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Omegaverse [Parte II]

El rostro afligido del omega, iluminado parcialmente por la pantalla del celular que sostenía entre las manos, era lo único visible en medio de la oscuridad.

Reprodujo una tercera vez el vídeo que contenía su encuentro, duraba poco menos de un minuto; antes había cortado la mayoría del metraje. Lo único que necesitaba era la prueba de ellos compartiendo un beso, no del encuentro sexual posterior.

Estaba claro que había sido un error. Nunca debió cruzar la fina línea que marcaba el límite entre lo apropiado y lo incorrecto.

El plan que tenía trazado incluía un par de roces y caricias, al final, terminó en más que un inocente beso. Se sentía burlado por sí mismo. Como si su omega estuviera buscando pasarle factura por todos aquellos años en que lo minimizó, en que lo ocultó, y en que intentó exterminarlo. Como si fuera la perfecta represalia por hacerlo infértil.

Desde que pisó la primera clínica, fue advertido que al iniciar con los tratamientos sería un omega estéril. Sus padres ni siquiera lo pensaron, y él no tuvo más elección.

Cuando Bright anudó en su interior, por poco le confiesa que no servía de nada su esfuerzo, era una desgracia de omega. Le habían quitado la oportunidad de dar vida, habían herido a su omega que encontró la forma de hacerlo pagar.

Entonces estaba ahí, en su habitación, a punto de mandar el vídeo a Pam para que dejara a Bright, para que el alfa perdiera por una sola vez y entendiera lo que se sentía estar de su lado. Donde perder era el pan de cada día. Mas la mano le temblaba, y el remordimiento de haber actuado como un cretino le reptaba por la boca del estómago hasta la garganta, impidiéndole hacerlo.

Se había esforzado por ser un buen alfa, porque como omega siempre fue una decepción, pero quizá nunca debió esconderse. Al final, seguro estaría en el mismo lugar. Como piezas de dominó, empujando una a la otra hasta terminar en un punto destinado. Ojalá sus padres también fuesen capaces de verlo tan claro como él lo hacía en ese momento.

Miró con frialdad la pantalla brillante. No había vuelta atrás. El line de Pam recibió la grabación.

[...]

Un déjà vu le estalló en la cara, de nuevo era el centro de atención en el colegio. En ese punto comenzaba a acostumbrarse.

Fong lo esperaba en la entrada del edificio donde tendrían la primera clase, sin darle oportunidad de saludarlo le tomó del brazo y lo arrastró lejos de las miradas indiscretas de sus compañeros.

—¿Qué sucede contigo? —Se quejó cuando lo liberó con brusquedad provocando que chocara con la pared.

—Esa debería ser mi línea —dijo mirándole con reproche.

Win sobó su hombro haciendo gestos exagerados, ojalá pudiera evitar responder, pero dado cómo había progresado la situación, no tenía más opción que dar la cara.

—¿Es por lo de Bright? —farfulló sin ganas de tener esa conversación.

—¡¿Cómo puedes estar tan tranquilo?! —reclamó estresado—. Pam hizo todo un escándalo, se encargó de que todos tuviéramos ese vídeo. Y estoy seguro habría agarrado a golpes a Bright de no ser porque es un alfa... —Repentinamente calló y lo observó con preocupación—. Quizá debas saltarte las clases, está tan enojada que querrá desquitarse contigo.

—No le tengo miedo a una beta —afirmó cruzándose de brazos.

No creía que la chica fuese capaz de llegar a ese extremo.

—¿Y cómo es que ustedes...? —El más bajo estaba confundido, Win siempre había sido muy centrado en los estudios y cuando hablaban de una futura pareja, él presumía diciendo que se casaría con la más hermosa beta de Tailandia.

—Fue un accidente, un error... Es debido a que él es un alfa y yo un omega, de no ser así nunca habría pasado —explicó comenzando a caminar en dirección al salón.

[...]

Win suspiró con los ojos cerrados mientras sentía a Bright besar su cuello.

Le gustaba la sensación de ser deseado, le encantaba la atención que le brindaba a su cuerpo para que también disfrutara. Como sus manos resbalaban de su trasero a sus muslos, el recorrido de sus dedos trazando un nuevo mapa de manchas rojas en su piel. Era irónico que se encontraran en la biblioteca, escabulléndose sin importar que los rumores en torno a ellos fuesen cada vez más llamativos. Si sus compañeros supieran que estaban atrapados en el maldito juego del que Win inició, dejarían de ponerlo como la víctima que cedió por un poco de protección por parte del alfa.

En clases no se dirigían la palabra, su relación parecía ser la misma que tuvieron desde el primer día en que se conocieron, pero no podría ser más distinta. Ahora en cualquier oportunidad se reunían para probarse, para saborearse y para escalar juntos en la experiencia como amantes.

Bright estaba fascinado por el olor del omega, no podía sacárselo de la cabeza.

[...]

Dos meses después, Metawin al regresar a casa se topó con sus progenitores esperándolo. Se veían felices, mucho más de lo que jamás los vio.

—¿Todo está bien? —cuestionó imitando el gesto alegre.

De alguna forma, parecía que lo estaría. Nunca habría esperado escuchar lo que su padre respondió.

—Lo hemos conseguido, en Japón hay un médico que logró hacer de un omega un beta. Ya hablamos con él, te verá en un par de semanas. Él vendrá aquí, no nos importa el costo, te queremos a ti. —Al terminar tomó la mano de Win.

—Es lo mejor, hijo. Es por tu bien —concluyó la mujer poniéndose de pie para abrazarlo.

La impresión de la noticia le dejó sin habla, con la mente en blanco.

Si se transformaba en un beta ya no tendría más molestos celos, donde en ocasiones debía quedarse en casa por los síntomas extremos. También dejaría de percibir las feromonas del resto; de Bright que olía a incienso de canela y lima. Y él dejaría de emitirlas.

[...]

—¿Qué tal si te marca? —dijo en voz alta, después de largos segundos de guardar silencio cuando Win le confesó todo lo que ocurría con el alfa—. Así ya no podrían convertirte en un beta, te unirías a él y si deshacen aquel enlace pueden dañarlos a los dos. Ni tus padres serían capaces de llegar tan lejos.

La idea no le pareció mala, de hecho podría ser una solución.

—No funcionará, Fong —respondió con el fantasma de una sonrisa.

—¿Por qué no? —replicó sospechando la razón.

—Bright y yo unidos —bufó con burla—, es imposible. Si no fuera por mi omega y su alfa, nunca nos habríamos volteado a ver.

—¿Estás seguro? Desde que entramos a cuarto año te he atrapado mirándolo en varias ocasiones —rebatió con una ceja en alto para dar énfasis a sus palabras.

—Es porque era mi modelo a seguir —se defendió y al ver que Phuak y Ohm se acercaban a la mesa con el almuerzo, cambiaron de tema para que no sospecharan de lo que hablaban.

[...]

—Me iré de vacaciones —expulsó interrumpiendo una sesión de besos detrás de las gradas del campo de fútbol donde Bright debía estar entrenando.

El alfa le miró confuso.

—¿Vacaciones a mitad de curso? —Liberó a Win y llevó una de sus manos detrás de su nuca.

Se agitó el cabello húmedo por el sudor, sin ser consciente que su olor se intensificó y Win quedó por poco noqueado.

—Mis abuelos... Ellos... —Balbuceó extraviándose en el pensamiento de volver a atacar sus labios, pero el carraspeo impaciente del alfa le devolvió a la realidad—. Ellos quieren que los visitemos.

—¿Cuánto tiempo? —replicó al instante.

El omega frunció los labios y miró el cielo, pensativo. No estaba seguro del tiempo que le tomaría recuperarse.

—Un mes —respondió con evidente duda en la voz.

—Genial, buen viaje —dijo encogiéndose de hombros.

Sin darse cuenta hasta ese momento, con la punta de sus dedos Win sujetaba el borde de la camisa de Bright, negándose a soltarlo. Al percatarse de su acción se puso pálido.

Si dejaba de ser omega, dejaría de ser atractivo para Vachirawit.

—Puedo quedarme... Si me lo pides... —musitó asustado por lo que le depararía el futuro.

Uno donde no coincidiría más con el alfa.

—¿Por qué lo haría? —contestó después de un par de segundos.

Al principio planeaba fingir que no lo había escuchado, pero la expresión afligida del omega le hizo precipitarse.

Estaba claro que lo extrañaría, pero iría a ver a su familia. No podía interponerse como si fuera una clase de novio posesivo. Ni siquiera podría nombrar lo que había entre ellos. Solo entendía que Win le atraía, que podía vivir el resto de su vida con aquel bendito aroma que desprendía, sus feromonas eran tan adictivas como una droga.

Y tenían tiempo, podían ir con calma. Ambos estaban por terminar la secundaria e iniciar una nueva etapa. Quizá, más adelante encontrarían la forma de hacer que funcionara.

—Tienes razón —admitió decepcionado. Todavía esperando que lo retuviera.

Deseaba que lo hiciera.

—Me iré ahora, se enfadarán si tardo más que esto —anunció retrocediendo un paso para liberarse del suave agarre en su playera.

Dio media vuelta y preparado para echarse a correr la voz del omega lo detuvo.

—¿Qué pasará contigo si no regreso? —soltó aturdido.

Su omega estaba sufriendo, lo sentía retorcerse en sus entrañas, buscando la manera de aferrarse al alfa. Le dolía percibirlo tan inquieto, siempre se había mantenido en silencio, como si solo existiera en su período de celo, mas ahora aullaba suplicante. Demostrando que más que desearlo, lo amaba.

Bright se percató del cambio en las feromonas del de cabellos azabaches, olía a miedo, a desesperación y su alfa reaccionó con violencia. Casi le hace regresar sobre sus pasos para tomarlo en brazos, mas logró contenerlo.

—¿No piensas regresar? —cuestionó con su lobo aullando torturado por el aroma que perfumaba el aire.

No podía quedarse más tiempo junto a Win o perdería el control de su alfa.

—Lo haré, pero...

—Entonces no deberías preocuparte —lo interrumpió y al terminar de hablar se apresuró a alejarse de él.

El omega observó la espalda del lobo del que se había enamorado, cada vez más inalcanzable, como si colgara de un acantilado y el único que podía salvarlo, se rindiera y se alejara antes de caer también.

Aulló atormentado, no quería desaparecer, no después de encontrar al lobo que le había hecho experimentar felicidad por primera vez y le había hecho sentir amado. Pero Win no podía hacer nada. No podía contradecir a sus padres, mucho menos después de verlos tan emocionados y aliviados por deshacerse de su omega.

Le había fallado desde el inicio, y ahora, le pondría fin.

[...]

Bright estaba bajo las escaleras, tumbado bocarriba con los brazos tras su nuca como almohada, con los párpados apretados y con audífonos. Escuchaba una canción de ritmo suave y pensaba en el omega. Ese día se suponía llegaría, lo había escuchado de Fong, pero en todo el rato que llevaba esperando que pasara, no había aparecido. Quizá su llegada se retrasaría uno o dos días más.

Repentinamente sintió que alguien le quitó los cascos bajándolos a su cuello.

—¿No irás a clases? Win ya está ahí, por cierto —le informó Man, con una sonrisa perversa consciente de que su amigo lo esperaba con ansias.

—Mentiroso, lo habría olido si ya estuviera aquí —respondió con amargura.

No le gustaba que se burlaran de él.

—Quizá con tantos olores no lo percibiste, porque ese chico está tomando la clase que nosotros estamos perdiendo —rebatió ofendido por su desconfianza.

Bright negó con la cabeza. Tenía impregnado su aroma en la mente, era imposible que no lo detectara.

—Bien, vamos —dijo solo porque notó el cambio de humor en su mejor amigo, pero seguía sin creerle.

Por ello al ingresar al salón, quedó pasmado al ver ahí a Metawin.

El chico se veía más pálido y delgado de lo que recordaba. Y no había rastro de su delicioso aroma. Su alfa aulló de dolor comprendiéndolo antes que él.

—Hey... ¿qué te pasa? —Man vio una lágrima descender por la mejilla de su amigo.

Asustado le hizo retroceder para tranquilizarlo en el pasillo. Ante sus ojos parecía que ni el propio Bright entendía lo que le ocurría.

—Ese de ahí no es Win... —susurró con voz trémula.

—¿Qué? Por supuesto que lo es, él no tiene un gemelo... —intentó sonar gracioso, aunque solo consiguió que el adverso empeorara.

Le vio temblar y lo arrastró hasta la enfermería para que lo ayudaran.

[...]

Cuando abrió los ojos, envuelto por el olor a desinfectante, distinguió a Win sentado a su lado.

El de tiernos dientes de conejo le sonrió tristemente al verlo despertar.

—¿Te sientes mejor? —le observó preocupado.

Bright negó con la cabeza. No percibía a su alfa, parecía que se había escondido en alguna parte de su interior. Como un lobo malherido.

—¿Quién eres? —cuestionó con un nudo en la garganta.

El que alguna vez fue el presidente de la clase desvió la mirada.

—Soy Win, solo Win Metawin... —respondió con voz calmada. Suave como un suspiro—. No más Win el omega.

Al escucharlo quiso reírse, era la peor broma del mundo, no era graciosa y era de muy mal gusto. Sin embargo, no rió, al contrario, sintió su vista nublarse y en ese instante comprendió la pena de su alfa, deseando esconderse, para no tener que ver a Win, para no tener que lidiar con él por más tiempo.

—¿Cómo pudiste? —Fue lo único que sus labios fueron capaces de expulsar.

Metawin le observó y pudo distinguir una expresión de dolor con la raíz en el fondo de su mirada.

—¿Matar a mi omega? —replicó con amargura—. No fue fácil, por poco muero junto a él y... Ahora me siento un cascarón vacío, creo que habría sido mejor partir con él. ¿Porque sabes? Lo último que sentí de mi omega fue su odio, por separarlo de tu alfa, por arrancarle el corazón hasta desangrarlo, porque nunca fui capaz de amarlo, ni siquiera de aceptarlo. Y ahora que no está... Es como si mi alma también hubiese sido arrebatada.

Bright dejó de contenerse, las lágrimas comenzaron a fluir. Por no percibir al omega, por ver a Win tan extenuado.

—En fin, lo único bueno es que te dejaré en paz. Ya no tienes que preocuparte por mis asquerosas feromonas —explicó con cierta ironía mientras se ponía de pie—. Y no te preocupes, tu alfa lo superará, es fuerte y puede regresar al tiempo en que no sabía de la existencia de mi omega. Suerte —liberó lo último como despedida.

Esta vez fue el turno de Bright para verlo partir.

[...]

El día de la graduación fue muy emotivo. Ver a sus amigos y a su familia, orgullosos de sus logros, le hizo sentir feliz después de mucho tiempo de una vacía existencia.

Tenía planeado ir a un pequeño viaje con Phuak, Ohm y Fong, entonces en lugar de regresar a casa, subió al automóvil que sus padres le obsequiaron, donde ya tenían las maletas arriba, para conducir a un destino que le ayudaría a dejar todo atrás.

Él deseaba ir a la playa, pero sus amigos decidieron alquilar una cabaña.

Cuando llegaron se instalaron con rapidez y Win a pesar del frío, decidió ir a la orilla del río que estaba cerca de ahí. Los otros prometieron alcanzarlo en cuanto terminaran de cenar.

Sentándose encima de una roca, contempló en silencio el agua correr a pocos metros de distancia. El sonido era relajante, el aroma de la naturaleza lo suficientemente fuerte para que un beta como él lo pudiese apreciar.

Cerró los ojos dejándose arrastrar por la armonía del sitio.

—Mira, el cielo brilla esta noche —escuchó una voz a su lado, una que no alteró la música del silencio.

El corazón de Win dio un brinco.

—¿Qué estás...?

—Te equivocaste —lo interrumpió—, no he podido superarlo —dijo volteando para poder examinar sus orbes oscuras.

Win no supo qué responder, no podía creer que estuviera ahí.

—Tuve un sueño —volvió a tomar la palabra—, en él éramos dos lobos, yo de pelaje marrón y tú blanco como la nieve, teníamos una manada y cuando la noche caía, salíamos a jugar al bosque. Yo te adoraba, lo hacía a cada segundo... —Su voz se rompió para ese punto, pero se obligó a seguir—. Una de esas noches desaparecías y por más que te buscaba... No era capaz de encontrarte... Te perdía y al pasar el tiempo, comenzaba a disminuir mi fuerza y moría...

El alfa cerró los ojos, una lágrima brillante rodó hasta su barbilla, donde quedó suspendida a un soplo de caer a la tierra.

—Lo lamento, pero no puedo traer de vuelta a...

Bright no le permitió terminar, se acercó y lo tomó por las mejillas. Con sus pulgares acarició la piel suave y blanca.

—Ellos se han ido, no lo percibes, pero mi alfa no está más...

Al escucharlo Win sintió su corazón retraerse en su pecho. ¿El alfa de Bright había muerto? La noticia le heló la sangre. No solo había matado a su lobo, también lo hizo con el de su compañero.

—Perdón... Yo no... No era mi intención... —Su voz se quebró y comenzó a llorar.

Era cierto que sus padres lo detestaban por ser omega, que sus compañeros lo despreciaban y que sus amigos se avergonzaban de su condición. Era verdad que gracias a su omega se había ganado un montón de odio y rechazo injustificado. Que en algún momento deseó arrastrar a alguien a su miseria, y ese fue Bright, pero nunca quiso que las cosas terminaran así para ambos.

Sabía lo que se sentía perder a su lobo. Era similar a morir en vida.

—No hables —siseó con suavidad—, quédate conmigo, Win. Se mío una vez más...

Quería decirle que no podía, que sin sus lobos no funcionaría, pero cuando Bright unió sus bocas, en un delicado beso donde sus labios ejercían poca presión, fue como si el ruido exterior se apagara, como si la calma incluso dejara de existir, ni el viento, ni el olor a hierba y ni la luz de las estrellas, solo Bright y Win, solo ellos dos sintiéndose bajo unos sentidos menos agudos, menos poderosos, pero igual les provocó temblar. Desde la punta de los dedos hasta el aliento que expulsaron al romper el beso.

Se miraron aún desorientados, con sus corazones golpeando con tanta fuerza contra sus pechos, como si dentro tuviesen un ave que deseaba ser puesta en libertad.

No estaba presente el encanto del calor que los quemaba sin lastimarlos, ni de gruñidos salvajes escapando de sus labios, mucho menos, del interior de Win lubricándose anticipadamente, pero igual estaban dispuestos, ansiosos por seguir adelante hasta el final.

A pesar del frío se desprendieron de sus ropas, quedando desnudos, sobre la gélida y rasposa tierra que se incrustó en las palmas de sus manos y rodillas.

Bright trazó nuevos caminos con sus besos y con sus dígitos, con sus dientes y con sus uñas. Al colarse en el interior de Win, les inundó una sensación extraordinaria.

Metawin poco a poco dejó de tener miedo, al percatarse de que sus cuerpos seguían encajando, al ser consciente de lo completo que se sentía, de lo pleno y satisfecho. De la felicidad que inundaba su ser hasta desbordarse. Lo abrazó y lo besó, permaneciendo así unos segundos, antes de que la cadencia les obligara a separarse.

Win gritó cuando Bright en un arrebato le mordió el hombro, del fondo de su mente surgió una imagen.

Debajo de un roble estaba su lobo, con el pelaje blanco, tal como lo describió su amante. El lobo de ojos amarillos le miraba, herido.

Bright mordió el lóbulo de su oreja, con la fuerza suficiente para que un hilillo de sangre resbalara por su cuello. Un lobo negro, imponente, se acercaba a su omega, pero este gruñendo no le permitía hacerlo. Tenía miedo de salir más lastimado.

Win clavó las uñas en la espalda del castaño, pero el adverso no paró de embestirlo. Él también estaba asustado; ser un omega, le habían enseñado, era lo peor.

—Win... —Le escuchó pronunciar su nombre entre jadeos y gemidos—. Me gusta tu pequeña nariz, tu cabello cuando está alborotado, tu piel con cada lunar que conforma mi constelación favorita, tu voz cuando intentas ser gracioso y cuando pretendes ser erótico. Me gusta tu fuerza, tu esencia. Eres adorable... Eres hermoso.

Aquellas palabras le erizaron la piel y demasiado tarde, se dio cuenta que las puertas que conducían a su núcleo ya estaban abiertas de par en par para que entrara.

—Podrás hacerlo, podrás protegerlo —susurró contra su oído, con una voz tan convincente que le fue persuadiendo—, deja que regrese. Ser un omega no te convierte en el enemigo. Ser un omega es maravilloso...

Win no lo soportó más y se vio a sí mismo corriendo hasta su lobo para fundirse en él, para que dejaran de ser entes separados y por primera vez fueran uno solo. Cada centímetro de su ser dolió. Al abrir los ojos tenía los de su lobo.

Iris amarillos y brillosos.

Bright anudó en su interior y le mordió.



Fin.

N/A: Muchas gracias por leer 

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