CAPITULO 28
EIDER.
Después de llegar a toda prisa del colegio, lo primero que hice fue entrar a casa como un rayo. Ignoré su silencio frío y comencé a urguear en la mesa, donde papá solía dejar las correspondencias que llegaban.
Pase una carta por otra con mis manos temblorosas. Y al llegar a la última, pude confirmar que era aquella carta que papá me había dicho esta mañana.
──"Para Eider de A" ──mi respiración se encontró pausada cuando me di cuenta que la caligrafía, la cursiva y la tinta, eran exactamente las mismas que el pedazo de papel entre las hojas del libro, el cual ahora, reposaba en uno de los bolsillos traseros de mis jeans.
Una incomodidad inesperada llegó a mi sistema, así que me senté en el sofá marrón y viejo de casa para calmar mis nervios y aquel temblor que solía hacerse presente cuando miraba películas de terror.
Abrí la carta lentamente, como si dentro de esta me esperase un screamer horrible.
Pero antes de ver dentro de su contenido el cual era un simple papel, recordé aquellas cartas anónimas las cuales no llegaban a mí hace un mes.
"Aléjate de él, es peligroso." O aquel mensaje en mi teléfono ahora desaparecido. No recordaba del todo aquel mensaje de texto, solo se que involucraba la navaja plateada en mi cajón.
¿Quién era aquella persona que me enviaba esas cosas? Estaba segura que alguien estaba atento a mí, a cada paso o movimiento que yo emitía.
La sensación de estar siendo observaba en mi propia casa, me erizó la piel.
Tratando de ignorar todo a mi alrededor, saqué el pequeño papel de aquel sobre y sin esperar más, desdoble este, lista para toparme con cualquier cosa.
La primera palabra que encontraron mis ojos, fue: "Abre los ojos porque él ha venido por ti."
Pestañee repetidas veces sin entender mucho, asi que solo proseguí a leer desde el inicio de todo.
"Sé que has venido por aquel papel en tu libro favorito. Sé el nivel de curiosidad que puede traer tu mente y hasta donde puede llevarte. Sé mucho de ti, Eider... pero te diré algo. Te diré algo que saciará tu hambre de secretos. ¿Sabés que se encuentra detrás de aquellas lápidas abandonadas? Aparte de tu madre, hay un secreto espeluznante que rodea el perímetro, pero shhh... puede meterte en problemas si no sabes hacer las cosas bien. ¿Sabés que tu teléfono ya no está en la piscina del gimnasio? ¿Sabés qué día es hoy? Hoy es 17 de Marzo... y hoy, quiero que vayas a las 20:00 pm y punto a ese lugar. Conoce al verdadero asesino de los hermanos. Abre los ojos porque él ha venido por ti.
Atentamente A"
Bien, la carta decía muchas cosas... demasiadas cosas, y no, no hablo de sus palabras, o de sus renglones. Hablaba de lo que trataba.
Mi curiosidad, un secreto, ¿el verdadero asesino de los hermanos? Mi teléfono que había olvidado dentro de esa piscina, y el día.
Algo era certero, y era que mi teléfono allí ya no estaba más, pero también acertaba en mi curiosidad. ¿Cómo esa persona iba a saber que había encontrado aquel pedazo de papel en mi libro favorito? Eso me hizo dar a entender quien me estaba mandando aquellas palabras, era alguien de mente fría y calculadora a la hora de hacer las cosas.
No había fallado.
Predijo mis pasos...
Y eso me alertó aún más.
¿Cómo sabía cuál era mi libro favorito? ¿Cómo pudo predecirme tan fácilmente? ¿Cómo supo que mi teléfono estaba olvidado allí desde ese entonces?
Era alguien cercano a mí, alguien que conocía mis gustos, mi forma de actuar. Estaba segura, muy segura.
No bastó ni un segundo para que vaya corriendo al celular fijo de la casa para marcarle a Brenda. Toqué los números tan rápido que me equivoqué como dos veces a la hora de hacerlo. Pero al final, la llamé y al cuarto tono, respondió muy agitada.
──¿Eider?
──¡Brenda! ──un alivio inundó mi pecho al oír su voz, como si recién llegase a casa luego de estar en un lugar incómodo.
──¿Qué sucede? ──se percató de que yo estaba hablando un poco asustada, y entonces, comenzó a entrar en preocupación.
Observé hacia todos lados, pensando bien si decirle o no lo que me acababa de ocurrir. Sentía como si alguien me estuviese acechando en mi propia casa, como si unos ojos estuviesen clavándose en mi espalda. ──No puedo decírtelo por aquí...
──¿Qué? ¿Por qué? ──el agite abandono su voz y la preocupación y la duda reinaron esta.
Volví a observar a mi alrededor, temiendo lo peor si comenzaba a soltar todo. ──Solo ven a casa, Brenda──mis manos temblaban sin sentido y mi corazón latía desenfrenado──. Tengo miedo.──confesé y sentí que los nervios me estaban gobernando el pecho cada vez peor, temiendo haber dicho algo que no debi, le dije: ──Ven rápido Brenda. ──y entonces corté.
Observe el reloj antiguo en la pared blanca, este hacia contraste con su madera oscura.
13:40 P.M
Mi estómago gruñó exigiendo comida, así que me dirigí a la cocina en busca de esta.
Los estantes estaban repletos de legumbres y cosas para ponerte en marcha con una buena cena. ¿Pero quién carajos iba a ponerse a cocinar luego de llegar del colegio con las ojeras por el piso? No, nadie. Asi qué simplemente caminé hasta el refri y abrí este, para luego sacar un pequeño sándwich de atún.
Me senté sola en la mesa circular, escuchando el silencio repiquetear en mi oído mientras daba bocados al sándwich. Nuevamente, aquella sensación de estar siendo observada, me sumió, pero traté de ignorarla.
Aunque creo que eso fue lo peor.
Cada bocado que daba y encontraba la textura del atún y el pan, recordaba las palabras de Adelaide, su extraña mirada burlona y la sonrisa inusual de Azael.
Entonces, la rabia comenzó a tomar riendas en mí.
Maldita Adelaide. ¿Pero qué le ocurría? Tan de repente aquella forma de actuar.
Otro bocado más furioso.
Aquellos ojos grises inundaron mi mente. Fugazmente una presión en mi pecho se hizo presente, pero esta desapareció cuando oi unos extraños ruidos en la planta de arriba.
Frunci el ceño al dejar de escucharlo.
Luego de unos largos segundos, el sándwich de atún que devoraba sin cesar, quedó a medio terminar sobre mis manos al volver a oír ese sonido.
Las maderas rechinaron y pude agudizar mi oído un poco más.
Aquellos sonidos eran pasos.
Y no de algún animal, porque obviamente, no teníamos mascotas en casa.
Entonces, no quedaba de otra que decir que esos pasos eran... eran...
¡Eran pasos humanos!
Salí de la cocina con cuidado de no hacer mucho ruido. Busque la escoba y me posicione al inicio de la escalera. Respiré hondo y conté hasta tres repetidas veces.
No iba a subir a esas malditas escaleras y encontrar la segunda planta. Cuando alguien hacia eso en las pelis de terror, siempre algo salía mal, y para que eso no pasase, de villano debería de estar alguien muy gentil y tonto... pero conociendo mi suerte, seguro allí arriba me esperaba Freddy Krueger con una sonrisa macabra.
De solo pensar aquello, me puse a temblar junto al palo de escoba en mi mano. Seguro que si alguien me veía al lado de esta, ni siquiera podría diferenciarnos.
Los pasos se oyeron más cercanos y en mi mente la imagen de Freddy se hacia más frecuente.
¡Freddy Krueger no existe, Eider!
Me dijo mi mente, haciéndome notar lo tonta que estaba.
Nuevamente los pasos se oyeron, haciendo rechinar las maderas del suelo en un grave y lento sonido.
Cerré los ojos al oír todo más y más cerca.
Tres secos golpes a la puerta principal. ──¡Eider, mueve tu culo de tabla y abre la puerta que me muero de frío!
La voz de Brenda llegó hasta mis oídos y no dude en ir corriendo a abrir la puerta. Esta me observó curiosa con una de sus cejas oscuras levantadas por mi segura cara de horror.
──¿Y a ti qué carajos te pasó? ¿Te besaste con el basurero de la mañana o qué? ──mi cara de horror pasó a cara de asco en segundos al imaginarme a ese hombre robusto y feo que solía babear por las mujeres.
──Hm, ¡no! Eso no, dag──observé detrás de mí espalda, temiendo que alguien estuviera alli ──. Estoy escuchando ruidos raros... no sé... como pasos y así.──las palabras dudosas y temblorosas abandonaban mi boca al girarme para observar nuevamente a mi amiga quien me miraba con cara de: "¿Es en serio, pendeja?"
Sí, es en serio. Respondí internamente aunque no me escuchase.
──A ver, déjame pasar──me apartó en dos segundos y se adentro, cerrando la puerta detrás de nosotras──. ¡Sí hay un espíritu aquí, golpee el suelo tres veces!
Giré los ojos. Estaba segura de que Brenda me estaba tomando el pelo. ──No Brenda, así no...
Y entonces, el suelo de madera de la planta de arriba, sonó tres veces, interrumpiendo mis palabras inesperadamente.
En ese instante la cara de Freddy Krueger, la del exorcista y todos los personajes de las películas de terror, llenaron mi cabeza.
Grité, grité como nunca había gritado en mi miserable vida.
Corrí a la puerta principal con desesperación y Brenda se encontró igual de asustada a mis espaldas.
Jale el picaporte, lo gire y todas las formas correctas para abrir este y salir de mi casa, pero todo se jodio cuando me di cuenta que ──¡ESTAMOS ENCERRADAS!
──¡¿Qué?! Déjame a mí ──volvió a apartarme de un empujón y comenzó a girar el picaporte circular. Una, dos, tres veces.
Había perdido la cuenta de todas las veces que lo giró, que lo jaló en desesperación.
Los pasos se oyeron nuevamente, pero esta vez, más cerca. Entonces, todo se sumió en un silencio escalofriante.
Las luces se apagaron.
Brenda gritó.
──¡¿Qué demo...?! ──ambas nos giramos en dirección a las escaleras. No había nada, solo oscuridad.
La pequeña mesa de luz donde solia encontrarse cerca de los sillones, comenzó a tambalearse suavemente, como si esta tuviera vida propia y quisiera caerse al suelo.
Mi amiga me tomó la mano, asustada.
──Dime que es... que es una broma...
La mesa cayó y con ella un jarro de porcelana le siguió, rompiéndose en el suelo.
Observe a Brenda a mi lado, y al quedarnos mirándonos mutuamente, digiriendo lo que acababa de suceder, sin contener el susto, ambas gritamos como unas niñas asustadas.
No sé de dónde saqué la fuerza, pero empujé a la pelirroja y abrí la puerta.
Ambas salimos a toda prisa del lugar. Corrimos algunos metros muy lejos de mi hogar, mirando la casa como si esta fuera la mismísima casa de la película animada Monster House que acostumbraba a ver en halloween.
Mi respiración estaba agitada y el frío de la tarde se hizo presente en cuestión de segundos.
──¿Hay poltergeist en tu casa o qué carajos? ──Brenda se encontraba igual de agitada que yo, observando la casa con temor y los cabellos rojizos moviéndose a la par del viento.
Relami mis labios secos, observe unos segundos hacia alguna dirección perdida y luego miré a mi amiga ──Vamonos de aquí, debo contarte algo.
...
Esa noche a las siete y cuarenta de la tarde, Brenda y yo partimos rumbo al cementerio abandonado de Balcanes con una mini mochila oscura donde llevábamos una linterna, un teléfono viejo y una botella de agua -Brenda dijo que cuando se estresaba le gustaba tomar agua- con tal de que esta me acompañase, no me opuse a aquello.
Había oscurecido demasiado rápido. Como si el cielo no quisiese que nosotras nos dirigieramos a aquel lugar.
Pero estábamos decididas a no ir a mi casa, a descubrir qué era aquello que la carta de esta mañana que ahora permanecía en un bolsillo trasero de mi jean, trataba de mostrarme.
La carta nos llevaba al cementerio y no dudamos mucho al aceptar ir a este. Ambas sabíamos que era el cementerio abandonado, ya que allí se encontraba la lápida de mi madre y en ese maldito papel, también era nombrada ella.
Pero, no sólo era eso que nos daba las ganas de ir. La carta mencionaba algo de un verdadero hermano asesino. Lo primero que ambas pensamos, fue en los Agramon.
Con solo leer las palabras hermanos y asesinos juntas, daba la impresión de que hablaba sobre uno de ellos o... bueno, de ellos.
Los Agramon eran un enigma que poco a poco te invitaban a poner un pie en la curiosidad aún así no seas una persona de meterte en lo que nadie te llamaba.
──¿Por qué algo dentro de mi cabeza dice que te están tomando el pelo? ──preguntó por onceava vez en la tarde, con su usual tonillo de "date cuenta"──. No tiene sentido. Solo estamos siguiendo una orden de una puta nota.
──Ya lo hablamos, Brenda. Te explique que fue todo muy extraño. ¡¿Cómo esa persona que me mandó esa carta sabia sobre mi libro favorito?! O... sobre ese día en la piscina del gimnasio ──recordé aquel día como un fugaz recuerdo, así que llegué a tiempo para evitar decir algo sobre aquel casi beso con Azael.
Esta se encogió de hombros, dándose cuenta de lo que le estaba diciendo.
──Alguien me observa, alguien que se apoda con "A". ──ella me observó fijamente.
Pareció tener la mirada perdida y pensativa por unos pocos segundos──Todos los nombres que comienzan con A suelen rodearte, Eider.
Y sí profundizaba aquello, era verdad. Todos los nombres venían a mi mente.
Adelaide.
Azael.
Adriel.
Adonis.
Ayva... Aunque esta última era descartable. Obviamente, ella no sabía mucho de mí, ni de aquellos sucesos extraños en los que estuve presente desde que estoy cerca de los Agramon.
Seguimos caminando bajo el manto oscuro de la ya casi noche, mientras la brisa fría de marzo nos rodeaba.
Respiré hondo cuando a lo lejos pude divisar el gran cementerio abandonado. Las rejas oxidadas estaban rodeando este, y en su interior, se encontraban unas lápidas ya casi gobernadas por grandes hierbas.
Al acercarnos a las rejas, nos percatamos de que la entrada estaba cerrada con una especie de candado. Observe a Brenda. Brenda me observó a mí.
¿Y ahora qué carajos?
──Si saltamos, vamos a rompernos la madre. ──si lo pensábamos, era verdad. Una altura considerable para lastimarse, ya que, las rejas eran grandes y largas.
Observé nuevamente el perímetro, un panorama tétrico se formaba al pasar el escaso tiempo. Las tumbas, el pasto largo, el olor a óxido de las rejas y los árboles del bosque que nos rodeaban, daba aquella imagen tan espeluznante.
Algo me llamó la atención en mis pensamientos.
Abrí los ojos como si acabase de encontrar el mejor invento del mundo.
──Los árboles del bosque...──susurré sin pensar.
¡Podíamos rodear las rejas si entrábamos entre los árboles del bosque!
──¿Qué? ──Brenda quien antes se encontraba mirando las rejas pensativa, ahora posó sus ojos en mí ──. Deja de hablar sola, loca.
Giré los ojos y la tomé de las manos, conduciendo su cuerpo hasta la entrada al bosque.
──No... ¿qué haces? Eid... Eider──tartamudeo al ver a donde estabamos por entrar.
──Sé que esta prohibido, pero es la única manera de entrar──pude llegar a decirle, antes de que esta se zafase de mi agarre con confusión y miedo.
Me gire a verla, la reprendi con la mirada.
──¡¿Estás loca?! No podemos──observó hacia todos lados cautelosa antes de susurrarme bajito──... no podemos entrar a ese bosque.
La desesperación y los nervios me tomaron desprevenida. Debíamos entrar a ese cementerio antes de las 20:00.
──Es la única forma de entrar──su pose confiada de brazos cruzados y su rostro serio me daban a entender de que ella no iba a cambiar su opinión tan fácilmente. Suspiré ──... ¿sabés qué? Iré sola. Puedes esperarme aquí o ir conmigo, pero debo entrar.
Sin pensarlo, me di al vuelta y comencé a adentrarme al bosque.
Luego de unos segundos pude sentir las pisadas apresuradas llegar a mi lado.──No te dejaré sola... y no quiero estar ahí frente las rejas esas que huelen de pota.──sonrei silenciosamente para que ella no se percatase. Su miedo y su excusa tonta me dieron gracia.
Entrecerraba los ojos una que otras veces por la oscuridad de la noche que nos encontrábamos frente a nosotras. Entre los árboles habían huecos de oscuridad en los que no sabías si era falta de luz o alguien de pie en esta.
Entonces, aquel recuerdo de la gala y esos sonidos extraños volvieron a mi cabeza, erizandome la piel.
Deje de caminar y me saque la mochila. Rebusque en el interior de esta hasta que mis manos se encontraron con lo que identifique como la linterna.
Prendí esta, alumbrando todo, como si la luz fuera un arma letal.
Seguimos caminando hasta que llegamos a cierto lugar donde pudimos estar en vista al cementerio sin sus rejas. Las lápidas y el pasto se veían a lo lejos, pero desde otro punto de vista.
Seguí caminando pero no pude salir del bosque cuando Brenda me tomó la mano, temblorosa. La observe a mis espaldas.
Ella señaló algo blanco entre uno de los árboles.
Sin dudar, me acerqué y dudosa, me puse de cuclillas para intentar verlo mejor. Era una tela blanca.
Mis dedos se movieron temblorosos y lentos hasta esta, cuando llegaron, pude sentir la textura de la tela de lana, se me hizo familiar, pero no le preste mucha atención.
──Toma.──le extendí la linterna a Brenda y esta sin oponerse, alumbró hacia la prenda en mi mano.
Algo cayó de esta cuando le saque la tierra y pude verla mejor.
Era un top de lana muy particular. Una flor de margarita se encontraba en su pecho y un olor a tierra y una colonia que yo conocía, permanecían en esta.
──Eider──me llamó mi amiga, respirando pesadamente──... Yo sé de quien es esa prenda.
Frunci el ceño y observé a Brenda como a un bicho raro.
──¿Qué? ──fue lo único que pude decir cuando Brenda respondió muy desesperada:
──Ese top es de Margarett, Eider. ¡Es de Margarita!
Miré fijamente la prenda en mi manos, sin creer lo que Brenda me estaba diciendo.
¿Qué hacia aquí esto si era de ella?
Sin pensarlo dos veces, le entregué la prenda a la pelirroja y busque aquello que se había caído al suelo anteriormente.
¡Bingo! Gritó una voz en mi interior cuando encontré un pequeño papel.
"Ella morirá esta noche. Él mata en misericordia. Ellos son temor, tristeza y pasión. La fiesta tiene mucho para beber y en aquel árbol caerá."
Mi confusión palpó mi mente como una mano en un suave cojín.
Le di el papel a Brenda y esta lo observó con desdén, pero al final, cayó en la tentación de la curiosidad y lo leyó.
──¿Quién mierda es "A"? ──soltó luego de unos segundos al terminar de leer──"A" fue quien escribió esto, Eider.
Unos sonidos inesperados nos hicieron callarnos y desviar las miradas al gran descampado y a aquellas lápidas que formaban el cementerio frente a nosotras.
Luego de unos segundos, una figura femenina semi desnuda se presentó con las manos atadas detrás de su espalda.
Su cabello dorado danzaba a la par de la brisa fría.
──¡No, por favor! ──su voz...
Era familiar. Era dulce. Era...
Brenda apagó la linterna, y me dió un apretón de mano.
Otra figura familiar se hizo presente, pero esta era masculina y alta.──Eres una deshonra para tu familia. Adoptada, sumisa, callada. ──habló y pude reconocerle la voz.
Aquella voz que había oído cantar, reír a carcajadas, susurrar en mi oído.
Era...
Era Azael Agramon.
──Sé quién eres, Margarita. ¡Di de una vez que eres una de ellos! ──el corazón me latió desenfrenadamente al oír ese nombre salir de los labios del castaño.
Margarita.
Entonces aquella prenda era de ella. Esa colonia en esta era la que ella solía llevar en las mañanas al instituto.
──¡Dilo! ──exigió.
──¡No lo haré, Azael Agramon! ¡rindete! ¡eres pecado! ──ella daba pasos torpes hacia atrás mientras el castaño se acercaba más y más.
Todo pasó tan rápido. Tan fugaz...
La hoja de una daga reluciente, se vio en aquella mano pálida y fría.
Él corrió hasta Margarita y esta corrió en pasos torpes. Pero todo fue en vano. Azael la tomó de un brazo, la dio vuelta para que sus miradas se encontrasen, mientras este la tomaba de espaldas como una pose de baile.
Y sin más, bajo la luz de la luna gris, aquella daga se elevó por los aires y entonces, se clavó en el corazón de Margarett.
──¡NOOOO! ──Brenda gritó como si estuvieran rasgando su garganta.
El miedo me gobernó cuando me di cuenta de lo que verdaderamente estaba sucediendo.
Azael Agramon habia matado a Margarita.
A mi Margarita.
Las lágrimas se deslizaron de mis ojos y el corazón latió lenta y dolorosamente.
El castaño se giro y observo hacia nuestro lugar. Tiro el cuerpo de la ya fallecida Margarett, y camino hacia nosotras quienes nos ocultabamos detrás de un árbol.
──Bren... Brenda corre.──Le exigí con el pecho doliendo. Al ver que esta no se movía, la tomé del brazo y salimos de allí corriendo.
Mientras huimos, el rostro alegre de Margarett inundaba mi mente. Ella era alegre, viva, colorida, sonriente, apasionada...
Sus risas retumbaban como un eco en mi cabeza. Sus represiones. Sus llantos.
Las lágrimas mojaban mis mejillas y el frío las secaba, congelando aquella área.
No podía ser.
Él la había matado. ¡Azael Agramon la había matado a sangre fría!
"Ella morirá."
"Él mata en misericordia."
"El verdadero hermano asesino."
Aquellas cartas anónimas y sus frases comenzaban a tomar sentido.
Llegamos a mi casa y cerramos la puerta con cerrojos. Brenda se deslizó en esta, con sus ojos perdidos y su rimel corrido.
Caí de rodillas al suelo, en la oscuridad de la casa.
Las lágrimas no me abandonaron.
Y allí supe que Azael Agramon, el vocalista extrovertido de una banda sombría igual que él, ocultaba un secreto.
Él era el verdadero hermano asesino.
...
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