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Estudiantes [Parte II]

El toque sutil y sugerente que recibió en el muslo derecho le regresó de golpe a la realidad. Los dedos delgados, que resaltaban por el brillante color turquesa con el que se había pintado las uñas, se deslizaron por su entrepierna juguetonamente sin llevar las cosas demasiado lejos.

—Bright —se estiró para alcanzar el oído del de rasgos mestizos—, podemos ir a un lugar más tranquilo... Si tú quieres —le susurró seductoramente mientras sentía sus pechos firmes apretarse contra su brazo.

La propuesta no le sorprendió en absoluto, de hecho, esperaba que algo así sucediera en algún momento. Lo que le desconcertó fue su nulo interés cuando antes se había planteado hacer a un lado sus problemas y tan solo, disfrutar.

Mirando de reojo contempló los finos labios rojos de la preciosa joven que esa noche se había sentado a su lado.

Se encontraba en un bar bebiendo con sus compañeros de carrera, después de un par de tragos se habían animado a pedirle a un grupo de chicas, tan grande como el suyo, que se unieran a ellos, lograron convencerlas, y fue así que terminaron juntos.

Le llegaba al hombro, de figura menuda y delicada, sus brazos la podían rodear con facilidad, olía a flores y vainilla, de facciones dulces y nariz respingada, incluso aunque no la había tocado, podía asegurar que su piel era muy suave y cálida, su cabello largo era lacio y perfecto, se balanceaba sensual y elegantemente, sin embargo...

—Tengo que irme —le anunció sin tomarse la molestia de ocultar su expresión de indiferencia. Llevaba toda la noche con la misma cara larga, reluciendo en ella cicatrices y moretones, y aun así notaba la mirada sugestiva de algunas mujeres, y quizá, de un par de hombres. Seguro lo veían como un Fuckboy.

Después de despedirse y dejar un billete que cubría el doble de lo que bebió, se marchó sin mirar ni una sola vez atrás.

La sensación amarga de su pecho no se había ahogado con el alcohol ingerido, el mal humor que se cargaba, y que ni él mismo soportaba, seguía ahí después de una relajante noche de copas; el jodido sentimiento de haber sido traicionado lo traía atorado en la garganta y por más que se esforzaba en vomitarlo nada funcionaba. Estaba cansado de mirar su celular cada cinco minutos, de esperar ser emboscado, de desear verlo, cuando él mismo había bloqueado su número y le había dejado claro que no quería que lo buscara.

No lo entendía.

No era la primera vez que le mentían. Si contara todas las veces que le habían engañado, si se pusiera a rememorar todas esas veces que fingieron ser alguien más para agradarle, para atraerlo y para atraparlo. Sorpresivamente, en todas esas veces no se sintió decepcionado, cuando descubrió que le habían mentido diciendo que compartían los mismos gustos, que le habían engañado para que se quedara, y habían pretendido ser otra persona para que su interés no desapareciera. Entonces no tenía sentido que ahora doliera tanto.

Sin embargo, Win, el mocoso que sonreía todo el tiempo como tonto, había logrado herirlo. Win que aparentaba ser el único incapaz de hacerlo, que al tenerlo cerca sin esfuerzo conseguía derrumbar las barreras que lo protegían, Win en el que confió sin pensarlo dos veces, Win lo había arruinado.

¿Para qué quería explicarle lo ocurrido? ¿Esperaba que regresara con él y pretendiera que aquello nunca sucedió? ¿Creía que Bright sería el idiota que lo protegería de todos solo por su inocente apariencia de la que él mismo fue engañado? ¡Se equivocaba si alguna vez pensó así! Bright no era el guardaespaldas de nadie. Si Win tenía tanto dinero debería pagar por uno y dejarlo en paz.

Lo peor de todo es que eso gritaba su lado racional, pero desde un rincón oscuro y frío surgía un murmullo, uno que intentaba ignorar, pero que nunca se detenía y le seguía recordando que extrañaba a Win como un loco.

Echaba de menos esa estúpida sonrisa, sus irritantes bromas, la amabilidad que le fastidiaba y sobre todo, lo cómodo, cálido, imbécil y completo que se sentía cuando estaba con él. Quería apretar sus mejillas y decirle que parara de ser tan tierno porque despertaba en él deseos que no se atrevía a resolver todavía.

Así que al poner un pie fuera del bar pidió un taxi, antes de hacer algo estúpido de lo que después se arrepentiría, y lo esperó con las manos dentro de los bolsillos. No tenía caso intentar llevarse a una chica a la cama si al terminar seguiría sintiéndose igual o peor.

Estaba sentado en la banqueta cuando distinguió el BMW por el que toda esa mierda que le acosaba comenzó. El auto aparcó a una cuadra de distancia desde donde él se encontraba, justo donde comenzaban a aparecer los famosos love hotel. Vio a Win bajar, y enseguida su corazón se aceleró esperando que una linda chica saliera también, pero nada lo preparó para ver a Drake.

El taxi llegó en ese momento y se detuvo frente a él.

—¿Usted pidió un taxi? —preguntó el chofer robándole la atención.

Confuso se puso de pie e intentó vislumbrar lo que hacía Win, pero solo logró distinguir que ambos se metían a un callejón en lugar de hacerlo a cualquiera de los establecimientos de la zona.

—¿Va a subirse? —El hombre insistió perdiendo la paciencia al ver que Bright no se movía.

Despegó la mirada de aquel oscuro callejón y la arrastró hasta el rostro inexpresivo del taxista.

¿Debería marcharse?

Win ya no era su problema, el chico con tiernos dientes de conejo ni siquiera era su amigo. Por supuesto que no era asunto suyo.

—Lo siento —se disculpó y se echó a correr en dirección al único que era capaz de que su cuerpo hiciera lo contrario a lo que aconsejaba su cabeza.

Sus piernas moviéndose ágiles le ayudaron a llegar hasta Win antes de darle la oportunidad de arrepentirse.

—Lo hiciste ese día, ¿por qué no puedes hacerlo una vez más? —Escuchó el enfado en la voz de Drake.

—¡Estaba borracho, me engañaste! —se defendió y los sonidos de forcejeo llegaron a los oídos de Bright.

—¿Engañarte? No hice nada que tú no quisieras y tengo pruebas. A menos que quieras que esas pruebas lleguen a las manos de todas las agencias y estudios, más te vale venir conmigo una vez más.

—¿Por qué lo haces? Si publicas las fotografías te hundirás también...

Bright permaneció con la espalda contra la pared. No sabía qué esperaba. Ni por qué estaba allí, simplemente sus piernas estaban plantadas ahí impidiéndole alejarse.

—Solo hazlo y te dejaré en paz.

—No puedo hacerlo... En verdad no... Haré otra cosa, cualquier otra...

La voz de Win fue ahogada repentinamente. Se escucharon jadeos y quejidos, un golpe y una respiración errática.

Debía largarse de ahí. Si se volvía a involucrar entonces después no podría culpar a Win, él tendría la culpa por idiota.

—No... ¡No puedo!

Le escuchó alzar la voz y el sonido de unos pasos al correr.

Vio la espalda de Win y enseguida Drake apareció saltándole encima. Ambos cayeron al suelo y comenzaron a luchar. Todo enfrente de Bright, pero ninguno había notado su presencia.

—¡Claro que puedes! ¡No eres más que una...!

No le permitió terminar su oración, lo tomó con fuerza del brazo provocando que girara violentamente y cuando lo tuvo de frente le soltó un puñetazo que le reventó el labio. Drake cayó al suelo confundido y aturdido, él aprovechó para tenderle la mano a Win.

Cuando estuvo de pie corrieron a su auto y quitándole la llave lo mandó al asiento del copiloto, en su estado dudaba que pudiera manejar. Encendió el motor y puso en marcha el vehículo dejando atrás ese lugar con el pulso acelerado.

[...]

Al salir del 7 Eleven se regañó mentalmente, había comprado una soda para Win que en ese instante le esperaba apoyado en el auto. Solo él tropezaba con la misma piedra dos veces.

—Toma esto —le ordenó sin mirarlo.

No quería hacerlo, después de conseguir que se tranquilizara se iría a su departamento.

—Bright —murmuró—, Bright... —repitió con voz quebrada, pero no logró que se girara—. Lo lamento, no podía decirte lo que pasó... Aún me da vergüenza recordarlo, aún no puedo... decirlo en voz alta...

—No intentes engañarme de nuevo, Win —respondió controlando el nivel de su voz, deseaba gritar, pero estaban en el estacionamiento, no en un lugar privado—. Tú fuiste el que quiso dar una explicación que en realidad nunca pedí.

El de cabellos negros apretó en sus manos la botella que le entregó Bright y de la que aún no bebía. El nudo en su garganta era tan grande que un sorbo del líquido no conseguiría desintegrarlo.

—Yo solo quería... Quería que me vieras con normalidad —confesó sintiendo el desprecio de Bright tan real como el gélido viento que azotaba sus mejillas—. Ni con lastima, ni con pena... Ni con asco...

El que lo defendió de Drake comenzó a reír, una risa tan amarga que caló profundo en su miseria.

—Eres bueno, Win, eres bueno fingiendo ser bueno. Tú lo que querías era alguien que te quitara de encima a ese bastardo, ¿o me vas a decir que no se te cruzó por la cabeza que podía ayudarte si de nuevo estabas en problemas? —Bright se acercó al rostro adverso, con una expresión de rencor y desdicha que aunque se esforzara, sería incapaz de esconder—. Y en primer lugar, nunca debiste acostarte con él si te avergüenza tanto... —dijo entre dientes con cierta burla impregnada en la voz.

Win se mantuvo sosteniéndole la mirada, sin terminar de creer lo que le había dicho. Ninguno de los dos se movió, hasta que por fin soltó:

—Pensé que tú me entenderías... pero es obvio que no lo haces, y nunca lo harás —el fantasma de una sonrisa se apoderó de sus labios—. No tienes idea lo que es sentir que todo lo que obtienes es debido a tus padres, no tienes idea lo que se siente cuando cada uno de tus logros es atribuido a tu posición económica —liberó cada palabra con auténtica tristeza—, jamás sabrás lo feliz que me sentí cuando reconocieron mi actuación como buena... Sí, no debí beber tanto con un chico que conocí ese día, del que no sabía nada, solo que ambos compartíamos la misma pasión por la actuación. Si pudiera regresar el tiempo me habría negado... Pero no puedo hacerlo... Y lamento si alguna vez te hice sentir usado. Nunca te usé Bright, todas las veces que te busqué era porque quería pasar tiempo contigo... Porque estar contigo me hacía sentir que era yo mismo, no el chico rico del que todos pueden aprovecharse —concluyó sin desvanecer la sonrisa amarga.

Win empujó la botella en las manos de Bright, cuando la sostuvo de vuelta retrocedió un par de pasos.

—Gracias por todo —dijo antes de dar media vuelta y subirse a su auto para marcharse dejándolo allí.

[...]

Pateó el balón tan fuerte que terminó saliendo del campo de fútbol, murmuró una maldición y se llevó al instante las manos a la nuca. Tiró de sus cabellos castaños sintiendo un leve dolor que ansiaba le ayudara a despejarse.

Por primera vez el moverse en el campo sin ningún otro objetivo que anotar un gol no le estaba sirviendo para olvidar, no estaba concentrado, y sus compañeros no le decían nada solo por la aterradora expresión que se había apoderado de su rostro.

Estaba frustrado, estaba al borde de un colapso mental.

—Oye, quizá deberías tomarte un descanso —propuso Gulf, él único que se atrevía a acercársele.

Bright rehuyó su mirada y una serie de maldiciones se aglomeraron en su lengua.

¿Descansar? Lo que él necesitaba era liberar toda esa maldita tensión. Pero nada funcionaba, ni siquiera tocar la guitarra, mucho menos estaba sirviendo el estar ahí como un idiota tras el balón.

—Dile por mí al entrenador que no me estoy sintiendo bien —murmuró lo más sereno posible. Aunque el gruñido que brotó de sus labios fue suficiente para exponer lo que de verdad estaba sintiendo.

Sin esperar respuesta dio media vuelta dirigiéndose a los vestidores. Quizá una ducha le serviría para enfriar su cabeza.

Sin embargo, cuando estuvo bajo la regadera su mente no hizo más que dar vueltas alrededor del recuerdo de Win, de la sonrisa melancólica y resignada que le obsequió por última vez.

Se estaba volviendo loco, se arrepentía y luego se convencía que hizo lo correcto; se sentía pésimo y luego intentaba fingir que estaba bien. Estaba desmoronándose y no sabía qué podía hacer para volver a ser el Bright que nada le afectaba, que nada lograba perturbarlo, ni conseguía penetrar de esa forma en su cabeza.

Con el cuerpo frío, y el cabello goteando, se vistió y salió con el ánimo correcto de golpear a la primera persona que lo molestara.

Contrario a todo pronóstico se encontró con Pam justo cuando doblaba una esquina.

A la chica la había conocido en un pequeño concierto para aficionados, se habían acostado un par de veces y todo terminó cuando ella se consiguió un novio.

—¿Bright? —lució tan sorprendida como él.

No le costó mucho convencerla de que lo acompañara detrás de uno de los edificios. Al estar solos la empotró contra la pared, sosteniéndola por los muslos mientras la besaba con desesperación. Pam correspondía a sus caricias y a su boca con la misma intensidad, balanceando su cadera y gimiendo cada vez que le mordía la piel.

El sonido de las descompuestas respiraciones y de los obscenos jadeos les envolvió, por eso fue tan repentino cuando la soltó, que por poco cae a sus pies.

—¿Qué sucede? —murmuró sin comprender.

Bright se apartó con brusquedad, más frustrado e irritado que antes, dio un fuerte puñetazo a la pared que asustó a Pam y ocasionó que saliera corriendo de allí sin hacerle más preguntas.

El estudiante de marketing se agachó y liberó un grito de exasperación pura.

¡¿Qué mierda pasaba con él?!

Sus nudillos sangraron, ya que las cicatrices, que el golpe propinado a Drake le habían causado, se volvieron a abrir.

Estaba tan jodido.

[...]

Absorto ­en algún punto del suelo, se mantuvo con la vista fija por largos segundos, hasta que una mano en su hombro le obligó a reaccionar.

—¿Quieres ir a desayunar? —le propuso Ohm saltando de la silla que estaba a su lado para ir al comedor.

Win negó con la cabeza. No tenía apetito y no quería hablar con nadie.

Ohm le observó preocupado, pero no insistió.

Llevaba así toda la semana, sin ganas de nada, solo enfocándose en cumplir con las clases y proyectos de la universidad. Ingería apenas lo necesario para tener la energía de sostenerse en pie y dormía, con suerte, un par de horas antes de terminar contemplando el techo de su habitación con la mente en blanco.

Lo único rescatable en su rutina lamentable, es que regresó al sitio donde se emborrachó con Drake, y hablando con los empleados logró convencerlos de que en caso de hacer una demanda, se presentarían como testigos para confesar que aquel chico lo había arrastrado de allí casi inconsciente. Había guardado las amenazas que le envió por mensajes e incluso, el día que aceptó ir a un motel con Drake consiguió grabar todo lo que hablaron. Si quería hundirlo, se encargaría de arrastrarlo consigo.

No había aceptado ir a un motel con él por casualidad o miedo, llevaba días planeando la forma de reunir pruebas para comprobar que lo acosaba y que aquel día se acostó con él porque no estaba en sus cinco sentidos. Ya le daba igual si gracias a eso perdía la oportunidad de actuar, si arruinaba su más grande sueño y su orgullo quedaba manchado.

Sin embargo, aunque sabía que una vez presentándole toda la evidencia, Drake lo dejaría en paz, no se sentía liberado del todo.

Había olvidado lo mal que se sentía, lo sucio y estropeado; cuando conoció a Bright todo eso quedó en un rincón y Vachirawit se encargó de iluminar el resto. Aunque ahora esa luz lo había abandonado.

Recordaba lo solo y perdido que se sintió cuando Drake lo tenía acorralado, sin otra alternativa que ceder a sus demandas, y de pronto, de la nada, apareció Bright y lo rescató. Se quedó con él hasta que los temblores de su cuerpo desaparecieron, y jamás, jamás le miró esperando algo a cambio. Al contrario, se marchó dándole todo sin ni una sola recompensa.

¿Quién en estos tiempos hacía algo así?

Le mintió porque lo que le dijo era lo que él mismo quería creer que sucedió. No terminaba de aceptar que tuvo relaciones con un chico, la idea lo enloquecía y prefería engañarse. Prefería mentirse y mentirle al resto del mundo.

Él estaba tomando el control del incidente con Drake, lo resolvería por su cuenta, por eso nunca creyó conveniente decirle ni pedirle ayuda a Bright.

Sin embargo, al final lo terminó perdiendo. Como todo lo que en verdad deseaba.

—Luces enfermo. ¿Seguro que no quieres comer con nosotros? —sugirió Green al pasar por su lado. Mas la respuesta fue una simple negación de cabeza.

El salón pronto quedó desierto y aprovechó el solemne silencio que le dio el valor que requería para encender su laptop y enviar un mensaje a Drake. Le informó que tenía pruebas para demostrar que abusó de él y que después lo amenazó con exhibir las fotografías que tomó. Le dejó claro que si volvía a molestarlo no dudaría en meterle una demanda. Cerró la laptop de golpe y tal como supuso, el malestar seguía ahí.

Desde el día en que volvió a encontrarse a Bright, y que fue rescatado otra vez por él, no había sido capaz de sonreír. Win creía que lo único que le pertenecía y que nadie podía apagar era su sonrisa, pero Bright lo había logrado.

El chico que andaba por el mundo con la cabeza en alto y sometiendo sus inseguridades para que nadie dudara de su capacidad, el que era atractivo como el infierno, pero que nunca presumía de ello, que disfrutaba y se apasionaba por la música y el deporte, que cuando sonreía ensombrecía el mundo a su alrededor y ni siquiera era consciente de lo que ocasionaba. Bright que le miraba directo a los ojos como si pudiera ver a través de él, y aunque temía que odiara lo que desenterrara de su interior, al contrario, siempre desviaba la mirada como si le hubiera arrebatado el aire, como si hubiese visto algo bueno que le provocaba volver a intentarlo. Una y otra vez, se miraban y reían, felices y asombrados por la conexión mágica e invisible que en algún momento floreció y les unió. Aunque ahora ya no tenía caso pensar en aquello. Al final esa conexión había sido una farsa. Bright lo odiaba.

Guardó sin cuidado su laptop en el maletín que se colgó en el hombro y salió decidido a regresar a casa. No tenía el ánimo correcto para estudiar cálculo y probabilidad.

Caminó sin prisa hasta el estacionamiento y al mirar en dirección a su auto notó que alguien estaba sentado demasiado cerca. Se paralizó un instante, pero recordó que Drake ya estaba advertido, que ya no debía temer, entonces se obligó a caminar y cuando la distancia se redujo logró distinguirlo. Era Bright.

Su corazón se retrajo en su pecho y las alarmas en su cuerpo se encendieron. Debería marcharse de allí, debería alejarse de él. Creía que le volvería reclamar, que le recordaría que si intentaba buscarlo lo ignoraría. Que ya no existía para él.

No estaba listo para volver a enfrentarlo.

Pero...

Bright estaba sentado en el suelo, con la espalda contra una de las puertas, permanecía inmóvil, como sumido en una especie de reflexión importante. Quizá no lo esperaba, o tal vez tenía una última cosa por decir.

Sin percatarse ya había llegado hasta Bright y cuando este lo escuchó reaccionó poniéndose de pie.

Vio manchas oscuras debajo de sus ojos, y las sombras de los golpes que recibió de Drake y su pandilla, quiso estirarse para acariciar las heridas que estaban a nada de desaparecer, pero no se atrevió a tocarlo. Si lo apartaba de un empujón la poca confianza que tenía para sostenerle la mirada desaparecería.

Vio a Bright abrir la boca y cerrarla como un pez.

—Win, yo... —titubeó, jamás lo había visto hacerlo—. Lo lamento.

—¿Por qué lo lamentas? —replicó sin la menor idea del rumbo que tomaría aquella conversación.

El de cabellos más claros se masajeó el puente de la nariz, como avergonzado, como si hablar con él le pusiera nervioso.

Win tragó saliva y le contempló con los ojos entornados y una mueca en los labios.

—Porque... ya no te he visto sonreír —admitió incómodo, sintiendo su cara enrojecer y listo para marcharse de allí.

Cuando notó que Win no respondía, dio media vuelta, pero antes de dar un paso fue detenido. Lo había tomado por el brazo con fuerza.

—Bright, ¿podemos empezar de nuevo? —le pidió esperanzado, con los gestos teñidos de melancolía. Si decía que no, entonces definitivamente estaría perdido.

El mayor pensó que solo una cosa así se le ocurriría a Win después de todo lo ocurrido, pero no se atrevió a decirle que estaba siendo infantil.

—Yo —gruñó, demasiado avergonzado y desesperado por salir del agujero oscuro del que el brillo en los ojos de Win prometía podía sacarlo—, no sé si sea buena idea —pronunció sintiéndose patético.

Su relación estaba arruinada, ellos estaban jodidos. Las personas rotas no podían estar con otras personas rotas, porque eso nunca los dirigía por buen camino, deberían conseguir alguien opuesto, alguien diferente... Alguien que no fueran ellos.

Su mirada cayó al suelo junto al último fragmento de optimismo que le quedaba.

—Tienes razón —emitió sintiéndose completamente vacío, y sonrió con aquella nueva sensación, al menos descubrió que todavía podía hacerlo—. Supongo que... Ya no volveré a molestarte.

Bright apretó los puños y se negó a moverse, sabía que le estaba estorbando para subir a su auto.

—Espera, no me refería a eso. —Intentó ignorar los murmullos y los gritos en su cabeza, todo era tan confuso y nuevo para él que decidió seguir su instinto, aquel que en otra época le habría aconsejado apartarse, ahora transformado por el mismo Win, le decía que si lo volvía a alejar, la pasaría mil veces peor—. Solo... No me importa si me utilizaste o no —«puedes hacerlo todavía», pensó sin atreverse a confesar—, quiero que volvamos a ser los de antes.

Metawin no estaba seguro si continuar con aquellos conflictos sin resolver sería lo mejor. Lo único que comprendía con exactitud es que deseaba que Bright regresara a su vida.

[...]

Le observó rasgar las cuerdas con los ojos cerrados, afinando su voz de acuerdo a las notas, pero sobre todo, impregnando la melodía con sus sentimientos. Con su garganta, sus dedos y su corazón, parecía lograr transmitir más que una canción.

Win permaneció solemne escuchándolo, hasta que de pronto sin darse cuenta ya estaba cantando a la par de Bright.

Terminaron ambos sonriendo, estaban en la habitación del estudiante de marketing, pasaba de medianoche, lo que significaba que ya era sábado y no debían preocuparse por acostarse temprano, ya que tenían todo el día libre de responsabilidades, en realidad eran como las tres de la madrugada, y ellos charlaban, Bright tocaba eventualmente la guitarra, sin la necesidad de más iluminación que la luz plateada de la luna que se filtraba por los ventanales del balcón.

Ambos se sentían cómodos y la opción de ir a dormir ni se les cruzaba por la cabeza, simplemente, querían continuar así, ni siquiera era necesario que hablaran, se conformaban con la presencia del adverso y las miradas furtivas que de vez en cuando lograban cruzarse.

Win estaba obsesionado con el perfil del que ahora llamaba con libertad su amigo, de sus finos labios, de sus expresiones, que aunque creía que eran neutrales, sus cejas y la forma en que sus párpados se arrugaban alrededor de sus ojos delataban lo que estaba sintiendo. No podía parar de mirarlo, le gustaba su físico, la forma en que el negro le lucía, su estilo rebelde, pero elegante. Nunca se había sentido tan atraído hacia alguien, y nunca hacia alguien que por ningún motivo, sabía, debía desear. Porque apenas salieron ilesos de lo sucedido con Drake, si se ponía a confesar sus sentimientos, y que moría por probar sus labios, entonces esta vez no habría reconciliación y ya no tendrían forma de arreglarlo.

Entonces antes de continuar pensando en Bright de aquella forma incorrecta, se apoyó en la mesa de centro para poder ir a la cama y así poner distancia entre ellos. No logró hacerlo porque fue tomado por la cadera con brusquedad y terminó regresando a su sitio, su trasero dolió por el impacto y en venganza empujó a Bright.

El castaño se rió divertido y Win indignado intentó ahogar su risa con sus manos, tuvieron una pequeña pelea utilizando todas sus extremidades, al final Bright logró huir y se escabulló al colchón, el más joven saltó aterrizando en su regazo, sin darse cuenta terminaron con Bright sentando en el borde de la cama y Win encima de él.

En los ojos del que quería ser actor brilló el deseo, tragó saliva y consiguió a tiempo desviar la mirada.

Si continuaba así haría algo de lo que después se arrepentiría.

—Ya fue suficiente, deberíamos intentar dormir... —Bright hizo que se callara al tomarlo con ambas manos del rostro obligándolo a contemplar sus hermosos orbes oscuros—. En verdad tengo sueño... —murmuró absorto en las pupilas que se movían en todas las direcciones para detallar cada pliegue de su rostro.

Win contuvo la respiración y cerró los ojos.

La distancia entre sus labios desapareció, el roce lento y frágil le recordó a un suspiro.

«¿Él había iniciado o fue Bright?» ese pensamiento logró alcanzarlo, pero se deshizo de él cuando sintió que lo sostenía para que no cayera de la cama, los brazos de Bright se ciñeron posesivos a su cintura.

El impacto inicial, que les dejó la sensación de estar experimentando una especie de nirvana, cedió a uno más primitivo; Win necesitaba oxígeno así que lo obtuvo directamente de la boca que ya adoraba, el sonoro gemido que emitió Bright desencadenó que se aferrara a su cuello mientras sentía las manos del músico colarse por debajo del suéter que le cubría del frío, y que en ese instante era innecesario. Sus bocas encontraron el ritmo adecuado, para probarse, para saciar el hambre del adverso, para satisfacer el deseo que ya les acosaba desde hace tiempo.

Sentía en la palma de la mano el latido acelerado de Bright, su cálido aliento que le quemaba por dentro, y los suaves jadeos que escapaban de su boca como la sinfonía perfecta que toda la vida anheló escuchar.

Win estaba en la cúspide, estaba incendiándose y no sentía ni una pizca de dolor, estaba en el paraíso.

Sin ser consciente de las reacciones de su propio cuerpo, pegó su pelvis al vientre de Bright ocasionando que percibiera su miembro que comenzaba a despertar. Aquello fue lo último que procesó, porque en una fracción de segundo estaba de nuevo en el suelo.

El duro golpe en su nuca le dejó aturdido lo suficiente para que no notara cuando el mayor se puso de pie y encendió la bombilla que enseguida arrojó un rayo de luz que le cegó.

—Deberías irte, Win —le escuchó pronunciar con cierto tono de irritación e inmediatamente el golpe sordo de la puerta del baño al ser azotada retumbó en su cabeza.


Continuará...

N/A: La siguiente parte es la última, me estoy extendiendo mucho, no sé por qué me sucede eso :')

¡Muchas gracias por leer!

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