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O2. the girl whose bed is not made.

Park Mi-Suk estaba anonadada. 

¿Qué era lo que acababa de pasar hace unas horas? ¿Por que un simple sueño la tenia tan perpleja? ¿De verdad era un simple sueño?

Para ser alguien que soñaba demasiado y se caracterizaba por eso, esta vez no se pudo explicar aquel momento que, a pesar de que se sintió como un sueño, tenia una pizca de realidad en ella. Era inexplicable, la imagen que rondaba por su cabeza era demasiado perfecta como para que la joven sintiera que aquel chico era real. Pero, como Mi-Suk era muy idealista y soñadora, decidió creer en lo que su corazón muy en el fondo le advertía. 

La realidad de Park Mi-Suk no era más que un terrible visto malo del destino. Pero ella no se quejaba. Desde pequeña aprendió que la vida tiene a sus favoritos y que, por supuesto, ella no era uno de ellos. Así que ese destino lo acepto a muy corta edad, y en vez de quejarse d ela vida, decidió luchar por lo que desea y esforzarse día con día, porque no ser la favorita de la vida no significaba que debía quedarse con ese papel. 

—Mi-Suk.— Una voz masculina arrebató la atención de Mi-Suk. —Se nos acabo la leche.— Señalo el refrigerador con su vista mientras limpiaba la mesa de trabajo de la cafetería. 

—Yo voy por más.— Asintió sonriendo, ella sabia que su compañero de trabajo, SeHun, tenia una herida en la pierna y prefería no caminar demasiado, por eso Mi-Suk se ofreció para tomar ordenes e ir por provisiones al refrigerador. 

Así era ella, ayudando en lo que pudiera a aquellos a los que quería, y por supuesto que Oh SeHun se había ganado un lugar en esa lista ¿El premio? No tener que ir al doctor al día siguiente por esforzarse de más con su pierna. Pero todos los favores de Mi-Suk solían venir con un precio, y esta vez tal vez no sería la excepción. 

Ese día la cafetería estaba al tope, pareciera que cuando SeHun atendía a los clientes inmediatamente las jóvenes de la zona fueran por una bebida, por supuesto, solo para ver al atractivo joven que les regalaba una sonrisa encantadora. Y eso significaba más trabajo para ambos. 

—Si quieres ya puedes irte.— El pelinegro dijo mientras cerraba la caja registradora.—No quedan muchos clientes y ya casi se acaba tu turno.— Explicó, con un tono serio pero encantador. 

—No, esta bien, me quedaré aquí hasta que acabe mi turno.— A pesar de que Mi-Suk quería irse de ahí, era demasiado responsable como para descuidarse aunque sea un poco del trabajo.

—Me evitaste la molestia de mover mi pierna, te ganaste el lujo de salir antes.— SeHun sabía que Mi-Suk no aceptaba muy bien las cosas cuando no se esforzaba por obtenerlas, así que cuido sus palabras para poder convencer a Mi-Suk. —Tu amiga me dijo que tienes exámenes pronto.— Le lanzó una mirada casi amenazante.

—Bien, si. Tengo exámenes.— Mi-Suk cedio ante su su amigo. —Pero no quiero que tu padre me regañe.— Dijo en voz baja.

—No te preocupes, yo me las ingenio para que eso no pase.— El pelinegro sonrió, el padre de Sehun era en dueño de la cafetería y contrato a Mi-Suk desde que tenia 16 años, a pesar de que ahora solo va los lunes y miércoles a trabajar, pues la fémina tenia otro trabajo de medio tiempo. —Ahora ve a estudiar, que por eso estas aquí. Haz que valga la pena.— Para el chico no era un secreto que ella estaba ahí para poder seguir costeando sus estudios. 

Mi-Suk asintió, chocando los puños con Sehun mientras salía de ahí contenta. A pesar de que Sehun era su amigo, Mi-Suk prefiere pasar el tiempo sola, así que su sonrisa era aún más grande. Caminaba frente al atardecer, dirigiéndose a su departamento, y una vez abrió la puerta, su sonrisa se desvaneció. 

Cayó en la realidad. Una pila de trastes que lavar, una cama que tender, un piso que barrer, y sobre todo, tareas y estudio para la escuela la esperaban en un ambiente cutre. Mi-Suk suspiro y de pronto el cansancio de atender a tanta gente se sintió en su espalda.

Parecía que el tiempo libre no le sirvió de mucho, la motivación era su único salvavidas, ni siquiera ponía música para limpiar, nunca encontró algo que fuera con su vibra, por lo que solo limpiaba en silencio, inundando su confrontación de pensamientos. Su padre seguía trabajado, era gracioso como trabajaba demasiado y aun así no podía costearle los estudios a su hija, pero Mi-Suk estaba acostumbrada a la mala cara de la vida. 

Se acostó rendida en su cama, la cual aún ni siquiera tendía. Estaba tan cansada y aun así sentía que no había hecho nada. Volteó su cabeza a su pequeño escritorio y sus cosas de la escuela, eso fue lo suficiente para que se levantará cual bala y se preparará para estudiar. Estaba cansada y quería terminar con su sufrimiento lo más rápido posible. 

Materia por materia, tarea por tarea, eran casi las tres de la mañana y Mi-Suk ya no podía más. Pero continuo, motivándose con la idea de que "faltaba poco para acabar" una excusa que se decía desde pequeña y que de tanto decirla, ya no la creía, pero se había convertido en un reflejo. 

Cuando terminó, se quedo mirando la pared blanca, no celebrara, no se aliviaba, nada, estaba demasiado cansada como para si quiera sentir su existencia. Cuando sintió como sus ojos se cerraban, se levanto en dirección a su cama, y al ver que estaba destendida, la tendió y arreglo. 

Segundos después se metió entre las sabanas, perdida en el espacio tiempo, como si estuviera en un viaje astral. Conforme sus ojos pedían descanso, Mi-Suk recordó de nuevo a aquel chico, aquel prado y aquella sonrisa, ni siquiera estaba dormida pero despertó de golpe. De repente ya no tenia sueño ni cansancio, solo curiosidad por saber quien demonios era ese chico y por que se sentía tan real y perfecto, ella no se creía que ese sueño hubiera pasado. 

Por que en su vida "real y perfecto" nunca fue una combinación. Rodaba en la cama cuestionándose todo y nada a la vez, hasta que llego a la verdadera solución, trataría de dormir y soñar de nuevo con eso, por más imposible que fuera. No importaba si tenia que hacer brujera o invocar a algún demonio, lograría llegar al fondo de ese sueño. 

Afortunadamente para Mi-Suk, no había necesidad de vender su alma para soñar a aquel chico otra vez. 

Pues cerró los ojos y sin darse cuenta, cayó dormida ante el cansancio. 

La pesadez en su cuerpo se elimino una vez apareció sentada en un campo de flores, llevando un vestido blanco puesto.



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