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Never Stop

Christian permanece en silencio mientras subimos al taxi, Kate y Mía con nosotros. En el otro taxi suben Ethan, Elliot, Luke y José.

Mía le da las instrucciones al taxista para que nos lleve al restaurante donde tendremos nuestra improvisada recepción. Algo sencillo, solo nosotros y nuestros amigos.

Luego de unos minutos el auto estaciona en la acera detrás del otro taxi y vemos a los chicos bajar. Kate extiende un billete hacia el conductor y ella y Mía bajan también. Como mi esposo no se mueve, me acerco a la puerta que dejó abierta mi hermana para bajar.

— No te muevas.

— ¿Qué?

— No bajes del auto.

— ¿Por qué no? – pregunto confundida.

Christian se estira sobre mi para cerrar la puerta de golpe, ocasionando que Kate se acerque por la ventana.

— ¿Que rayos hacen? ¡Bajen del auto!

— No tardamos.

— ¿Qué? – vuelvo a preguntar.

— ¿Qué dices? ¿A dónde van? – insiste la rubia.

La pequeña discusión está llamando la atención de los chicos, que se acercan a ver qué ocurre con mi su amigo.

— ¿Hermano, que haces? – pregunta José – Bajen para que podamos ir a celebrar.

— Celebren ustedes – les gruñe – tengo algo que discutir con mi esposa.

Mis cejas se arquean por la sorpresa. ¿Ahora qué hice? ¿Esto es por el asunto de la motivación?

— Christian, deja las malditas bromas y baja del jodido auto – le gruñe Ethan.

Pero mi esposo ignora de nuevo a sus amigos y palmea el hombro del chofer. Le dice que nos lleve las cuadras que faltan hasta mi departamento y nos alejamos a toda velocidad.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan molesto?

Digo pero no puedo contener la risa. Y de verdad tengo que hacerlo si no quiero molestarlo más. Rayos, ¿su humor de hoy no está para bromas?

Apenas el auto estaciona, Christian abre la puerta y me toma de la mano para que baje. Le entrega dos billetes al chofer y subimos en silencio hasta mi... Nuestro departamento.

— ¿Qué hacemos aquí? Deberíamos estar con los demás.

— No – dice y empuja la puerta – Tengo por lo menos 5 horas antes de que abras el bar, vamos a arreglar esta situación.

— ¿Cuál situación?

— Nuestra luna de miel comienza ahora y estoy seguro que José puede abrir el bar solo. Solo saldremos de aquí cuando tenga que ir a tocar con la banda.

— ¡¿Estás loco?! ¡No vamos a estar aquí encerrados teniendo sexo!

— ¿Por qué no? ¿Tienes algo mejor qué hacer?

Arquea la ceja esperando una respuesta. Mierda, no se me ocurre nada. Comienza a quitarse la corbata y el saco de su traje.

— Christian, cariño – intento dialogar – ¿no crees que deberíamos ir con nuestros amigos un rato? Podemos volver aquí después de comer.

— No.

— Pero... – balbuceo pero nada se me ocurre.

Lanza el saco sobre el sofá para desabotonar la camisa blanca que lleva y mis ojos no pierden detalle de cada centímetro de piel que va apareciendo con cada botón desabrochado.

— Amor, ven aquí – Dice y me jala hacia el sofá con él – Mañana me voy con ellos, estaremos por lo menos seis meses fuera y es tiempo suficiente para que convivamos. Pero tú y yo tenemos las horas contadas y quiero recordar la sensación de tener a mi esposa en mis brazos.

— Aww – le sonrío – ¿Ya me estás extrañando?

— Si – dice con una sonrisa triste que remueve algo en mi interior.

— Te amo – digo con más seguridad – te amo, te amo, te amo, te am...

Mis afirmaciones son interrumpidas por sus dulces labios. Sujeta mi rostro con su mano derecha y me empuja con la izquierda para que no me aparte.

Me libera solo para deshacerse de la camisa blanca y buscar a tientas los botones de mi vestido blanco. Tres grandes botones lo sostienen por detrás, así que sus manos viajan hasta allí.

Lo desliza hacia el frente, dejando al descubierto mi pecho y su aliento caliente me eriza la piel. Me levanto del sofá para dejar que el vestido caiga a mis pies y lanzarlo hacia el otro sillón.

Camino más cerca hasta sentarme en su regazo. El sencillo conjunto de encaje negro es lo único que me cubre y me sorprende lo ansiosa que estoy por él, por sentirlo dentro de mi.

Lo ayudo a deshacerse del pantalón y del boxer para volver a colocarme sobre su regazo y besarlo. Pequeños gemidos salen de mis labios pero no me detengo mientras acaricio su suave cabello cobrizo.

Sujeta fuerte mis piernas por los muslos y se levanta conmigo en brazos para llevarnos a la habitación. Sin soltarme y sin salir de mi, me acuesta en la cama con mucho cuidado.

Mis piernas se abrazan a su cadera para que no se aparte y lo atraigo a mis labios para besarlo. Dios, aún no se va y ya lo estoy extrañando. Un nudo se forma en mi garganta mientras mucho con las lágrimas que quieren salir de mis ojos.

Quiero gritarle, quiero rogarle que no se vaya pero no lo hago. No puedo hacer esto, no cuando ya tienen todo planeado y listo para ir. Cierro los ojos de nuevo para apartar las lágrimas y me concentro en la presión de su cuerpo sobre el mío.

Me retuerzo de placer y susurro su nombre cuando sus movimientos se hacen más intensos, más profundos. Justo ahora me alegro de haber conseguido un método anticonceptivo, aunque solo lo usé estas semanas.

— Christian – vuelvo a susurrar porque me encanta como suena su nombre entre mis jadeos.

Sus dedos presionan mi cadera y me levanta un poco para quedar más cerca de él. La altura correcta, el ángulo perfecto y no resisto más, me pierdo en las sensaciones

Escucho sus jadeos antes de acomodarse con cuidado sobre mi pecho, exhausto.

— ¿Otra vez? – pregunto aún jadeando.

No contesta, pero escucho su risa amortiguada en mi pecho y vuelvo a sujetarlo con mis piernas por la cadera. Rayos. No estoy lista para que se vaya.

Canción en Multimedia:
Safetysuit – Never Stop

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