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CAPÍTULO 26

Anna seguía sin contestar a ninguna de sus llamadas ni mensajes. No había pasado mucho tiempo desde que habían dejado de tener noticias de ella, pero después de la visita a la casa de la hermandad, la conversación con su padre y su extraña estratagema para intentar mantenerlos alejados de todo lo que tuviese algo que ver con él, estaba bastante preocupado.

El profesor Sanderson se fue ha su despacho a realizar unas llamadas. Con ello pretendía intentar esclarecer los últimos movimientos de Patrick Shein, pues tenía algunas personas de confianza que podían tener esa información. Eso les ayudaría a tener una idea más clara de si estaba o no involucrado en la extraña desaparición de Anna, aunque Albus no dejaba de repetir que pudiese ser que la chica estuviese sana y salva, con sus amigas o dando algún paseo después de haberse encontrado con los hechiceros, pero se notaba en su expresión que ni el mismo confiaba en esta teoría.

Lily se había encargado de llamar a Lucille y Paula, intentando evitar sospechas, y no había conseguido ninguna información ya que no se encontraba con ella. Decidieron que era mejor que Carol no hiciese ninguna pregunta a su novia, puesto que era sabido que su relación con Anna no era muy cercana y Paula era una chica muy intuitiva, por lo que podía llegar a pensar que algo raro estaba pasando. También intentó contactar con Rob, pero no cogía el telefono.

Esto último hizo que Peter comenzara a darle vueltas a la cabeza, pero sus pensamientos fueron interrumpidos por la entrada del profesor al despacho, donde todos los hechiceros del grupo estaban reunidos.

—Puedo confirmar que Patrick ha estado en el campus esta mañana. Han visto uno de sus coches cerca de la casa de la hermandad, dónde sospechamos que Anna podría haber estado. Además iba demasiado despacio para lo que él acostumbra a conducir, como si evitase causar cualquier infracción que provocase que detuvieran su coche.

Esto confirmó, de alguna manera, lo que Peter estaba temiendo. Su padre se había llevado a Anna, seguramente contra su voluntad, y la tenía en algún sitio dónde no podían contactar con ella.

—Seguramente esté en la casa de Hastings —musitó Peter con ira en su voz—. Tenemos que ir a rescatarla.

—Espera —intervino Albus mientras se apoyaba en su escritorio—. No creo que sea una buena idea acercarnos allí sin un plan. Con la orden de alejamiento...

—¡Me da igual lo que pienses, joder! —gritó Peter. Todos le miraron, contrariados. Nunca le habían visto reaccionar de esa manera—. Sabiendo que Anna está en peligro, aunque sea una mínima sospecha, tenemos que ir a rescatarla. ¡No conocéis de lo que es capaz de hacer!

—Peter...

Lily comenzó a hablar poniendo una mano en su brazo, pero este se zafó con un gesto brusco. Su cuerpo estaba tenso e irradiaba un resplandor fucsia, al igual que sus negros ojos. Viendo que nadie le contestaba, comenzó a caminar hacia la salida con rapidez ignorando los comentarios que sus compañeros soltaban a su paso. Todos intentaban pararle los pies, pero no lo consiguieron.

Llegó a la calle sintiendo como su cabeza iba estallar, pues no hacía más que decirle que no era buena idea, que tenía que hacer caso al profesor y trazar un plan. Pero su parte más irracional le pedía que entrase en la antigua casa de campo de su familia y comenzase a lanzar luces fucsia a diestro y siniestro hasta que saliese de allí con Anna de la mano. Quieto en mitad de la acera, decidió que sería mejor pensar la mejor manera de llegar al lugar, pues estaba fuera de la ciudad y él no tenía ningún medio de transporte. Cuando le asaltaban todo tipo de ideas, sintió como tocaban su hombro y, al darse la vuelta, encontró a su Kevin con el rostro preocupado.

—No lo harás esto solo, Peter —dijo el rubio mientras colocaba sus manos en los bolsillos.

—Eso, estamos contigo. —Lily apareció a su otro lado.

—Esperemos que esta sea la última vez que tengamos que sacar a Ludwig de un aprieto —se quejó Oscar.

—Me parece que no será así, es un imán para atraer problemas —replicó su hermana con los brazos cruzados.

Toda la inseguridad que había sentido Peter hacía un momento desapareció al ver a sus amigos dispuestos a ayudarle. Tanto que hasta un atisbo de sonrisa se dibujó en sus labios. Su Don pareció coger fuerza, al igual que el de los demás, creando un juego de luces alrededor de ellos casi imperceptibles. Morado, amarillo, fuscia, verde y violeta se entrelazaban para crear una mezcla que les acompañaba a donde quiera que fuesen.

—Gracias, chicos —dijo Peter—. Lo que no sé es cómo podemos llegar a Hastings.

Como si fuese la respuesta a sus plegarias, un todoterreno negro paró justo delante de ellos. Lo conducía el profesor Sanderson que, con el rostro cansado y un pequeño guiño, indicó a todos que subieran.

El camino transcurrió en silencio, excepto por las múltiples quejas de Kevin al que le había tocado instalarse en el incómodo maletero del coche. Era algo que no podía evitar cuando estaba nervioso, las palabras acudían a sus labios sin control.

Llegaron justo cuando un nubarrón que anunciaba lluvia se instauraba en el cielo antes despejado, como si de una premonición se tratase. Bajaron del coche y se situaron en la entrada de la imponente y destartalada mansión. Un camino de tierra, rodeado de un jardín que había vivido tiempos mejores, llevaba hasta la puerta de un edificio de tres plantas de estilo victoriano. Los colores oscuros predominaban adornando los grandes ventanales, pero hubo un detalle que no escapó a ninguno de los presentes.

Miles de pequeñas luces rojas, como si se tratase de una bruma, rodeaban el edificio.

—Está aquí —dijo Peter con voz ronca.

—Y quiere que lo sepamos —continuó Albus Sanderson mientras comenzaba a caminar.

Justo cuando estaban llegando a la puerta principal, vieron como la puerta se abría. Tras ella apareció Patrick Shein, luciendo su sarcástica sonrisa, junto con Thomas Crane y otros dos hombres. Estos últimos eran policías y no solo se notaba por el uniforme, sino en la pose sería que exhibían mientas franqueaban al dueño de la casa.

—Vaya, vaya... —comenzó ha decir Patrick abriendo los brazos— habéis llegado antes de lo que pensaba. ¿No se lo dije, agentes? Tarde o temprano iban a aparecer a invadir mi propiedad.

—Patrick, por favor...

El profesor Sanderson intentó avanzar, dejando atrás a sus alumnos, pero los policías se interpusieron en su camino. Lanzó una mirada al que había sido su compañero que le miraba con suficiencia desde su posición de poder.

—¿Dónde está? —gritó Peter con una energía poco habitual en él, haciendo que hasta el propio Patrick Shein sintiese un pinchazo de sorpresa y temor que duró un instante, aunque no tardó en recomponerse.

—¿Quién, hijo? —preguntó con suficiencia.

—¡Sabes perfectamente de quién estoy hablando! ¿Qué has hecho con Anna?

—¡Otra vez con esa tal Anna! No conozco a todas tus amiguitas y no tengo ningún interés en hacerlo. Así es que, por favor, abandonar nuestra propiedad.

El don de Peter comenzó a aflorar y luces fucsias comenzaron a flotar alrededor de su cuerpo. Sus compañeros, colocados en posición detrás de él, siguieron su ejemplo, notando como su ira y rabia los alimentaba a todos, como si estuviesen conectados. Luces amarillas, verdes, violetas y moradas se unieron al fucsia haciendo que la amenaza fuese mayor.

—Chicos, quietos.

La seriedad con la que Albus pronunció estas palabras bastó para que todos le mirasen. Señaló con la cabeza las ventanas de la casa de Hastings y pudieron ver como se iluminaban todas con decenas de luces con distintos tonos y colores. Patrick había reunido un ejercito y estaba preparado para utilizarlo. Por segunda vez en el día, se había adelantado. Los policías, humanos, se encontraban un poco confundidos al ver la postura de los jóvenes y el silencio que se había instaurado.

—¿Queríais algo más? —preguntó Thomas Crane, que había permanecido callado— Recordad que no podéis acercaros a esta propiedad ni a ninguna otra, por lo que la próxima vez estos amables caballeros os llevarán detenidos por incumplir una orden. —Señaló a los dos policías para acompañar sus palabras.

Peter, cegado por la rabia, comenzó a avanzar, pero la mano firme de Albus Sanderson le impidió continuar. Pudo sentir la fuerza del Don verde recorriendo su cuerpo mientras el profesor le tocaba, haciendo que se bloquease y, a pesar de poner todo su empeño, su luz fucsia comenzó a apaciguarse. En esos momentos se notaba la diferencia de poder entre ellos.

—Peter, tenemos las de perder. No sabemos cuánta gente habrá en la casa. Tu padre tiene un montón de seguidores. —Quitó la mano de su pecho cuando notó que el chico se había calmado—. Eso sin contar que hay humanos presentes.

—Pero... —susurró Peter con impotencia.

—Vamos, lo hemos intentado a tu manera y no ha funcionado. Aunque, al menos, podemos decir con claridad que Anna se encuentra aquí. —Comenzaron a caminar hacia el coche sin despedirse, seguidos por los demás y vigilados por Patrick que no se había movido del umbral—. Ahora, haremos lo que tendríamos que haber hecho desde un principio: trazar un plan.

—¿Cómo conseguiremos entrar a la casa? Ya saben que lo sabemos y estarán atentos a cualquier cosa que hagamos —preguntó Kevin.

El profesor no contestó de inmediato, simplemente se limitó a apoyarse en el coche, al que ya habían llegado, con la mano en el mentón y una expresión pensativa. Carol, Oscar, Lily, Kevin y Peter lo miraban, expectantes.

—Tenemos un arma secreta, algo de lo que creo no están al tanto —dijo, de repente, mientras miraba a Lily y a Peter.

—¿Estás seguro, Papa?

—No lo entiendo, ¿cómo podría ayudarnos?

El profesor miró hacia la casa, sintiendo como el Don rojo de su antiguo amigo inundaba todo el espacio que ocupaba. Tenían que averiguar que se traía entre manos con Anna y la mejor manera de saberlo era darle algo que no pudiese rechazar y aprovecharlo par rescatar a la hechicera.

—Antes de nada —dijo, entrando en el coche—, tendremos que contarle lo que ha pasado. Estoy seguro de que estará dispuesto a ayudarnos.

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