dolían las cuencas de mis ojos al tener que mirar de reojo a Holder, infinitas de veces.

Me ahogaba al estar en su mismo ambiente... Así que hice lo que me pareció correcto: pretender que no pasó nada.

Eso era lo mejor para ambos. Holder es como la pólvora, al mínimo contacto... Hace explotar todo. Y eso, era peligroso.

La hora más incómoda para nosotros era cuando teníamos que desayunar. Él se sentaba tan erguido en la silla que temía a que se le rompiera la espalda de lo tenso que parecía ante la situación en el comedor; y yo apenas si tocaba un bocado del plato por culpa de los nervios mientras consideraba las consecuencias al querer tirarme por la ventana cuando todo parecía rebasarme. 

Por supuesto, las miraditas fulminantes o grotescas por parte de el gamberro no pasaron por alto. Estaba más que sobrevalorado que tanto para él, como para mi esta situación era agotadora, y una pesadilla.

Pero, ambos vimos el mejor camino que era el de ignorarnos continuamente. Y para mi, esto estaba bien. Después de todo, no terminamos en las mejores situaciones, y dudo seriamente, que podamos entablar una conversación descente por unos tres minutos antes de estar reprochandonos lo que no nos gusta del otro.

Y a ver, si me pongo a reprocharle todo lo que no me va de él no termino nunca.

Así que paso de ver.

Como dice un dicho: «Calabaza, calabaza, aquí se rompió una taza y cada quién para su casa»

Horas después, me encontraba echada sobre el sofá con la TV encendida cuando al pasar de las once llamaron a mi móvil. Lo cojo y la bilis baja hasta mi estómago al ver la pantalla encendida con un número desconocido. Dudosa, desplazo mi dedo por la pantalla táctil, contestando.

-¿Hola? - susurro. Al otro lado de la línea se escuchaba música pop a toda pastilla.

-¡Tessa! ¡¿Podrías venir a por mi?!

Reconozco la voz masculina rasposa, que arrastra las palabras.

-¿Logan? ¿Pero que...?

-¿Puedes venir o no?

Le echo una mirada al reloj en la mesita; 11:06.

-Mmmm... Claro. ¿Dónde estás? - pregunto, levantándome del sofá.

El ruido tormentoso que antes se oía desaparece.

-Estoy cerca. A unas... Ocho manzanas de la casa - murmura, colocando h en vez de s.

Está cómo una cuba.

-Vale, no te muevas se dónde estás - cuelgo, y corro a calzarme en las pantuflas.

Una vez abajo, cojo las llaves del coche de Stephan que colgaban de la pared, y salgo por la puerta, siendo cuidadosa de no ser escuchada. Todos los vellos de mi cuerpo se ponen en punta al sentir el aire gélido dando en mis mejillas.

Subo al asiento, abrochando el cinturón de seguridad a mi alrededor. El motor cobra vida con un ronroneo ronco y bajo la palanca de cambios, poniéndola en retro. Golpeo impaciente el volante, esperando a que las rejas terminen de abrirse, y por fin estás terminan de abrirse. Piso el pedal de la gasolina, incorporándome rápidamente en el tráfico.

Cuento las manzanas hasta que freno en seco. Agudizo mis oídos y la música desbordante se oye a lo lejos. Pongo el coche en marcha, y cruzo a la izquierda con la vista clavada en una enorme casa de luces de neón.

Aparco en la acera, y me topo con un chico inclinado sobre unos arbustos, probablemente haciendo pis.

Me quito el cinturón mientras abro la puerta.

-¿Logan? - pronuncio su nombre insegura. Al instante, él fija sus ojos inyectados en sangre en los míos y su cara se contrae, y tengo que dar unos cuantos pasos hacia atrás para que el vómito no salpique mis piernas descubiertas. Contengo una maldición cuando ese líquido pringoso de color marrón ensucia un poco mis pantuflas.

Dejo escapar un suspiro, asqueada de el hedor a rancio flotando en el aire. Espero de brazos cruzados a que vacíe todo el alcohol de su estómago en la calle. Acaba tras una última arcada más, y se limpia la boca con el dorso de la mano.

Se tambalea hacia los lados, y alza la cabeza pesadamente.

La piel se me pone de gallina cuando el viento empieza a soplar. Logan frunce el ceño y sonríe.

Sí señor. ¡Sonrisa de borracho!

-¿Piensas chivarte?

-¿Quieres que lo haga?

Bufa.

-No - parece indignado.

-Entonces no lo haré. Venga, vamos. 

Me acerco a él con las manos extendidas para ayudarlo a llegar hasta el coche sin que tropiece y se abra la cabeza con la acera cuando retrocede, y menea ligeramente la cabeza.

-No. No quiero pringarte de vómito - sonrío para mis adentros.

Si no me odiara tanto pensaría que es hasta tierno de su parte, pero eso jamás se lo diría.

Lo pienso durante unos segundos y hago una mueca de desagrado ante la horrible idea de estar cubierta de sustancia apestosa. Reconsidero la opción de dejarle caminar por sí mismo hasta el auto pero ésta desaparece tan rápido como lo pensé al verlo caer hacia atrás con una maldición.

Reprimo una risotada y lo ayudo a levantarse. Paso uno de sus pesados brazos por mis hombros y le rodeo la cintura con el otro, y caminamos hasta la puerta del coche. Logan recarga todo su peso en mí; y yo rezo para no tropezar.

-Creo que...

-Calla - lo corto y apollo todo el peso de su cuerpo en el brazo que rodea su cintura, manteniéndolo sujeto. La tarea se me dificulta un poco mientras abro la puerta, ya que es difícil sostener a semejante mastodonte con un solo brazo. ¡Caray! Como pesa.

Termino de abrir la puerta con la punta de mi pie - no sin antes hacer malabares de equilibrio - y, sujetándose a la puerta, Logan vuelve a vomitar. Me hago a un lado, sacando mis piernas de su línea de bombardeo, y espero con calma a que termine.

A este paso no conseguiré dormir hoy.

Le ayudo a subirse y rodeo el coche para deslizarme en el asiento del conductor, encendiendo el motor en cuestión de segundos. Bajo la palanca, y le doy a el pedal de gasolina mientras circulamos por el mismo camino.

Logan murmura algo entre dientes. Agudizo mi oído: «vueltas» «todo» y los nervios se apoderan de mí. Por mi mente pasa todas las imágenes de sustancia maloliente, y babosa. Pulso el botón para bajar las ventanillas más de la mitad, permitiendo que el aire fresco acondicione el interior, refrescándonos un poco.

Logra callarse al pasar unos minutos, escuchándose como único sonido el roncar suavemente. Bien, eso me da un momento para pensar las cosas con claridad sin tener que preocuparme de que vaya a llenar la tapicería del coche de Stephan de vómito. Sería una gran bronca si llegasen a descubrirlo en ese estado de ebriedad, y estoy a punto de darme cabezasos con el volante al darme cuenta que hemos llegado a casa.

Apago las luces, y rezo para que el ruido del motor no despierte a nuestros padres. Saco las llaves, y salgo fuera del coche, cerrando con suavidad dejándola medio cerrada. Es eso o dejar que Anna nos retuerza el pescuezo. Gracias a Dios, el chucho de la vecina no ladra, lo cual lo tomo como un regalito de los ángeles.

De buena forma intento sacar el cuerpo semiconsciente de Logan fuera, pero éste está tan tieso y pesado como una estatua que me es difícil el moverlo unos centímetros.

Frustrada, gruño.

-Despierta, idiota.

Lo golpeo en el hombro de forma brusca, y los oigo gemir, y maldecir.

-Vete - brama.

-No. Sal del puñetero coche antes que nos pillen por tú culpa.

Golpeo. Golpeo. Golpeo. Una y otra vez hasta que mis esfuerzos dan frutos, y dice:

-Ya está, ya está - sale despacio del coche, logrando estar en pie sólo por unos pocos segundos antes de desplomar todo el peso sobre mí, y hacer que nos tambaleemos.

Lo siento sonreír contra mi cuello, y ruedo los ojos, pellizcándolo en las costillas.

-¡Ay! Que bruta eres - se queja pero aún así mantiene esa estúpida sonrisa.

De pronto me siento abrumada entre estar encerrada por su cuerpo y el fuerte olor a licor, cigarrillos, sudor, y el hedor del vómito en su ropa. ¡Simplemente genial! Parece que la vida enserio me odia.

¡Que me da!

Como puedo camino con Logan pegado a mi al igual que una enredadera, subiendo a tropezones las escalerillas.

Jadeo de puro horror al encontrarme cara a cara con Stephan, y ni bien he cerrado la puerta a mis espaldas.

«Mierda. Mierda. MIERDA»

Obligo a mi lengua a separarse del paladar, sí o sí.

-Stephan... No vayas a pensar mal...

-Ya, eso mismo intento no hacer en estos momentos.

Estoy a punto de emitir un sonido para lograr salvar nuestros pellejos del verdugo cuando, Logan saca al cabeza de el lugar que hasta ahora no había pensado como lugar para que mantuviera la boca cerradita. Da un respingo irónico, importándole un rábano que su padre nos esté mirando con ganas de querer matarnos a ambos, sentando en el sofá.

«Eso, chico. Sigue así, que de esta no salimos completos»

-Deduzco que fue mi hijo quién hizo que tomarás mi coche para salir en busca de su pesado culo borracho a mitad de la noche, ¿verdad?

Me callo. Me callo porque en cuando abra mi boca soltaré puras burradas de las mías, y sé que la voy a liar más.

No sé cómo no he soltado a Logan y dejar que se estrelle contra el suelo al momento en que nos vi pillados, pero dadas las circunstancias, me mantengo aferrada a él porque es lo único que me recuerda que tengo que mantener los pies firmes sobre la tierra.

Stephan corre su mirada de su hijo a mí, de mi a Logan, esperando a que alguno de los dos hablara primero. Tras esperar unos minutos suspira, levantándose.

-Puedes irte, Tess, yo llevaré a éste borracho - mecánicamente asiento y comienzo a caminar sin mirar atrás.

🍁🍁🍁🍁

-Eres hermosa... - siento su aliento cargado a licor en mi cuello. Sollozo y me abrazo a mí misma, intentando protegerme... Protegerme de él.

-No me toques... - susurro e intento despegar mi cuerpo de el suyo.

-Me gusta la suavidad de tú piel y como hueles. Amo cuando te asustas cada vez que vengo a verte. Y me excita tú inocencia - suelto un pequeño grito de agonía cuando su húmeda, y asquerosa lengua lame un costado de mi cuello, haciéndome sentir contaminada.

Trato de verle el rostro, pero todo está oscuro, y no es más que una sombra negra.

Las puntas de mis dedos encuentran algo frío y lo que parece ser metal tirado en el suelo. Bordeo el pedazo metálico, buscando el borde filoso de éste, encontrándolo. Reúno las pocas fuerzas que me quedan y lo clavo en uno de sus hombros. Grita del dolor, cayendo bruscamente al suelo. Aprovecho esos pocos segundos de distracción para salir huyendo del sótano.

Subo las escaleras a toda mecha, con el corazón latiéndome fuertemente en el pecho. Presa del terror.

No consigo salir del sótano. Grito y lloro al mismo tiempo, con todas las emociones confusas que me golpean al ser atrapada nuevamente. Quedo sin aire al mi cuerpo estrellarse con el duro suelo tras de mí, y él ya está montado encima mientras no dejo de gritar, y patalear bajo él.

-Tú lo has querido...

🍁🍁🍁🍁

Me incorporo del golpe, despertándome violentamente con un calambre que atraviesa mi cuello a punto de partirlo en dos del dolor.

Nunca terminan.

Nunca desaparecen.

Cada vez se reproducen con más frecuencia en mis sueños y hace que de pronto esas pesadillas parezcan más una realidad que un sueño.

Pensé que gracias a las reuniones con mi terapeuta las cosas iban a mejorar... Pero no, aquí estoy, despierta a las cinco de la madrugada con un calambre en el cuello, y empapada de sudor.

Vuelvo a cerrar los ojos e intento pensar en lo que era hace tres años atrás, y rezo... Para poder dormir unas cuantas horas más a pesar de que el sueño se me ha esfumado como humo en el aire.

🍁🍁🍁🍁

Cuando vuelvo a despertarme son pasadas de las nueve. Las polillas volaban en el aire, gracias a los rayos del sol en mi habitación. Me meto en la ducha y dejo que los músculos de mi espalda se relajen. Después, seco mi cabello con el secador, mirándome en silencio en el espejo. Tengo grandes bolsas bajo los ojos y aspecto cansino. ¡Estoy hecha un asco! Apenas, y me reconozco yo misma en mi reflejo. Tengo unas pintas, que mejor ni os cuento.

Aplico corrector para tapar las ojeras. Necesito desahogarme.

Mi humor es negro el día de hoy, por lo que me visto con vaqueros ajustados negros, franela gris, sudadera blanca con capucha y mis Adidas negras. Recojo mi cabello en un moño flojo, y me marcho, recordándome cómo es sonreír.

Cuando estoy por acercarme a la cocina a Anna para decirle que saldré, oigo el escándalo.

-¡Pura mierda! - espeta una voz ronca, cargada de ira. Luego, un golpe seco.

Me asomo, y me encuentro con un Logan resacoso, de grandes ojos rojos y cara tan pálida como la de un vampiro. Él mayor de ambos hermanos está parado, y con cara de: ¡Me podéis besar el trasero porque me la suda!

Estoy que estrello la palma de mi mano en la frente por entrenar en un momento tan incómodo como éste.

-¡Buenos días, cariño! ¿Piensas desayunar? - pregunta con voz alegre Anna, fingiendo que no escuchó lo de hace unos segundos.

Hago un mohín con mis labios a la vez que niego con la cabeza. Introduzco los dedos fríos en los bolsillos de la sudadera. Por algún motivo, mis ojos se mueven hasta donde está él, y le veo observarme con los ojos entrecerrados.

-¿Y qué coño esperas para decir a lo que has venido? - escupe, sin despegar esos frívolos orbes de mí.

¿Cómo alguien puede llegar a ser tan cruel? A veces la frialdad de Holder me hace cuestionarme que si en vez de tener un corazón latiendo, tiene un cúbito de hielo en el pecho.

-¡Cierra el pico, muchachito! - le riñe Stephan, levantándose de la silla para estar a su misma altura.

Esos orbes azulados se tornaron de un azul oscuro; penetrantes y su cara está de un rojo intenso.

Es tan frío como el hombre de hielo, y tan orgulloso al igual que el señor Darcy.

«Idiota»

-Saldré un rato, no os preocupéis.

Doy media vuelta, saliendo a la salida y el cielo grisáceo me saluda, yendo a juego con mi estado de ánimo. ¡Cómo no! Todo un día llena de mierda. Camino por la acera como el resto de las personas. Me detengo en el cruce, esperando a que el semáforo cambie a rojo para poder cruzar.

Al otro lado, saco mi iPhone, buscando en el GPS un centro hospitalario cercano. Lo  encuentro y camino por las calles desconocidas, mirando el mapa.

Minutos después de caminar estoy frente a las puertas de entrada, me siento pegada al suelo y me debato si entrar o no. En los pocos minutos que llevo plantada frente al gran edificio, veo a personas salir y entrar, y veo como otras se paran a verme por poco y largo tiempo, y continúan con sus caminos. Quisiera poder seguir... Poder continuar sin temor a que el pasado venga, y aparezca de un estrellón; derrumbando todo lo que he construido en mi camino.

Si entro: tendré que desnudar mi alma por completo, de nuevo. Tendré que recordarme por qué estoy aquí, y tendré que desenterrar lo que creí haber olvidado. Si doy vuelta... Estaré dejando que el pasado mr consuma los huesos hasta reducirlos a cenizas.

Pues eso. Estoy jodida. Siempre es así. De una u otra manera.

Regreso al punto de partida. Justo cuando creo que tengo dos pasos adelante, regreso de nuevo hacia atrás.

Me vuelvo, dirigiéndome calle abajo, con mis pies en mi campo de visión. Si así de fácil fuera la vida, no tendría porqué rebanarme los sesos cada vez que algo se ha estropeado.

Finjo.

Puedo fingir ser una chica sin problemas. Puedo, aunque sólo me dure un poco.

Camino por un largo rato, sumida en mis pensamientos hasta que el ruido de un claxon me devuelve de golpe a la realidad.

Pongo los ojos en blanco y me arrimo a la acera para que el capullín pase. Pero el tío cómo que es gilipollas porque sigue tocando el claxon. ¡Venga ya! ¿Es qué no tienes suficiente espacio para que pase el culo gordo de tú coche? Aprieto el paso, pero tengo que frenar cuando una moto derrapa frente a mí.

-¡¿Pero a ti qué te pasa, idiota?!

El desconocido se quita el casco negro de la cabeza y me pongo más roja que un tómate al ver a Eric saludándome con una sonrisa desde su moto.

-Hola, agresiva.

-Hola - susurro con voz demasiado aguda para mi gusto.

-¿Subes?

-¿Qué?

-Venga, te invito a tomar un café - dice mientras ladea la cabeza para que me suba. Oh, no. Otra vez no, por favor.

-Prefiero ir caminando - digo, pasando por alto la propuesta a subirme a su encantadora máquina. ¡Ni hablar!

-Venga, si te pones así voy a pensar que le tienes miedo a las motos - se ríe, poniéndola en marcha cuando empiezo a caminar.

Arrugo la nariz.

-No me da miedo. Sólo no me gustan - aclaro.

-Venga, te juro que no muerde. Sube - dice a medida que me sigue, igualando mis pasos con su cosa de dos ruedas.

Esta es la segunda vez que subo a una moto de nuevo. Lo pienso por unos segundos y me debato si subirme o no a la parte trasera. Al final me decido por ir a despejar mi mente.

-Vale... - accedo.

Sé que no debería subirme a la moto de un chico que apenas conozco de nada, pero Eric me proporciona la tranquilidad que necesito o me volveré loca de atar.

Con algo de inseguridad me subo en el asiento trasero, golpeandome la pantorrilla con los metales de esta. Eric se ríe al ver mi torpeza a la vez que yo me maldigo por ser tan patosa.

-Aquí tienes - Eric me sirve mi café y una magdalena de arándanos.

Mi estómago gruñe. Me sonrojo, esperando que no haya notado el rugir de mis tripas.

-Gracias.

Bebo del líquido caliente y este me quema la lengua. Jodeeeerrrr. Hago una mueca, procurando mantener en silencio el grito que raspa las paredes de mi garganta, brotando para salir. No sé dónde fijar la vista, si en la ventana o en el envase que tengo entre mis manos. Paso las uñas por el plástico, siguiendo las líneas dibujadas en el como la cosa más interesante.

Eric se aclara la garganta y me veo obligada a alzar la vista; avergonzada por ignorarlo.

-Perdona - me disculpo rápidamente antes que pueda decir nada.

-¿Por qué te disculpas?

-No lo sé.

Y quiero estrellar mi mano en toda mi cara.

Jesús, Holder tiene razón... ¡Soy patética!

-¿Te sientes incómoda estando conmigo? - niego con la cabeza.

-No. De eso, nada.

-Ya.

Eric le da un mordisco a la magdalena y luego sorbe su café mientras me observa. Desvío la mirada sin poder mantenerla unida a la de él mucho tiempo. Y me odio. Nunca he sido buena para mantener miradas fijas en alguien. Siempre las aparto después de un corto período de tiempo.

No me siento cómoda con que miren a través de mis ojos.

Diablos. Me estoy comportando como una esnob con Eric. De seguro debe pensar que soy una tía bipolar; así que digo lo más rápido que se me viene a la cabeza, sin pararme a pensar en el después.

-Eric - lo llamo más alto de lo que pretendía hacerlo.

El hombre frente a mí deja de masticar abruptamente. Sus labios vascilan cuando dice:

-¿Qué?

-¿Quieres ir al cine?

-¿Al cine? ¿Por qué? - su ceño se frunce en confusión.

-Si, para que... Oh, mierda - me interrumpo a mi misma cuando caigo en cuenta que no traigo ni un dólar conmigo ahora mismo.

-¿Qué pasa? - pregunta alarmado. Ahora yo misma estoy igual.

-Me he dejado el dinero en casa. Lo siento.

Se ríe.

-¡Anda, mujer! Invito yo.

-No, Eric. Esto es demasiado. Quizás, podamos ir a un parque.

-No. Quiero ir al cine contigo - se levanta y tira de mi hacia la salida.

-No has pagado - digo mirando por encima de mi hombro para ver si los chicos de la caja nos siguen. Pero nada.

-Ya lo he hecho.

Sonríe victorioso, rodeándome los hombros con su brazo, guiándome hasta la moto. 

Un pensamiento cruza por mi cabeza. Me pregunto... ¿Por qué Holder no puede ser como Eric? Coño. ¿Qué hago pensando en él? ¡Fuera, fuera, fuera!

Definitivamente, estoy mal de la cabeza.

Me subo y mi mirada queda más allá de la cabeza de Eric. Abro los ojos. Holder... Está a unos metros de distancia de nosotros, mirándonos con una cara de cabreo total desde su moto. Su tez pálida se ha puesto de color rojo y puedo jurar que lo que veo es humo saliéndole por las orejas. Parece un león marcando su territorio en la zona a otros depredadores.

¿Qué le pasa?

-¿Ese no es Holder? - Eric me habla pero sólo tengo ojos para el chico que nos fulmina a ambos con sus orbes azules. Si las miradas matasen...

Él desvía la mirada de golpe, viéndose furioso cuando acelera el embrague de la moto, produciendo humo contra el asfalto. El motor ruge monstruosamente por todas las aceleradas roncas a la que es sometido. Los vellos de mi nuca se erizan al ver los neumáticos de la moto chillar y salir disparada hacia nosotros, pasando a toda mecha.

-¡Menudo maldito genio de loco tiene el chaval!

-Olvídalo. ¿Vamos? - le resto importancia al espectáculo recién demostrado. Pero no puedo evitar que mis ojos miren hacia atrás antes que me dé cuenta, sintiendo un vacío al ver dónde desapareció Holder calle abajo.

🍁🍁🍁🍁

Cuando llego a casa, eran más de las ocho. Cabe destacar que en nuestra salida al cine no le preste atención de lo que iba la película y Eric debió pillarlo, y quiero darme cabezasos con las paredes.

Le agradezco de que me haya traído a casa a pesar que pudo dejarme abandonada después de salir del cine. Y no lo culpo. Me lo merecía.

Giro el pomo de la puerta y cuando entro, escucho:

-¡Eres un sinvergüenza!

El corazón me salta a la garganta por el grito de Anna que retumba en mi cabeza. Dejo escapar un suspiro hondo cuando no sé refiere a mí. Persigue a Logan por toda la casa, lanzándole almohadas.

Logan le coge las manos.

-¡Soy un chico, joder! ¡Tengo necesidades y la carne es débil!

Miro la escena desde la distancia con verdadero interés. Anna chillando como una posesa a la vez que lo arrea con almohadazos. Ante los gritos de ambos no han notado mi presencia, por lo que me escurro sin que me vean por las escaleras y llego hasta mi cuarto, donde me saco las Adidas y descanso mis pies en las suaves pantuflas.

Los gritos cesan al cabo de unos minutos cuando salgo de la ducha con un pantalón negro holgado y una camiseta blanca fresca.

Al llegar a la cocina me encuentro con Stephan con el móvil pegado a la oreja y a Anna detrás de él, con labios fruncidos.

-Gracias, oficial - cuelga y se gira hacia Anna, que está a punto de sufrir un patatús.  

Algo no va bien. Lo noto en el ambiente tenso que nos rodea a todos.

-¿Ocurre algo? - pregunto.

-Ese pedazo de mierda - espeta Stephan con la mandíbula apretada hasta el punto de parecer doloroso - Han metido su culo problemático en la cárcel, coño. ¿Ahora te das cuenta que ha sido un error traerlo a vivir con nosotros? - se pasa las manos por el pelo, en un vano intento de calmarse.

Quedo en shock.

Holder... Cárcel.

Santo bebé Jesús.

Anna ignora el modo soez con el que habla.

-Iré a por mis cosas - murmura, girándose cuando Stephan la interrumpe.

-Esta vez no pienso sacar su culo de ahí.

-¿Pero qué dices?

-Él ya no es un crío, mujer. Si es necesario que permanezca un buen tiempo en la cárcel para que reflexione acerca de lo que haya hecho, y que todo en este mundo tiene sus consecuencias, que así sea. No moveré un dedo. 

Mi madre.

Anna empuña sus manos y le suelta un empellón mientras que yo... Me quedo parada aquí, como si me hubiesen echado pegamento en los pies para no moverme ni un centímetro.

-¡Es tú hijo, Stephan! ¿Cómo puedes ser tan cruel? - chilla.

-¿Cruel? - la mira con incredulidad - ¿Crees que estoy siendo cruel por querer salvarlo de que acabe muerto por una sobredosis en algún sucio callejón? ¡Joder, Anna! - grita, perdiendo el control.

¿Sobredosis? ¿Acaso ellos...? ¡Oh, demonios!

-¡No me grites!

-¡Pues entra en razón! Supe que esto sería un problema desde que su madre lo envío con nosotros a Holder y tú lo aceptaste, ¡Y mira en lo que nos estamos convirtiendo por su culpa, Santo Dios! - comienza a pasearse de un lugar a otro como león enjaulado.

Intervengo, sintiéndome mal de que hable así cuando su hijo está en el ajo y no puede defenderse.

-Holder no tiene la culpa de nada - aprieto los puños a mis costados, animándome mentalmente a seguir adelante - Él sólo está confundido...

Stephan se ríe. ¡Oh, Dios! ¡Se ríe!

-¿Ah, si? ¿Entonces de quién es? - hace una pausa y continúa - ¿Mía? ¿Tuya?... ¿De tú madre? ¡¿Dime quién es el culpable de que Holder se esté comportando como un matón?!

Tengo una especie de dejá vu. La rabia brota de mí.

Jamás pensé que el amable Stephan pudiera tener tanta sangre fría dentro de la piel hasta con su propio hijo.

-¡No sé te ocurra levantarle la voz! - grita Anna con el rostro encendido igual que un farolillo de Navidad.

Dejo salir las palabras de mis labios, después de pensar un coto tiempo su pregunta.

-¡Tú! ¡Tú eres aquí el único culpable! ¿Estuviste en algún momento de su vida a su lado cuando te necesitaba? Apuesto a que no. ¡Quizás ese chico que ahora lo señalas como un matón te necesitó y tú no estabas ahí para decirle que es lo que estaba mal y lo que no! - respiro agitadamente, y sé que estoy volcando mi pasado ahora mismo, pero me importa un pepino - Así que, ¿Dime dónde estabas, Stephan? ¿Dónde te encontrabas escondido cuando su vida dió un giro de 360°?

Él enmudece. Anna no dice ni pío. Yo no abro los labios para decir nada más.

Se lo que es que tú propia sangre te de la espalda cuando todo parece irse a la mierda, importándole una jodida mierda que es lo qué haces con tus pedazos y aunque Holder no haya dicho nada... Se nota en sus acciones.

Ese chico es un libro sin letras que nadie puede leer. Y cada vez que mueve las piezas en el tablero... Lo hace sin tener ni idea de lo que hace.

-Ni se te ocurra decir algo más - lo apunta amenazadoramente Anna con el dedo hundido en el su pecho - Ya has dejado en claro tú punto, Scott - ignorándolo, pasa por su lado sin decir nada y coge las llaves.

La sigo sin rechistar cuando subimos al coche de Stephan.

El corto camino a la comisaría es en total silencio. Cada una metida en sus pensamientos. Hasta ahora, nunca había visto a Stephan cabrearse tanto como hoy, y esa actitud me recuerda a Holder.

Bueno, gilipollas, tienes algo de interesante en tú vida. Pienso para mi misma. Ambos son la copia del otro al enfadarse.

No supe en que momento llegamos hasta que nos detuvimos frente a un gran edificio de puertas transparente.

Bajamos del coche y sigo a Anna a través de las puertas, y es ahí cuando caigo en las pintas en las que voy. Pantalón holgado, pantuflas y camiseta casi de abuela. ¡Jesús, María y José! ¡Apiádate de mí! Estás son las peores fachas a la que he salido a la calle.

Veo a varios chicos y chicas sentados frente a un hombre gordito uniformado, apuntando algo en la libreta mientras los miras con sorna. Anna se acerca a su compañero, un tipo alto, corpulento y con cara de mala leche.

-Venga a retirar a Holder Scott - el gorila tras el escritorio arquea una ceja.

-¿Señora Scott? - Anna asiente - Necesito que firme unos papeles y pague la fianza - ésta le arrebata los papeles de las manos y firma sin leer para después sacar un fajo de billetes de su cazadora. Sin prestarle mucha atención de cuánto es el valor los deja sobre el escritorio. El gorila se levanta de la silla y nos hace un gesto silencioso con la cabeza para que le sigamos.

Nos conduce por un pasillo estrecho, hasta girar en una esquina y bajamos hasta las celdas. Todo apesta aquí, además de apestar a orina y puros. Millones de ojos se clavan en mi cara y me entran ganas de salir corriendo. ¡Y como no! Los comentarios libidinosos no se hacen de esperar.

Atrás de mi alguien grita y dice: - ¡Que no me entere yo que ese culito está pasando hambre!

Se escuchan muchos gritos como esos mientras avanzamos, y en el fondo distingo otra clase de gritos. Los gritos de Holder.

-¡Que te jodan! ¡Sólo eres un puto gilipollas con una placa falsa y un estúpido uniforme! - grita a todo pulmón. Me detengo cuando le veo dar una patada a los barrotes y espeta: - ¡Que os jodan a todos por el culo!  - no puedo evitar estremecerme cuando vuelve a aporrear los barrotes. Sus ojos azul hielo se encuentran con los míos y es ahí cuando puedo ver mejor su cara. Su labio inferior está hinchado y con una cortadura. El pómulo lo tiene completamente magullado y lleva un corte en la ceja derecha.

-¿Ese es su hijo, señora? - pregunta el policía que estaba frente a Holder. Anna asiente.

-¿Qué hizo? - murmuró Anna. 

El oficial suspira, meditando antes de decir las palabras que me arrebatan el aire de los pulmones de golpe: - Encontramos a su hijo moliendo a golpes a un joven.

¡¿Qué diablos...?!

La confesión me cae como un balde de agua fría en la cara y no evito que mis ojos vayan del poli a él tío loco que no deja de maldecir y echar sapos y culebras por la boca.

-Oh, Dios... - el murmullo de Anna es apenas audible.

Cuando estoy a punto de decir algo... Una voz interviene con un grito chulesco.

-¡Anda, capullo! ¿Por qué no le dices a tú mamaíta que te gusta apalear a chicos inocentes por la espalda?

-¡Cierra la puta boca!

Como en cámara lenta... Me giro y la realidad me da un guantazo en la cara por ilusa. ¡Santas ovejas! Es... ¡Eric! Retrocedo con la bilis de mi garganta subir y bajar con fuerza y el corazón comienza a latir descarrilado en mi pecho.

Él clava sus ojos grises en mí y los abre como platos.

-Tessa, ¿Qué haces aquí?

Nota: OHHHHH... Éste capítulo ha sido muy intenso al igual que los anteriores. ¿Es posible que haya una explicación? ¿Qué todo haya sido un error? Os preguntaréis, ¿Por qué Holder golpeo a Eric? Ahora yo os pregunto... ¿Por qué creéis que lo hizo? Si no lo sabéis, tenéis que esperar al siguiente capítulo para que vuestras dudas se aclaren 😆.

Espero que OS haya gustado, y muchísimas gracias por las leídas y los votos. Ahora se que mi historia poco a poco va escalando en Wattpad y me anima a seguir escribiendo para ustedes. Muchas gracias, y perdonen si tardo en actualizar, pero se me es complicado actualizar cada semana por lo que está pasando mi país.

No leemos en la próxima actualización. No olvidéis comentar y dejar sus ⭐.

A Kiss 😘♥️.

📱.

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