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22. Un día antes

CAPÍTULO 22

EIDER.

-Aléjate de él, es peligroso. -Leyó la pelirroja, observando el pequeño papel arena en sus manos- Es que no entiendo una mierda. ¿La persona que te envió esto cree que eres Sherlock Holmes?

Me encogí de hombros dando a entender que yo tampoco entendía nada.

Nuevamente mis ojos pararon en el vestido en mis manos. Era hermoso.

Su color verde oscuro y aquella tela satén, relucian en mis manos pálidas. Tenía un estilo princesa, ya sabes, ajustado arriba, holgado abajo. Su escote era corte corazón y sus mangas pequeñas caían a los lados.

Estaba segura que Adelaide me lo había hecho llegar.

De solo pensar en ese nombre, me hacia recordar de esas escenas en la piscina.

Y ahora, un poco de contexto.

Estaba en mi habitación junto con Brenda un día antes de esa gala que los fundadores habían organizado, le había llamado, ya que, luego de que aquellas escenas extrañas de la piscina que parecían sacadas de esa página llamada PornHub sucedieran, me había ido directo a mi casillero, y allí, había encontrado una nota que logró ponerme lo más confusa posible.

Y sí, paseé a chorros por toda la escuela, y estoy segura de que cogi un resfriado.

Ahora estábamos reunidas, observando aquel papel. Me puse de pie, y se lo saqué de sus manos.

Era un papel arena arrancado de un libro viejo, y, sobre las letras oscuras y pequeñas de la página, se encontraban unas encima de todas estas, hechas con algún tipo de pintura roja para paredes.

"Aléjate de él, es peligroso." Decía en mayúsculas. Estaba escrito como si lo hubieran hecho con mucha prisa.

-Sigo sin creer que esos dos hayan follado en el gimnasio. Y sigo sin creer lo tonta que eres como para olvidarte ese teléfono dentro del agua.

-Te dije que me ahogué. -Le repetí por onceava vez, mintiendo un poco. No solo me había ahogado en ese gimnasio, también estuve a punto de besar a un asesino.

Esa es una razón bastante válida para olvidarme de un dispositivo bajo el agua y salir corriendo de allí como alma que lleva el diablo, y ¡cuanta razón! Había firmado un pacto con el diablo.

Lo peor es que el mismo me lo dijo.

Brenda tomó asiento en la silla giratoria del escritorio, y giró para poder observarme.

-Y Azael, el rockero asesino de bonita voz y cuerpo de infarto, te salvó la vida. -Finalizo, recordando aquel nombre que no dejaba mi mente y... ese detalle.

Debía recalcar que nunca le había comentado a Brenda de ese casi beso con Azael.

Es más, aún sigo pensando, buscando una respuesta para lo ocurrido en ese lugar en el cual antes me escondía para faltar a clases.

Sigo sin saber por qué en ningún momento me había separado de él, quizás era en la forma fría con la que me miraba en ese momento, pero, no era de esas miradas con las que él solía observarme; en ese gimnasio, fue la primera vez que pude sentir el destello de algo en sus ojos. No sé veían vacías aquellas esferas grises tan extrañas.

O tal vez... Era en la forma que este tomaba mi espalda con sus dedos fríos, o como su aroma corporal tan extraño lograba colarse entre mis fosas nasales.

En ese momento, en ese preciso momento donde yo me encontraba a espaldas de mi mayor trauma (La piscina) y con el torso pegado a quien me hacia sentir en un peligro constante, me sentí extrañamente diferente.

Como...

Esa noche.

-Debes averiguar qué hacia Adriel allí. ¡Estoy segura que él te vio filmando todo! -Oi la voz de la pelirroja, sacándome de mis pensamientos.

Y nuevamente, el terror me invadió.

¿Por qué?

Simple.

Eso podía significar que uno de los Agramon tenia los ojos puestos en mí. Que uno de ellos me observaba a mis espaldas.

-El lunes debemos volver a ese gimnasio y tomar mi teléfono. -Me puse de pie, acercándome a la ventana por un poco de aire.

-El pobre ya no debe servir. Muchos días en el agua. -Brenda giró un poco más en la silla.

Aquello era verdad, desde un viernes hasta un lunes, serian muchos días en el agua.

Mordisquee mi labio inferior, pensativa, en busca de alguna idea, pero nada llegaba a mi mente.

-¿Sabes? -Preguntó Brenda, llevándose mi atención- Esto es una maldita gran mierda. Primero que nada, ¿Quién es "él" y por qué carajos es peligroso? -Me encogí de hombros, recordando la nota. Ni siquiera yo lo sabía. -Mira, Eider, seguramente alguien te está tomando el pelo, y muy fuerte. Sí, tan fuerte como en esas veces que te ponen en la posición de perr...

-Brenda, no creo que alguien me esté tomando el pelo. -Le respondí/interrumpí, obvia. -¿Y qué es eso de la posición de perr? ¿Perr? ¿Qué es eso?

-Nada... -Se puso de pie, llevando una mano a su cadera y la otra a su frente, frotando esta con cansancio. -¿Y si uno de los Agramon te está tomando el pelo?

Sus ojos se comenzaron a entonar, observándome, pensativa.

Pensé un poco más en aquella pregunta que me había hecho. ¿Y si uno de los Agramon era quien había puesto esa nota en mi casillero?

-Tal vez... -Pensé un poco más antes de soltar la pregunta. -¿Pero quienes de ellos?

Esta lo pensó unos segundos, normalizó sus ojos, para luego abrir estos, chispeantes, mientras que una sonrisa de victoria se formaba en su rostro.

Ignorando la cara de psicópata de mi amiga enfrente de mí, volví a preguntarme ¿quiénes de ellos haría algo así?

Los tres eran iguales de raros, así que no sabría qué pensar de ellos con exactitud.

Pero... había alguien, alguien entre ellos que resaltaba con su silencio sepulcral, con sus misteriosos ojos, con sus facciones serias, y aquel derroche circunspecto en su aura, aunque tampoco puedo olvidarme de la forma en que este hacia sentir su presencia, hasta puedo decir que esto tiene una frase, y es: "Ha llegado el silencio gélido e incómodo reencarnado en un ser humano."

-Adriel. -Dijimos al unísono con la pelirroja, mirándonos fijamente.

-Ese antisocial rarito puede ser un latente sospechoso, aunque no me fío de ninguno de ellos. -Asenti, dando a entender que yo tampoco confiaba en los Agramon.

-¡Eider! -Grito mi padre desde el piso de abajo, dejándonos atónitas por unos segundos. -Vino tu amiga.

Brenda me regalo una mirada de confusión, como diciendo: "¿Quién podrá ser?" Pero no me quedé allí mucho tiempo.

Baje las escalares, y pude ver a papá yéndose directo a la cocina.

Al tocar el suelo de la sala de estar, me quedé fija, mirando hacia un sitio en particular.

En el sillón individual, estaba sentada Adelaide, acomodando su cabello oscuro el cual se encontraba atado en una gran y alta coleta.

-¡Eider! -Soltó, en un gritito emocionado, pero... ¿Por qué sentí su emoción un tanto forzada?

-¡Hey! -Le respondí, con una sonrisa, sin muchos ánimos.

¿Por qué su presencia de repente me hacia sentir incómoda?

-Vine a comentarte sobre tu vestido. -Dijo, poniéndose de pie, examinando todo a su alrededor.

Iba a agradecerle por el vestido verde que se encontraba allí arriba en mi habitación, pero me quedé sin habla cuando la morena soltó:

-Te lo traeré mañana antes de las nueve -Sonrió, enchinando sus ojos marrones.- . Recuerda que debes estar allí a las nueve de la noche, o puedes pasarte a eso de las ocho y media. ¿Te parece?

¡Alto!

¿Adelaide acababa de decir que ella me traería el vestido mañana?

¿Había oído mal?

Confusa, pregunté: -¿Me lo traerás ma...mañana? -Mi voz tembló, y no llegue a tiempo para cubrir mi desconcierto.

Asintió. -Si, tontita. ¿Es qué no puedes recibirlo o se te dificulta el tiempo...?

Mis ojos pestañearon varias veces, sin entender muy bien, como si Adelaide estuviera hablando en francés.

Aún así, ella acababa de decirme que me iba a traer el vestido mañana.

Entonces... eso significaba que ese vestido verde no era de ella.

¿Y si no era de ella, de quién era sino?

-No, nada de eso. -Le interrumpí, a lo que esta entorno sus ojos, confusa. -Ya conseguí un vestido. -Aclaré rápidamente, con una sonrisa a medias.

Asintió, parpadeando varias veces. Abrió su boca, lista para hablar, cuando unos pasos rápidos se escucharon bajar de las escaleras hasta llegar a nosotras.

-¡Adelaide! -Grito Brenda, muy feliz de lo usual. Por lo cual entendí que era uno de sus teatros.

¿Ya les dije que Brenda era un poco MUY drama queen? Sí, era muy dramática, y al mentir, era buena haciéndolo hasta llegar a lo que ella quería. En este caso, seguramente escarbar un chisme.

Lo bueno era que, conocía tanto a mi amiga como para saber cuando mentía o quería llegar a un tema.

-¿Brenda? -Preguntó la morena, sin creer que ella estuviera allí.

-La misma. -Rió como una niñita entrando a una jugueteria, y luego se acercó unos pasos más hasta quedar cara a cara con Adelaide.

Entorno sus ojos y llevo sus manos a las caderas, optando por una pose regañadora.

-Creo que debes contarnos qué pasa entre tú y el chico nuevo. -Entonces, el silencio nos sumió. Un silencio expectante y extraño en el cual se podía oír hasta mi propia respiración.

-¿El... el chico nuevo? -Preguntó Adelaide, rascando su nuca y carraspeando la garganta.

Brenda asintió, emocionada con una sonrisa, luego se sentó en el sillón doble y palmeo el lugar vacío a su lado. Le hizo un ademán a la morena para que se sentará allí y esta camino, temblorosa hasta sentarse.

-Sí, el Misael ese. -Levante una ceja, sin creer la capacidad para hacerse la tonta que llevaba con tal naturalidad mi amiga.

Eso me asustó.

¿Cuántas veces habrá actuado frente a mí y yo no me di cuenta?

-¿Misael? -Pregunto, una Adelaide un poco más relajada. Luego hizo como si estuviera pensando en algo, llevando su mano directo al mentón. -¡Oh! ¿Azael? -Dios, podría decir que estaba viendo una obra de teatro muy bien actuada entre estas dos.

-¡Sí! Ese. Cuéntame que tienen -Levanto sus cejas repetidamente, con una sonrisa picarona y un tonito demasiado bajito.

-Hm, solo somos amigos, nada sale de ahí. -Se encogió de hombros, actuando como desentendida.

Mentirosa.

Mira quien lo dice.

Brenda asintió con cara de tristeza, llevando un mechón rebelde de su cabello rojo, detrás de su oreja llena de piercings.

-¿Por qué la pregunta? ¿Pasa algo con él? -Adelaide entorno sus ojos, preguntando aquello con confusión e intriga. Observe cómo mi amiga rascaba su nuca, un poco nerviosa. Se acomodo en el sofá.

Mierda.

Sentía que esto iba a terminar en sospechas y confusiones.

-Porque quería que hablaras con él sbre ese chico de cabello largo que hoy estuvo a su lado... -Abri mis ojos en sorpresa, por la rapidez que Brenda dijo todo. -¿Cómo es que se llama? -Se quedó unos segundos en silencio. -¡Paymon! ¡Ese!

-¿Paymon? Oh, si, su amigo -La curiosidad en el tono de Adelaide, era evidente -.No me digas ¡Te gusta! -Bramo con fuerza aquello último.

Ay, por favor.

-No. -Contesto seca la pelirroja. Lo cual hizo que Adelaide frunciera su ceño, incluyendo yo. -¡Me encanta! -Sonrei, por la cara picarona que Brenda había formado luego de rugir aquello.

Quise reír, pero me contuve. Aún aquella duda del vestido, seguía danzando en mi mente.

-Pues, óyeme bien -Brenda asintió, expectante, acercándose más a la morena. -Mañana estarán en la gala de mis padres, así que pierde el miedo y háblale. -Sus ojos marrones, observaron a Brenda, divertidos. -¿Tienes algo para llevar?

Mi amiga asintió, sonriente. -¡Eres la mejor! -Rodeo con sus brazos a la morena, y su cara quedó mirándome directo a mi. Giro sus ojos y no evite sonreír.

Pasaron unos segundos de silencio, hasta que ambas se despegaron del abrazo.

-Espera... -Frunci el ceño, y Adelaide también. -¿Eso quiere decir que los Agramon irán a la gala? -Pregunto Brenda.

-Sí, y van a darle una sorpresa al pueblo. -Afirmó la morena. -Pero... -Llevó su dedo índice cerca de sus labios carnosos y rojizos, haciendo que se hicieran visibles sus uñas largas y blancas.- shhh. Es todo un secreto. -Guiñó uno de sus ojos, y se puso de pie.

Acomodo su coleta larga y oscura, haciendo que esta se mueva hacia un lado y el otro.

-Debo irme, chicas. -Dijo, tomando un poco de aire, para luego acercarse hacia mí y depositar un casto beso en mi mejilla. Hizo la misma acción con Brenda. -Tengo un poco de prisa, porque el chófer me esta esperando. Espero mañana verlas allí...

-Qué lugar tan acogedor. -Una voz masculina se hizo presente, interrumpiendo a Adelaide, esta se dio la vuelta rápidamente, observando la puerta principal.

Brenda y yo hicimos lo mismo, confusas.

Por un instante, me olvidé de cómo se debía respirar.

Quizás era por sus ojos más extraños que nunca o en la forma en que este optaba por una pose relajante que lo hacía ver más dominante, más como si estuviera comiéndose el mundo con una mano.

Su atractivo desaliñado resaltaba con mucha más fuerza, aunque la mayoría del tiempo su atractivo inusual era lo que más destacaba de Azael.

Con la chaqueta de cuero oscura en su hombro y sus manos dentro de los bolsillos delanteros de sus vaqueros negros, comenzó a caminar a paso lento, haciendo resonar sus botas trenzadas.

No evite llevar mis ojos hacia su torso, donde una remera gris se pegaba a su figura bien trabajada. Y ni hablar de como sus brazos marcados quedaban expuestos por las mangas cortas de la sudadera, dejando a la vista sus músculos y sus venas en las muñecas. Pero algo logró captar mi atención aparte de sus brazos sacados de un modelo de Wattpad.  Aquel collar negro que le había visto el primer día que lo conocí, colgaba en su pecho, reluciendo el colmillo de jabalí oscuro y unos diseños en plateado.

Baje la vista a sus pantalones. Una pequeña cadena de metal era visible en un lado de estos, moviéndose un poco a medida que este se acercaba a nosotras admirando todo a su alrededor.

Sus ojos grises y raros pararon en un lugar especifico de la pared. No pude evitar seguirle la mirada.

Su aura me tenía un poco...

Hipnotizada.

Otra vez aquella punzada de confusión en mi pecho.

Estaba mirando la foto donde nos encontrábamos Margarett, Brenda, yo y...

-El diablo está en los detalles más pequeños. ¿Nunca han oído esa frase? A mi me encanta. -Una sonrisa ladina se hizo presente en sus labios rosaceos.

Sus ojos recorrieron el suelo, levantó la mirada lentamente y entonces, se encontró conmigo mirándolo como una tonta.

Sentí la vergüenza llegar a mis mejillas.

Un silencio nos rodeo a los cuatro en la pequeña sala de estar de mi casa.

Trague saliva, y juro que retumbó en todo el lugar.

Sus ojos me hacían sentir tan incómoda.

-Muy poético, Misael. Pero...¿Cómo carajos entraste y no te oímos? -Se oyó la voz confusa de Brenda.

Rompí el contacto visual que comenzaba a tornarse más extraño con aquel castaño, dejando mis ojos en el suelo.

Mi corazón latía en mi pecho.

-¿Y no qué chófer, Adelaide?

Brenda no se demoro en encarar a la morena frente a ella. Esta se quedó callada bajo las palabras de la pelirroja.

-Yo también espero verlas en la gala. -Dijo Azael, rompiendo el silencio gélido. -Despidete Adelaide, quiero irme a la cama.

Brenda y yo nos observamos mutuamente, abriendo nuestros ojos en sorpresa.

¿QUE QUÉ?

-Qué asco. Deja tus comentarios sexosos para otra ocasión. -Mi amiga se acercó hasta a mí.

-Lo siento, es que Paymon me ha pegado sus frases eroticas al igual que mi hermano. -Se encogió de hombros, haciéndose el ingenuo.

-Ya, Azael. Vamos. -Adelaide nos saludo fugazmente con una de sus manos, dándonos la espalda, lista para irse.

El castaño la detuvo, llevando una de sus manos al mentón de la morena, y allí, la beso en la boca.

Pude ver como las piernas de ella flaquearon por unos segundos, y entonces, al levantar la mirada, pude encontrarme con los ojos de Azael mirándome fijamente.

Un nudo extraño volvió a hacerse presente en mi pecho. Era un nudo que solía formarse las primeras veces que había visto a aquel sujeto en una que otras ocasiones.

Un nudo indescriptible de emociones repetitivas como los nervios, la calidez, la familiaridad...

Y sobre todo, lo que nunca faltaba a la hora de estar cerca de él.

El temor.

Se separo de Adelaide, nos dio la espalda rodeando los hombros de ella. Ambos comenzaron a caminar hasta la salida, pero antes de salir por la puerta, el castaño me observó por encima de su hombro y acto seguido, llevo su dedo índice como Adelaide unos minutos atrás, pidiendo silencio.

Guiñó uno de sus ojos y una sonrisa ladina se formó en sus labios.

Cuando estos abandonaron mi casa, y cerraron la puerta detrás de ellos, no evite llevar los ojos a Brenda.

-Eider... -Me miró fijamente. -Esos dos están en algo.

Me senté en el sofá, sin palabras.

Aquellos ojos grises y esas manchas oscuras en uno de estos, no abandonaban mi mente.

La fragancia fría de Azael recorría la sala de estar, como si eso fuera un recordatorio de su presencia hace unos segundos.

-Si Adelaide nos mintió, es porque esta ocultando algo. ¿Qué motivos tendría para mentirnos? -Aquella pregunta retumbó en mi mente, haciendo un eco sonoro.

¿Qué motivos tendría ella para mentirnos?

Estaba segura que era por serle infiel a aquel pelirrojo extraño, o era algún tema relacionado a ese sujeto. Pero si fuera por ese motivo, no tendría razones para mentirle a Brenda, ya que, esta ni siquiera tenía idea de la relación que conllevaba la morena con ese pelirrojo.

Aun así, no me llamaba del todo la atención aquello, sino más bien, el porqué de Adelaide y Azael. Era una combinación inesperada y extraña.

Ellos eran muy distintos, aunque ambos solían vestirse con chaquetas, pantalones ajustados y botas, no eran para nada iguales. Creo que lo único que conectaba entre ellos, eran sus vestimentas.

Aun así, Adelaide era muy feliz, muy alegre, hasta podría decir que era la segunda Margarett de Balcanes, solo que, un poco más chismosa y de vestimenta tipo dark.

Mientras que Azael...

Bueno, él era más raro, inusual, exótico, atractivo, escalofriante, reservado y a la vez, una mezcla de extrovertido sexy.

O bueno, eso era lo poco que sabia de él.

Él era como un libro de 50 Sombras de Grey, mientras que Adelaide era un libro para niños de jardín, de esos libros con dibujos pintorescos que te enseñaban el abecedario.

-Eider. -Me volvió a llamar la pelirroja.

-¿Hm? -La observe, aún con esa sensación extraña de nerviosismo e incomodidad en mi pecho.

Esta observó nuevamente la puerta principal de mi casa.

-¿También te da curiosidad lo que tienen esos dos de la noche a la mañana?

Creo que curiosidad era mi segundo nombre.

Y también, el núcleo de todos mis problemas.

Ambas nos miramos fijamente, pasando la idea de la una a la otra.

-¿Estás pensando lo que yo?

-Tal vez.

Mi amiga sonrió. -Mañana averiguaremos que traman esos dos. -Frunci el ceño, confusa.

La pregunta no evitó salir de mis labios. -¿Cómo?

-Tonta... -Volvió a parar sus ojos en la puerta, como si allí estuviera la respuesta.

Llevé la mirada también hasta la puerta en busca de algo.

-Deja de mirar la puerta. Me das miedo. -Le dije al no ver nada.

Escuché su sonora risa, pero luego cesó para decir: -La gala.

Creo que si mi curiosidad no hubiera hecho presencia en ese momento, nunca antes mi vida hubiera acabado en la perdición.

Porque los Agramon no solamente arrastraban con un espectacular atractivo, sino también, con una mente fría y audaz.

Pero yo... fui consciente de eso muy tarde.

...

¡Hola! Estoy con ustedes nuevamente uwu, lista para traerles más capítulos, porque todo a partir de aquí comienza a tornarse cada vez más extraño.

¿Qué creen que ocurrirá en el siguiente capítulo?

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