All We Are
Aún no me decido por alguna de mis dos opciones para evitar a Christian:
La primera es salir por la ventana de mi departamento en el tercer piso y si logro llevar sana y salva a la acera, huir y hacer una nueva vida en otra ciudad. Aunque eso implique dejarle mi bar a José.
La segunda opción, es quedarme a vivir en mi habitación y que Kate me traiga comida. ¡Podría vivir a lo Howard Hughes! Desnuda y viendo películas por el resto de mis días, aunque eso también deja a José con mi bar.
— ¡Agh! ¿Qué hago?
Vuelvo a analizar la altura y la peligrosidad de salir por la ventana, pero en definitivo no es una buena idea.
— ¡No vuelvo a beber, lo juro!
Respiro hondo mientras camino hacia la puerta y la abro despacio. Christian está en el sofá viendo la tele, así que tomo mis llaves y el móvil de la encimera.
— Tengo algunas cosas qué hacer – le aviso.
— Iré contigo.
— ¿Para qué? Puedo ir sola, quédate.
— Pero quiero ir contigo.
— ¿Sabes qué creo? – me mira con los ojos entrecerrados – Deberías conseguir un trabajo de tiempo completo, de preferencia muy muy lejos de aquí. Y no te preocupes si tienes que renunciar a la banda, lo entiendo totalmente.
— Por supuesto que no – se ríe – ya tengo un trabajo, tú eres mi jefa y no voy a mudarme, ¡así que deja de correrme!
— ¡Bien! – grito con fastidio para ocultar la vergüenza que siento.
— ¿Por qué te sonrojas?
— Claro que no lo estoy – balbuceo – es solo que...
Me quedo muda. ¿Qué digo? ¿Cómo le pregunto? Y supongo que él nota mi confusión, porque habla.
— Si te hace sentir mejor – me mira molesto – te quedaste dormida...
— ¡¿Qué?! – chillo de felicidad.
— Anoche, en tu cama – presiona sus labios para no reír – te quedaste dormida.
— ¡Si! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias Dios! – levanto mis brazos.
— ¿Tan malo es estar conmigo?
— No, no, es solo que... – balbuceo de nuevo – si llega a pasar, prefiero estar conciente de lo que hago.
Él asiente pero no me mira, y eso me hace sentir mal, como si me hubiera quedado sin aire. Sin pensarlo mucho, me acerco a él y le doy un beso en los labios.
— Aún tengo que ir al almacén, ¿vienes conmigo?
— Si.
Salimos del departamento y después de cerrar la puerta con llave, toma mi mano mientras bajamos las escaleras.
— Espera, hablaré con Phil – le digo cuando paramos en la planta baja.
Me acerco al conserje de mi edificio para que me recomiende a alguien para la limpieza del bar. Por suerte para mí, su esposa está buscando algún trabajo en ésta área y podría ser mi solución.
Mando un texto a Kate para que me consiga a otra mesera para que cubra el turno del fin de semana.
Le hago una seña a Christian para que camine conmigo hasta el almacén y luego busco al vendedor que me ha ayudado las ocasiones anteriores.
— Necesito un comedor – le digo cuando se acerca.
— Pase por aquí, le mostraré lo que tenemos.
Pasamos un área enorme con salas y recámaras. Veo algunos de los comedores y elijo uno para 6 personas, perfecto para mi departamento.
— Necesito una de esas – le señalo una mesita para la sala.
Caminamos de vuelta a su oficina y me giro para hablar con Christian, pero no lo veo. ¿Dónde mierdas se metió ahora?
El vendedor me entrega mi recibo y programan la entrega de mis muebles para el miércoles. Cuando estoy apunto de salir, escucho el sonido de un piano.
— ¿Tienen un piano aquí? – le pregunto al vendedor.
— Si, en la sección de decoración.
Ni siquiera tengo que preguntarle cómo llegar, solo sigo la música hasta toparme de frente al chico sonriente de ojos grises detrás del piano.
(...) We won't say our goodbyes
You know it's better that way
We won't break, we won't die
It's just a moment of change
All we are, all we are
Is everything that's right
All we need, all we need
A lover's alibi, oh
Every single day that I can breathe
You changed my philosophy
I'm never gonna let you pass me by... (...)
Algunos empleados y clientes se reunieron para verlo y escucharlo tocar, incluso el gerente de la tienda se acerca para hablar con él.
— ¿Te gustó? – dice cuando termina la canción.
— No te voy a comprar un jodido piano, ya me tienes loca con la guitarra – le gruño.
— No te preocupes – sonríe – dicen que puedo venir a tocar cuando yo quiera.
— Me alegro, podrás pasar aqui todo tu tiempo libre y yo podré dormir hasta tarde sin todo tu ruido – me río.
— No, me extrañarías – me guiña un ojo.
— Bien, vámonos Elton John.
— Oye – me mira con el ceño fruncido — soy más del estilo de Jerry Lee Lewis.
— Te dejaré ser Mozart si te das prisa, quiero volver a casa – camino hacia la salida.
— ¿Te gusta la música clásica? – arquea la ceja con duda – eso no me lo esperaba.
— Créelo, aunque prefiero a Strauss que a Mozart.
Salimos de la tienda de muebles, él detrás de mí como la sombra que le gusta ser.
— Te gusta el vals – afirma sorprendido.
— Camina Christian, habla y camina – me detengo y volteo a verlo porque no me sigue.
— Lástima que no pueda tocar el Danubio Azul para tí, necesitaría toda una orquesta.
— Me conformo con que cocines – le sonrío – y no menciones con nadie lo de la música clásica.
— ¿Por qué? ¿Es un secreto? – me mira con los ojos entrecerrados.
— No es secreto, pero nadie te creería.
— ¿Por qué? ¿Decirlo daña tu reputación de chica mala?
— No soy una chica mala – arqueo la ceja – soy una mujer de opiniones firmes.
— Y eso me gusta – sonríe divertido.
— A mi me gusta cuando cocinas – tomo su mano y lo jalo – así que andando porque ya tengo hambre.
— Me siento utilizado – se queja mientras lo llevo de prisa por la calle – no solo anoche, sino también ahora.
— ¿Quieres dejar ya de mencionar lo de anoche?
— No, es muy divertido ver tu reacción y eso que aún no le digo a mis amigos.
Canción en Multimedia:
OneRepublic – All We Are
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