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Nán Hái [Parte única]


El ruido que provoca una hoja de papel al rasgarla nunca significó nada para Win, al menos, no hasta el día en que decidió escribir una carta donde confesaba sus sentimientos, y la persona a la que iban dirigidas todas aquellas intensas palabras, hizo pedazos su declaración, tirando a la basura al mismo tiempo su corazón. Sumado a una risa burlona.

Enterarse de su reacción le hizo sentir estúpido, por guardar la esperanza de enamorarlo, y sobre todo, por arriesgarse cuando ya sabía qué tipo de chico era.

La camisa blanca con los dos primeros botones desabrochados, el flequillo más largo de lo permitido, el pantalón del uniforme ajustado a sus piernas largas, los converse sucios y un tanto descoloridos que le otorgaban un aspecto rebelde, las clavículas marcadas, los pómulos altos, los labios finos y acorazados, los dedos largos y huesudos; de vez en cuando, la guitarra que colgaba de su hombro despreocupadamente, los pantaloncillos cortos que usaba en las prácticas de fútbol y que exhibían la parte pálida de sus muslos. Castaño y de rasgos mestizos, todo en conjunto, describía a Bright Vachirawit Chivaaree. Al menos, lo que se podía apreciar a simple vista. Si se prestaba un poco más de atención, descubrirían que tenía un grupo de amigos con los que era inseparable, que no le importaba lo que el resto del colegio pensara de él, que no era el más amable y comprensivo, ni paciente, y que poseía un carácter fuerte, dominante. Sabía que era atractivo y lo usaba a su favor. Si se metían con él respondía, si algo no le gustaba no tenía reparo en admitirlo. No menos importante, heterosexual.

Win llevaba dos grados enamorado de él, desde que ingresó a secundaria superior lo admiraba en secreto. La atracción fue instantánea. El día en que sus miradas se cruzaron accidentalmente, en algún pasillo mientras Win buscaba los baños sin éxito, se definió el resto de su vida escolar, ya que transcurrió entre largos suspiros, entre sueños donde lo invitaba a salir y tenían la mejor cita del mundo. No se sentía avergonzado de enamorarse de otro chico, lo que le preocupaba era que lo rechazara. Al ser un año menor, no tenía la fortuna de ser su compañero, entonces se conformaba con contemplarlo en el receso, con el pretexto de acompañar a sus amigos a almorzar cerca del campo de la institución, muy cerca de todos aquellos que aprovechaban para jugar.

Fue al iniciar tercer grado que la suerte le sonrió. Sus salones quedaron cerca.

Quizá aquello ocasionó que se volviera codicioso, que no le bastara verle a través de la ventana, ni escuchar su voz cuando pasaba junto a él. Tal vez fue la presión de saber que era el último año de Bright en la secundaria, que seguro se iría de la ciudad a estudiar en una buena universidad de Bangkok, que el tiempo se le estaba agotando con cada día transcurrido. Que ya no lo vería más. Quizá todo en conjunto le dio el empujón final para contarle a su mejor amigo del crush que tenía por Bright y pedirle de favor que fuera él quien le llevara la carta.

Debía confesar que no fue honesto del todo, que se inventó una historia de que era una chica muy tímida —tenía terror que descubriera su género—, pero que le veía todos los días en la escuela, que por ello Khaotung le dio esa carta en su lugar. El resto, lo mucho que le gustaba y lo admiraba, fue sincero.

Le dolió enterarse que incluso siendo alguien que realmente no era para agradarle, una mujer, ni siquiera así consiguió capturar su interés. Entendía que lo más razonable era desistir, rendirse y enfocarse en cualquier otra cosa, que la energía que gastaba en contemplar a Bright, la debería emplear en algo más, pero ni así logró olvidarlo, ni ignorarlo cada que lo veía.

—Bright me preguntó si tenía otra carta para él —le dijo Khaotung mientras regresaban juntos a casa.

—¿Otra carta? —cuestionó confundido a la par que tiraba de las correas de su mochila en un acto reflejo por concentrarse.

—Sí, tonto, que le escribas una nueva —explicó su amigo con una sonrisa, pero sin omitir rodar los ojos después.

El de menor estatura quería un montón a Win, desde que iban en primaria se habían vuelto inseparables, pero no podía apoyarlo al cien por ciento en aquello. Khaotung siempre le decía que fuera él mismo, que la persona que lo amara, lo haría sin importar su género o apariencia, su personalidad o sus gustos. Y Bright era exigente, un tanto inmaduro, rudo y posesivo. Si se enteraba que su amigo estaba detrás de las cartas, seguro haría algo cruel.

Tras pensarlo unos segundos la esperanza que había sido pisoteada por el mismo Vachirawit, volvió a brotar con suavidad. Sus mejillas adquirieron un tono rojizo y le pareció que estaba experimentando un sueño muy loco.

—¿Estará bien que lo haga? —preguntó nervioso.

No podía volver a arriesgarse a que se burlara de sus sentimientos, tal vez Bright planeaba algo humillante.

—¿Te digo un secreto y prometes no entusiasmarte demás? —le observó con una ceja en alto, como calculando la reacción del más alto, y al verle asentir con timidez, liberó el aire con cierta pesadez—. Cuando rompió la carta me pareció que lo hizo sin ningún remordimiento, que era un completo idiota, pero después recordé que todos sus amigos estaban mirando, entonces quizá lo hizo para que su reputación de chico malo no fuera afectada, pero hoy, cuando se acercó a mí, lucía raro y torpe...

Win no pudo evitar que su corazón se hinchara en su pecho de felicidad, pero lo ocultó de Khaotung.

Esa noche en la tranquilidad de su habitación, con las luces atenuadas y música romántica de fondo, llenó una hoja blanca con la tinta de su pluma, narrando su día con simpleza, y esta vez, tomó el riesgo de hacerle un par de preguntas —tal vez no recibiría ninguna respuesta, pero se conformaba con que le leyera—, se despidió con la misma firma, la de una chica inexistente.

Para su sorpresa, dos días después de que Khaotung le hiciera el favor de llevar su segunda carta, llegó con una para él. La emoción que sintió por recibir una carta del chico que adoraba y que por más de un año había sido alguien inalcanzable, no se comparaba a ninguna otra experimentada.

Con el pulso acelerado y las manos temblorosas, abrió la que sería la primera carta de las docenas que recibiría de Bright. Estuvieron así durante dos meses, en los que más que tocar el tema de la atracción que le profesaba, se dedicaron a escribir de cosas rutinarias, a conocerse, a exponer sus gustos y aficiones, por lo que su relación se tornó como la que tendrían dos amigos cercanos. Win no quería ser ingenuo, pero podría jurar que todo lo que le contaba Vachirawit, era una parte que muy pocos veían del chico. Seguía actuando igual, indiferente a su entorno, rodeado de aquella aura de rebeldía y misterio, pero también era aquel que por medio de palabras, se iba abriendo más, revelando secretos que, tal vez gracias a que no le veía directamente —dando la impresión de que no lo juzgaría—  le resultaba sencillo y natural liberarlo. Y Win también se había expuesto ante él, a excepción de que no era una chica.  

Todo iba perfecto hasta aquel día que le pidió que se encontraran en un punto cerca de la biblioteca, en el resguardo de un roble que ofrecía una sombra agradable.

—¿Irás? —interrogó su mejor amigo y cómplice.

Win negó con la cabeza, entendía que Bright estaba cansado de hablar con alguien que siempre se mantenía en el anonimato y que a la vez, tenía la ventaja de conocerlo. Era injusto que Win sí pudiera verle todo lo que deseara, cuando Vachirawit no.

—Dijo que si no voy, ya no aceptará mis cartas —admitió con tristeza.

—¿A qué hora te citó? —Era lamentable que todo terminara así, pero en el fondo creía que era lo mejor.

—A las dos y media, me esperará media hora... —No creía que cumpliera lo último, Bright no era el tipo de chico que esperaba por alguien.

Khaotung pasó un brazo por su hombro para reconfortarlo.

—No sé si quieras... Pero vamos a verle de lejos... Tal vez ha estado planeando una broma pesada y te espera con todos sus amigos —intentó hacerle reír, mas solo consiguió que su expresión decayera.

—Realmente quiere ver a la chica detrás de las cartas, además, todo lo que me ha dicho es verdad —rebatió indignado de que el  más bajo insinuara aquello.

Encogiéndose de hombros lo soltó.

—¿Entonces no iremos?

Al terminar la última clase del día, corrió a donde sabía Bright lo esperaba. Con Khaotung pisando sus talones, se escondió detrás del edificio más cercano a la biblioteca. Desde ahí se mantuvo agachado observando el roble hasta que Vachirawit apareció. Solo.

Le vio recargarse en el tronco, alzar la vista a las ramas que se agitaban por el viento, y sonreír. El sol se ocultó tras las nubes, varios estudiantes cruzaron por ahí ajenos a la situación. Cada que una chica pasaba al lado de Bright, notó que se erguía y se sacudía la camisa del uniforme. Los minutos transcurrieron y le vio patear un par de piedras, sentarse de cuclillas, sacar su celular y comprobar la hora.

Win se mordió el labio inferior, ansioso, deseando que se levantara y se marchara, que dejara de esperar por una chica que jamás aparecería. Se sintió culpable al verle alzar la cabeza cada que escuchaba algún sonido, mirar a su alrededor como buscándola, arrastrar su vista al suelo y suspirar.

Se regañó por no tener el suficiente valor para ir hasta Bright y confesarle que la persona que todos los días le escribía, era él. Win, un chico de dieciséis años demasiado soñador e ingenuo.

—Ya fue suficiente, vámonos de aquí —interrumpió sus pensamientos.

—Puedes irte, Khaotung, yo me quedaré hasta que Bright se vaya. —Era lo menos que podía hacer, aunque también se estuviera torturando.

Aunque cada segundo sintiera la ruptura inevitable. Y su amor platónico, más inaccesible que antes.

Escuchó a su amigo bufar, pero permaneció a su lado.

Bright se incorporó, desde esa distancia no era capaz de apreciar su expresión, sin embargo por la postura de sus hombros, estaba seguro que lucía decepcionado, defraudado. Con una mueca en sus labios le vio revisar la hora por última vez, pasaban de las tres de la tarde. Comenzó a caminar y Win pegó su espalda a la pared, cayó al suelo y después de unos tortuosos segundos pasó por su lado. Distinguió su espalda, y se mantuvo observándolo con un nudo en la garganta.

—Estaba seguro que solo esperaría cinco minutos —comentó Khaotung como disculpándose por lo antes dicho.

—Bright no es solo un chico atractivo, es mucho más... —pronunció ausente. Pensando que el Vachirawit que antes tuvo la oportunidad de conocer, de entrar por instantes a su universo, ahora las puertas se cerraban en su cara y no tenía más opción que alejarse.

Se sintió mal por lo que le hizo pasar, porque sabía que lo suyo jamás podría darse.

Recién entró a secundaria superior, corrió el rumor de que era bisexual, muchos chicos le miraban como si fuese un bicho raro, entre ellos, Bright. Entonces sabía que por mucho que lo intentara, que se esforzara, no podría cambiar el hecho de que al mayor le gustasen las mujeres, y que alguien como él, no podía estar en su radar de interés. Aunque tuviesen muchas cosas en común, y por medio de las cartas, comprobase que eran compatibles, que podían llevarse excelente, que existía admiración por las dos partes, que había confianza.

—Olvídate de él, ya llegará la persona indicada... Aún somos jóvenes —aconsejó estirando una mano en su dirección para ayudarlo a ponerse de pie—. Vamos por un helado, yo invito —dijo intentando animarlo.

No le gustaba ni un poco su expresión deprimida.

—Si un día... Alguien te envía cartas y descubres que no era quien decía, ¿lo aceptarías? —cuestionó mirándole con aire esperanzador.

Khaotung enarcó una ceja.

—Tal vez —respondió tirando de él para sacarlo de la escuela.

Más tarde, Win se paró debajo del roble y tocó el lugar donde le vio recargarse. Con la yema de sus dedos descendió por la corteza hasta que su brazo regresó a su costado. Deseó un día reunir el valor necesario para pararse frente a Bright.

A pesar de que fueron solo dos meses de intercambiar cartas, Win sentía que había perdido la mitad de su alegría cuando tuvo que parar. El llegar a casa después de un estresante día de escuela —con un montón de deberes, nada emocionado de que al día siguiente tendría materias aburridas y clases extenuantes— acomodarse en su escritorio para escribir una respuesta a Bright, lo llenaba por completo. Saber que el chico que adoraba le prestaba atención, era una sensación inigualable. Ahora cada que regresaba del colegio, se tumbaba en la cama unos minutos, con el corazón hecho un ovillo, y el pensamiento de que no volvería a tener ninguna clase de conexión con él, le desanimaba tanto que prefería cambiar de instituto y así olvidarlo.

Para el octavo día en que se había resignado, Khaotung aprovechando que el profesor estaba distraído con otros alumnos, giró en su pupitre para interrumpir uno de los suspiros melancólicos del más alto.

—Bright me preguntó en la mañana si tenía una carta para él —soltó con recelo, como exponiendo un debate interno entre si debía decirle o no. Evidentemente, ganó lo primero.

—Pero él dejó claro que si no iba... —empezó a excusarse cuando su amigo le cubrió la boca con su palma.

—Ya lo sé, al menos eso fue lo que me contaste. Al parecer prefirió tragarse su orgullo —pronunció igual de confundido. Comenzaba a creer que tenía una esperanza.

Por la mente de Win cruzó la idea de preguntarle de nuevo a Khaotung si era correcto escribirle, sin embargo permaneció con los labios sellados. Sabía que no era bueno prolongar el engaño hasta convertirlo en una enorme red de mentiras en las que seguro algún día se vería atrapado, pero por otro lado la chispa que se encendió en su interior al escuchar que Vachirawit quería seguir en contacto, le hizo más feliz de lo que fue en toda esa semana.

Ignorando las dudas y alarmas que le arrojaban su lado racional, ni siquiera esperó a llegar a casa, arrancó una hoja de su libreta y se puso a garabatear un intento de carta; en ella se disculpó por no ir a su encuentro, y le advirtió que no podía hacerlo en el futuro, que si se iba a enamorar no sería de una cara o un cuerpo bonito, sería de su forma de ser, sus principios e ideas. Con trazos presurosos le confesó lo mucho que lo extrañó y lo mal que se sintió esos días sin poder hablar con él.

A partir de ese momento las cartas fueron más frecuentes, antes solían ser dos o tres por semana, ahora casi todos los días se escribían. Bright lo sorprendió a mediados de su tercer mes entregando sobres de colores, sobres en forma de corazón, algunos con un extra de estampados de corazones, otras veces, perfumadas de un aroma fresco y varonil que en el instante en que lo olió por primera vez, se volvió su favorito. Win no pudo frenar la risa cuando recibió el primer sobre. Vachirawit, el tipo duro e inabordable, era capaz de tomar de su tiempo —y paciencia— para doblar una hoja y darle forma de corazón. Nunca imaginó que podía ser así de romántico. Le encantaba.

No todas las veces hablaban directamente, algunas cartas contenían letras de canciones, que Bright le dedicaba a Win y viceversa, frases sueltas de autores desconocidos, al igual que su identidad. Seguía sin revelar su edad, su grado o grupo, tan solo esforzándose por transmitir todos los sentimientos que le provocaba, intentando enamorarlo tal como  estaba de él.

«Hola, buenos días, hermosa.

Te mando un abrazo muy grande y un beso del mismo tamaño.

Me hace feliz que te hayan encantado las cartas que te escribí ayer, sabes que con mucho cariño te las envío.

Cada instante que pasa me estás gustando más, y me alegra que te esté encantando que tú me gustes, además, ahora sé que te estoy sonrojando en este momento, me entusiasma cuando lo consigo, porque mi instinto me dicta que te diga palabras bonitas, tan bonitas como tú lo eres, de verdad no hay nadie como tú. Doy un gran suspiro y es por ti, solo tú haces que sienta estas cosas, y me agrada realmente, ya que me estás cautivando. Te quiero conocer, saber más de ti, descubrir a la verdadera tú, para que en un futuro si llegamos a ser algo más (espero que sea muy pronto), entender que te hace feliz, o lo que no soportas de verdad.

Bueno, ahora es muy cortita la carta, pero espero que te haga sonreír tanto como las que me envías lo logran en mí.

Hasta la próxima carta, te quiere demasiado, Bright.»

Parecía que lo suyo progresaba, hasta el día que Khaotung regresó con las manos vacías.

—Bright olvidó darte... Ya sabes... ¿Mi carta? —cuestionó con sutileza, fingiendo que no estaba al borde del colapso.

No pudo frenar los pensamientos negativos, tal vez hizo algo mal, o escribió algo que le molestó, quizá por fin lo había descubierto y estaba asqueado de él.

Con expresión neutral negó con la cabeza.

—Cuando le entregué la carta me dio algo para ti, pero no es lo que piensas —contestó mientras se sentaba a su lado.

Tenían clase en el laboratorio.

 —¡¿Qué es?! —Ni siquiera se percató de que alzó la voz.

—Ven a mi casa en la tarde, entonces te lo daré —concluyó sacando de su mochila el material que ocuparían.

Win no protestó, entendió que lo mejor era evitar llamar la atención de sus compañeros. Aunque por dentro moría por saber qué era aquello que Bright le había mandado.

Esa tarde se montó en su bicicleta y sin distraerse pedaleó hasta el hogar de Khaotung, tenían pendiente una tarea, por lo que su visita tendría doble beneficio.

Una vez en la habitación de su amigo, después de saludar a su madre y que esta insistiera en llevarles aperitivos, le pidió que dejara el misterio y fuera al grano.

—No sé qué contiene, pero... Suerte —dijo tras entregarle un pedazo de papel doblado a la mitad.

Tenía el tamaño justo para que cupieran dos o tres palabras.

Con las manos temblorosas lo tomó, cerró los ojos e intentó tranquilizarse, sin embargo miles de escenarios negativos se dibujaron en su mente.

—¿Quieres leerlo en tu casa? —propuso Khaotung al ver lo mucho que le costaba.

—No —replicó al instante—, prefiero que estés conmigo si es algo malo.

Con sus pulgares tomando los bordes lo abrió de un fuerte impulso.

Su boca dibujó una "O" enorme.

—¿Estás bien? —Preocupado lo tomó del hombro.

Estuvo a punto de arrebatarle el papel hasta que sus miradas se encontraron.

El grito de Win causó que protegiera sus oídos.

—¡¿Qué mierda?! —Se quejó entre asustado y expectante.

—¡Es su número! ¡Bright me dio su Line! —Saltó del suelo emocionado, dio un par de brinquitos y abrazó el trozo de papel como si fuese el billete ganador de un sorteo de lotería.

Khaotung lo observó impresionado, y cuando fue consciente, ya estaba saltando al lado de Win, que lo sostenía por los brazos incitándolo a participar en su felicidad.

No podía creer que Vachirawit se atreviera a darle su Line a "una desconocida". Win había conseguido atraerle lo suficiente para que lo hiciera.

—¿Qué harás? —interrogó una vez que se tranquilizaron y regresaron a la alfombra.

—No tengo idea, pero algo se me ocurrirá —expulsó sin aliento, tanto por la actividad antes realizada, como por la emoción.

Lo que ocurrió después fue una mentira muy elaborada. Win tomó el riesgo de involucrarse, le mandó un mensaje desde su Line explicando que "Win Metawin" era su mejor amigo, y que le haría el favor de prestarle su celular cada que desearan hablar porque el suyo se había dañado, y ya que su padre se lo había traído del extranjero, conseguir las piezas nuevas le tomaría unos meses.

Nunca pensó en las desventajas de aquello. Fue hermoso la primera vez que le mandó una foto, del amanecer, de su gatita Ame, de lo que tenía a un lado, de él; o cuando le mandó un audio de voz, su corazón inflado pareció encontrar la manera de escapar de su cuerpo e irse flotando hasta el cielo. Al menos, hasta que le cuestionó el por qué no hacía lo mismo.

Torturó su labio inferior y tardó más de lo acostumbrado en responder. A su lista de mentiras, una nueva nació —seguro más y más aparecerían hasta enterrarlos en una montaña de ellas—. Inventó que tenía padres extremadamente conservadores, y que no quería involucrar a Win si descubrían que gracias a él estuvo mandando fotos y audios a un desconocido, con exactitud, a un chico que le interesaba, porque ellos querían tener total control de su vida, incluyendo la amorosa.

Esperó por su reacción y al comprobar que le creyó casi se desmaya de alivio. No entendía del todo por qué Bright parecía confiar ciegamente en él —«ella»—. Después comenzó a tener la impresión de que se estaba enamorando de verdad, cada que le decía lo diferente y especial que era, que nunca había conocido a una persona así, que insistía en invitarlo a salir, prometiendo que cubriría los gastos, que se aseguraría de cuidarlo. Un día a finales de su cuarto mes, mientras conversaban por Line, le dijo que en su trabajo habían organizado una fiesta, que fuera allí, que sus padres no sospecharían porque habría muchos chicos de su escuela.

[Estarán ahí tus amigos, será incómodo, es mejor que te diviertas con ellos], escribió en un intento por ya no sonar tan evasivo y con pretextos que sacaba de la manga, como tener mucha tarea o que sus padres no lo dejaban salir.

[No importa que estén ellos, si te estoy invitando es porque voy a estar a tu lado y quiero que estés ahí conmigo], respondió en cuestión de segundos, ocasionado que su corazón que ya estaba rendido a sus pies, se fundiera en el suelo.

[¿Les dejarías de hablar por mí?], se atrevió a preguntar, no quería ilusionarse más, pero a quien engañaba, estaba jodido.

[Claro, por eso te lo estoy proponiendo a ti].

Con su respuesta comprobó que Bright estaba absolutamente enamorado, pero de una mentira.

Pensaba que era lo que merecía, el no poder disfrutar plenamente de aquellos detalles sin que su consciencia saltara a recordarle que no era él a quien amaba, que cada vez lo dañaba más, y se dañaba a sí mismo. Que el día que terminara, le costaría el alma olvidarlo, que sería imposible arrancarlo de su pecho.

¿Valía la pena esta falsa ilusión?

¿Valdría la pena cuando después no fuera capaz de superarlo?

«Hola, bonita.

Ayer antes de ir a dormir, salió una canción que no recordaba haber guardado, Nán Hái, es de un artista chino, Liang Bo, busqué la traducción y no sé, las primeras estrofas me recordaron a nosotros, aunque honestamente, todo lo que escucho me recuerda a nosotros últimamente. Ya sé, sueno como un tonto. Igual te escribo la letra para que cuando la escuches, sepas lo que dice:

Ella y él solían tener un amor apresurado

Cuando estaban en la era impetuosa

Pensaban que entendían todo

Así que estaban muy enamorados

Mano en mano sin dejar ir

La persistencia de su corazón ha crecido con el tiempo

No puedo olvidar tu amor

Pero no puedo cambiar nada

No puedo retenerte

No puedo ser como él

Quien puede darte un buen futuro

Ese muchacho ingenuo

Pienso que lo que tenemos ahora es especial, único a comparación de otras relaciones, pero también recuerdo que para tus padres, jamás seré el hombre adecuado para ti, que por eso no puedo verte, que obedezco tus reglas y si quiero seguir hablándote, no tengo más remedio que continuar de esta forma. A veces me pregunto si algún día lograré convencerte para encontrarnos. La última parte, espero jamás se ajuste a nuestra historia... »


Se estaba acostumbrando a que le deseara buenos días sin falta por las mañanas, a que le tratara con una dulzura especial, a que continuara su juego de enviarse cartas, como una forma extra de mantenerse unidos y reforzar lo que sea que tuviesen.

Las palabras que un día le escribió, se estaban volteando en su contra, sí, había conseguido enamorarlo, sin necesidad de que lo pudiese ver, tocar, oler, probar, o escuchar, pero a la vez les limitaba. Era hermoso que lo amara de esa forma, casi irreal cuando, si Bright lo deseaba, podía tener a la chica más hermosa del colegio, en cambio, se quedó con él, que se comunicaba mayormente por palabras, ideas, pensamientos, sueños e ilusiones.

No desistía en intentar convencerlo en que le mandara una foto, o que se vieran, pero también parecía entender, forzarse a comprenderlo, sin presionar ni exigir.

[Encontré la solución], dijo de repente, en medio de una conversación.

[No estoy entendiendo...].

[Esta tarde qué tal si nos vemos en el parque, yo estaré con un amigo, cuando tú estés cerca me mandas un mensaje, le diré a mi amigo que me vende los ojos, para no poder verte, así como tú lo deseas. Podemos hablar como lo hacemos por mensajes, o hablar de una manera distinta que tal vez nos acerque más, no lo sé, quizá podré disfrutar de tu compañía y tú quizá de la mía, no perdemos nada en intentarlo. ¿O sí? Disculpa mi atrevimiento, pero tal vez hasta te podría robar un beso, claro, si es que tú me lo permites. Te estaré esperando, no pierdes nada por intentarlo], pidió causando que se sintiera como el ser más despreciable del planeta.

Ya no tenía duda de lo mucho que Vachirawit lo quería, las canciones que mandaba por cartas ya no tenía reparo en admitir que cada sentimiento era provocado por él, los motes cariñosos surgieron con naturalidad de sus labios, siempre estaba al pendiente de escribirle, aunque tardara en responder —para aparentar que no todo el tiempo estaba con "Win"—, le preguntaba cómo estaba, cómo se sentía, y se interesaba por todo lo que tenía por decir. Le leía atento, como nadie lo había hecho en su vida.

Era frustrante y reconfortante, una tortura, pero también lo más bello de su presente. Le veía en la escuela revisar su celular con frecuencia, incluso cuando estaba con sus amigos, o con alguna que otra compañera que buscaba su atención. Solo estaba al pendiente de sus conversaciones, de las cartas que le seguía mandando, de cualquier cosa que le arrojara, por pequeña que fuera, la recibía emocionado. Solo existían ellos dos.

Y se odiaba.

Y sabía que esa felicidad no era falsa, quizá tóxica y a la larga dañina, pero era mejor de lo que había imaginado.

Y una vez más, lo rechazó.

En ocasiones pensaba en confesarle la verdad, que él estaba detrás de todo, que lo había hecho por amor, que tal como Bright, más que la apariencia, más que lo que veía el resto del mundo, se había enamorado de su forma de ser, de sus pensamientos profundos, de sus palabras directas. Otras veces sabía que si lo hacía lo perdería, que no tenía más remedio que dejarlo ir.

Antes de tomar una decisión, aprovechó que su familia haría un viaje de fin de semana a una provincia cercana, dejó su celular y lo tomó como un descanso mental, ya que estaba agotado psicológicamente. Tenía poco que acababa de cumplir diecisiete años y ya se sentía al límite.

Le avisó a Bright que estaría ausente, y este le dijo que no se fuera, que lo extrañaría, que no lo olvidara, que le trajera un suvenir, provocando que Win se sintiera peor.

Salió un viernes en la tarde y regresó un domingo en la noche. Para cuando llegó y revisó su celular tenía más de ciento cincuenta mensajes de Vachirawit.

Repleto de los saludos habituales, que aunque sabía no los vería, los envió religiosamente. Sumado a un montón de stickers de corazón, y la misma pregunta.

[¿Me olvidaste?].

—¿Cómo podría? —escapó de sus labios mientras iba camino al colegio.

Gracias a la luz artificial de la vía pública, podía leer los mensajes y caminar al mismo tiempo. En ellos podía notar lo mucho que Bright se preocupó por él, ya que le cuestionaba cómo se la pasó y si había sucedido algo que le hizo sentir triste.

—¿Qué dices? —dijo Khaotung—. ¿Y por qué pareces de tan buen humor un lunes por la mañana?

La sonrisa de Win se desvaneció.

—Nada, solo hablaba conmigo mismo.

El miércoles de esa semana, cuando iba caminando vio a Bright en el salón de sociología. En ese momento estaban en receso, todos los chicos estaban fuera almorzando o vagando, en cambio Vachirawit estaba sentado frente al profesor, y por lo poco que alcanzó a percibir, parecía que tenían una conversación fuera del ámbito escolar, se le veía relajado y cómodo con aquel adulto.

No era correcto escuchar conversaciones ajenas, pero se pegó a la pared y agudizó el oído.

—Ella nunca me ha mandado una foto, ni siquiera me deja escuchar su voz, es muy linda y cariñosa, atenta a lo que hago y digo, pero insiste en mantener su identidad oculta. Tampoco podría asegurar si el nombre que me dio es real —bufó exasperado.

Un largo silencio le siguió a la voz de Bright, creyó que estaban susurrando, entonces hizo amago de asomarse, pero en eso el profesor habló:

—¿Has considerado que no es un ella, sino un él? —expuso causando que un sudor frío resbalara por su espalda.

Win entró en pánico, lo había descubierto.

 —Imposible —sentenció.

Pareció que el maestro iba a añadir algo más, sin embargo el rechinido de las patas de la mesa, al ser arrastrada, le hizo comprender que Bright se levantó apresuradamente.

—Es solo que es tímida, y su inseguridad la supera —pronunció antes de salir del salón.

Al toparse a Win que fingió demencia, sonriéndole en el proceso, Bright le dedicó una expresión de fastidio y rodó los ojos.

La mano que estuvo a punto de levantar quedó congelada antes de alcanzar a completar el saludo. Le vio caminar con expresión feroz, como dispuesto a patear al primero que se atravesara. Una vez más Win contempló su espalda, la vocecilla en su cabeza, esa que nunca tenía tacto, le recordó que era todo lo que obtendría. Que era una dulce mentira, y que él mismo fue el que la creó.

Ya no podía seguir así.

Ya había tenido suficiente.

Tomando la dirección opuesta supo lo que tenía que hacer.

De continuar crearía una herida inmensa, infinita, ahora al menos podía visualizar los bordes. Debía despertar de aquella hermosa fantasía, ser realista y aceptar su presente.

La camisa siempre fuera del pantalón, con los mangas dobladas hasta los codos, tenis blancos y con las agujetas sueltas, el más alto de su curso, de piel clara, amante de la comida, bromista, de labios pálidos y gruesos, sociable, pero en ocasiones tímido y un tanto miedoso, inseparable de su mejor amigo, con lentes que se quitaba en el receso, ingenioso y con una enorme imaginación, bisexual. Inseguro, con complejos, amable ante todo, con la más bella y honesta sonrisa, gracioso y divertido, todo en conjunto, describía a Win Metawin Opas-Iamkajorn.

Para ese punto solo tenía claro una cosa. Jamás sería lo que Bright quería.

No podía pedir más, y aunque le dolía, era momento de terminar.

[Estoy por irme de la ciudad, mis padres tomaron la decisión de ir al lado de mi abuela, ya que ha tenido problemas de salud, Win ya no podrá prestarme más su celular, aunque me duele, es momento de decir adiós]. Total, si estaban hasta el cuello de mentiras, qué más daba una última.

Quizá no le creería, sin embargo estaba seguro que Bright estaba tan ciego por su culpa que lo aceptaría.

Después de todo nunca tuvo el valor de decirle la verdad, y jamás lo haría, y aún así Vachirawit seguía allí. Del otro lado de la pantalla, esperando.

[¿Cuánto tiempo? ¿Hasta cuándo tu amigo te prestará su móvil?], replicó tomándole por sorpresa.

¿Cuánto? No estaba seguro, pero ya no importaba.

[Seis horas, Win se quedará conmigo hasta que mis padres terminen de cargar la camioneta], explicó sin entrar en mayor detalles, quería terminar, no tener ahora una relación "falsa" a distancia.

[Se mi novia durante ese tiempo... ¿Quieres ser mi novia?].

Las mejillas del menor se tiñeron de carmín. Por más de un año y medio estuvo soñando con que aquello ocurriera. Era estúpido, absurdo, no tenía caso, pero aceptó con los ojos inundados en lágrimas.

Sí, Win nunca dijo que no era egoísta. Quería eso más que nada, y si se lo ofrecía de esa forma, lo tomaría a pesar de profundizar la herida en ambos.

Bright envió una serie de mensajes donde lo trató con tanto cuidado y ternura. Llenándolo de palabras dulces que jamás olvidaría. Por su parte, no se contuvo y le dijo todo lo que jamás se atrevería a decir de frente.

Hubo instantes en que olvidó que era el final, que rió, que dedicó un par de canciones más. No sabía que en el futuro, cada vez que las escuchara no podría ignorar la sensación de melancolía.

Si algún día Vachirawit se llegaba a enterar de que era un chico con quien estaba teniendo aquella conversación, ya no estaba seguro de cómo reaccionaría. Si lo odiaría e intentaría olvidarlo, suprimir el recuerdo de su memoria.

Prefirió no pensar en ello y disfrutar, que aunque de esa forma, había conseguido salir con el chico que admiraba, que adoraba.

El lunes por la mañana Khaotung le entregó una última carta a Bright, en ella Win le confesó todo lo que le hizo sentir, y que si se iba, también era porque por su apariencia jamás lo aceptaría, aunque no le mencionó que era un chico. Además, todas las cartas que Bright le escribió, se las devolvió.

Cuando Khaotung las dejó a su lado, su expresión se transformó.

—¿Es una broma? —dijo poniéndose de pie.

Tomó al amigo de la chica que amaba por el cuello del uniforme.

—Yo solo cumplo con darte lo que ella me pidió —explicó asustado por la forma en que la respiración errática de Vachirawit impactaba en su rostro.

—No puede hacerme esto, ¿quién es? ¡Dímelo! —ordenó con la mandíbula tensa.

Desde sus manos, hasta el piso bajo sus pies, parecían temblar y estar a punto de desaparecer.

—No lo haré, si ella no lo desea, entonces no tengo el derecho. —A pesar del miedo logró responder.

Bright lo liberó y una lágrima descendió por su mejilla.

—Es tan injusto —musitó sin importarle que le viera perder el control—, que ella hiciera todo esto para terminar abandonándome... Es tan injusto —repitió cerrando los ojos unos segundos.

El menor tragó saliva y al ver que perdía fuerzas, se animó a echarse a correr para salir de allí.

Win lo esperaba con los ojos hinchados, se notaba que la noche anterior estuvo llorando.

—¿Cómo lo tomó? —le preguntó en cuando llegó a su lado.

Negando con la cabeza le miró.

—Déjalo así —aconsejó.

Sería la última vez que le ayudaba.

«... La última parte, espero jamás se ajuste a nuestra historia, igual la escribo para que entiendas a qué me refiero:

Te extraño ahora

Te estoy extrañando

Cada vez que me preocupo intensamente

Los remordimientos no hacen el futuro

Cada amor rara vez no hace daño al final

No vale la pena volver

No puedo retenerte

Ahora, solo espero dolor

Eso me hace sentir mejor

De todas formas

No puedo tenerte amor

No permítamos llegar hasta ese punto, juntos encontraremos la forma de funcionar, estoy seguro.

Quiero estar contigo por siempre.

Por ahora digo adiós.

No es un adiós permanente, ¿cierto?

Con amor, Bright»

Leyó un año después, había guardado esa carta, los recuerdos despertaron, manteniéndolo en vela una noche más.

Fin.

N/A: Primera vez en la vida que actualizo a esta hora xD
Este fanfic es basado en una historia real, claro, adaptado al BrightWin, y con unos kilos extras de mi loca imaginación (no, está historia no me ocurrió a mí, fue a uno de ustedes y agradezco infinitamente la confianza).
Mil gracias por leerme, ya saben, quejas en privado, bebés 🤧❤

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