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Something I Said

▶️Cuatro meses de gira.

Miro de nuevo la pantalla de mi móvil con el historial de llamadas desplegado: dos llamadas a Christian, perdidas.

Lanzo el teléfono sobre la cama y me levanto para ir a tomar una ducha con agua muy caliente. Es jueves, mi día de descanso y se supone que puedo dormir hasta tarde. Pero no puedo.

Últimamente mi querido esposo me llama a medio día, antes del ensayo y después de eso no contesta mis llamadas. Dice que ha estado muy cansado estas semanas, pero la última vez que hablamos, su voz sonaba algo arrastrada por el alcohol.

Y de nuevo esa pequeña vocecita en mi cabeza me dice que algo no está bien. Que él oculta algo. Inhaló y exhalo hasta que la vocecita se apaga solo lo suficiente como para poder seguir con mi día, pero confiar es cada vez más difícil.

Vuelvo a ponerme ropa cómoda para ir a preparar algo de almorzar y ver alguna película. Incluso podría leer un libro, ahora que dispongo de nuevo de todo mi tiempo.

Mientras busco una película, el teléfono suena con una notificación de llamada y me levanto corriendo del sofá para ir a contestarle a Christian, solo que no es él, es José.

— ¡Buenos días fiera!

— Hey. Buenos días.

— ¿Estás bien? No me digas que aún estás en la cama, holgazana.

— No, idiota, estaba viendo una película. ¿Qué quieres?

— Estoy aburrido y quiero que me acompañes a un nuevo bar que acaban de abrir. Venga, yo invito.

— ¿Nuevo bar? ¿Quieres ir a ver a la competencia?

— Si, ¿por qué no? Sería bueno que alguien me sirvieran una cerveza, para variar.

— Bueno, supongo que podemos ir. Mándame la dirección y te veo ahí.

— ¡Si! ¡Adiós Ana!

De nuevo me cambio por algo más decente y salgo a buscar un taxi para ir al nuevo bar deportivo que está al norte de Seattle. Debe ser bueno si causó una buena impresión en mi mejor bartender.

Y creo que entiendo por qué. Apenas entro, puedo notar el ambiente tranquilo y cálido. Es un lugar pequeño, pero se siente tan cómodo como una reunión con amigos.

Puedo ver a José sentado en una mesa lateral hablando con un camarero y tan pronto como me ve, agita su mano.

— Espero que no te importe, pero ya pedí unas bebidas para nosotros – dice cuando me siento frente a él.

— No, está bien. ¿Qué pediste?

— Tequila.

— ¿Tequila? ¿Por qué? Tu no bebés tequila, ¿qué pasa?

Mierda. Lo conozco bien, tanto que cuando mira a todos lados excepto a mi, sé que no sabe como empezar a  explicarse.

— ¿José? Habla de una vez, sabes que odio cuando le das vueltas a las cosas.

Su vista se fija en mi por un momento, luego en los shots que el camarero deja frente a nosotros.

— Ayer hablé con Luke, estaban en una fiesta con algunos de los chicos del backstage y otras bandas. Christian estaba ahí con ellos.

— Lo imagino – es lo único que alcanzo a decir.

— El punto es que Luke me mandó una foto de Christian, y me preocupa – Voltea a verme de nuevo – Se ve mal Annie.

Y no sé qué me asusta más. Que diga que Christian se ve mal o que me llame Annie. La última vez que lo hizo fue en el funeral de Ray.

— Muéstrame la foto.

Mi amigo presiona sus labios haciendo una mueca mientras busca su teléfono en el bolsillo de la camisa. Lo desbloquea y me enseña la imagen.

Christian está de pie junto a un chico rubio y puedo ver por qué José está preocupado. Las ojeras bajo sus ojos, su piel pálida y más delgado de lo que ya era.

El cabello lo lleva tan corto que resalta su piel pálida y el tono oscuro de las ojeras. Mierda. Antes de que pueda preguntar, José aclara.

— Dice Luke que Christian pasa mucho tiempo solo, encerrado en su habitación y prácticamente tienen que arrastrarlo con ellos a todos lados.

— Algo no está bien – digo más para mí que para José.

— ¿Has hablado con él?

— ¡Por supuesto que lo he hecho! Es solo que... Bueno, él no menciona nada de eso.

— Deberías intentarlo de nuevo, tal vez te extraña más de lo que dice.

— Si – Pienso. Aunque si me extrañara, contestaría las malditas llamadas – Ya vengo, voy al sanitario.

Camino por el pasillo del fondo hasta el baño de mujeres y cierro la puerta. Abro la llave y me refresco el rostro mientras pienso qué hacer. Y solo se me ocurre insistir.

Selecciono su número de la lista de contactos y escucho los tonos antes de que la llamada pase al buzón. Creo que después de todo, el miedo que sentí no era tan absurdo.

Mi teléfono suena con una llamada y casi brinco de la sorpresa: es Christian. Respiro profundo una vez para contestar lo más tranquila que puedo.

— ¿Christian?

— Hola amor – saluda pero no es su tono entusiasta de siempre.

— ¿Cómo estás? Te escuchas cansado.

— Si, lo estoy. Creo que trabajar de noche y dormir de día está acabando conmigo.

— No seas dramático amor, además, falta menos tiempo para tenerte de vuelta.

— ¿Me extrañas?

— ¡Claro que te extraño, tonto!

— ¿Y qué haces? ¿Estabas durmiendo? – Mierda.

— No. José y yo vinimos a conocer un nuevo bar que abrió hace poco. Es un bar deportivo, no hay música en vivo, pero es agradable.

— ¿Un bar? ¿Y estas bebiendo?

— Ahh si, no puedo solo sentarme y pedir agua.

— Bien, tengo que colgar. Te llamo más tarde, espero que ya estés en tu departamento para entonces.

— ¿Es un reclamo? ¿Te estás quejando porque salí un maldito día?

— No tengo ganas de discutir, Ana. Te llamo después. Adiós.

Y cuelga la jodida llamada. Bueno, ahora no solo estoy preocupada por mi esposo idiota, también estoy muy molesta con él. Y ni siquiera pude preguntarle lo que quería.

Cuando vuelvo a la mesa con José estoy más ansiosa que al inicio. Creo que después de todo si necesito ese tequila.

Canción en multimedia:
Safetysuit - Something I Said

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