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37. Él debe morir

CAPÍTULO 37

EIDER.

Daella llegaba a mi cabeza en pequeños destellos de recuerdos difusos como aquella noche oscura.

Senti mi boca seca. Mi garganta rasposa. Mis ojos en la profundidad de la negrura. Pesados. Cansados. Aún así, estaba consciente y podía oír los sonidos a mi alrededor.

Eran pisadas y aquel usual sonido de las hojas de otoño crujiendo.

La brisa fresca que me recordaba a aquel castaño, se colaba en partes de mi cuerpo en las que no llevaba abrigo.

Alión Valerousse...

Una voz escalofriante retumbaba en mis oídos.

Alión Valerousse...

Aquel monstruo había revivido, acababa de escaparse de la caja de Pandora que tanto he escondido.

Alión Valerousse era mi peor pesadilla. Todos estos años temiendo que el recuerdo cobre vida. Temiendo encontrarme cara a cara con él.

No. No. Él no era Alión...

Él era Astaroth, un demonio sangriento y meticuloso que comía a sus presas y bebía su sangre para poder vivir por muchos años más fuera del infierno.

Un príncipe de las tinieblas.

Sí, eso era. Era un monstruo que había acabado con la vida de mi mejor amiga. Un monstruo que desató las dudas en un pueblo entero. Un monstruo que hizo que el pase al bosque estuviera prohibido por muchos años por la desaparición de una chica de quince años llamada Daella Hokins.

Nadie sabía nada de ella luego de su desaparición. El misterio siguió entre las sombras hasta que la gente se olvidó de ella.

Pero yo siempre supe la verdad. Una verdad cruel y macabra.

Arrinconada por el miedo a que nadie me creyera lo que había visto esa noche, a que me tratanse como su asesina, yo había guardado ese recuerdo.

Pero ahora cobraba venganza y fuerza, pegando un sacudon en mi pecho, en mi ser...

Oi algunas voces casi imposibles de escuchar. Sentía mis extremidades tan débiles, que ni siquiera podía agudizar mis oídos.

Hice un intento de tragar saliva, pero sentí mi garganta en un ardor que me hizo fruncir el ceño de dolor.

-... debes despertarla...

Las voces se oían difusas, pero podía oírlas un poco mejor.

-... ya lo sé... él llegará pronto. -aquello hizo que me moviera lentamente en mi lugar, pero senti algo alrededor de mi cuerpo que no me dejo moverme por mucho tiempo.

Algo extraño con texturas abultadas y duras se sintió en mi espalda.

Él.

Alión Valerousse...

Astaroth...

Estaba en camino.

Era en lo único que podía pensar, y, aunque intentase, no lograba evitarlo.

Abrí los ojos. Mis párpados se sintieron débiles y pesados. Solté un quejido gracias a la fuerte punzada en mi cien.

La oscuridad del bosque apareció en mi campo de visión. Pude contemplar dos personas de pie frente a mí, observando un lugar perdido entre los grandes árboles verdosos.

No tarde en relacionarlos a Patrick y Ayva. Ambos llevaban una pose como si estuvieran en ataque, atentos y a la defensiva.

-Él está... aquí. -susurró Ayva, su cabello marrón ondeaba a la par del viento-¡Rápido! Despierta a la chica.

Patrick asintió, dándose la vuelta. Cerré los ojos, fingiendo seguir dormida.

Un olor extraño y dulce llegó a mi nariz cuando él acarició mi mejilla izquierda. Frunci el ceño por aquella acción tan extraña de su parte.

Su roce fue cálido.

-No te hagas la dormida, Eider. Sé que te encuentras despierta. -abrí mis ojos lentamente al oír el tono agrio que se traía. Su rostro fresco y pálido se vió serio.

Sus ojos oscuros miraron los míos fijamente. Y no pude creer el parentesco que llevaba.

Patrick era identico a ese demonio, pero lo unico que cambiaba, eran sus ojos marrones y oscuros.

Desvie la mirada de él, enfocandola en Ayva, quien daba pasos tontos hacia atras, mientras observaba unos arboles oscuros y las sombras eminentes y grandes salir de estos.

Las lagrimas salieron disparadas de mis ojos. El corazon latio desbocado en mi pecho. Mi cuerpo temblo de la desesperacion y el miedo.

No podia ser posible...

No...

Una cabellera roja se hizo visible entre la oscuridad, entre los arboles, entre las hojas otoñales que este pisaba al dar cada paso decisivo y poderoso.

Sus ojos azules y extraños recorrieron todos los rostros. Se veia igual. Ni siquiera habia cambiado algun rasgo de su rostro angelical y atractivo. Su cabello estaba un poco más largo y alborotado. Su cuerpo seguia igual de definido y alto, vestido por su usual ropa: jeans oscuros y sudadera del mismo tono.

Nada habia cambiado.

Pude ver que sus ojos daban un recorrido en el suelo, hasta que, a unos pocos metros de sus pies, dejo regado sus iris. Un hueco se vio en donde este posaba su mirada.

Camino hasta alli y se puso de cuclillas, extendio su mano hasta la profundidad del poso, y, entonces...

Mi corazon perdio un latido.

Volvio a ponerse de pie, pero con algo nuevo en su mano: una cabeza. Una cabeza humana de ojos verdes y piel podrida.

Daella.

-¡No! -grite, moviendome hacia todos lados en desesperacion, pero la soga que amarraba mi cuerpo contra el arbol, no me dejo.

Sus ojos me buscaron, y una sonrisa de boca cerrada se hizo notable al verme entre aquellos dos Faustinos que se decian ser sus seguidores.

Camino hacia mi. Sus pasos iban quebrantando cada hoja seca, cada recuerdo, cada secreto y mentira.

Mi respiración se agitó al verlo frente a mi. Se puso de cuclillas, y nuestros ojos se reencontraron nuevamente.

Alión Valerousse.

Las lagrimas cayeron de mis ojos, porque, aunque no quisiera, el rostro de mi amiga se reflejaba en él. Las palabras de ella. Sus latidos. Cada acción...

Todo se veia en aquel rostro.

-Cuánto tiempo, Eider. -su voz era igual de elegante como la primera vez que la oí. Comencé a temblar al sentir el tacto de uno de sus dedos calidos y suaves en mi mejilla izquierda. Movi el rostro hacia un lado, pero fue inutil.

Una mezcla de nostalgia, odio, tristeza, temor y repugnancia vagaban debilmente por mi pecho. Verlo significaban tantas cosas, como que siempre fue real, como que nunca estuve loca.

Cerre mis ojos con fuerza.

Que sea mentira. Que sea mentira...

-Tú eres una mentira, preciosa -acercó sus labios a los míos y aprete los mios, dejandolos dentro de mi boca con mis dientes-. ¿Creias que iba a besarte? -su risa sonora y arrogante se escucho en mi mente, haciendo estragos en mi sistema- Siempre supe que habia una... hm..-respiro hondo, dando una pausa- una clase de atracción entre nosotros dos. Fue una lastima que tu amiga se interpusiera.

Abri mis ojos humedos por las lagrimas que no cesaban. Ahora su sonrisa era abierta, mostrando sus dientes perfectos.

Queria borrarle aquella sonrisa. Matarlo, si asi fuera posible.

-Nunca hubo nada entre nosotros dos. -le escupi, disgustada, aun asi, no logre desaparecerle aquella maldita sonrisa.

-¿No? Mirame, Eider. -susurro, de una manera roncosa y... ¿dulce?- He venido por ti.

Rei amarga, tratando de no afrontar el hecho de que hoy moriria por ese imbecil que me hablaba sutil y dulce.

Que iba a terminar con el cuerpo devorado en mil pedazos...

-Has venido a matarme. Claro que lo sé. -otra lagrima se escapo de mis ojos al recordar a Daella viva y sonriente.

-Por supuesto. -se puso de pie, caminando en varias direcciones- Pero hay algo que solo los de mi linaje saben.

Frunci el ceño, por como sus facciones se ponian serias de un instante a otro.

Algo me decia que eso era una desventaja para el.

-Y es... que si una persona del mundo humano ve mi verdadero aspecto y no los destruyo a tiempo, entonces llevaran una marca que los unira a mi. -su mirada se encontro con la mia-. Deje una migaja regada en el suelo cuando te deje escapar. Pero...

Camino lentamente hasta mi.

-Pero asi fue como lo quise yo, Eider. No podia matarte, y tampoco lo hare, o bueno, no ahora.

-¡¿Qué?! -Ayva se acerco hasta el con paso decisivo y furioso, su mirada asesinandolo. -Ese no era el acuerdo, Astaroth. ¡Ella se llevó a nuestras hermanas!

El pelirrojo levanto una de sus manos palidas en direccion a la castaña y esta se paró abruptamente en su lugar. Sus ojos ahora eran la desesperación pura.

-Ellas murieron por su propia impertinencia-volvio sus ojos a mí-. Si no unimos nuestra sangre, entonces morire. Asi lo exije mi linaje.

¿Unir nuestras sangres?

-U... ¿unir nuestras sangres? -se puso de cuclillas, tomando mi menton con sus dedos.

-Casarnos en sagrado matrimonio, Eider.

Deje de respirar por unos breves segundos.

Casarnos en sagrado matrimonio...

¿Un demonio y yo en sagrado matrimonio? No evite poner una expresion de absurda confusion.

-Una vez que unamos nuestra sangre, entonces, si yo muero, tú mueres. Seras mi esposa y por eso vine en tu busqueda. Obviamente, si tu mueres... yo no.

-¡Eso es una estupidez! -vocifero, Ayva. Sus pies y manos trataron de moverse, pero se encontraba rigida en su lugar, como si su cuerpo no pudiera mover ni una articulacion.

Astaroth la observo desde su hombro. -¿Acaso quieres rehusarte bajo la palabra de tu creador? -divertido, solto:- Deja de ser tan ilusa, Ayva, yo te cree y si quiero a Eider como mi esposa y sangre, asi sera.

Me molestaba en la forma que hablaba con total seguridad, como si el fuera dueño de mi cuerpo, como si tuviera mi palabra acertada a su propuesta.

-Yo jamas dije que si. -hable, llevandome la mirada de todos.

Lo vi de espaldas, pero estaba segura que una sonrisa macabra se acentuaba en sus labios carnosos. -¿Qué? -fue lo unico que se limitó a decir.

-Que yo no acepte en ningun momento. -dije, lentamente- Y jamas lo hare.

-Repitelo. -volvio hasta mi lugat. Mi corazon latio desenfrenado cuando sus manos apretaron mi menton con fuerza.

Un quejido de dolor salio de mi garganta. Pero eso no evito que le dejara en claro mi decision.

-Ja.. más... me... casare... ¡contigo! -reuni baba en mi boca para luego escupirle en una de sus mejillas.

En sagrado matrimonio...

Aquella palabra comenzaba a deslizarse por mi mente.

Este comenzo a reir a carcajadas. -¿Segura, Eider? -no respondi, pero no evite regalarle una mirada asesina.

Lo fulmine con los ojos, con tal de exterminar sus siete vidas si eso fuera posible.

Porque un demonio como él, era de seguro que llevaba más de una vida.

- Hm... tal vez deberiamos preguntarle a tu cuñado si es que estas segura, ¿quieres?

Frunci el ceño por aquella palabra.

Cuñado.

-De... ¿de qué hablas? -no quise dejar la confusión tan palpable, pero... ¿Qué más daba? Al fin y al cabo siempre hay secretos que descubrir.

-¡Patrick! -el nombrado se dirigio silencioso hasta las sombras de los arboles y de alli saco arrastrando a un cuerpo que reconoci rapidamente.

En su cuello algo colgaba. Era aquel colgante de jabali, pero el diente que era un dige, brillaba con una luz naranjesca. Su ropa estaba sucia y rota.

Aquel rostro picaron y atractivo ahora se veia herido y ensangrentado.

Era...

-¿Qué ocurrira cuando tu noviecito, el nefilim, vea a su hermano muerto? -dió una pausa horriblemente pacifica-. Un odio a una humana que arrebato la vida de su sangre. Eso... eso es lo que veo, Eider.

Adonis se arrastro en las hojas a medida que Patrick tomaba su cabello castaño con fuerza para deslizarlo.

El solo verlo me transporto el dolor.

...

AZAEL.

-... Eider, ella cayó en las garras de uno de los demonios y príncipes más fuerte del infierno. Pero no debemos olvidar que este es prófugo y que desobedeció a su linaje. -Brenda prestaba mucha atención hacia las palabras de Paymon, mientras este manejaba mirando la carretera.

-¿Desobedeció a su linaje?

Paymon la observó por unos cortos segundos. -Dejó que un humano viera su apariencia real. Ese humano es... Eider.

Algo extraño surcó mi pecho, algo cálido e inexplicable al oír aquel nombre.

Desde que había salido de su casa, no podía quitarme a aquella chica de la cabeza, pero, siendo realista, creo que nunca abandono mis pensamientos más oscuros.

El toque de sus dedos en mi piel aún seguía vivo y no podía seguir negando lo mucho que me gustaba recordarlo.

-Eso suena mal. -susurró la pelirroja.

-Porque es malo. -dijo Adriel, tocando su dije. Sus ojos azules clavados en la ventanilla del carro.

-El demonio vino en busca de Eider porque ella vió su aspecto verdadero. Como el linaje de los Faustos exije sangre por sangre y pago por pago, él debe unir su sangre con la de ella.

-¿Qué quieres decir?

-Que ellos deben contraer matrimonio.

La sangre hirvio en mi cuerpo de solo pensar en esa idea. Una idea lejana a la realidad...

Una humana y un demonio en matrimonio.

Por el amor de Dios.

-¿Matrimonio? Pero si él es... un demonio.

-Lo sabemos. Es un pecado

-¿Y qué ocurre si ellos se casan?

-El demonio vivirá y podrá comerse la carne de Eider. Él ya la marcó, si su marca muere antes que Astaroth, entonces el demonio no vivirá, al igual que si no contraen ese matrimonio. -explicó Paymon con paciencia. A veces admiraba en la forma que este hablaba y explicaba con total tranquilidad.

-Entonces... ¿ustedes están aquí para evitar ese casamiento?

El pelinegro asintió, observando seriamente la carretera.

Oír la palabra matrimonio y el nombre Eider en una misma oración, me ponía extraño.

-Estamos aquí para que ese demonio no contraiga el matrimonio y muera, ya que el es un prófugo de la justicia santificada. Si eso de detener el matrimonio ocurre, uno de nosotros es perdonado y se convierte en seguidor de Dios.

La piel se me erizó. Los árboles pasaban con lentitud a través del vidrio.

La angustia crecía cada vez más en mi pecho. De solo pensar en Eider sufriendo.

En Adonis muerto...

-Seguidor de Dios... ¿osea?

-Ángeles. -habló esta vez Adriel, respondiendo a la falta de información que arrastraba Brenda.

-No puedo creer que todo este tiempo nos hayan mentido. En serio. Parece una maldita película de Hollywood. -respiro hondo- Margarita todo este tiempo no fue Margarita, sino un... demonio...

-Ella quería ser humana, Brenda. Y las eligió antes que a su propia sangre. -Paymon la observó nuevamente, sus ojos oscuros llevaban un brillo que solo pude reconocer como atracción.

La pelirroja llevaba las mejillas rojas. Parecian pequeños niños flechados por las hormonas y los sentimientos.

-De igual forma, no sigo a gusto con el hecho de haberle mentido a Eider. -dijo, refiriéndose en el momento que casi la lleva a prisión- aún no entiendo eso de la carnada, pero si era todo para ponerla a salvo...

-Eider ha sido la carnada todo este tiempo. No para Astaroth, sino para nosotros. Es por eso que la mantuvimos muy cerca de nosotros con mentiras. Porque... tu amiga es... especial. -le interrumpió Paymon.

Ella es diferente.

Por el hecho de que se mueve gracias a su curiosidad.

-¿Por qué?

-Ya lo sabes... es su curiosidad quien la ha arrastrado a todo esto. Nosotros lo supimos desde el día que chocamos a Margarett. -confesó Adriel, y no evite recordar el primer día que conocí a Eider.

Aquel Déjà vú en nuestros ojos...

-Fue por eso que inventamos las muertes, las mentiras. Pero tuvimos algo que la mantuvo cerca de nosotros a toda costa.

Brenda frunció su ceño, confusa pero a la vez curiosa. -¿Qué?

Paymon rió, dejando notar lo ilusa que era la mujer a su lado. Por mi parte, solo volví la mirada a la ventanilla.

-Azael. Eider se enamoró de Azael.

Volteé a ver a la pelirroja, quien se veía rígida y silenciosa en su lugar. -Entonces... a pesar de todo lo que está ocurriendo, ¿eso quiere decir que Eider se enamoró de un...

Monstruo.

Nefilim.

Mentiroso...

¿Qué era yo?

Todos quedamos en silencio. Ni siquiera me atreví a hablar.

-De un nefilim. Y... eso es un pecado. -Paymon dijo aquello de un modo diferente.

Sabía la razón.

Él era un demonio, nada que ver a nosotros. Pero la ley lo aplicaba de la misma forma para él.

Y, aunque él lo negara, se había enamorado de Brenda. Tanto como yo con Eider.

Y no, tampoco había manera de remendar aquello.

Porque era... Un pecado.

-Hm, ¿y de verdad son hermanos los hermanos Agramon, cierto? -cambio de tema, llevándose un asentimiento de parte de Paymon.

-Ellos son los hijos del ángel caído Ezael.

-Somos hijos de una bruja llamada Demaris que es la más sanguinaria en su especie. Somos un pecado: nefilims, una raza de híbridos entre ángel y humano, entre ángel y demonio. -Adriel soltaba cada palabra con tono neutro, apagado. Aunque, él siempre fue así de...

Muerto.

Después de todo, era el nefilim de la tristeza. Su misma apariencia explotaba melancolía y muerte.

-Es por eso que ellos deben completar esta misión, o bueno, mejor dicho, uno de ellos.

-A ver si entiendo bien. Si uno de los Agramon completa esta misión, ¿quiere decir que uno de ellos será un ángel?

-Ajá.

Los pensamientos recayeron en mí. Si yo llegaba a completar esta misión, entonces seria un seguidor de Dios. Un ángel.

Pero... eso también quería decir que jamás volvería a la tierra humana.

Cerré mis ojos.

Siempre has querido esto, pero te has enamorado de la carnada. Las anclas suelen ser más livianas que una pluma. Y el peso comienza a recaer...

Las palabras de mi cabeza me estaban ahogándo, o quemando. No estaba seguro.

-No me atreví a preguntar esto... pero, ¿qué ocurre si ustedes no completan esta misión?

-Nos matan. No hay redención. No hay perdón.

Los recuerdos de mi padre siendo asesinado por las Elloises, asesinas del cielo santo, llegaron a mí. Aún tenía las imágenes de cómo las arpías destruían su corazón negro con las uñas.

Siempre me pregunté...

Si yo también tenia un corazón igual: negro y podrido.

¿Cómo un hombre como mi padre, pudo sentir amor al tener eso en su pecho? O... ¿Cómo mi madre pudo experimentar los sentimientos sanos y adictivos por el amor, siendo una asesina sanguinaria?

Las preguntas solo carcomian mi ser, deleitandolo con la idea de que yo, un nefilim, podia enamorarme de una humana inocente. Después de todo, yo no había cometido todas las calumnias y pecados que mis padres habían cometido en su pasado.

El simple hecho de haber nacido bajo la bendición de ellos, me hacía un monstruo, pero yo nunca lo fui...

La voz del pelinegro volvio a oirse en mi mente, como si yo hubiera vuelto a la tierra-... Es por eso, que esta noche, él debe morir. -Paymon detuvo el coche abruptamente. Pude ver por el gran vidrio de adelante, que nos encontrábamos en la entrada de ese bosque.

Abri la puerta del auto con mis manos desesperadas. El corazón me latía de una manera extraña.

Paymon se aproximó a Brenda cuando salió del coche. Ambos se regalaron una mirada de algo que solo ellos sabían y observaron la entrada del gran bosque. Ese bosque llamado Asmodeo en el que esta historia había dado su comienzo.

Los cuatro nos miramos por unos segundos y sin dudar partimos entre la oscuridad de la noche, entrando al lugar.

-Hace mucho tiempo no visitaba este lugar. -le susurro Brenda al pelinegro. Pude ver de reojo como las manos de ambos se entrelazaban. Los ojos de la pelirroja brillaban de nostalgia.

Habíamos reducido la velocidad para caminar sigilosos y atentos a cualquier movimiento.

Podía olerlo. Sentía aquel olor a sangre dulce que solo poseía aquel demonio. Aquella fetidez se podía distinguir, incluso en el aire que era denso y difícil de sobrellevar para mí. Aunque, estaba seguro de que mi hermano y Paymon lograban percibirlo de la misma manera en la que yo.

Y lo pude confirmar al ver la cara de disgusto de Adriel, que era un poco difícil de leer; Adriel era una persona cero expresiva, y más si se trataba de su rostro. Pero en esta ocasión, no pudo ocultarlo.

-Lo sienten, ¿verdad? -quise corroborar de que ellos estaban en las mismas que yo.

-Están cerca-Paymon se atrevió a dictaminar aquello, seguro de sus palabras-. Los puedo sentir en mi piel. El hedor es... insoportable.

Brenda nos observo con sus ojos marrones llenos de confusión pura. -¿De qué hablan?

Ella no podía percibir el olor a sangre dulce del demonio como lo hacíamos nosotros.

-De que ellos están cerca. Tal vez los encontremos en unos instantes. -susurro mi hermano a mis espaldas.

-Entonces debemos estar muy atentos. -propuso Paymon y todos asentimos en unísono.

Caminamos lenta y silenciosamente, dando pasos débiles para que no se oyeran al pisar las hojas otoñales.

Odiaba estar así de indefenso con simples armas mortales como las pistolas. Necesitaba la daga. Nuestra daga. Eso era lo único que acababa con la sangre demoniaca.

-¡No! -todos nos alertamos al oír un grito fuerte y desgargantado.

¡Eider!

Pronto, alce el arma, firme y decidido a disparar a quien fuera. Todos hicimos lo mismo, incluso Brenda, que momentos atrás se veía confusa e inocente.

-¡Era ella! -susurro, un poco más asustada y preocupada que antes- ¡Era Eider!

Maldije en mi interior. La esperanza de que ella estuviera bien se apagaba poco a poco.

La sangre se me helo cuando seguimos caminando y pude ver a Adonis atado de los brazos en uno de los grandes arboles verdosos. Estaba...

Estaba amarrado de los dos brazos como si fuera Jesús en la gran cruz de madera.

-¡Adonis! -Adriel perdió la calma y salió disparado hacia él, pero Paymon fue más rápido y lo tomó de los brazos.

-¡No! ¡No! -sacudió a mi hermano hacia todas las direcciones, tratando de que este razone cuando comenzó a moverse entre sus brazos como un loco.

Estábamos a metros de Adonis, así que tal vez era un poco difícil de que nos oyeran.

-Adriel, debes calmarte. -dije, más para mí que para él. Su pecho subió y bajó con fuerza cuando me le acerque. La mirada que cargaba era la del temor puro, y lo entendía, después de todo Adonis siempre fue el muro entre nosotros, el hermano mayor.

-¡Debemos hacer algo! -dijo Brenda, mirándonos con miedo mientras relamía sus labios- No... no lo sé, un plan, algo.

...

EIDER.

Adonis recibió otro puñetazo en el rostro cuando aniquilo a Astaroth con la mirada. Llevaba sus ojos llenos de odio y coraje. Su boca despedía sangre a chorros.

-¿Una carnada enamorándose de quien la utilizó todo este tiempo para salirse con la suya? Qué... -el pelirrojo abrió sus ojos de forma dramática, mientras hacia un mohín extraño con su boca, como que si lo que estuviera diciendo fuera lo más loco del mundo- romántico.

La cabeza de Daella se encontraba a un lado de mis piernas extendidas. Desprendía un hedor nauseabundo que llenaba el aire de podredumbre pura, dificultando la respiración.

Era como si el olor y la imagen de su cabeza muerta a centímetros de mí, fueran los recuerdos vivos de lo que una vez fuimos juntas. Inseparables. Vivas.

Las lágrimas caían de mis ojos sin el mayor esfuerzo. El pecho me dolía de tanto respirar. La garganta me ardía de gritar.

-¿Y ya pensaste el vestido que usaras para nuestra boda, Eider?

Si respondía, Adonis recibiría más golpes. Me dedique a maldecir su vida en mi mente, y a observarlo con odio.

-¡Contesta! -no lo hice, quería darme la satisfacción de que él no mandaba en mis palabras. Por lo menos no en eso.

En ese instante, Patrick tomo con más fuerza el cabello de Adonis, moviendo así toda su cabeza al zamarrearlo. Cerré los ojos al oír los quejidos de dolor provenientes de Adonis.

-¿Vas a aceptar o seguirás con la tortura de este nefilim?

Un odio a una humana que arrebato la vida de su sangre...

Eso... eso es lo que veo, Eider.

Cosas que jamás me había imaginado, llegaron a mi mente. El rostro lloroso de Azael observándome con odio, mientras Adonis recorría la muerte con sus ojos abiertos.

-... No lo oigas, Eider. Si aceptas, no habrá vuelta atrás. -la voz de Adonis se escuchó entre quejidos de dolor. Abrí mis ojos, topándome con este mirándome fijo.

Eso... eso es lo que veo, Eider...

-¡Cállate! -rugió Astaroth- ¿Qué tal si le dices la verdad a tu querida cuñada?

Fruncí el ceño, observando a Astaroth y a Adonis, quienes se sumían en miradas siniestras entre ambos. Por un momento quise saber que era aquello que pasaba en sus mentes.

El silencio reino a todos. Aun así, Adonis no emitió ni una sola palabra.

-¿No lo harás? - un golpe duro y seco se estampo en el rostro de aquel castaño. La sangre broto y me obligue a mirar-. Cobarde. Tú y tus hermanos son unos cobardes. Sigo sin entender cómo pueden creer que Dios les dará su perdón. Que aun creen en ese cuento de que serán unos ángeles.

Ángeles...

-An... ¿Ángeles?

Astaroth se giró para verme con sus ojos azules y oscuros. - ¿Aun no sabes la historia de los Agramon? -tomo mi silencio como un no.

¿La historia de los Agramon?

-Ellos fueron concebidos por un ángel caído y una bruja llamada Demaris. Después de la sagrada guerra entre demonios y ángeles, nacieron trillizos nefilim. Eran el mayor pecado, una amenaza letal para la gran santidad, ya que eran hijos de monstruos. Hijos de monstruos, los hace monstruos...-dio una breve pausa, perdiéndose en su mente, como si estuviera recordando algo maravilloso-. Los padres de esos niños fueron buscados por cielo y sangre, por tierra e infierno. Hasta que un día los encontraron refugiados en una elegante y oscura mansión, viviendo como humanos normales. Esa misma noche, el ángel caído Ezael, fue abierto de su pecho por las arpías del cielo, las Elloises, le arrebataron el corazón oscuro y lo destrozaron. Y... Demaris fue quemada en una gran hoguera mientras lloraba sangre de sus cuencas.

Se puso de cuclillas para luego tomar mi mentón con delicadeza.

-Los niños no se encontraban en esa mansión. Nadie sabía a dónde habían ido a parar. Hasta que los siglos y siglos pasaron y los encontraron grandes y fuertes, disfrazándose con los humanos, pecando y teniendo sexo con ninfas. La sagrada santidad los atrapó y le dio a cada uno una misión porque fueron notificados de ciertos rumores sobre la fuerza y la naturaleza de cada hermano. Según rumores, dicen que los nefilim salieron con ciertas esencias en sus cuerpos. El primero de ellos, - observó a Adonis por unos breves segundos y luego volvió la vista a mí-lleva la esencia de la pasión, el fuego, el rojo, la guerra, lo fosco. El segundo de ellos salió con la esencia del temor, la niebla, lo oscuro, el gris, el humo después de un gran batallón, lo sombrío. Y el tercero, el menor... lleva la esencia de la tristeza, del azul, de lo nebuloso, de las lágrimas y el mar, de la muerte después de la batalla. Los Agramon están aquí para atraparme en su misión. Si uno de ellos logra este cometido de matarme, uno de ellos será un ángel y jamás volverá a la tierra humana. -acerco su rostro al mío. Ahora sus iris eran extraños, el azul se mezclaba con el negro y se podía distinguir como ambos se fusionaban al moverse- Azael Agramon te utilizó desde el primer momento en el que choco a Margarett ese día, fingió ser un asesino porque sabía que tú te movías por la curiosidad...

Una extraña punzada surcó mi pecho al oír aquella palabra.

Te utilizó...

-Te mintió, fingió sentir atracción para que permanecieras cerca de él cuando venga a buscarte y así matarme y obtener su misericordia. Ese miserable se marchará en menos de lo esperado cuando obtenga mi sangre derramada, porque tú no interesas en esta historia, porque tú eres la carnada. Abre los ojos, y deja de ser una tonta humana, porque eso eres. Esta historia no termina bien de ninguna forma, Eider. ¿Aún no puedes ver que estás destinada a la desgracia en el momento que descubriste este mundo?

Destinada a la desgracia.

Quizás era verdad, después de todo ya no tenía nada...

Mi madre se encontraba muerta. Mis amigas asesinadas. Mi padre siendo feliz con una nueva mujer.

¿Y ahora qué? El muchacho que tanto me gustaba era un farsante y una extraña raza entre una fusión vulgar. Después de todo el...

Te utilizó.

Luego de que terminara todo este calvario, ¿qué era lo que quedaba? Si yo no terminaba sucumbida, iba a salir con mas secretos y muertes bajo mi merced, cargando terror por siempre en mi consciencia. Pero... si yo terminaba con Astaroth, iba a morir devorada.

Destinada a la desgracia...

Por primera vez estuve de acuerdo con ese demonio. Con su palabra. Porque al final de todo, yo iba a estar sola.

Cerré mis ojos, la acción hizo que estos me ardieran. Unas lágrimas dolorosas se deslizaron por mis mejillas.

Eres la carnada.

Creo que... te quiero, Eider.

-Amárralo en el árbol de allá-abrí mis ojos al oír la voz del pelirrojo. Patrick asintió, llevándose a rastras al castaño.-. Pretendo que lo ates de los brazos como Jesús en su cruz, hermano.

-¡No! -vocifere, asustada. Eso hizo que Astaroth carcajeara con perversidad.

En unos segundos, Adonis se notó casi en la cúspide de un árbol, ligado de ambos brazos como si fuera Cristo.

Fue, entonces, que Astaroth extendió su mano hasta su boca y la soplo, en un abrir y cerrar de ojos un fuego chispeante se vio en esta.

-Si no aceptas, Adonis se incendiará esta misma noche -movió su mano con el fuego hasta Adonis, observándome fijamente- Eider Zervas... -el castaño me regalo una última mirada llena de dolor y agonía- ¿aceptas ser mi esposa?

¿Aceptas ser mi esposa?

Me he enamorado de un monstruo... pero yo me he convertido en el...

¿Alguna vez has sentido atracción hacia una emoción?

Soy capaz de revelarte el más mínimo defecto detrás de mi mascara, Eider...

Entonces... ¿Cuál es tu nombre?

Mi nombre es Azael Agramon.

Debía acabar con este sufrimiento. Ya no más muertes. Ya no más mentiras... Ya no más.

La palabra estaba a punto de deslizarse de mi lengua, cuando, de repente, algo me interrumpió.

-Ella ya está reservada para alguien más, Alíen. -una cabellera rebelde y roja se vio entre la oscuridad de la noche cuando pose los ojos en el lugar donde provenía aquella voz...

La pregunta salió de mi garganta por si sola.

-¿Brenda?





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