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When You Are Near

Me acomodo junto a él y apoyo la cabeza en su brazo, justo como lo hacíamos cuando estábamos en mi departamento en Seattle.

Creí que iba a quejarse, pero solo permanece inmóvil con la vista fija en el techo. Me giro para darle la espalda y que pueda dormir sin mi mirada preocupada, pero él también gira para pegar su pecho a mi.

Su brazo se apoya en mi cintura y tengo que contenerme de recordarle que ésta es la forma en que prefiero dormir, pero aún no sé cómo pueda tomarlo, así que cierro los ojos e intento dormir.

Siento su cabeza apoyarse en la almohada, detrás de la mía y su brazo me atrae más hacia él. Me quedo quieta fingiendo dormir, pero su voz me obliga a reaccionar.

— No sé qué haces aquí.

Cierro mis ojos con fuerza. Éste no es el Christian que conocí, es la enfermedad hablando por él.

— ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no decirme que estabas mal?

— ¿Para qué? No podía dejar a los chicos solos.

— Esto no está bien, Christian. No puedes tomar esto a la ligera. Y aún no me has explicado por qué quieres divorciarte de mi.

Permanece un momento en silencio y tengo que morderme los labios para no insistir.

— No quería arrastrarte conmigo a ésto, que me vieras así.

— ¿Eres tonto? ¿Crees que de verdad dejaría que te hundieras? Puedo firmar los malditos papeles ahora, pero ni así me voy.

Dios – lo escucho susurrar.

Vuelvo a cerrar los ojos esperando que se haya quedado dormido, pero pequeños besos en mi nuca y mi cuello me indican lo contrario.

Sus manos se deslizan de arriba a abajo por mi cuerpo y puedo sentir lo áspero de ellas. Sin duda estar en una gira es mucho más extenuante que tocar tres días a la semana en un bar.

Seis meses apartados comienzan a hacer mella en nuestra inocente desición de dormir en la misma cama. Presiona mi cadera, aprieta mis pechos, respira agitado en mi oreja y lo único que mi cuerpo logra es erizarse por el contacto.

Lo quiero. Lo necesito. Y él a mí. Su brazo derecho, que está bajo mi cabeza, se dobla para alcanzar mi pecho mientras que su mano izquierda desciende hasta meterse en mis shorts de pijama.

Sus dedos buscan y presionan la parte más sensible de mi cuerpo. Por instinto mi cuerpo se arquea para pegarse más a él y darle mayor acceso.

Mi pierna izquierda se monta sobre su cadera pero no hago más, dejo que sea él quien guíe nuestras acciones en este momento de intimidad que tanto extrañaba.

Mi respiración se agita y jadeo con la mente nublada por el deseo. Sus manos se deshacen de mi pijama y de la camiseta, y como tengo que moverme para quitarlos, me giro hacia él.

Apoyo las manos en su pecho, pero lo que quiero es volver a besarlo. Muerdo sus labios, deslizo mi lengua dentro de su boca y lo sujeto con mi brazo.

Se gira para dejarme encima de su cuerpo mientras se deshace de los boxers y el pantalón de chándal. No me atrevo a hablar primero, no quiero interrumpir el momento.

— Te extrañé tanto – susurra.

— Y yo a ti, amor. No sabes cuánto.

Un ligero brillo destella en sus ojos, sus pupilas dilatadas. Y ahora sé que está como yo, deseando que esto pase entre nosotros. Casi como una reconciliación.

Apoyo las rodillas junto a su cadera para sentarme a horcajadas sobre su vientre. Antes de incorporarme completamente, vuelvo a besar sus labios, mandíbula, su cuello y bajo hasta su pecho.

Besos suaves y delicados, movimientos lentos para incitarlo más de lo que ya pudiera estar. De pronto está impaciente y él mismo me levanta para deslizar su miembro dentro de mi.

Un gemido se me escapa, pero no sé si de satisfacción o de alivio. Muevo mi cadera arriba y abajo recordando la ocasión en la que bebimos y lo desperté en el sofá.

Estoy subiendo mi camino al clímax cuando de pronto se incorpora sin salir de mi y me lanza sobre mi espalda. Mi cabeza casi cuelga por el extremo de la cama.

— Eres mía. Mi esposa.

Su voz ronca me sobresalta, así que solo puedo asentir varias veces con la cabeza antes de volver a gemir por sus movimientos tan profundos.

Por un instante vuelve a ser como antes, como mi Christian. Ojos cerrados, labios entreabiertos, brazos extendidos, respiración agitada y jadeante. Mi camino se reconstruye rápidamente y me arqueo aumentando la presión de su cadera.

En mi mente grito su nombre, pero mi boca solo suelta gemidos tímidos, luego más ruidosos. Él exhala ruidosamente mientras presiona sus labios con firmeza. Gruñe algo ininteligible antes de dejarse caer sobre mi pecho.

Acaricio su cabello mientras se pasa la agitación de nuestra respiración y nuestros corazones. No me detengo aunque su respiración se vuelve suave y lenta, y yo también me quedo dormida.

El molesto ruido del tráfico me despierta. Estoy bocabajo en la cama, con la sábana cubriéndome, pero Christian no está.

— ¿Christian?

Me incorporo alarmada por su ausencia, pero veo que su maleta y sus cosas siguen ahí. Me cubro con la sábana y me asomo en el baño, pero tampoco está ahí.

Regreso de nuevo al buró donde dejé mi móvil para enviarle un texto a Luke, cuando la puerta se abre. Contengo el aliento mientras Christian pasa por la puerta con una charola con dos vasos de café y un panquecito en su boca.

— Te traje café.

Señala el vaso de Starbucks y los lleva hasta la mesita. Le da otra mordida al panqué antes de dejarlo a un lado.

— Tomaré una ducha primero.

Me acerco a besar sus labios, que saben a mantequilla por el pan y lo veo sonrojarse levemente.

— Estoy listo para volver a Seattle.

— Esas son excelentes noticias. ¿Por qué no tomamos una ducha antes de irnos?

Él asiente y comienza a quitarse la ropa. Aún tiene ojeras profundas, aún es más delgado de lo que era, aún tiene un semblante triste. Pero poco a poco lo lograremos, lo sé.

Canción en Multimedia:
Carolina Liar - When You Are Near

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