Omegaverse [Parte I]
—¿A dónde vas? —cuestionó Man cuando le vio seguir derecho en lugar de desviar hacia los casilleros que estaban en la entrada del edificio.
—Dejé mi mochila en el salón —explicó sobre su hombro, comenzando a dar zancadas más largas y alejándose de su amigo con rapidez.
—¡¿De nuevo?! —elevó la voz para que consiguiera escucharlo.
—¡Adelántese, los alcanzo en la plaza! —replicó echándose a correr.
Bright iniciaba su último año de secundaria; tenía dieciocho años, era excelente en deportes, en música, era un ratón de biblioteca en su tiempo libre y su coeficiente intelectual era superior al de la mayoría de sus compañeros. También, era un alfa.
—¡No corras en el pasillo! —Una molesta voz le hizo parar en seco.
Girándose para disculparse se encontró a Win Metawin con una mueca en los labios.
—Lo lamento, presidente —pronunció sin disimular su fastidio.
Estaban fuera del horario de clases, no entendía cómo podía ser tan paranoico. Ese chico necesitaba relajarse.
—Tengo un nombre —le informó al pasar por su lado.
Llevaba una enorme pila de libros en los brazos y dando un empujón con la cadera a la puerta, logró abrirla e ingresar primero que Bright.
Vachirawit no reaccionó a su queja, llevaban siendo compañeros tres años consecutivos, y durante todo ese tiempo, no había tenido oportunidad de relacionarse con él.
Quizá se debía a que los dos eran alfas.
Ya era raro encontrar uno, la mayor parte de la población tailandesa la conformaban los betas, ni hablar de los omegas, eran una jerarquía casi extinta. Por ello, dos alfas coexistiendo en un mismo grupo de secundaria, era tan inusual que ambos, a su forma, habían conseguido mantenerse distanciados.
No tenían amigos en común, no coincidían en ningún club y sus personalidades eran opuestas.
Win era popular por ser gracioso y encantador; los profesores lo adoraban, era responsable y amigable, le gustaba ayudar al resto y, no menos importante, provenía de una familia de dinero. Bright era reconocido por ser atractivo y zafarse de los problemas con suma facilidad. Era bueno en todo incluso sin proponérselo y odiaba los compromisos; nadie se metía con él, a pesar de que no era engreído, pero emanaba un aura dominante que provocaba que solo los más valientes se acercaran a él. Tenía un grupo de amigos con los que era inseparable, por lo que no necesitaba socializar con nadie más. Eso incluía a Metawin.
—Bright... ¿Tú tomaste mi maletín? —enunció dejando caer los libros a sus pies.
El alfa enarcó una ceja, desconcertado. ¿Por qué mierda pensaba que él agarraría sus cosas?
—No —replicó bufando con molestia—. Ahora apartarte, estás estorbando.
—¡Espera! —Win sujetó a su compañero por el chaleco sin importarle arrugar la tela al estrujarla en sus puños y ocasionando que la corbata se le torciera—. ¡Tienes que ayudarme, necesito mi maletín, ahora!
Antes de que pudiera responder, el presidente de la clase atrapó su muñeca para ver la hora que marcaba su reloj de pulsera.
—No, no, no —articuló como si se acabara de enterar que el mundo terminaría en unos minutos—, mis pastillas...
—Oye, tranquilo —intentó sacudirse las manos de Win, pero el de cabellos lacios y oscuros no lo liberó ni un ápice—, seguro dejaste tus cosas en otro sitio, trata de recordar dónde.
—Tú no entiendes —le dijo dedicándole una mirada angustiada—, sé que dejé aquí mi maletín y llevo una hora de retraso. Todo porque tuve que hacer un par de favores para el consejo estudiantil. Si continúo perdiendo tiempo mi celo aparecerá en cualquier instante.
—¿Necesitas supresores? —repuso comenzando a entender—. Tengo una caja de pastillas en mi mochila, siempre cargo con una.
Win por fin lo soltó y le vio apretar sus manos en puños, sin importarle encajarse las uñas.
¿Qué le ocurría? Acaba de ser amable.
—No me sirven —fue lo único que explicó antes de meterse al salón, olvidando los libros en el suelo, y comenzar a buscar como loco en todas las mesas.
—¿Por qué no lo harían? Ambos somos alfas, tal vez no son los que normalmente tomas, pero de algo ayudarán.
El presidente lo ignoró y cansado de la situación se agachó para recoger los libros, los dejaría en el escritorio y se largaría de allí después de tomar su mochila.
Iba por la mitad cuando percibió un dulce aroma.
Era una mezcla de fresas con crema y durazno.
—¡Mierda! —expulsó sintiéndose absurdamente atraído—. ¡Eres un jodido omega! —dijo tirando de vuelta los libros.
—¡No! ¡No es...! —Win se arrastró hasta el rincón que quedaba justo debajo de una ventana.
Un intenso calor se propagó de su zona pélvica al resto de sus extremidades. Tiró del nudo de su corbata para quitársela. ¿Por qué su celo estaba siendo tan violento? Normalmente iniciaba con fiebre y dolor estomacal. No quemando sus entrañas y con su interior humedeciéndose de un instante a otro.
—¡¿Cómo es...?! Eres un... —Bright no pudo frenar a tiempo a su alfa, dando un salto se incorporó y pasando por encima de las mesas llegó hasta Win.
El que siempre se mantenía impecable, ahora lucía descompuesto, sin el saco ni la corbata, y con los botones superiores de la camisa colgando de los hilos, que arrancó al sentirse asfixiado y al intentar conseguir aire.
—Bright... Bright —pronunció su nombre con voz entrecortada, suplicante y trémula. Su omega sufría y entendía que él era el único que podía salvarlo.
El alfa sin una pizca de delicadeza lo sujetó por la nuca acercando su rostro a milímetros del suyo.
—Eres un idiota —apenas terminó de decirle aquello haló de él para besarle.
Vachirawit llevaba pretendiendo, desde hace tres meses atrás, a una de sus compañeras, Pam, una hermosa beta con la que se estaba tomando su tiempo, ya que quería llevar las cosas con calma. Deseaba asegurarse de que ella era la indicada, mas ahora, le estaba comiendo la boca al presidente de la clase, a Win Metawin que minutos atrás estaba seguro era un alfa como él y no lo imaginaba siendo alguien importante en su vida.
Había escuchado que la atracción entre un alfa y un omega era tan poderosa al punto de ser peligrosa. Bright no les había creído, él nunca dependía de sus sentidos de alfa. Él dominaba a su lobo.
Sin embargo, su cabeza se llenó de Win, de su dulce olor, de los gemidos que escapan de sus labios y de su tierna piel bajo sus dígitos.
Lo deseaba como el infierno, si no lo hacía suyo en ese instante perdería la cabeza. Necesitaba estar dentro de él. Cuando tiró del omega para que se sentara en su regazo, le sintió encajar con facilidad y comprendió que estaba cerca de cumplir su anhelo.
—¡Joder, ayúdame aquí! —escuchó una voz a su espalda y enseguida unos brazos lo rodearon por los hombros para alejarlo del presidente.
Gruñó en molestia y con fuerza intentó golpear al intruso con uno de sus codos. Como respuesta dos pares de brazos más lo sujetaron y lograron retenerlo en el suelo.
—Lo lamento, Win, solo queríamos darte un susto —empezó a explicar uno de los amigos del chico, Fong—. Toma esto...
El chico empujó un supresor en la boca del omega, y abrazándolo se interpuso cuando Bright logró zafarse y tirarse sobre ellos.
Ohm y Phuak no se rindieron, a pesar de que tenían el rostro arañado y múltiples golpes repartidos por todo el cuerpo, se abalanzaron de nuevo sobre el alfa hasta que consiguieron inmovilizarlo.
Estuvieron luchando por al menos cinco minutos, hasta que la pastilla hizo efecto y las feromonas del omega perdieron fuerza.
—Sáquenlo de aquí —ordenó Fong cuando las cosas se calmaron.
Los dos chicos levantaron a Win, sosteniéndolo por los brazos, ya que era tan alto que cargarlo sería imposible.
Bright permaneció tumbado bocarriba, cubriéndose la cara con ambas manos y esperando que su ritmo cardíaco regresara a la normalidad.
—¿Necesitas ayuda? —le dijo el más bajo, incapaz de dejarlo allí después de todo lo que su inocente broma causó.
Tomaron el maletín del omega para que creyera que lo había perdido, todo ese tiempo lo esperaron en los casilleros, pero al ver que no aparecía decidieron regresar al salón.
—¡Lárgate de aquí, Fong! —Liberó su voz cargada de frustración y odio.
[...]
Esa noche no había podido descansar, ahora caminaba rumbo al instituto con unas horribles ojeras y los cascos de los audífonos sobre su cabeza, escuchaba música melancólica a alto volumen cuando la cara de Win Metawin se interpuso en su campo visual.
—Hola, buenos días —lo saludó con una estúpida sonrisa y aquello fue suficiente para que le hirviera la sangre, distinguiendo que su expresión se ensombrecía hizo desaparecer el gesto de la comisura de sus labios—. ¿Puedo acompañarte?
Bright bajó los cascos a su cuello.
—¿Qué mierda quieres? —gruñó sin disimular su enojo.
—¿Siempre despiertas de mal humor? —cuestionó desviándose de su objetivo.
—Oh, no —respondió con sarcasmo—, solo cuando un omega bastardo casi provoca que me convierta en un jodido violador.
Win se puso más pálido de lo normal por la mención de aquel incidente.
—Olvida lo que ocurrió, de hecho, vengo aquí a pedirte que no le cuentes a nadie que soy un omega.
Al terminar de hablar se ganó una mirada de desprecio por parte de Bright.
—¿Cómo puedes ser tan descuidado? Eres un maldito omega y yo un jodido alfa, debiste pedir un cambio a otra clase en cuanto te enteraste que estaríamos juntos —infirió sin entender lo que tenía en la cabeza el presidente.
Para él, era obvio que no podían estar cerca, era peligroso y una completa locura.
—Yo no busqué que esto pasara, siempre he sido muy cuidadoso con mi período de celo y...
—Tan cuidadoso que tuviste un celo justo enfrente de un alfa —le interrumpió enarcando una ceja.
El omega suspiró, rindiéndose, sabía no ganaría esa batalla.
—Solo... ¿Puedes prometerme que no le dirás a nadie? —suplicó desviando la mirada, también había sido traumático para él.
—¿Por qué debería hacerlo? —respondió cruzándose de brazos.
Él quería que la verdad saliera a la luz y lo transfirieran a otra escuela.
—¿Me estás jodiendo? —rebatió perdiendo la paciencia, muy pocas personas conseguían que lo hiciera—. Ser omega es lo suficientemente malo como para que ahora todos se enteren que soy uno. Si el resto de nuestros compañeros se dan cuenta mi vida escolar será una mierda.
—Tus amigos lo saben y no parece que les moleste —concluyó y estaba por volver a colocarse los audífonos cuando Win tiró del cable provocando que se desconectaran de su celular.
Bright gruñó, amenazante, y de dos zancadas quedó a centímetros del rostro del presidente. Win no se dejó intimidar y le miró fijamente.
—Les molestará cuando todos empiecen a hablar mierda de ellos por ser amigos de un omega —susurró. No necesitaba alzar la voz para que Vachirawit le escuchara. Lo tenía tan cerca que podía sentir su respiración errática.
—Está bien —cedió con amargura—, pero mantén tus asquerosas feromonas de omega lejos de mí —escupió cada palabra con desdén y siguió de largo, golpeando en el proceso su hombro.
—¿Te sientes mal? —Man le contempló preocupado.
Era la primera vez que le veía tan ensimismado al punto de ignorar hasta a sus amigos.
—¿Pasa algo con Metawin? —cuestionó Pam, con aquello se ganó por completo su atención.
—¿Por qué lo dices? —habló inclinándose sobre la beta mientras, sin ser consciente, resoplaba por la nariz.
Pam se reclinó en la silla, asustada por su reacción.
—Es solo que has estado mirándolo todo lo que llevamos de la mañana...
El alfa gruñó y sin importarle lo que pensaran de él, tomó sus cosas y se alejó de sus amigos. En un contenedor de basura tiró el desayuno que no llegó a tocar y dejó encima la bandeja. Salió de la cafetería con la mirada puesta de la mayoría de los presentes.
Su cabeza era un lío, todo él estaba alterado. Desde que el celo de Win despertó a su propio celo, había dejado de ser él mismo. Antes su vida era perfecta, tenía todo bajo control y ahora, todo se había ido a la mierda.
Era cierto que sus ojos no habían perdido ni un solo movimiento del omega. Y todo ese tiempo se preguntó, ¿cómo no se había dado cuenta antes? Metawin parecía irradiar mil colores, a pesar de su físico y estatura, era lindo a un nivel que ningún otro chico de secundaría podía serlo, porque a los dieciocho todos eran masas amorfas muy poco deseables.
Y le jodía ser tan consciente del presidente, realmente le fastidiaba que al apretar los párpados lo podía visualizar semidesnudo y excitado.
Hasta ese día no tenía nada contra los omegas, pero ahora los detestaba. Por culpa de uno se había perdido, y su lobo se había apoderado de su cuerpo y mente.
Estaban en la última clase del día cuando el profesor de inglés tuvo la brillante idea de dejar un proyecto en parejas.
Debió suponerlo, su suerte había decidido abandonarlo, era obvio que le tocaría con el presidente, y aun así cuando el docente pronunció sus nombres y les asignó un tema su expresión se desfiguró.
¿Qué mierda dijo?
Win enseguida alzó la mano pidiendo permiso para hablar, el profesor se recargó en el escritorio y mirándolo con cansancio accedió.
—¿Puedo cambiar de compañero? —imploró con su mejor cara de cachorrito.
—Lo siento, no los asigné al azar, Bright tuvo una de las notas más bajas el curso anterior por faltas —respondió y sin darle tiempo de rebatir su argumento despidió a sus alumnos.
Win no necesitó girar para saber que el alfa lo estaba asesinando con la mirada.
Tenían una semana para hacer un ensayo y una presentación, por lo que ese mismo día ambos se dirigieron a la biblioteca para trabajar en su proyecto.
Así se coordinaron hasta que terminó el viernes y la biblioteca no estaría disponible el fin de semana para ellos. Fue entonces que Bright tuvo que ceder y acordar que acabarían en su casa.
Win no tuvo más opción que aceptar, la carga de tareas era tan pesada que si él decidía encargarse de ese proyecto para no tener que lidiar con el alfa, no sería capaz de llegar al lunes.
Gracias a que Bright no deseaba involucrarse demás con Metawin, todo el tiempo que pasaban juntos era productivo, pero no dejaba de ser incómodo.
El sábado por la noche, cuando decidieron parar, Win estaba por irse hasta que la mamá del alfa insistió en que se quedara a dormir. Ninguno de los dos tuvo el valor de despreciar su amable invitación.
Bright no tenía un colchón inflable, así que tomó un par de sábanas y una almohada para dormir en el suelo. Estaba acomodándose cuando Win se asomó desde la cama.
—Podemos cambiar, no me molesta dormir en el suelo —ofreció para dejar de sentirse una molestia.
—Solo cállate y duérmete, estúpido omega —respondió dándole la espalda y dispuesto a dormir.
Por un minuto reinó el silencio, hasta que escuchó al presidente bajar y colocarse detrás de él.
—¿Entiendes que no es mi culpa esto? —pronunció entre dientes, harto de soportar su actitud despectiva—. Nunca te pedí ser mi amigo como para que todo el tiempo me rehúyas como si fuera una peste. Y deja de llamarme omega, tengo un jodido nombre.
Bright no quería discutir, por lo que lo ignoró lo mejor que pudo, aunque solo consiguió provocarlo más.
—Tampoco me gusta ser omega... —Confesó cansado de su apatía—. Deja que siga siendo un alfa ante los ojos de nuestros compañeros. Ya tengo suficiente con soportar ir cada fin de mes a consultas para que mis padres me puedan cambiar a beta... Si no fueras un idiota conmigo, y me trataras como antes, en verdad te lo agradecería...
No quería su lástima, ni su amistad, pero tampoco quería su odio. Con el que sentía por sí mismo bastaba.
Vachirawit intentó que sus palabras no le afectaran. Era claro que no podía comprenderlo. Desde que se enteró que era un alfa todos lo felicitaron y lo trataron como si hubiese descubierto la cura de una enfermedad mortal. Poco o nada sabía de los omegas, solo que eran capaces de engendrar independiente de su género. Sin embargo, no creía que fuese tan malo ser uno.
Esa noche tuvo una idea, una que seguro ayudaría a ambos.
[...]
El lunes por la mañana, cuando sus padres le dejaron en la entrada del instituto, notó que le miraban más de normal.
Win por inercia se llevó las manos al rostro para comprobar que no tenía nada raro, mas a mitad de camino, alcanzando a escuchar un par de susurros, el motivo fue claro.
Sabían que era un omega.
Al ingresar al salón donde tendría la primera clase, todos guardaron silencio. Su lugar, que estaba en medio del de sus amigos, había desaparecido. Lo encontró en la una de las esquinas. Al pasar al lado de Fong, Ohm y Phuak les miró para intentar hablar, pero ellos le rehuyeron.
Con la cabeza en alto tomó asiento e ignoró los murmullos indiscretos y despectivos.
Lo siguiente que ocurrió hizo que el propio Bright se sorprendiera por lo rápido que resultó. Dos días bastaron para que los padres planearan una reunión para pedir que transfirieran a Win, ya que consideraban que podía poner en peligro a los pocos alfas del instituto, profesores incluidos.
Sin embargo, la familia del presidente tenía el poder suficiente para mantener a todos a raya, por lo que la idea de sacar al omega quedó descartada y no tuvieron más remedio que lidiar con él.
Su trato cambió drásticamente, se le impidió participar en gimnasia y en la cafetería almorzaba solo, los profesores ya no querían su ayuda y pronto fue desplazado de su puesto como presidente.
En todo momento Win no demostró tristeza ni cobardía. Tal como el primer día, intentaba ignorarlos y no tomar en cuenta sus comentarios.
Al menos así fue hasta que dos semanas después, Luke, un alfa popular, a mitad del almuerzo, sin una pizca de vergüenza, se sentó junto a Metawin.
—Sé que te gusto, he notado cómo me miras y cómo te comportas cuando estoy cerca... Y honestamente, me gustaría intentarlo, podemos hacerlo ahora si estás de acuerdo... —El chico se mordió los labios mientras lo observaba con deseo.
Win creía que era una broma, incluso no pudo evitar reír.
Al ver su reacción, el alfa cambió su semblante a uno severo.
—Eres solo un omega, deberías estar agradecido de que te dirija la palabra. Los de tu clase solo sirven para seducir y ser follados, sé que es lo que quieres.
No le enojó lo que dijo, había escuchado exactamente lo mismo por dos largas semanas, lo que le hizo perder el control es que se burlara insinuando que buscaba seducirlo, cuando intentaba por todos los medios pasar desapercibido.
Metawin no dejaría que un alfa le humillara, así que elevando su bandeja, dejó caer el contenido en la cabeza de Luke.
Los fideos y los restos de sopa escurrieron por los cabellos castaños. Y para empeorar la situación. Win le sonrió engreído.
Había actuado como un alfa desde que se enteró que no lo era, sus padres le criaron como uno. Poco sabía de su propia naturaleza, como para que ahora todos se sintieran con el derecho de suponer lo que representaba. Estaba cansado, de que le dieran la espalda, de que le hicieran sentir que no valía nada, y de que lo subestimaran. Todos eran unos hipócritas, cuando creyeron que era un alfa nadie se metió con él.
¿Por qué ahora debía ser diferente?
Luke enfadado lo atrajo por la corbata, mas el puño de Win ya estaba tomando impulso y aquel movimiento solo incrementó la fuerza de su impacto. La mandíbula del alfa crujió y por un instante su expresión se tiñó de incredulidad. Se suponía que los omegas eran frágiles, indefensos y sumisos.
—Te mataré —escupió poniéndose de pie para hacer lo prometido.
Win no se acobardó, a pesar de que el adverso le ganaba en altura y peso. No le tenía miedo, en realidad, no le importaba si perdía esa batalla. Ya le daba igual si terminaba en el suelo rodeado de un charco de sangre, no sería peor que ser tratado como basura por todo el mundo.
Antes de que el alfa saltara sobre él, Ohm, Fong y Phuak se interpusieron para que no lo lastimara. Sin más opción Luke retrocedió, no sin antes dirigirle una mirada de advertencia.
A partir del incidente en la cafetería, los tres amigos de Win regresaron a su lado, y la forma en que los estudiantes veían al omega mejoró un poco.
Los tres le juraron que ninguno de ellos reveló que era un omega, entonces Metawin sumó dos más dos y lo supo. Bright había sido el culpable, incluso aunque le suplicó que guardara su secreto. Nunca le importó arruinarlo.
El omega tenía un secreto más. Él habría podido cambiar de clase desde el inicio, los directivos del instituto sabían la verdad, pero decidió quedarse, porque deseaba aprender de Bright, que no era un engreído como el resto de alfas, que parecía cómodo consigo mismo. Mas ahora, toda esa admiración había desaparecido siendo reemplazada por rencor. Necesitaba vengarse. Necesitaba lastimarlo como él lo hizo.
No podría seguir tranquilo si Vachirawit no pagaba por ser un imbécil.
Por ello cuando el profesor de inglés los volvió a reunir para que trabajaran en conjunto, Win armó un plan.
Recientemente el alfa le había pedido salir a Pam, los había descubierto tomados de la mano. Le había visto sonreír como si todo estuviera bien en el mundo, y eso solo provocaba que se sintiera más podrido.
El día que se reunieron, lo hicieron de nuevo en la casa de Bright. Solo que Win insistió en llevar su cámara para grabar el vídeo solicitado por el profesor, alegando que la suya era de mejor calidad.
Previamente pasaron un par de horas en la biblioteca, y ahora se encontraban por iniciar la grabación. Debían hacer una breve reseña, pero con un inglés fluido, todo antes de las diez de la noche.
Seguían con el uniforme, lucían un tanto cansados, pero no se detuvieron hasta que terminaron.
Win podía sentir la incomodidad del alfa, que no se había metido con él y lo trataba con indiferencia, su jodida actitud lo alentó aún más para no echarse para atrás con su plan.
No tuvieron que editar demasiado el vídeo, solo agregaron una pequeña leyenda al inicio y al final, lo subieron a Internet y le enviaron el enlace al profesor.
Habían terminado cuando el omega en lugar de irse se sentó en el borde de la cama del anfitrión.
—¿Qué haces? ¿No piensas irte? —le dijo después de observarlo por un par de minutos.
Sonriendo negó.
—Pam es linda —soltó con naturalidad, como si tuvieran el nivel de confianza necesaria para hablar de su novia—. ¿Sabe que eres una pequeña basura de alfa?
Bright no iba caer en su juego, no era el tipo de persona que se enfadaba con facilidad.
—Ya es tarde, si no te apresuras mi madre volverá a pedirte que te quedes —le advirtió poniéndose de pie para salir.
Aunque era su habitación, no planeaba quedarse con Win si ya no tenían más por hacer juntos.
No logró avanzar más de dos pasos, el omega tiró de su muñeca logrando que girara lo suficiente para quedar de frente.
Gracias a que su altura era similar, consiguió que le mirara fijamente.
Win estiró la comisura de sus labios antes de recortar la distancia y atrapar el labio inferior adverso, en respuesta sintió las manos de Bright descansar sobre su pecho para empujarle, mas él envolvió sus brazos alrededor del cuello del alfa y le besó de verdad. El castaño retrocedió y Win lo siguió hasta quedar más pegados que antes.
Los labios de Bright se unieron formando una fina línea que impedía que la lengua de Win se colara dentro de su boca, pero el omega no se rindió y siguió hasta que consiguió que sus acciones fuesen correspondidas. Sonrió satisfecho en medio de aquel beso que se transformaba en uno más obsceno y escandaloso. En sus puños aferró los cabellos del alfa antes de caer en su propio juego.
El calor se expandió por su cuerpo como si estuviese compuesto de pólvora que a la menor chispa de fuego hizo combustión. Win gimió en la boca adversa cuando fue levantado del suelo, sus piernas se envolvieron en la cadera del alfa, y el plan se le escurrió de las manos.
Vachirawit lo llevó a su cama, cayendo encima de él, besó su cuello y con su lengua trazó un camino de su manzana de Adán hasta su mejilla.
—Tu olor me vuelve loco —se quejó restregando su nariz en sus cabellos y bajando lentamente hasta su cuello.
La poca cordura que poseía se evaporó cuando simuló embestidas por encima de la ropa. Win jadeó y le ayudó, sintiendo su miembro duro en su trasero.
Necesitaba unirse a ese estúpido alfa o comenzaría a llorar de impotencia. Cerró los ojos mientras sentía como las grandes manos adversas le despojaban del uniforme.
Continuará...
N/A: Esta historia me acosó feo, al punto que no me dejó dormir hasta que comencé a escribirla.
Soy la primera en preguntarme frente al espejo al estilo del meme: ¿Por qué eres así?
¡Mil gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro