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Come Home

Christian está sobre mi, puedo sentir su cuerpo cálido y tonificado apoyado entre mis piernas. Sus brazos están extendidos a cada lado de mi cabeza y mis piernas se entrelazan por detrás de sus rodillas.

Mis dedos dibujan sus clavículas y descienden lentamente por su torso hasta llegar a los abdominales que me vuelven loca.

— Si, Christian, así... Si, así... Christian...

Mis manos se aferran a su cadera y mis piernas lo empujan más profundo. La vista de él es maravillosa: cabello revuelto, labios rojos e hinchados, su piel blanca resalta el azul grisáceo de sus ojos.

— ¡Si! ¡Christian! ¡Si! – más gemidos se escapan de mi boca.

Las sábanas son tan suaves y tan blancas que por un momento creo que estoy en el cielo, el maravilloso cielo de Christian.

— ¡Ana! ¡Ana! ¡Abre la maldita puerta! ¡Ana!

Me concentro en el escándalo que viene de afuera, donde la chillona voz de mi hermana casi hace retumbar los vidrios de mi edificio. No ha dejado de golpear la puerta mientras me llama.

Abro los ojos solo para encontrarme en mi habitación, sola, pataleando las sábanas, aferrada a la almohada y teniendo un sueño erótico de Christian.

— ¡No! ¡No! ¡No! – ahora yo chillo de frustración – ¡Agh! ¡Kate, vete!

— ¡No! ¡Abre la puerta!

Le gruño maldiciones que sé que no va a entender mientras camino hasta la puerta y abro de golpe. Ella me mira de arriba a abajo y arquea la ceja.

— Juro por Dios, Kate, que si vienes a molestarme por una estupidez voy a...

Antes de que termine de amenazarla, sus ojos se llenan de lágrimas y su cara se pone roja.

— ¿Qué paso?

Ella pasa por mi lado hasta el sofá y se deja caer. Cubre su rostro con sus manos, pero los sollozos son tan fuertes que puedo notarlos.

— Anoche llamé a Elliot – dice sin levantar la cabeza – estaba en una fiesta o algo así, se escuchaba la música y el murmullo de muchas personas.

— ¿Le preguntaste?

— Claro que sí, dijo que estaba con unos amigos. Obvio que no me va a decir que estaba con mujeres.

— Kate, ¿de verdad crees que Elliot sea capaz de algo así?

— No lo sé, ¿eso es malo? – levanta por fin su rostro para verme.

— Te prepararé un café, ¿está bien? Además necesito una ducha, muy muy fría.

— ¿Hablaste con Christian?

— Si.

— ¿Y? ¿Qué te dijo? ¿A qué hora regresan?

— No pregunté.

Me alejo de mi hermana y voy a encender la cafetera. También enciendo la televisión para que se distraiga un poco en lo que voy por esa ducha fría.

Apenas estoy cerrando las llaves de la ducha cuando escucho la voz de Kate, hablando en voz alta. ¿Llamó a Elliot? ¿A José?

Me envuelvo rápido en la toalla y salgo corriendo hasta mi habitación para vestirme, pero algo no está bien. Mi móvil no está sobre el buró.

— ¿Entonces ya están saliendo para acá? – la voz de mi hermana se vuelve un susurro – okey, gracias Christian.

— ¡Kate! ¡Dame mi maldito teléfono!

Salgo hasta la sala y le arrebato el aparato con el cual llamó a escondidas.

— Por Dios, Kate, ¿era necesario?

— ¡Si! – chilla ella.

Pero yo ya estoy caminando de vuelta a mi cuarto para cambiarme y secarme el cabello.

— ¿Amor? ¿Todo bien?

Pongo el seguro a la puerta y observo la pantalla. Christian aún está al teléfono y no puedo evitar recordar el maravilloso sueño del cual fuí sacada a tirones.

— Hola, ¿cómo va todo?

— Bien, ya estamos subiendo todo a la camioneta. Estaremos ahí pronto.

— Eso espero – ambos permanecemos unos segundos en silencio – no me molestaría que dejes a José por ahí.

Christian suelta una carcajada y de pronto escucho la voz de José gruñendo algo, aunque tengo que admitir que también extraño a mi mejor amigo.

— Llámame más tarde, tengo que hablar con Kate.

— Bien amor, nos vemos.

Mierda. Mi día libre y tengo a mi hermana llorosa y dramática en mi sala. Y como no me atrevo a correrla, pasamos el resto del día viendo películas románticas.

Aunque su ansiedad me contagia al dia siguiente, cuando prácticamente estamos contando las horas y los minutos para verlos llegar.

Incluso llegamos temprano al bar, luego llega Travis y sobre la hora aparecen Mía y Frank. Trato de mantener mi mente ocupada en el diario de contabilidad, pero los estúpidos corazones que estoy dibujando en el borde de la hoja me hacen pensar en el chico se ojos grises.

Es hora de abrir, las mesas se llenan y la barra se ocupa casi en su totalidad. Travis prepara bebidas y yo sirvo tarros, pero no puedo dejar de ver el reloj detrás de la barra.

— Llámalos – gruñe Kate.

— No.

— Ana, llámalos ahora. No van a llegar.

Antes de que pueda contestarle, gritos de emoción, aplausos y chiflidos inundan el lugar. José entra con las manos en alto, agradeciendo el recibimiento.

Detrás de él, Ethan y Luke cargan sus mochilas y caminan hacia nosotras. Kate corre tan pronto como el cabello rubio de Elliot aparece en nuestro campo de visión.

— ¡Llegamos! – grita José y me abraza.

— Ya te vi, idiota – golpeo su hombro a forma de saludo – deberías ir a dormir.

— Primero quiero una cerveza, ¿cierto chicos?

Ethan y Luke me saludan, pero mis ojos ya están sobre el chico de ojos grises que me tiene vuelta loca. Se acerca con la mochila en el hombro y sonríe.

— ¡Hola amor!

— ¡Christian! – chillo y me lanzo sobre él.

Y ni siquiera me importan las miradas curiosas de los chicos en la barra, o las chicas (entre ellas Leila) que nos observan desde las mesas.

Sin soltar la mochila, Christian me besa y se agacha para levantarme. Mis piernas se aferran a su cintura mientras me sostiene por los muslos.

— 5 minutos, Christian – gruñe Ethan.

— 15 minutos – responde sin dejar de besarme.

— 10 minutos o derribo la puerta.

Idiota – le gruñe bajito – ¡bien! 10 minutos. ¡Rápido amor!

Camina conmigo a cuestas hasta la oficina, pero yo no puedo dejar de reír. Pone el seguro y me sienta sobre el escritorio, para lanzar la mochila a algún lado.

— Hola de nuevo.

— Te extrañé – digo con una sonrisa.

— ¿En serio? Yo también te extrañé.

Vuelve a besarme mientras mis piernas aún lo envuelven por la cintura.

— ¿10 minutos? – pregunto, mordiendo mi labio inferior.

Canción en Multimedia:
OneRepublic – Come Home

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