Yin yang [Parte única]
La música que salía de los altoparlantes no encajaba con el lugar, con exactitud, no era la mejor opción para una tienda de cómics. Tampoco lo hacía el chico detrás del mostrador.
Unas botas de cuero apoyadas en la vitrina, unas piernas largas y esbeltas enfundadas en unos light wash jeans, una clásica playera negra con el nombre estampado de algún grupo de rock. Las uñas pintadas de un rojo escarlata, varias perforaciones visibles y un tatuaje que se le asomaba por el cuello.
Su aspecto era solo la premisa, la actitud de aquel tipo rozaba lo hostil, con una ceja enarcada y una mueca en los labios que aconsejaba que te marcharas, era lo que provocaba que los clientes que solían pasar horas allí después de la escuela o el trabajo, se marcharan en cuanto encontraban lo deseado.
Bright no estaba ahí por voluntad propia. Su abuelo lo había obligado a encargarse del negocio de su tío tras no encontrar una mejor forma de castigarlo. Lo único que le podía aplaudir es que cada vez se ponía más creativo. Ya que encerrarlo en casa era tan efectivo como prohibirle mirar televisión. ¿Quién veía televisión en esa época?
Claramente no era un joven ejemplar, se había graduado de secundaria superior con esfuerzo, cubriendo apenas el mínimo de asistencia, y tras dos años de aquello, no tenía planeado perder su tiempo en una carrera universitaria, ya que confiaba en que algún productor reconocería el talento que poseía para la música. Tocaba en bares y de vez en cuando, participaba en eventos donde sabía, podía atraer el interés de las personas correctas. Aquel ambiente viciado con frecuencia lo metía en problemas. Era como un imán para ellos. No le agradaba a los chicos y las chicas le tenían miedo. Tenía pocos amigos, los podía contar con los dedos de una mano, e igual, no era muy unido a ellos.
No le interesaba nada más que salir de casa de sus abuelos y de aquel pueblo que detestaba desde aquel día que recibió su primera paliza por su aspecto peculiar.
En ese preciso instante, lo que más odiaba era aquel sitio que le hacía sentir acorralado, como prisionero en un lugar repleto de sujetos que se creían mejor que el resto por interesarse en dibujitos sangrientos.
Cuando la campanilla sonó, anunciando la presencia de un nuevo cliente, ni siquiera hizo el intento de echarle un vistazo. Regularmente solían mirar y marcharse, esperaba que fuera el caso.
Un carraspeo crispó sus nervios.
—¿Disculpa? —escuchó una voz suave y amable.
Despegó sus orbes de la pantalla del celular y se encontró con un chico que parecía acaba de terminar una sesión de fotos de una marca prestigiosa. Su cabello oscuro perfectamente arreglado, a simple vista, podría confundirse con un idol.
—Las boutiques quedan después de pasar la primer isla de tecnología, tomas el pasillo de la derecha y las encontrarás hasta el final —pronunció regresando su atención al vídeo de YouTube que había pausado.
Creyó que el adverso se iría, no esperó que se riera.
Lo observó con cara de fastidio.
—¿Qué es lo gracioso? —preguntó sin una pizca de consideración.
—Es que la semana pasada hice un pedido y quería saber si ya ha llegado —dijo avergonzado y algo intimidado.
Un suspiro escapó de los labios de Vachirawit y con pereza bajó los pies de la vitrina que exhibía los cómics más populares, junto a algunas piezas de colección que a él no le interesaban.
—¿Nombre? —rebatió con las manos suspendidas en el teclado, listo para revisar en el sistema.
—Win, Win Metawin —contestó acercándose hasta terminar apoyado en el lugar en el que antes descansaban las botas de estilo militar.
Bastó un par de segundos de espera.
—Lo siento, niño. Aún está en camino lo que sea que encargaste, llegará hasta el viernes, si no es que los de la paquetería se retrasan —explicó sin mucho ánimo.
—¿Qué pasó con Gulf? ¿Lo despidieron? —cuestionó como olvidando el objetivo inicial.
Bright no quería conversar, pero igual las quejas que había recibido su tío por culpa de sus pésimos modales en la tienda, le hicieron recordar que si continuaba así, su abuelo lo arrastraría a un castigo más aburrido.
—Lo estoy cubriendo, semana de exámenes —dijo sin más, tragándose el «largo de aquí» que pugnaba por escapar de sus labios.
—¿Cuál es tu nombre? No tienes una placa de empleado, así que no sé a quién agradecerle...
Se contuvo de poner los ojos en blanco. Era la primera vez que un chico como Win se paraba ahí, no sabía cómo lidiar con los de su tipo, al menos, los otros sujetos no intentaban conversar con él.
—No necesitas saber mi nombre, si es todo, la puerta de entrada es la misma de salida —sentenció volviendo a poner los pies encima del vidrio, junto a las manos de Metawin.
—No es todo, me gustaría comprar un par de cómics —habló sin desvanecer la sonrisa de su rostro.
Bright gruñó, aquel parecía no ser su día.
—Entonces ve a las estanterías —expulsó señalando con la diestra la dirección que debía tomar.
Subió el volumen de la música, heavy metal, a riesgo de que el encargado del negocio contiguo apareciera para quejarse.
—Es que —empezó y se ganó una mirada dura del adverso—... Los que me interesan están detrás de ti.
Jodida broma.
Bright dejó su celular cerca de la computadora y se puso de pie.
—¿Cuál quieres? —dijo impaciente.
Win entornó la mirada y señaló dos que estaban en la repisa superior.
—Eres una molestia —respondió sin ocultar su desagrado en la voz.
La comisura de los labios de Metawin se estiraron, como si le hubiese hecho un cumplido.
Salió del mostrador para tomar la pequeña escalera de cuatro peldaños que tenía en la bodega.
Una vez que la encontró, la desplegó y se subió a ella para tomar los cómics con la portada de Thor.
Como Bright era alto, los alcanzó sin mayor problema.
—¿Son estos? —preguntó para asegurarse de que había tomado los correctos, no quería hacer aquello dos veces.
—Sí, justo esos —respondió complacido.
Pasó los códigos por el lector, registrando la compra.
—¿Algo más? —emitió deseando que ya no le hiciera trabajar. Había tenido suficiente de él.
—Tu nombre —intentó con gesto tímido.
Vachirawit le miró como si tuviera tres cabezas.
—¿Por qué quieres saberlo? —No exteriorizó su desconfianza, tan solo se mantuvo indiferente.
—No lo sé, pero me gustaría saberlo —explicó observandolo directo a los ojos. Pocos se atrevían.
—Bien, me llamo Bright y son dieciséis dólares.
Con una sonrisa triunfal, Metawin sacó su cartera y pagó.
Sabía que no sería bueno provocarle más, por lo que tomó los cómics y su cambio, y despidiéndose, se marchó.
[...]
Al día siguiente, el castaño se encontraba limpiando las estanterías, con un plumero sacudía el polvo y tarareaba la canción que en ese momento emitían las bocinas. A comparación de otras ocasiones, la playlist que había elegido era más tranquila, aunque la batería seguía siendo notoria.
Como siempre hacía cada que la campana sonaba anunciando la presencia de un cliente, lo ignoró y siguió con lo suyo.
—Hey, ¿qué tal el trabajo? —dijo una voz familiar.
Bright de un rápido vistazo comprobó que se trataba del niño bonito.
El trabajo era una mierda, pero no quería quejarse con él.
—Normal —respondió con el humor correcto para salir de allí a la menor oportunidad.
Win estornudó y sin querer escupió en el brazo del que era más bajo por un par de centímetros.
—Lo lamento, el polvo me entró por la nariz —se disculpó estirandose para limpiar la saliva que voló hasta el castaño.
—Es por eso que las personas con sentido común no se acercan cuando ven que alguien está levantando polvo —comentó apartandose a tiempo para que no lo tocara.
Win retrocedió dos pasos.
—Cierto... —reconoció avergonzado.
—Creí haberte dicho que tu pedido estaría aquí hasta el viernes —dijo más tranquilo.
No le gustó la sensación que le recorrió al ver su semblante triste.
—Es que Gulf me permitía leer aquí... —explicó llevando su mano detrás de la nuca.
—¿Y por qué no lo haces en tu casa, en la biblioteca o en algún parque? —Sabía que Kanawut solía estar rodeado de chicos que perdían su tiempo allí.
Sin embargo, él no era Gulf y no deseaba la compañía de sujetos aficionados a historias ficticias.
Por muy lindos que fueran.
—No es lo mismo, aquí es el sitio perfecto —confesó formando un puchero.
Bright no era débil ante aquel gesto, pero no tenía ganas de discutir.
—Si me ayudas a acomodar la nueva mercancía dejaré que te quedes —propuso.
El rostro de Win se iluminó, aquello era más de lo que esperaba.
Comprendiendo con rapidez que Bright no era nada sociable, o tolerante, en silencio se apresuró a cumplir la tarea.
Media hora después se metió en recepción y se tiró al piso. Del cajón inferior extrajo una almohada que acomodó tras su espalda.
—En verdad Gulf te dejaba quedar aquí —liberó Vachirawit al observar la confianza de sus acciones.
—Soy un cliente regular, siempre dice que le conviene tenerme aquí —contestó dibujando una sonrisa encantadora, que seguro derretía a las chicas.
—Genial. Ahora, cliente regular, no seas un fastidio o te sacaré a patadas —amenazó extrayendo un libro de debajo del teclado.
Lo había traído de casa para no morir de aburrimiento.
—¡¿Te gusta leer?! —cuestionó emocionado desde el suelo.
—No, solo me gusta tomar un libro para abanicarme —expulsó con sarcasmo.
—¿Qué libro es? —preguntó curioso, sin tomarle importancia a su respuesta anterior.
—Because we are together. —Le daba igual si se enteraba que estaba leyendo un BL, si se atrevía a soltar un comentario estúpido lo golpearía sin pensarlo.
—¿Es interesante? —Insistió con la interrogación.
—Lo sabría si no estuvieras molestando —le lanzó una mirada dura.
Win se cubrió la boca apenado.
Estuvieron tranquilos hasta que la alarma en su celular le indicó que era hora de cerrar. Con rapidez hizo el corte de caja.
—Apaga la computadora, iré a revisar que todo esté en orden —se dirigió a Win que se sacudía el pantalón.
Además de que un cómic se había caído, nada más estaba fuera de lugar.
Atenuó las luces y puso los candados de seguridad.
—¿Quieres que te de un aventón? —Ofreció antes de que Vachirawit le diera la espalda.
Un amigo de su banda lo recogería para que llegara a tiempo al bar en el que tocarían esa noche.
—No, estoy bien por mi cuenta —respondió con una media sonrisa.
Con las manos dentro de los bolsillos de sus jeans rotos, dio media vuelta y comenzó a alejarse.
Metawin se quedó frente a la tienda hasta que el adverso desapareció de su campo de visión.
[...]
El aire acondicionado se había atrofiado, por lo que la chaqueta de mezclilla que siempre usaba descansaba en el respaldo de la silla. Win se había quitado su suéter de punto, y había doblado las mangas de su camisa hasta los codos. Aunque no hacía un calor insoportable, igual el clima no resultaba confortable.
Bright le había arrebatado el cómic que leía para abanicarse con él.
—¿Ya llamaste a un técnico? —preguntó expulsando el aire con lentitud.
Tras lanzarle una mirada de odio, asintió.
Tenía demasiado calor como para pensar en una respuesta inteligente que a la vez funcionara para burlarse de Metawin.
—A la mierda, vámonos de aquí —dictaminó poniéndose de pie.
Win saltó del suelo para seguirlo.
—¿No te meterás en problemas si cierras a esta hora? ¿Y las cámaras?
—¿Quieres quedarte aquí? —replicó con una ceja en alto.
El más alto negó con la cabeza.
—Eso creí —pronunció empujandolo para que saliera primero.
—¿A dónde iremos? —cuestionó mientras observaba como colocaba el letrero de «volvemos en quince minutos».
Bright estuvo tentado de decirle que él podía perderse donde quisiera, pero con los tres días que llevaba al lado de Win, entendía que lo haría sentir mal.
No es que Vachirawit fuese el tipo con más tacto, normalmente le daba igual los sentimientos ajenos, pero con Metawin no podía emplear su actitud borde. No al cien por ciento.
—Hay una tienda de música cerca de aquí —anunció comenzando a caminar.
En unos segundos Win lo alcanzó posicionándose a su costado.
Juntos llamaban la atención, por el contraste de estilos.
Uno parecía a punto de dar un concierto de rock, y el otro era todo lo que simbolizaba un niño bien.
Al entrar se dirigió a la sección de instrumentos, revisó las guitarras y al echarle un vistazo al precio, hizo una mueca de desagrado.
—¿Sabes tocar? —la voz suave a su espalda le recordó que no estaba solo.
—Sí, tengo una banda en la que toco la guitarra y además soy el vocalista. — Giró para quedar frente a Win—. ¿Y tú a qué te dedicas, aparte de perder el tiempo en cómics?
Por primera vez le vio desviar la mirada. Incómodo.
—Soy estudiante de economía —liberó en voz baja, como si le avergonzara.
—¿Cómo es que un estudiante de economía tiene tanto tiempo libre? —preguntó sin consideración.
En varias ocasiones Win le causó molestias, era su venganza.
Encogiéndose de hombros arrastró su mirada al piso.
—No me gusta hacer las tareas, no entiendo muy bien en clases, quizá no apruebe el primer semestre —confesó sintiéndose patético.
No quería que Bright le viera como un chico tonto y flojo.
—¿Te gusta esa carrera? —soltó a la par que tomaba una guitarra.
—Es... Complicado. Mi padre quiere que me haga cargo de su negocio, entonces...
—Te pregunté si te gustaba, es sencillo, solo hay dos respuestas —interrumpió dejando el instrumento en su lugar.
Bright caminó hasta los álbumes de música, se inclinó para revisar un par.
—No me gusta, pero debo hacerlo —dijo de repente.
Vachirawit tomó tres CD's y se dirigió a la caja para pagarlos.
Win lo esperó fuera, pensando que quizá lo mejor era ir a casa.
—Si no te gusta y debes hacerlo, entonces hazlo bien, tu padre seguro invierte una cantidad considerable para que estudies, dale el placer, ya después puedes elegir otra cosa que te guste. —No era bueno dando consejos, ni siquiera pensaba que era uno, pero para alguien como él, que no conocía a su padre, y que su madre había desaparecido de su vida cuando era apenas un crío, cualquier cosa era mejor que su situación.
No respondió nada, lo siguió hasta que se detuvo en una cafetería.
—Voy a pedir algo frío, ¿tú qué quieres? —anunció antes de que entraran.
—Lo mismo que tú —contestó.
Eligió una mesa cerca de la ventana y esperó sentado mientras Vachirawit aparecía con las debidas.
—¿Cuánto te debo? —preguntó cuando le entregó un té helado.
—Nada, solo deja de poner esa cara —expulsó dedicándole una mirada aguda.
Win se sintió repentinamente avergonzado.
—Estudiaré más duro, lo prometo —dijo intentando sonreír.
—No te creo —replicó con rudeza—. Lo haré si estudias cuando estás conmigo —fue su forma de invitarlo a permanecer en la tienda.
Quizá al estar en un sitio que le producía alegría, estudiar no resultara una tortura.
Win sonrió de verdad al chico que tenía las uñas pintadas de negro y el cabello largo amarrado en una coleta baja. Parecía no tener idea de lo apuesto que se veía todo el tiempo.
[...]
Una semanas después Win llegó con la mochila colgando de su hombro, al entrar a la tienda de cómics se encontró a Gulf detrás del mostrador.
—Bienvenido —lo saludó con una sonrisa.
Le pareció extraño, se había acostumbrado a que Vachirawit le recibiera con un gesto de fastidio.
—¿Dónde está Bright? —preguntó mirando a todos lados, tal vez estaba acomodando las repisas, o quizá estaba en la bodega.
—¿Cómo sabes su nombre? —rebatió curioso—. Por la actitud de Bright creí que nadie se atrevería a acercarse.
—Fui un poco insistente —confesó impaciente porque respondiera su pregunta.
—Claro —liberó en medio de una risa ligera—. El jefe me dijo que sus abuelos levantaron el castigo.
—¿Castigo? —Nunca había escuchado de aquello.
—Sí, es sobrino del jefe, parece que es muy problemático, y sus abuelos están cansados de él —explicó apenado.
No era correcto que lo divulgara, pero si Win había conseguido llevarse bien con él, entonces tal vez podía hacer algo al respecto.
Aunque Gulf lo conocía de años, desde que se graduaron habían dejado de tener contacto.
—¿Sabes dónde puedo encontrarlo? —dijo sin pensar.
No podía terminar así. ¿Por qué Vachirawit no le había contado que ya no regresaría?
No es que fuesen amigos, pero al menos, no eran indiferentes a su existencia.
—No lo sé —expulsó y al ver la expresión de tristeza de Win añadió—: Suele tocar en la zona norte, hay más de quince bares, en alguno de ellos estará.
Sabía que era peligroso andar por ahí, más si no conocía a nadie, y si nunca había estado allí antes.
—Gracias, Gulf —dijo retrocediendo para marcharse.
—¡Espera, es mala idea que vayas solo! —Intentó advertirle, pero Metawin ya estaba en la puerta y no se tomó la molestia de confirmar que lo había escuchado.
[...]
Había puesto de cabeza su armario, pero solo consiguió una playera de un gris oscuro y un pantalón negro que le quedaba demasiado ajustado. No quería llamar la atención, pero tampoco quería que descubrieran que no estaba familiarizado con la zona, por ello es que de su lóbulo izquierdo colgaba un pendiente (pertenecía a su hermana mayor, era de aquellos que se podían ajustar sin necesidad de tener una perforación).
Hasta el momento llevaba dos tercios de los bares, y en algunos había revisado hasta en los baños, y seguía sin rastros de Bright.
Desde que tenía memoria las chicas pequeñas y de rasgos suaves le atraían, no tenía sentido que de repente, un chico con botas de motociclista, personalidad horrible y una lengua filosa, le haya robado el aliento.
Lo que sentía en ese instante no tenía comparación, por mucho era superior al provocado por todas aquellas mujeres. Quizá era cuestión de tiempo para que ocurriera, o simplemente, tal vez debía conocer a Bright para descubrir que le gustaban más los chicos.
Debía verlo una vez más para estar seguro, luego lo dejaría ir.
—Hola —saludó a un guardia enorme con gesto severo.
—¿Tienes reservación? —cuestionó con voz grave.
Era la primera vez que le pedían una.
—No, yo...
—Largo de aquí —expulsó aquel hombre que fácil podía tratarlo como un costal de papas.
—Bright, ¿él...? —probó a preguntar.
—¿Eres amigo de Bright? —lo interrumpió antes de que lograra terminar.
Con una sonrisa asintió. Después de horas por fin parecía que estaba cerca.
—Anda, entra, quedan cinco minutos para que termine —contestó apartándose y así permitiéndole ingresar.
Le agradeció y subió las escaleras que conducían a la terraza.
De todos los lugares que había pisado, aquel era el más tranquilo.
La banda estaba en el fondo, las mesas repartidas en el resto de espacio. Luces rojas en su totalidad.
Bright estaba cantando, nunca lo había escuchado antes.
Se quedó cerca de las escaleras y lo escuchó con los ojos cerrados.
Disfrutó de esa última canción, cuando terminó pareció como si hubiese despertado de un largo sueño.
Bright no era un mal tipo, pero siempre parecía recordarle que era una molestia. Que perturbaba su paz.
Decidió que verle en el escenario, tocando la guitarra y cantando, era suficiente.
Dio media vuelta y descendió los escalones.
Seguramente no volvería a toparse con él, y era mejor así. No encajaba en su mundo, ni siquiera coincidían en algo. Bright se había visto forzado a trabajar en esa tienda, de otra forma, jamás se hubiesen cruzado.
—¿Ya te vas? —escuchó a su espalda.
Al girar contempló aquella expresión fría que parecía nunca mutar.
—Gulf me dijo que podía encontrarte por aquí. Venía a despedirme —explicó sin atreverse a subir.
—¿Te irás de la ciudad? —cuestionó confundido.
—No, pero me enteré que ya no regresarás a la tienda —pronunció en un tono de voz apenas audible.
—¿Quién te dijo eso? ¿Gulf? —habló empezado a descender.
Win bajó dos escalones más. No quería tenerlo cerca, igual percibía el ritmo desordenado de su corazón, y así descubría lo que sentía por él.
—No, él no dijo eso —respondió pegando su espalda a la pared cuando lo tuvo en frente.
—Sabes, la recepción es lo suficientemente grande para que Gulf, tú y yo estemos allí. Te dije que supervisaría tu progreso en la escuela —expulsó y desde ese ángulo, la mitad de su rostro estaba iluminado de rojo, la otra permanecía en las sombras, aún así la sonrisa que le ofrecía era evidente.
Muy hermosa.
—Pero ya no tienes que trabajar allí y odias ese lugar —le recordó.
—Lo que detesto es tener que trabajar en esa tienda diseñada para sujetos molestos, tampoco significa que sea mi lugar preferido, por eso hoy me tomé un descanso, pero mañana te veré... ¿Cierto?
Tragando saliva asintió.
—Sí, bueno, entonces nos vemos mañana, me iré ahora.
—Quédate, ya estás aquí —propuso.
Esta vez lo esperó a que decidiera seguirlo.
Lo llevó a la barra y pidió por ambos unas bebidas.
Extrajo un cigarrillo y se lo llevó a los labios.
No le sorprendió aquello, lo que lo hacía era su actitud relajada.
—¿Quién es este niño tan lindo? —Un chico con rasgos japoneses apareció al lado de Bright—. Si no está saliendo contigo, deberías presentarnos y decirle que llevo dos meses soltero.
—Largo de aquí, Luke, este chico es demasiado inocente para ti —le enseñó el dedo medio.
—También lo es para ti —habló sin intimidarse, pero por la actitud de su amigo, comprendió que estaba interesado en él—. Si un día te aburres de su cara de culo, estaré aquí esperándote —le guiñó un ojo.
Win no pudo frenar el sonrojo que invadió su rostro, y la risa que intentó ahogar con la palma contra sus labios.
—Es un idiota, ignoralo —concluyó sin darle importancia.
Win dio un sorbo a la bebida y sonrió ante el sabor dulce.
—Este es mi sitio favorito, así que... Si quieres que nos veamos en el tuyo, de vez cuando tendrás que venir al mío también —sugirió imitando el gesto.
No sabía si se debía al ambiente o al alcohol, pero Win no podía creer que Bright luciera así de cómodo.
Conversaron un poco más hasta que sus ojos comenzaron a sentirse pesados.
—Vamos, pediré un taxi para ti.
Tomándolo por el brazo tiró de Win con suavidad.
Mientras esperaban, Bright preguntó:
—¿En verdad querías despedirte? ¿Así, sin más?
La calle era silenciosa, el guardia se había marchado una hora atrás.
—No es que quisiera, pero no sabía si querías seguir viéndome. En la tienda siempre parecías enfadado.
Asintió para darle la razón.
—Un día me iré de aquí, y seré alguien. Ahora no soy nada... No te lo diré dos veces. Si quieres dejar de ver a este donnadie, es el momento de que seas honesto y lo admitas —aconsejó con voz neutral.
Para permitirle ver a través de él, necesitaban más tiempo.
Win recordó aquel día que lo vio por primera vez.
—No creo que alguien que es un donnadie, tenga el valor de ser como lo eres —reflexionó en voz alta.
Bright se acercó hasta el menor, con una ceja enarcada y una mueca, le miró con dureza.
—Esa fue mi advertencia, no volveré a hacerlo.
Tomándolo por la cintura eliminó la distancia de sus cuerpos y unió sus labios en un beso.
A Bright no le importaba si le gustaban los cómics y si por fuera parecía un idol, cuando por dentro era tan dulce y conseguía suavizar hasta el peor de sus días.
No eran compatibles, pero por ello es que sus bocas encajaron como dos piezas de puzzle.
Metawin lo rodeó por el cuello, permitiendo que su lengua se enredara con la suya. No sabía si aquello los llevaría a algún sitio, pero ya habría tiempo para preocuparse después, por ahora lo único que deseaba era seguir probándolo.
Aquella fascinante y peculiar miel que manaba de sus labios.
[...]
Los tres se encontraban apoyados en la vitrina, la tarea de Win en el centro.
—Es que debe de existir una fórmula, ¿tu profesor no te dio una? —Gulf había dejado sus deberes de lado por ayudar al menor de los presentes.
—No, solo envió un correo con esto y fue todo —respondió igual de perdido.
—Déjalo así, ya mañana que te explique —concluyó Bright.
Nunca le gustó la escuela, a veces no se explicaba por qué se había ofrecido a supervisarlo.
Win alzó la cabeza y le dedicó una sonrisa.
—Ya sé por qué —liberó sin ser consciente.
—¡¿En serio?! ¿Entonces cómo lo resolvemos? —Gulf lo tomó por los hombros para que comenzara a hablar.
Sin una pizca de delicadeza lo empujó para que lo soltara.
—Disculpe... —Un cliente se atrevió a interrumpirlos.
—No me refería a eso —se excusó con Kanawut—. Y largo de aquí, estamos en medio de una tarea de economía, ¿sabes de economía? No. Bien. ¡Entonces largo! —lo último fue para el chico que con el dedo índice apuntaba a la repisa superior, pero tras su ruda respuesta, salió corriendo.
—Deberían considerar cambiar de lugar, es el tercer cliente que Bright espanta —suspiró Gulf cruzando los dedos para que no lo despidieran. Le gustaba ese trabajo.
Fin.
N/A: Esta historia nació gracias a que leí un fic muy divertido de un ratón de biblioteca y un chico malo, entonces pues sucedió y ya...
No esperaba actualizar tan pronto, pero al parecer no tengo control sobre mí misma xD
Mil gracias por leerme, ¿qué les pareció esta pequeña historia? 💚
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