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OO. orphic dream


Se sentía vivo, la brisa les pegaba en la cara y el olor pasaba a sus fosas nasales sin dificultad, todo se sentía tan real. Se sentía como si... pertenecieran ahí, como si ese fuera su lugar.

La brisa era tan delicada y danzaba libremente en el lugar, el cielo estaba pintado de un azul pastel que solamente se veían en las películas, el olor a humedad y flores no podía ser más tranquilizador, era un espacio vacío de gente pero tan lleno de vida que bastaba por sí solo.

Las únicas presencias que se encontraban ahí eran ellos dos, acostados en el prado de flores separados por la distancia física de unos cuantos metros, con los ojos cerrados como si en un trance, las flores eran tan altas y la distancia entre ellos era demasiada que no se dieron cuenta de la presencia del otro.

Hasta que uno de los dos abrió los ojos.

Seungmin, el chico, abrió ligeramente los ojos confundido, pero el embriagante aroma de las flores despejó inmediatamente su intranquilidad, dotándolo de una extraña paz. El joven se levantó del pasto, queriendo examinar mejor el lugar donde se encontraba ¿Acaso sus amigos le jugaron una broma?¿Por qué florecían flores en pleno inicio de invierno?

Volteo a todas partes, con miedo de moverse y pisar alguna flor, se distrajo viendo las desnudas montañas que estaba detrás de él que cuando volteo a ver el cielo despejado se encontró con una sorpresa, pues las perlas de sus ojos divisaron a lo lejos la silueta de una chica, estaba a metros de distancia y aun así podía como ella portaba un precioso vestido blanco, digno de la primavera.

La armoniosa presencia de aquella chica hizo que el castaño no pudiera resistir las ganas y la curiosidad de apreciarla más cerca, así que decidió acercarse. Con cada paso que sus pies descalzos daban, podía sentir la fresca brisa del viento cada vez más fuerte, como si al acercarse a la chica, su cuerpo se sintiera menos tenso, tenía una sensación de libertad.

Ella estaba de espaldas a el, agachada de cuclillas, apreciando con fervor las bellas y frescas orquídeas de color índigo que la rodeaban, ¿Qué hacia ella ahí? El prado estaba bañado de orquídeas en su mayoría azules y blancas, y, a pesar de que no se pudiera ver, había una playa cerca, pues el calmante sonido de las olas del mar moviéndose y chocando con la misma agua, estaba muy presente en el ambiente.

El cielo era el cielo más claro y despejado que alguno de los dos jóvenes jamás haya visto en su vida, y el prado parecía infinito, porque a pesar de escuchar las olas del mar, todo lo que los dos chicos podían ver era el piso bañado de orquídeas y aquel par de montañas desnudas detrás el chico.

Cuando la joven escuchó pasos acercándose, se alarmó e inmediatamente se dio la vuelta, y al mismo tiempo parándose, haciendo que su vestido diera un giro perfecto, brindándole un aura angelical. Cuando el chico se dio cuenta de este acto por parte de la fémina, paró en secó y dejó de caminar.

Ahora ambos estaban de pie, uno frente a otro con menos metros de distancia que antes, él portando una camisa más grande de su talla y pintada del color de la pureza, combinada con unos pantalones negros que contrastaban con el ambiente angelical y que dejaban ver una parte baja de sus delgadas piernas; y ella con aquel vestido blanco primaveral y luciendo su larga melena negra, la cual también hacia contraste con el ambiente de paz y serenidad.

Sus miradas estaban congeladas, estaban atónitos ante sus presencias, era extraño que ninguno de los dos se sintiera inquieto, era como si algo no se los permitiera. Seungmin estaba confundido pero no inquieto, así que examinó a la chica cuidadosamente, ella estaba agarrando una flor con ambas manos, la había arrancado de raíz, el chico se pasó un buen rato mirando la flor que por consiguiente ella tambien la miro, apreciando la belleza de la misma, inconscientemente los ojos de Mi-Suk brillaron ante lo pacifico que se sentía el lugar, el chico inevitablemente sonrió al ver mejor los ojos que estaban frente a él y los cuales emanaba un brillo hermoso casi fuera de este mundo, ella observó las expresiones del chico y no pudo contenerse y evitar sonreír después de ver esa dulce sonrisa que él le regaló. Y así ambos experimentaron un extraño sentimiento de paz. Ninguno formuló ni una sola palabra, tampoco se acercaron más, porque siendo honestos, esas miradas bastaron por sí solas.

El paisaje bastaba por si solo, ellos dos bastaban por si solos.

¿Quién era aquella chica de brillantes ojos?¿Quién era aquel joven de dulce sonrisa?¿Que estaban haciendo en un prado infinito bañado de orquídeas?¿Por qué sentían tanto sosiego? Eran preguntas que ambos estaban ansiosos por hacer, pero que sin embargo, ninguno se armaba de valor para atreverse a dar el primer paso. Y cuando el varón por fin había agarrado coraje para hablar, la imagen de la chica comenzó a desvanecerse lentamente de su panorama visual, y él, inconscientemente, abría los ojos.

El joven, Seungmin despertó. Y en otra parte del país, la fémina Mi-Suk también había caído en su realidad.

Aquel prado era un sueño, esas miradas eran solo un sueño, un sueño que estuvo en su mente todo el día. Un sueño dulce... eso era ella, eso era él. Un sueño órfico.


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