Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

30 | "Sorpresa..." 💘

Ya había olvidado el gasto que signifcaba tener una nov... Invitar a salir a una chica. Pero Nain valía cada centavo que mis padres me daban por lástima. Además, a la rubia le gustan las citas tranquilas, como ir a caminar por la plaza y detenernos en una edificación que a ella le logra llamar la atención; aunque, no puedo mentir, a veces eso se vuelve aburrido cuando empieza a tomar fotografías de los detalles de la construcción y me explica la razón de cada viga y el material usado.

Después de la primera cita y de confesarle mis intenciones con ella, Nain a veces deja de ser ella misma para intentar agradarme. Piensa que yo no me doy cuenta, pero en realidad sí. Literalmente, hemos tenido más tiempo conociéndonos como amigos para recordar cada gesto o actitud suya frente a situaciones específicas. Por ejemplo: hago un chiste de mal gusto que la Nain original no tardaría en darme un codazo y decirme "estúpido"; la Nain de ahora ya no hace eso y solo juega con las puntas de su cabello mientras se ríe de forma nerviosa.

Conociendo que soy el primer chico que ha llegado al corazón de la rubia y que me ha permitido el paso, supongo que está nerviosa de no ser como cree que yo quiero que sea. Aún sigue temerosa de la idea de tenerme como novio, o simplemente de la idea de tener un novio.

Sin embargo, esa inseguridad suya me hace pensar en algo que nunca me había detenido a analizar. ¿Qué tipo de novio quiero ser? Con Nain todo ha sido tan ligero, tan natural, que nunca he sentido esa presión de estar a la altura de nada, hasta ahora. Y aunque sé que no lo haría a propósito, esa manera suya de adaptarse a lo que cree que yo quiero me hace sentir... raro. Como si estuviera tomando algo de ella que no debería.

Me gustan las citas tranquilas, sí, pero lo que más me gustaba de estar con Nain era su autenticidad, esa manera en que no tenía miedo de mostrarme su verdadera versión. Ahora, a veces, siento que estamos interpretando papeles: ella como la novia perfecta que cree que necesito, y yo como el chico despreocupado que se la lleva fácil. Pero hay algo en sus ojos cuando cree que no estoy mirando, algo que me dice que tampoco está completamente cómoda.

Así que hoy, mientras caminamos por una calle bordeada de tiendas antiguas, decido hacer algo al respecto. La observo de reojo mientras ella se detiene a sacar una foto más, explicando algo sobre la estructura de una ventana gótica. La escucho con atención, pero mi mente está en otro lado.

—Nain —le digo suavemente, interrumpiendo su explicación.

Ella baja la cámara y me mira, un poco sorprendida.

—¿Qué pasa? —pregunta, mientras juguetea con la correa de la cámara.

Me detengo y la miro fijamente. No me gusta andar con rodeos, así que voy directo al grano.

—¿Por qué no me golpeas el brazo cuando hago un chiste estúpido?

Nain se queda en silencio por un momento, parpadeando como si no hubiera entendido mi pregunta. Veo cómo baja la vista hacia sus manos, que ahora juegan nerviosas con la correa de la cámara. Pero en lugar de responder de inmediato, suelta una pequeña risa, ladeando la cabeza.

—¿Quieres que te golpee ahora? —pregunta, levantando una ceja y sonriendo, como si fuera lo más obvio del mundo.

Me río, aliviado por la respuesta. La tensión entre nosotros se disipa un poco, pero no quiero que se quede en una broma. Así que doy un paso más cerca y le devuelvo la mirada.

—No me importaría, si eso significara que vuelves a ser tú misma. —Le sonrío, pero mi tono es serio.

Ella me mira, y aunque sigue sonriendo, hay algo en su expresión que me dice que ha entendido la verdadera razón de mi pregunta. Su sonrisa se apaga un poco, y vuelve a juguetear con la correa de la cámara.

—Es solo que... —Nain empieza a decir, pero se detiene, buscando las palabras correctas. Al final suspira y me mira de nuevo, esta vez con un brillo de vulnerabilidad en sus ojos. —No quiero arruinar nada, Jeon. Pienso que si soy demasiado yo, podrías cansarte o... darte cuenta de que no soy suficiente.

Su confesión me golpea más fuerte de lo que esperaba. Nunca habría imaginado que ella, Nain, pudiera sentirse así. Y la sola idea de que esté moldeándose para encajar en lo que cree que quiero, me deja un mal sabor en la boca.

—Oye, no... no hagas eso. —Llevo una mano a su mejilla, suavemente, para que me mire a los ojos. —Me gustas tal como eres. No necesito que cambies ni que trates de ser alguien que no eres. En serio, lo que más me gusta de ti es que siempre has sido real conmigo.

Ella me mira, sus ojos grandes y serios, y por un segundo pienso que tal vez estoy logrando hacerla entender. Pero sigue habiendo esa duda en su mirada, una inseguridad que no va a desaparecer tan fácilmente.

—Pero... —empieza a decir, todavía con un rastro de duda—, ¿y si…?

—No hay peros. —La interrumpo con suavidad, tomando su mano—. La Nain que me da codazos y me llama estúpido es la chica que me gusta. No quiero que eso cambie.

Por un momento, la veo debatirse internamente, pero al final, sonríe un poco, más genuina esta vez. Me da un codazo suave en el brazo, uno que me hace sonreír.

—Eres un idiota, Jeon —dice, y aunque su tono es juguetón, siento que algo en ella se ha relajado. Como si tal vez, solo tal vez, pudiera empezar a confiar más en mí y en sí misma.

Continuamos caminando por la plaza tomados de la mano hasta parar en otro edificio que llame su atención. Luego, nos vamos hacia una heladería que estaba a unas dos cuadras abajo de donde nos encontrábamos para refrescarnos un poco.

La rubia me llevó a la mesa más lejana que estaba de las otras y nos sentamos al costado del otro. La vista que teníamos era de un parque infantil: niños corrían en pequeños grupos, otros estaban con sus padres jugando en los toboganes o columpios, y luego habían madres con sus bebés en brazos charlando y riendo.

Reparo en Nain un momento y ella se encuentra con su mentón apoyado en la palma de su mano derecha, su uña del dedo medio metido en su boca y su mirada fija en aquel parque. A la misma vez que muerde su uña para hacerla soñar, sus ojos no dejan de moverse de un lado hacia el otro lentamente.

El silencio entre nosotros no es incómodo, pero noto que hay algo en la forma en que Nain observa el parque. Su mirada sigue a los niños mientras corren, como si estuviera perdida en sus pensamientos, en algún lugar lejano al momento que estamos compartiendo. No puedo evitar preguntarme qué está pensando.

No obstante, justo cuando iba a hablarle, el camarero llega a nuestra mesa para preguntarnos lo que íbamos a comer. Nain pide un split de plátano con tres sabores de helado mientras que yo me pido una copa de helado de chocolate con frutos rojos y frutos secos.

Después de que el chico se retire, por fin me animo a hablar:

—¿Te gustan los niños? —pregunto de repente.

Nain parpadea, sacando su dedo de la boca y mirándome como si hubiera olvidado que estoy aquí. Sonríe suavemente, pero hay algo en su expresión que no termina de cuadrar con su habitual ligereza.

—Sí, me gustan —responde después de un breve silencio. Se endereza un poco en la silla y deja escapar un suspiro, volviendo a mirar el parque. —Siempre he pensado que sería bonito tener una familia algún día... pero... no sé. Tengo mis dudas al respecto.

La escucho en silencio, tomando nota del tono pensativo en su voz. Nain no suele abrirse de esa manera. Hay algo más profundo en lo que está diciendo, y aunque no lo sé con certeza, puedo intuir que está pensando en cosas más grandes que solo el parque o los niños.

—¿Por qué? —La animo a continuar, porque sé que hay algo más que quiere decir.

Ella me mira de nuevo, con una leve sonrisa que no llega a sus ojos.

—A veces me pregunto si realmente estoy hecha para eso. Para todo lo que implica una vida más seria. Familia, responsabilidades, ese tipo de cosas. —Vuelve a morderse la uña, un gesto que parece volverse más frecuente cuando está nerviosa. —Solo necesito voltear a ver a mis padres y darme cuenta que no es nada fácil el matrimonio.

Mientras sigo mirando a Nain, puedo notar la sombra de algo más profundo detrás de sus palabras, algo que no ha dicho. Ya hemos hablado de su familia antes, pero siempre de forma vaga, superficial, como si quisiera evitar que yo me acerque demasiado a lo que realmente le preocupa. No sé los detalles exactos de lo que está pasando entre sus padres, pero puedo intuir que la situación la tiene en tensión, y quizá es por eso que actúa como lo hace: siempre ocupada, siempre productiva, como si detenerse un segundo pudiera hacer que todo se derrumbe.

—¿Quieres hablar de ellos? —pregunto finalmente, después de un rato de silencio.

Ella no me mira de inmediato. Su uña húmeda realiza trazos circulares en la mesa. Sus labios se fruncen, y por un momento creo que me va a decir que no. Pero, al final, Nain deja escapar un suspiro, uno largo y pesado.

—No sé por dónde empezar —murmura, finalmente levantando la vista hacia mí.

—Por donde quieras. No hay prisa —le digo, esperando que se sienta lo suficientemente cómoda para abrirse.

Ella se inclina hacia atrás en la silla, cruzando los brazos frente a su pecho como si estuviera buscando una barrera invisible que la proteja.

—Es mi padre. Él... —hace una pausa, tragando saliva como si fuera difícil decirlo—... ha estado engañando a mi madre por un tiempo. Lo descubrí hace un meses.

Las palabras caen como una bomba. No me esperaba algo así. La miro fijamente, tratando de procesar lo que acaba de decirme. No tengo idea de qué hacer con esa información, ni cómo responder de una manera que no suene inútil o condescendiente. Pero algo en la forma en que lo dice, en el control que intenta mantener, me hace darme cuenta de lo mucho que ha estado aguantando por su cuenta.

—Lo supe una madrugada que ellos dos discutieron —continúa, su voz baja y controlada, pero llena de un dolor contenido—. Al parecer mi mamá encontró unas fotos comprometedoras y... Bueno, se enojó. ¿Así es el matrimonio realmente?

El silencio entre nosotros se hace más pesado, más denso. La perfección que Nain siempre ha buscado en su vida se desmorona en este punto, y puedo ver cuán frágil se siente ahora, a pesar de su esfuerzo por mantener la compostura.

—Mi mamá está devastada y furiosa. Nunca había visto tanto odio en sus ojos. Y mi papá... —hace una pausa, sacudiendo la cabeza—, ni siquiera parece arrepentido. Es como si ya hubiera aceptado que esto iba a pasar. Aun así, no entiendo cómo puede ser tan descarado y seguir bajo el mismo techo que nosotras.

Las emociones empiezan a apoderarse de ella, y me doy cuenta de que está haciendo todo lo posible por no derrumbarse aquí, frente a mí. A Nain no le gusta mostrarse débil, no quiere que nadie la vea como alguien muy vulnerable, pero ahora es imposible esconderlo del todo.

—¿Te has dado tiempo para ti misma en todo esto? —pregunto, sabiendo que para alguien como ella, detenerse a procesar el dolor no es fácil.

Nain se ríe, pero es una risa amarga, como si lo que le acabo de decir le pareciera un concepto completamente ajeno.

—¿Tiempo para mí? —repite—. No, Jungkook. No puedo darme ese lujo. Tengo que estar ahí para mi mamá, para Jaemin. Si me detengo, siento que todo se vendrá abajo, y yo no puedo permitírmelo.

La escucho, y aunque entiendo su mentalidad, me duele verla así. Cargando todo el peso de su familia sin dejar espacio para sus propios sentimientos, como si sus emociones fueran una distracción innecesaria. Pero lo cierto es que nadie puede soportar algo así sin romperse en algún punto.

—No puedes hacerlo todo sola, Nain —digo suavemente—. No está mal pedir ayuda, o tomarte un respiro. No te hace menos fuerte. A veces, incluso las personas más fuertes necesitan descansar.

Ella me mira con una mezcla de escepticismo y tristeza.

—Tal vez... pero no ahora. No puedo permitirme ese lujo. Mi mamá y mi hermano me necesitan.

Desisto por insistir más en mi punto de vista al conocer perfectamente a Nain y saber que ella no va a cambiar de opinión, por lo menos ahora. Así, lo único que me queda es seguir esperando nuestro pedido en silencio mientras que juego con los dedos de la rubia.

Realmente me apena verla en este estado. Me lo ha ocultado muy bien durante este tiempo que, de cierto modo, me siento como si no le hubiera prestado la suficiente atención a Nain para deducir que algo le pasaba. Me concentré tanto en la canción que le estoy preparando y en planificar bien nuestras citas que la cabeza se me fue en los momentos más relevantes.

—Ricitos...

Su apodo hace que ella vuelva la mirada hacia mí, aunque su expresión sigue cargada de esa mezcla de resignación y cansancio.

—Sabes que no necesitas ser tan fuerte todo el tiempo, ¿verdad? —le digo suavemente, dejando que mis dedos acaricien los suyos de forma tranquilizadora.

—Mejor ya no hay que seguir hablando del tema —la rubia se lleva su mano derecha atrás de su cuello para rascarse.

En ese momento, el silencio se instala una vez más entre nosotros hasta que es interrumpido por el camarero de hace minutos con nuestra orden. Una vez con nuestros helados enfrente, el ánimo de ella cambió y pude verla un poco más relajada; solo la dejé ser ella misma por ese momento y permitir que olvidara la amarga conversación de hace segundos.

Media hora después, estábamos de camino a casa otra vez. No pudimos seguir caminando por la plaza por un rato más, ya que su amiga Sehyeon le envío unos mensajes de urgencia sobre un trabajo que tenían pendiente.

A medida que caminamos de regreso, noto que Nain se ha sumergido en su teléfono, respondiendo rápidamente a los mensajes de Sehyeon con una ligera sonrisita. Realmente me alegra que haya podido distraerse, aunque sé que en su interior sigue lidiando con todo lo que no se atreve a decir en voz alta.

Cuando finalmente guarda el teléfono en su bolsillo, me lanza una sonrisa algo cansada, pero sincera.

—Gracias por hoy, Jungkook —dice, bajando la mirada brevemente—. Me hacía falta… hablar con alguien.

—Sabes que siempre puedes contar conmigo, linda —le contesto, sonriendo para aliviar un poco la tensión que aún parece llevar en sus hombros.

Seguimos caminando en silencio, pero esta vez es un silencio cómodo, casi reconfortante. Miro hacia adelante, notando que estamos cerca de su casa. Sé que en cualquier momento tendrá que regresar a esa realidad de la que está tratando de escapar, y me duele saber que no puedo hacer más por ella, que solo puedo acompañarla mientras se enfrenta a todo esto.

Cuando llegamos a la puerta de su casa, Nain se detiene y gira hacia mí, mirándome con una intensidad que no esperaba. Por un segundo, parece como si quisiera decirme algo más, pero en lugar de eso, simplemente suspira.

—Nos vemos luego, ¿sí?

Asiento, resistiendo el impulso de insistir en que me permita ayudarla de algún modo. Antes de que se aleje de mí, atrapo su cintura entre mis brazos y la junto más a mi cuerpo para darle un largo beso en su frente. La escucho reírse por lo bajo antes de separarme.

—Avisame si necesitas algo —mi voz se hace ligeramente grave y ella muerde su labio inferior mientras continúa sonriendo. Finalmente asiente contenta—. Nos vemos.

La veo entrar y, justo antes de cerrar la puerta, me lanza una última sonrisa.

El eco de esa sonrisa se queda conmigo mientras camino de regreso, y solo puedo pensar en cómo voy a hacer para estar ahí para ella, aunque sea a la distancia, hasta que se sienta lista para dejarme entrar en sus secretos y en su dolor.

****

Ojalá no hubiera entrado a mi casa. Desde que cerré la puerta, noté que algo andaba mal: papeles en los sillones de la sala, copas de vino a medio tomar, un bolso Prada de color blanco y un perfume bastante "especial".

Caminé hacia la cocina para ver si podía encontrar algo más ahí; porque, sinceramente, no sé de qué se trata todo esto. ¿Hay alguien en mi casa o hubo alguien aquí? Ni el auto de mi madre y mi padre de encuentra afuer.

La sensación de inquietud me recorre mientras observo cada detalle en silencio. Las copas de vino, las tres botellas de vino abiertas y acabadas, el bolso y ese perfume pesado que parece llenar cada rincón. Siento el estómago revolverse, como si ya supiera la respuesta a mis preguntas, aunque me niego a aceptarla. Trato de pensar en otra explicación, algo que no sea lo que temo.

Subo las escaleras con mis manos sudorosas y mis piernas temblando a más no poder. ¿Por qué sigo avanzando y simplemente me largo de este lugar?

Miro hacia el pasillo que lleva a las habitaciones, preguntándome si debo continuar, pero las sombras de mis sospechas me empujan a moverme. Cada paso se siente como una eternidad, y el eco de mis propios pasos es lo único que escucho en el vacío de la casa.

Llego a la puerta de la habitación de mis padres y me detengo, indecisa. La puerta está entreabierta, y desde el interior llega el sonido tenue de algo… de alguien, hablando en voz baja. Siento un escalofrío. Me inclino un poco para ver el interior, intentando que mi presencia no se note, y lo que veo hace que el mundo se derrumbe a mi alrededor.

Allí, sentada en la cama de mis padres, está una mujer que no conozco. Está arreglándose, ajustando su cabello frente al espejo con una tranquilidad insoportable. Lleva una camisa que claramente no es de ella; es de mi padre.

Mi corazón late con fuerza, pero al mismo tiempo me siento completamente inmóvil, atrapada entre el deseo de entrar y exigir respuestas y el impulso de salir corriendo. No sé cuánto tiempo paso ahí, observándola sin que ella se dé cuenta. Finalmente, doy un paso atrás, tratando de recuperar el aliento, y me retiro lentamente hasta la entrada de la casa.

Jungkook tenía razón… no puedo seguir cargando todo esto sola. Pero, ¿cómo podría decirle algo así? ¿Cómo podría poner en palabras algo que me duele tanto que apenas puedo respirar?

Respiro profundo, tratando de recuperar la compostura, y me obligo a salir de la casa otra vez. Me quedo afuera, en silencio, mirando el atardecer que parece tan sereno y ajeno a todo el caos que siento dentro.

Pienso en mi mamá, en cómo reaccionaría si supiera lo que está pasando. Pienso en Jaemin, en lo joven y frágil que aún es, y en cómo algo así podría afectarlo para siempre. Me muerdo el labio con fuerza, conteniendo las lágrimas, porque en este momento, la única persona que puede ser fuerte para ellos soy yo.

Sin embargo, ¿quién es fuerte por mí? Aprendí a batallar con varias cosas durante toda mi vida, pero nadie me enseñó a cómo batallar con un problema como este. Y más ahora que lo he visto con mis propios ojos.

Rompo en llanto mientras voy cruzando la calle de mi vecindario y llegó a la casa de Jungkook. Doy un par de toques fuertes a la puerta acompañado de tocar el timbre para que la madre del pelinegro me abra.

—¿Se le ofrece algo señorita? —es lo primero que me pregunta. Luego, cambia su postura conmigo mientras me ve conteniendo las lágrimas—. ¿Está usted bien?

—Necesito ver a su hijo, Jeon Jungkook. Dígale que soy Nain.

Su mamá ni siquiera necesita irlo a buscar y dejarme esperando aquí por unos cuantos minutos cuando veo al chico asomarse atrás de su madre. Él también frunce su ceño y, educadamente, despacha a su mamá de la puerta para que nos deje a solas.

—Ricitos, ¿estás...

No dejo que termine su frase y me abalanzo a sus brazos para llorar.

Siento cómo sus me envuelve, fuerte y protector, mientras todo lo que había estado conteniendo se desborda de golpe. Me aferro a él con desesperación, sin importarme si mi llanto es más fuerte de lo que debería o si mis lágrimas mojan su camisa. Solo sé que, en este momento, es el único lugar donde me siento segura.

Jungkook me acaricia la espalda en silencio, sin hacer preguntas. Me deja llorar y desahogar todo el dolor que he estado guardando, y aunque no dice nada, su simple presencia me reconforta de una manera que no pensé posible.

Cuando finalmente logro calmarme un poco, me aparto de él, secándome las lágrimas rápidamente. Me siento algo avergonzada por haberme mostrado tan vulnerable, pero Jungkook me observa con una mirada tan llena de comprensión que no puedo evitar sentirme un poco mejor.

—Perdón por esto… No quería que me vieras así —murmuro, mirando hacia el suelo, sintiéndome expuesta.

Él niega con la cabeza y toma mi mano entre las suyas.

—No tienes que disculparte, Nain. A veces es necesario dejar salir lo que uno lleva dentro. —Su voz es suave, llena de calma.

Asiento, tomando aire para intentar encontrar las palabras. Es difícil explicarle lo que he visto, lo que ahora sé. Parte de mí quiere huir de esta conversación, evitar revivir ese momento, pero sé que él me escuchará, que me entenderá.

—Hace  poco… cuando llegué a casa, encontré cosas fuera de lugar. —Mi voz tiembla al recordar la imagen de esa mujer en la habitación de mis padres—. Y... una mujer... había una mujer… en la habitación de mis padres. Y-yo...

Jungkook se tensa ligeramente, pero su mirada no se aparta de la mía. Otra vez me abraza y oculta mi cara en su pecho. Sin dar muchos detalles, entendió lo que vi.

—Linda… —susurra—. No sé cómo lidiar con esto. Me gustaría que haya una forma de ayudarte, pero creo que no la hay; porque todo esto es entre tus padres y tú. Aun así quiero que sepas que cuentas conmigo.

—¡¡Yo no quería esto!! —mis manos se cierran entre la camisa del pelinegro y sollozo con más fuerza—. ¡¡Yo jamás quise que mi familia pasara por algo como esto!!

—Nadie lo desea, cariño... Pero a veces los adultos son... —Jungkook se queda a mitad de frase, se toma su tiempo y al final suspira—. Ven, entra a mi casa. Te cuidaré.

El pelinegro me guía suavemente hacia el interior de su casa, sus manos en mis hombros firmes pero gentiles, recordándome que no estoy sola.

Sin decir una palabra, me lleva hasta su habitación y me invita a recostarme en su cama. El cansancio me pesa en los párpados, y sin resistencia me dejo caer sobre las sábanas, sintiendo cómo el peso de la angustia se acomoda sobre mis hombros. Me arropa con cuidado, como si cualquier movimiento brusco pudiera hacerme romper. En ese instante, me siento segura, aunque sea por un breve momento.

Vuelve después de un rato con una taza humeante en las manos y una pastilla en la otra. Me la ofrece sin hablar, solo con una suave sonrisa, y asiento en agradecimiento mientras acepto la taza. Bebo lentamente, saboreando el leve sabor a manzanilla, mientras él se sienta a mi lado, observándome con una calma que logra transmitirme algo de paz. La pastilla me ayuda a aliviar el dolor de cabeza que comenzó con las lágrimas, y poco a poco mi respiración se va calmando.

Entonces, sin aviso, se levanta, toma su guitarra de un rincón de la habitación y se sienta nuevamente junto a mí. Con dedos hábiles y cuidadosos, comienza a tocar una melodía suave, una canción sin palabras que parece hecha solo para este momento, solo para mí. Cierro los ojos y dejo que la música me arrulle, sintiendo cómo su sonido se filtra en cada rincón de mi ser, acallando poco a poco el caos dentro de mí.

Cuando la canción termina, él se acuesta a mi lado, envolviéndome en sus brazos. Su pecho se alinea con mi espalda, y sus manos descansan protectoras sobre las mías. Su respiración, calmada y constante, me guía en el proceso de liberar el resto de mi tristeza, sin necesidad de palabras, sin juicio. Es un silencio compartido.

Poco a poco, el dolor comienza a disiparse, y siento cómo el sueño me va envolviendo. Justo antes de rendirme al cansancio, siento un beso en la mejilla por parte de él. Sonrío un poco y permito que apoye su cabeza sobre la mía.

*****
Ayer me dieron ganas de escribir y dije, "¿Por qué no?" Y aquí estamos 🙈

Pero medio triste el capítulo... En fin, pobre Nain y que se extingan los hombres como su padre

Pd. La canción de arriba es la que le toca Jungkook con la guitarra, o sea la melodía (porque la letra de la canción nada que ver jakdjs)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro