31. Juzgados
CAPÍTULO 31
EIDER.
Entonces, fui juzgada.
La corte me esperó una semana después. Y adivinen. Todo el pueblo estaba allí-o bueno, eso podía suponer por las voces que se oían por el lugar-.
Yo era la asesina del pueblo, una pecadora, una extraña, la hija asesina de Henrry Zervas y de Aldana Hollman, entre otras cosas que no se imaginan.
Podía oír los murmullos inentendibles detrás de unas grandes puertas de mármol oscuro. Dos guardias me sostenían de los brazos esposados como si fuera a salir huyendo.
Bufé, ya harta de tener policías cerca mío. Si me preguntan, estuve pasando aquella semana en una pequeña cárcel del pueblo, donde por suerte, nadie me hizo compañía.
Seguro me veía terrible, además, el traje naranja que me habían puesto, de esos que solía ver en las pelis de criminales, me quedaba horriblemente del asco. A todo eso, agreguen mi imagen: cabello sin peinar, ojeras oscuras y aire somnoliento.
Es que simplemente era una yo, pero versión el exorcista bajo la delincuencia.
Observe a los dos guardias que me sostenían del brazo. Uno de ellos tenía la cara de culo más deprimente que había visto en mi vida, era como si odiase su trabajo, su vida, todo, y ni hablar de aquel peinado tipo Homero Simpson que llevaba, solo tres pelos locos cubrían su calvicie. Mientras que el otro policía más joven y apuesto, observaba las puertas, como si fuera a salir la primera reina de Gran Bretaña de allí, pude apreciar que este se tomaba más a pecho su puesto.
Se notaba como ambos eran la contraparte del otro.
Mi mente entonces ignoró aquellas diferencias entre los guardias, y oyó tres fuertes y secos sonidos detrás de las puertas.
──¡Silencio! ──la voz de un hombre acompaño los golpes y los murmullos inentendibles antes escuchados.──¡Que pase la demandada!
Aquello me hizo acordar a la doctora Polo cuando llamaba a los litigantes.
¡Concéntrate Eider!
Las grandes puertas se abrieron y ahí pude confirmar que, literalmente, todo el pueblo de Balcanes se encontraba allí: algunos sentados, otros de pie. El lugar era gigantesco. Todo era mármol. Todo era...
Silencio.
Los hombres que me sostenían de los brazos, comenzaron a caminar hacia adelante y me obligué a seguirles el paso. Todas las personas que allí se encontraban posaron los ojos en nosotros. Entre ellas pude divisar a mi padre, a Merry y a Brenda junto a Paymon.
Ellos me observaban con tristeza y... decepción. Quise safarme de aquellos dos hombres y llegar hasta ellos, decirles que nada era lo que parecía, que yo no era una asesina, que jamás asesinaria a un pobre hombre, pero me controle, por mi bien.
Respiré hondo y seguí caminando, aunque no podía ignorar el picor en mis ojos y aquellas miradas de desprecio que todos me regalaban.
Me sentía el peor ser humano del mundo.
Me sentía como las brujas en la hoguera, reprendidas y juzgadas por su sabiduría, por algo que ellas nunca fueron: monstruos.
──¡Asesina! ──todos desviamos la vista hacia una voz femenina.
Eivary Faustino.
Esta se encontraba en la primera fila de los asientos junto a sus padres y su hermana Ayva. Los fundadores del pueblo me observaron con asco, fulminantes y avergonzados.
Pareció que la valentía de Eivary recorrió toda la sala, ya que todos comenzaron a llamarme de aquella forma. Los gritos llenos de desprecio lograron hacer que las lágrimas salieran de mis ojos, bajando por mis mejillas, trazando un largo camino húmedo en estas.
──¡Silencio! ──el hombre robusto y viejo en la cima de todo, volvió a hacer sonar tres veces aquel mini martillo de madera.
Todo el mundo calló y los guardias entonces me dejaron en un asiento frente al juez. A mi lado, un hombre bien portado de tal vez unos 35 años de edad, se sentó, acomodando su traje negro que le quedaba como al actor de 50 Sombras de Grey. Dejó un maletín oscuro en el pequeño escritorio que teníamos enfrente. ──Soy su abogado, señorita Zervas ──me susurró, antes de mirar hacia el frente.
Sus ojos oscuros me habían transportado un poco de tranquilidad, pero no fue más que eso: un poco de casi paz.
Porque nuevamente el caos volvió, de hecho, aquella poca tranquilidad se esfumó al darme la vuelta y ver sus ojos.
Aquellas dos esferas grises y extrañas con uno que otro manchon raro en una de estas. Mi corazón latió desbocado al verlo de pie detrás de todos con su acostumbrado aire desordenado, cansado y oscuro. Sus brazos posaban cruzados en su pecho. Su rostro serio llevaba la frialdad y las ojeras impresas.
Me pregunté cómo se sentiría, qué estaría pensando.
¿Acaso él también pensó en mí desde mi arresto? ¿Será qué... sólo tal vez, Azael Agramon se atrevió a pensar en ese día en el que estuvimos a simples pasos de besarnos?
Por un instante no quise ser la única en que lo hizo.
Tres martillazos volvieron a escucharse y mi mirada chocó con la de él. Fue tan fuerte, que sentí aquella presión en mi pecho como dos fuertes y rápidos balazos.
──¡Damos comienzo a este caso! ──la voz de aquel juez era sonora, grave y poderosa. Cierto temor me inundó.
Quizás por el juez. Quizás por Azael. Nunca lo iba a saber, pero estaba segura que por aquel castaño extrovertido y audaz era que yo me encontraba así.
Respiré hondo, tratando de calmar la tempestad de emociones en mi pecho. Mi mente se encontraba borracha, o bueno, fue así como me sentí: ebria.
──Estamos aquí por el presunto asesinato de la joven Eider Zervas de 18 años de edad, al hombre William Honkins de 68 años. Arma blanca. Sospechosamente calculado todo, es decir, a sangre fría.──los murmullos volvieron a oírse, pero cesaron en muy pocos segundos cuando el juez se sacó la hoja del rostro que sostenía con sus manos ancianas y robustas para leer.
Sus ojos fríos y juzgadores me miraron de pies a cabeza. En ese momento fue que pensé: "Mierda, ese señor posa sus ojos en ti y saca a relucir todo tu historial criminal en dos segundos."
──Del lado de la acusada tenemos al abogado Angel Devidson quien apoyara y hará limpiar toda juzgacion de la joven. Del lado acusatorio, tenemos al nieto de William Hokins, Dario Hokins de 25 años. Su abogado: Richard Sebano. Estos exigen la cadena perpetua.
Nuevamente, las voces inentendibles a mis espaldas se hicieron presentes. Pero lo único que hacía eco en mi cabeza era aquella frase de cadena perpetua.
¿Y si el caso no salía bien para mí? ¿Me debía pudrir el resto de mi vida en una cárcel por algo que jamás hice? ¿Por culpa de los Agramon?
¿O por culpa de tu curiosidad?
Respire hondo antes de que la ansiedad y los nervios llegaran hasta mí.
──Por favor, que hable el abogado del demandante.
Un hombre de tal vez 30 años de edad, se puso de pie y observó al muchacho de cabello rubio que estaba a su lado. Ahora que veía a este, me daba cuenta que su parentesco era demasiado al del señor William y que su rostro derrochaba inquietud pura. Su porte elegante y el oro de sus anillos relucian junto a su smoking negro, algo así como un corte empresario de esos poderosos.
Jamas había conocido al nieto de aquel hombre, y ahora que tenía la oportunidad de verlo, era en el caso de su propio abuelo, quien se encontraba muerto, de quién me habían hecho responsable.
¿Yo era la tipa con menos suerte en la vida? Claro, claro que lo era.
¿Acaso había roto un espejo, o abierto un paraguas dentro de la casa? Jamás, pero yo tenía la maldición de haber nacido con la mala suerte impregna en la piel. Bueno, eso ya lo estaba comenzando a creer.
──La policía ha hecho una exhaustiva investigación donde han encontrado el cuerpo de William Hokins en una de las partes más escondidas del pueblo, para ser más exactos, cerca de un acantilado. Cerca del perímetro encontraron estas evidencias ──el policía tipo Homero Simpson se acercó hasta el abogado y allí depositó unos zapatos de aguja color verde oscuro──. Los zapatos de una joven fueron reconocidos gracias a los fundadores del pueblo, quienes dijeron que la perteneciente de estos era Eider Zervas. También encontraron pedazos de tela de su vestido verde satén. La noche de la gala, la señorita Eider fue vestida de esta forma──el hombre sacó una fotografía que me habian tomado desde un ángulo muy extraño en aquella gala──. Su antifaz oscuro también era idéntico al que encontramos en las orillas del acantilado. Los investigadores no muy convencidos por las pocas evidencias, solicitaron una orden de allanamiento para ver que ocultaba el hogar de los Zervas. Allí fue donde encontraron el arma letal:──el policía entonces depositó una bolsa transparente sobre el escritorio del abogado. Este tomó la bolsa y dijo──una navaja tipo daga con un mango en detalles de dragón plateado. Los científicos pudieron reconocer que la sangre seca en la hoja, era de William Hokins y que las huellas en el mango eran de Eider Zervas. Brenda Maicksten, la mejor amiga de la joven, reconoció los zapatos de ella y la vestimenta.
Cuando creí que allí acabaría todo, el hombre volvió a hablar.
──Brenda Maicksten confesó que su mejor amiga le había dicho sobre la muerte de este hombre y que haría lo posible para probar su inocencia. ──el corazón me dejó de latir por unos pocos segundos y no dude en girarme. Allí observe a quien decía ser mi mejor amiga. Limpiaba sus lágrimas que caían de sus ojos rojos, estos chocaron con mi mirada pero la desvió, como si le quemase.
Me senti traicionada, abandonada y triste.
¿Por qué?¿por qué lo dijo?
Nuevamente las lagrimas nublaron mis ojos, y solo me dispuse a observar hacia el frente, tragando el nudo que se formaba dolorosamente en mi garganta.
No llores, no llores.
¿En serio te impides a ti misma el llorar? No finjas ser dura, Eider, porque no lo eres. Sólo eres un frágil ser humano.
──Son suficientes pruebas, mi señoría. El simple hecho de que el arma homicida con la sangre del fallecido estuviera en las manos de aquella joven, son pruebas necesarias para abrir este caso. ──las canas del juez relucieron bajo la luces naranjezcas de los focos.
──Puede tomar asiento──ordenó el anciano juez──Brenda Maicksten,──llamó y la pelirroja lo observó, temerosa──puede subirse al estrado, por favor.
Esta se puso de pie luego de unos largos segundos. Los cuchicheos comenzaron a oírse cuando ella comenzó a caminar lentamente hacia el estrado, siendo perseguida por todos los ojos del lugar.
Al sentarse en el estrado frente a un mini micrófono, limpio sus ojos hinchados y rojos por las lágrimas. La observe en todo momento, pero ella ni siquiera pudo darme ni un segundo de su atención.
──Puede dar su testimonio.
Al oír la voz del juez, pasó la manga de su remera oscura sobre su nariz, limpiando esta como una niña pequeña luego de haber llorado mucho. ──Un ocho de enero fue donde todo comenzó──su voz se oía quebrada, gastada──. Un ocho de enero fue donde a escondidas fui al hogar de mi amiga para hablar con ella. Recuerdo muy bien ese día, porque fue donde yo encontré la navaja plateada en uno de los cajones de su escritorio, donde le creí que ella era inocente. Ese día la espere con aquella daga y cuando esta entró a su habitación y me vio, logró darse cuenta de su error. ¡Habia descubierto su crimen!
Nuevamente aquel nudo en mi garganta comenzó a molestar, ¿cómo podía decir aquello? ¿Cómo podía? ¡Ella había visto todo! ¡ella sabía sobre los Agramon! ¡Sobre el homicidio de Margarett!
──¡No puedes decir eso, Brenda! ──interrumpi antes de que esta hablase, la desesperación y la tristeza calaban mi piel. Mi pecho comenzaba a arder y con este, mis ojos perdían pequeñas lágrimas que humedecian poco a poco mi rostro.
El juez nuevamente golpeó el martillo en su escritorio, observándome con desdén.──¡Guarde silencio o damos por finalizado aquí mismo este caso!
Me sentí regañada frente a todos y no me quedó más remedio que sumirme en el silencio y mis lagrimas.
──Eso... eso es todo, señoría.──dijo, temblorosa como si estuviese a punto de romperse.
──¿No hay algo más por contar con la verdad, señorita Maicksten?──entonces, me observó, atravesando mis ojos llorosos, compartiendo los mismos recuerdos.
Quería meterme en su mente, hablarle, decirle que diga la verdad, que diga lo que sabíamos.
──No.──respondió seca antes de levantarse para perderse entre los asientos detrás de todo.
──¿Cómo responde a la acusación, abogado Devidson?
Este me observó con sus ojos marrones, y luego se puso de pie, tomando la hoja que momentos atrás me pidieron que escriba con mi testimonio.
──Con la presente hoja que me otorgan narrar, daré el testimonio de la acusada para contraatacar con lo que está siendo juzgada y tratada──todos se sumieron en un expectante silencio──. Un primero de enero de 2018 fue cuando los conocí...──respiré hondo y cerré mis ojos, temiendo lo peor llegar a mí ──para ser exacta, un lunes; mi primer/último día de clases en la institución Garden. Fue cuando Margarett Foster y Brenda Maicksten junto a mí, conocieron a los enigmáticos y misteriosos hermanos Agramon. Aquellos que me han metido en este caso. Aquellos que me han arrastrado a la curiosidad que hoy me hace presente en este lugar. Todo comenzó con la extraña sensación que me envolvía con uno de ellos en particular: Azael Agramon, quien luego de muchos sucesos, demostró su verdadera identidad: ser un asesino a sangre fría a la par de sus dos hermanos: Adriel Agramon y Adonis Agramon.
Los murmullos comenzaron a sonar, eran tan audibles que se podían oír las palabras exactas: "¿Qué?" "No lo puedo creer" "¿Esto es verdad?" "¿Ellos son los asesinos? Imposible"
──¡Orden, orden! ¡Orden en la sala!──tres nuevos martillazos y todos callaron por milésima vez en segundos──Prosiga, señor Devidson.
Este carraspeo su garganta.──Un seis de enero, cayo viernes y yo sabía un secreto sobre ellos: el particular Azael Agramon conformaba una banda con sus dos hermanos e iban a tocar en un lugar igual de extraño y abandonado que ellos: la calle Anston. Allí conocí lo que era el rock francés, un club nocturno donde había gente separada de la realidad de Balcanes, y un macabro asesinato. Esa noche huí a los bosques Asmodeo, ¿qué tienen los hermanos Agramon que ver con esto? Simple... ellos arrastraban un cuerpo ensangrentado de pies a cabeza. Escondida detrás de un frío árbol y rezando a un dios cristiano, fue que al verlos retirarse y no sospechar de algún tercero con ellos, me acerqué al cuerpo y entonces lo reconoci debajo de la poca luz de la luna. Era él, pensé. Era el señor William. Creyendo que se trataba de otra ilusión, tomé aquella navaja y la arrastre conmigo. Pasaron los días, Brenda se había enterado. Pasaron las semanas, yo me había acercado más a ellos. Pasó un mes y Margarett Foster desapareció, Brenda Maicksten me apoyó a investigar para creer en mi inocencia y Adelaide Faustino se relacionó con él... con el monstruo de esta historia, de este asesinato: Azael.
Todos hicieron un "¡ohhh!" Tan sonoro y sincero de asombro, que creí que me estaban creyendo. Pero no fue solo más que eso: creer.
──¡Objeción! Ella no puede inventarse estas cosas, ¡no puede acusar sin evidencias! ──habló el abogado del demandante y sólo quise partirle la cara de viejo que se traía.
──¡Espere su turno para tomar la palabra, por favor! ──entonces nuevamente el juez volvió a darle la palabra a mi abogado a lo cual, este entonces siguió con mi relato.
──La comunidad de este pueblo ha sido engañada por tres jóvenes asesinos. Ellos fueron quienes hicieron desaparecer a Margarett Foster y quienes seguramente están relacionados con la muerte de Adelaide Faustino. Ellos son los asesinos del pueblo. Ellos se esconden detrás de emociones vivaces y escalofriantes. Ellos son los culpables.
Era el final de aquella nota, y siendo sincera, era una cobarde. No podía girarme y mirar hacia atrás porque sabía que ellos estarían observándome, observandolos y que él sólo pensaría en... matarme.
──Es el final de la nota, mi señoría. ──informó Devidson.
──Señorita Eider Zervas, ¿usted da este testimonio libre de calumnias? ¿Usted está tomando su palabra sobre el otro con una acusación libre de mentiras?
Lentamente abrí mis ojos, las luces naranjas portadas por candelabros elegantes llegaron a estos. Como si me hubieran desconocido la boca, por fin, hablé.──Sí. ──aquel "sí" tan liberador, tan extraño, tan flotante y desconectado de mi mente, salió de mi boca sin miedos.
¿Acababa de mandar a los Agramon a la horca? Sí. ¿Logré soltar aquello que tanto temía revelar? Sí.
Todo era un rotundo "sí" liberador.
Y por poco digo esperanzador, pero fue solo por un poco.
──No puede acusarnos, no tiene evidencias en nuestra contra. ──se escucharon unas botas sonar en el suelo de madera y todos miraron en una dirección específica. Yo también me incluyo, porque una Eider sin curiosidad, no es Eider.
Adonis Agramon estaba de pie, a su lado se encontraba Adriel y detrás de ellos estaba...
Mi Azael.
Bueno, quiero decir... quiero decir... Azael.
¡Él maldito asesino de la historia! Bueno, en realidad los tres son asesinos, solo que él era el asesino de mi historia.
Sus ojos se encontraron con los míos fugazmente, pero desvió la mirada de la mía, como si yo no existiera, como si no le costara hacerlo. Como si entre nosotros no existiera más que indiferencia.
Todos comenzaron a murmurar sin parar gracias al acto que se estaba por dar presente. Era como un: "Esto se va a poner bueno."
──¡Silencio en la sala! ──más martillazos, ¿es qué ese señor no se cansaba de darle al martillo sin parar? ──¿Y ustedes quienes son? ──preguntó en dirección a los tres hermanos enigmáticos, guapos, sexys, escalofriantes, y toda la palabra sexy/oscuro que represente a las bellezas exóticas y parisinas que se cargaban aquellos muchachos.
──Nosotros, señoría, somos los hermanos Agramon──entonces, habló Adriel con su voz fría, siniestra y grave, como si estuviera canturreando el nombre de un dios del infierno──. Aquellos quien Eider Zervas culpa por su atroz acto.
──¿Ustedes acusan a Eider Zervas de decir calumnias?
Mierda. Mierda. Mierda.
Te has metido en un problema peor; doble acusación.
Todos observaron hacia los hermanos, y yo solo podía pensar: "¿Cómo pueden verse despreciablemente bellos aun acusándome de decir mentiras en base al homicidio que cometieron?" Pero, no se equivoquen, yo sentía un tipo de conflicto hacia ellos, podía admitir que estaban demasiado buenorros para ser simples humanos, pero también estaba consciente de que entre ellos y yo siempre existió aquella línea de: "No reveles nuestros secretos, o morirás." Enemistad y complicidad, era eso lo que definía en pocas palabras lo que tenía con ellos.
Saber sus secretos, quedarme bajo amenazas indirectas, sentir mi curiosidad en su máximo esplendor, ¿cómo podía alejarme de los Agramon si eran un enigma extraordinario?
Pero...
No solo era aquello lo que existía entre ellos y yo; estaba más que en toda mi capacidad de conocimiento de que había algo más que aquella sola línea entre nosotros.
Cuando observaba a Azael Agramon, ¿qué era lo que existía entre nosotros? ¿Obsesión?¿temor?¿déjà vus?¿curiosidad? ¿Gusto?
¿Qué existía entre nosotros que llevaba más allá de esa línea, que me hacía adentrarme a ellos, a él, de querer quitarle sus máscaras una por una? ¿Era la forma en la que este me observaba, en la que hablaba, en la que transmitía intranquilidad y nervios de solo tenerlo enfrente de ti?
Malditas preguntas que martilleaban mi mente como el mazo del juez ya harto de los murmullos.
──Sí. ──su voz grave con aquel francés/británico frío que le oí la primera vez que lo conocí, se oyó, y aquellos ojos grises se veían más claros, retadores y fríos. Azael Agramon era tan hermoso como una rosa, sus espinas se veian peligrosas pero te tentaba a tocarlas, y cuando lo hacías, entonces sangrabas y la sangre caía hasta llegar a su tallo y allí, deslizarse y encontrar, por fin, su raíz podrida.
<<Bella flor de raíz podrida.>>
──¿Hay algo más que aportar a este caso? ──el juez observó a todos, pero nadie respondió.
La desesperación llegó a mi sistema más rápido de lo normal. Unos latidos pesados golpearon mi pecho.
No, si el caso terminaba aquí, eso significaría que volvería a la cárcel hasta retomar nuevamente este.
──Bien, entonces se abre una nueva denuncia hacia la señorita Zervas por calumnias hacia los hermanos Agramon. Este caso se postergara indefinidamente ──el martillo de mármol se levantó por el aire, listo para golpear el mini pedestal oscuro, cuando entonces...
──¡Señoría! ──llamó un hombre el cual se acercó rápidamente al juez. Era un policía ya casi en sus 50 años, este levantó un sobre en el aire──¡tengo evidencia sobre la joven Zervas! Es, en pocas palabras, una correspondencia de "A" para Eider.
El juez tomó el sobre y entonces lo abrió.
──"Aquí está todo lo que usted necesita, mi infernal señoría." ──leyó, lenta y detenidamente.
Un pendrive salió del sobre gracias a las manos robustas del juez. Este observó al policía y entonces este se lo llevó a un proyector de la sala.
Bajaron las luces, y cuando creí que nada empeoraria más las cosas, empeoraron.
En una pantalla comenzó a reproducirse un extraño video, en él se podía ver a una persona de espaldas, caminando por unas calles oscuras. Transcurrieron tal vez 5 minutos donde la persona caminaba sin cesar en calles que se me hacían muy familiares, cuando, entonces, pude verle la cara.
Era...
Yo.
Aquellas chicas extrañas...
Aquella vez que conocí a Sombrío.
Aquel 5 de enero.
Todo lo que yo había relatado, se estaba mostrando allí. No evite ponerme de pie como una maniática. Nadie me detuvo, pues, hasta los policías se quedaron anonadados al ver aquella escena donde se veía claramente como los Agramon junto a Paymon, presenciaban como Adonis clavaba aquella navaja en el cuerpo fallecido del señor William.
Allí se estaba mostrando hasta como yo lloraba del miedo tras un árbol. Y todo desde una perspectiva alejada y extraña.
Las luces regresaron tras el corte de la grabación que daba su final. Un silencio escalofriante inundó el lugar por largos segundos.
Podría decir que hasta el propio juez abrió la boca, impactado y asombrado, como cuando te enterabas algo en una novela de romance.
Pero, entonces...──¡Hey, Eivary! ──rápidamente miré hacía donde provino la voz.
Azael junto a sus hermanos se encontraban muy cerca de las puertas de salida.
Esta se giró para observar igual de curiosa que todos los demás, para ver quien la llamaba, pero nadie se esperó lo que venía.──¡Objeción! ──fue que gritó Azael luego de sacar un arma plateada de su bolsillo y dispararle a esta directo en la cabeza.
Abrí mis ojos, impactada, al ver como la bala traspasaba uno de sus ojos gatunos y bien delineados.
¡¿Qué carajos?!
Su madre grito desaforada cuando el cuerpo de su hija cayó al suelo como un costal de papas. Los Agramon salieron de allí como un flash.
Busque con la mirada a Paymon, pero este no estaba. Sólo Brenda se encontraba en el asiento, con sus ojos abiertos de par en par, mientras temblaba en obvia sorpresa.
Todas las personas se levantaron alteradas y temerosas de sus asientos, gritando y corriendo.
──¡Atrapenlos! ──Vocifera el juez a los guardias.
Estos salen detrás de aquel trío oscuro y enigmático, pero yo sé que estos no serían atrapados tan fácilmente...
O bueno, lo supe cuando aquella carta llegó, y con ella, su noche, sus ojos y el carro.
Aún...
Lo recuerdo como si fuera ayer.
...
¡Hola, chicxs!
Es un placer volver a traerles este nuevo capítulo de Sombrío. No saben lo atareada y feliz que estoy.
Lamento haberme demorado mucho en traerles este capítulo, pero déjenme decirles que estamos cada vez
más cerca de revelar los oscuros secretos de absolutamente todos.
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