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21. Firma

CAPÍTULO 21

AZAEL.

Otra embestida, y otra, y otra. Adelaide era una maldita babosa, su interior era espacioso que hasta podría decir que media institución entraba en su hueco sin problemas.

-¡Más fuerte! -Exigió.

¿Quería que la dejara paralítica?

Pues, bien. Si eso es lo que ella quería, eso era entonces lo que le iba a dar.

Acelere la penetración y la lleve más profundo, viendo frente a mí a la chica que cerraba sus ojos del placer, mientras su melena se pegaba en la pared cada vez que entraba con más fuerza dentro de ella.

Podía sentir su piel ardiendo contra la mía, pero... ¿por qué esto era tan aburrido?

No sentía el orgasmo a la vuelta de la esquina como solían decir, lo sentía a la vuelta de millones de esquinas.

Sus uñas se enterraron en mis hombros, y gritó: -¡Por Dios! ¡No tan fuerte!

Giré los ojos. Era la sexta vez que me pedía que lo hiciera fuerte y luego se arrepentía.

¿Usaras el nombre de Dios mientras follas? Qué arriesgada.

Apretó mis hombros con más fuerza, y sus piernas hicieron lo mismo en mis caderas.

Era su orgasmo.

Podía sentir su humedad convertirse en una laguna al cabo de unos minutos. Arqueo su espalda y llevó su rostro hasta mi cuello, derrotada.

Quedamos unos segundos en aquella posición, hasta que ella hizo un ademán para que me despegara de su interior.

Llevé mi mano a mi miembro aburrido sin su orgasmo, y lo metí dentro de mis boxers negros. No me fue mucho problema el ponerme los pantalones, ya que, me había bajado estos a media.

Adelaide no despegó sus ojos de mí en ningún momento.

La miré fijamente, y esta tuvo que desviar la mirada de la mía. No era capaz de sostener un contacto visual conmigo.

Estaba tan loca, jugando a juegos de timidez fingida frente a mí.

-Espero volver a verte, Adelaide. -No evité decir aquello. Quería seguir su juego. Quiero decir... me gusta jugar con quienes me incitan a hacerlo.

Fingí estar agitado y satisfecho, lo cual pareció haber funciona. Pude ver como la morena se tragó la mentira fácilmente.

-Ven esta noche a mi casa. -Me dijo, y crei que me estaba haciendo una broma.

¿Tanto le había gustado?

Quería decirle que no, decirle que fue la experiencia más aburrida que había tenido en la cama, pero, ¿para qué? luego lloraría, me diría que yo era un imbécil y me pegaría una bofetada para luego largarse y estropearlo todo.

-Lo pensaré. -No estaba seguro de lo que estaba diciendo, pero, si mentir me ahorraría complicaciones, entonces mentiría.

Tomo mi mano y la entrelazo con la suya. La observé nuevamente a los ojos y está solo rió coqueta.

Por favor.

Qué estupidez.

Le regalé una sonrisa de boca cerrada y esta solo miró hacia el frente, caminando lentamente aferrada a mi brazo hasta las puertas.

Sus facciones de repente se endurecieron de confusión y sus ojos se abrieron de par en par como si acabase de ver un monstruo.

Observé hacia donde ella miraba, y entonces, los vi.

Adriel se encontraba muy cerca de Eider, esta miró a Adelaide de igual forma que la morena la miraba y luego, sus ojos oscuros se enterraron en mí.

Adriel la empujó con fuerza y Eider quedó muy cerca del borde de la piscina.

¿Y ahora qué estaba sucediendo?

No iba a interferir, pero no podía negar que la curiosidad me estaba empezando a suspirar en la nuca.

Él se acercó a ella a paso rápido y pegó su torso contra el suyo. Ambos se miraron, él le susurró algo y luego, finalizó el espectáculo arrojando a Eider a la piscina.

-¡No! -Gritó, que hasta pude sentir como sus cuerdas vocales se cortaban una por una.

El rostro de la castaña, antes de caer, era la expresión del miedo puro.

Aquellos ojos marrones se encontraron en mi dirección por un santiamén antes de perderse en el agua.

Adriel se dió la vuelta, encontrándose con nosotros mirándolo. Me observó y luego desvió la vista hacia la morena a mi lado. Llevó su dedo índice a la boca, pidiendo silencio y salió de allí sin ni siquiera dar explicaciones.

Las campanas finalizando el horario escolar, se oyeron por todo el lugar.

Adelaide observo la piscina, y luego a mí.

-¿Qué acaba de pasar?

Me encogí de hombros igual de confuso que ella, tomando su mano, y sin dudar, salimos de allí.

-Espero no nos hayan visto. -Dijo, mirándome nerviosa con sus ojos cafés.

Cerramos la puerta del gimnasio y seguimos caminando hasta llegar al final del pasillo.

-Espero que no. -Ella me dió un casto beso en los labios, y asintió, tratando de convencerse con mis palabras.

-Espero...-Miró a sus espaldas y luego a mí.-Nos vemos. Mandame un mensaje si está noche vienes a casa.

Asentí. Aunque sabia que muy dentro de mi cabeza, realmente estaba negando.

La morena me dió la espalda y comenzó a caminar, saliendo del pasillo, apresurada.

-Perra. -Susurré.

Me aseguré que esta ya no estuviera en aquel lugar y sin dudar, me fui nuevamente hasta el gimnasio.

Abrí la puerta y saque de mis bolsillos un atado de cigarrillos, lleve uno de estos a mi boca y lo prendí, dando una suave calada.

Debia estar listo para encontrar respuesta de esa escena de Adriel y Eider.

Y quién más para darme respuestas que la mismísima mentirosa Eider Zervas.

Caminé hasta encontrarme en la mitad del lugar, pero ella no estaba. La busqué con la mirada, pero no la encontré.

Frunci el ceño.

Ella no había salido del lugar en ningún momento.

Caminé un poco más hasta llegar al borde de la piscina, escuchando resonar mis botas contra el suelo.

Abrí los ojos en sorpresa al ver su cabello castaño danzar en el agua, y a ella extendida sin moverse, flotando.

Y ahí fue donde me di cuenta que Eider Zervas, la chica de dieciocho años de edad, no sabía nadar.

Me saque mi chaqueta a toda velocidad y mis botas también, tirandolas al suelo blanco y bien lustrado. Tiré el cigarrillo que tenia en los labios a algún lugar perdido del suelo, y sin pensarlo, me arrojé al agua, esta estaba fría, pero no me importó.

Llegué hasta Eider y pude ver su rostro pálido y sus ojos cerrados. Se veía serena, sin aquella expresión dudosa y temerosa que ella solía tener frente a mí.

La alcé dejando su rostro fuera del agua, y sin más, me aproximé hasta el borde de la piscina. Extendí su cuerpo y logré sacarlo rápidamente, dejándolo desparramado en el suelo blanco del gimnasio.

Eider era una jodida pluma, así que no fue mucho problema sacarla del agua.

Salí como un rayo de la piscina y me aproximé hasta ella.

Estaba acostada en el suelo. Su cabello ahora más oscuro de lo normal gracias al agua, se encontraba pegado en varias zonas de su rostro.

No evité dirigir una de mis manos hacia su mejilla, haciendo contacto con su piel húmeda, suave y fría. Llevé dos dedos hacia un lugar específico de su pequeño cuello, y allí, pude detectar que su corazón seguía latiendo, pero débilmente.

Sin dudarlo, comencé a hacer presión en el área de su pecho.

Una, dos, tres veces.

Creo que había perdido la cuenta de todas las veces que lo hice, solo se que había llegado al límite de la confusión al ver como la castaña seguía sin reaccionar.

-Sabés entrometerte en cosas que no son de tu incumbencia, pero no tienes noción de lo que es nadar. Tu extrañeza, Eider.

Lleve mi boca a la suya, sus labios morados y fríos hicieron contacto con los míos. Allí, separe un poco más sus labios con ayuda de una de mis manos y comencé a darle respiración boca a boca.

Esta al cabo de unos minutos, abrió sus ojos y me empujó con fuerza, tosiendo toda el agua que retenía en sus pulmones.

Espere unos segundos a que terminara, y entonces se sentó en el suelo, mirando con miedo hacia todos lados.

Cuando sus ojos se encontraron con los míos, tuve que obligarme a sostenerle la mirada.

-¿Qué...

-¿Qué acaba de suceder? -Le interrumpí, robándole la pregunta de la boca.

Ella asintió lentamente.

-Te ahogaste.

Cuando oyó mis palabras, esta observó la piscina y se abrazó a sí misma, como si estuviera recordando algo.

¿Por qué sentia dentro de mí como si ella ocultase cosas?

La peor sensación al estar con una persona, era esa, sentir que ocultaba cosas.

Y lo peor es cuando lo sentia yo, porque nada se iba de mis manos, y no descansaba hasta saber que era lo que ocurría.

Cuando estaba con Eider, me sentía en un juego y reto constante, quería descubrir lo que llevaba detrás de su espalda, lo que trataba de cubrir, quería indagar entre sus ojos oscuros y vacíos.

Saber su verdad.

Pare mis pensamientos cuando está se puso de pie y comenzó a caminar tiritando como un cachorro recién nacido.

Sonrei al ver aquella imagen ante mis ojos.

-¿A dónde vas? -Tome mis cosas del suelo y me puse de pie.

-A mí casa. -Respondió, dándose la vuelta para mirarme.

Comencé a caminar hasta llegar a ella a paso lento. -¿No me darás las gracias por salvarte la vida? -Le pregunté en un susurro, llevando mi chaqueta a mi hombro.

-¿Salvarme la vida? ¡Tu hermano casi me mata!

Crucé mis brazos cerca de mi pecho y comencé a caminar lentamente a su alrededor, viendo como esta tomaba una pose igual a la mía: cruzándose de brazos, siguiéndome con su mirada oscura y una de sus cejas levantadas.

-Puedo volver a arrojarte a esa piscina -Le dije, encogiendo mis hombros-. Es como si nunca te hubiera salvado.

Su pose de desafiar a un Agramon, desapareció, quedando con los ojos abiertos y los brazos lánguidos.

-¿Harías eso? -Sus ojos me observaron curiosos, ahora, nuevamente retadores.

Sonreí juguetón- Morir ahogado no es una muerte atroz. Es más, es una muerte elegante; danzas en el agua, te sientes libre, flotando...

-No podrías. -Me dijo en un susurro amargo.

-¿Me estás retando, Eider? Si quieres puedo darte una prueba premium, pero claro, no podrás decirme como te fue en la experiencia porque estarías -Acerqué mi rostro al suyo fugazmente. -Muerta.

Esta cerró sus ojos por el susto y luego los abrió, empujándome hacia atrás.

-¡Loco!

-Mentirosa.

-Dejame en paz. -Dicho aquello, comenzó a caminar a paso rápido hasta la puerta, pero fui más veloz que ella y la tomé por la espalda.

La alce, y comence a caminar hasta la piscina.

-¡Suéltame!

-Dame las gracias.

-¡No puedes obligarme! -Me dijo, y pude oír su voz agitada, cargada de temor.

-Puedo. Sólo mira como puedo. -Le dije, al llegar al borde de la piscina, dejándola a ella de espaldas al agua, tomándola de los brazos.

Forcejeo y forcejeo, aún así, no fue dificultad para mí.

-¡Suéltame! -Exigió en un grito.

-Dame las gracias. -Repetí sereno.

-¿Y si no lo hago, qué? -Su temor de repente se disfrazó de valentía. Eso me dió cierta gracia.

¿A qué estás jugando, Eider?

-Mueres. -Puntualice.

Esta abrió sus ojos como dos platos, y luego, trató de cubrir su temor.

-¡Suéltame!

-No. -Respondí seco a sus ordenes repetitivas.

-No quieres hacer algo de lo que te arrepentirás toda tu vida. -Comenzó a decir, forcejeando con más fuerza. Quise reír, así que no me detuve y comencé a hacerlo a carcajadas.

¿Trataba de hacerme reflexionar de lo que iba a hacer?

-Una muerte más a la lista no me hace daño. -Sus ojos encontraron los míos y ambos nos quedamos en total silencio.

Por un momento debilitó su agarre en mis brazos.

Sus ojos cayeron al suelo-Gracias por salvarme la vida, ¡imbécil! -Reí, aún dejándola al borde del peligro por su comentario repentino.

-Qué obediente, mentirosa. -Esta observó hacia atrás nuevamente, podía sentir su corazón latir con fuerza.

-Ya cumplí con lo que me pediste-Sus ojos temerosos volvieron a encontrarse con los míos-. Ahora suéltame.

-Si te suelto, caes al agua. -Le recordé, aún sosteniendo sus manos para que esta no cayera de espaldas a la piscina.

-¡Bueno, entonces ayúdame a reincorporarme para irme de una vez! -Su voz se oía temerosa y ansiosa, una mezcla bonita que se acoplaba a ella.

-Aún no. -Le dije, para luego sonreírle como si nada estuviera pasando.

Esta frunció el ceño.

-¿Y ahora qué más? ¿Quieres que te alabe por cinco días? -Su sarcasmo a todo esplendor me dió curiosidad.

-No, quiero algo más. -Susurré, debilitando mi agarre en sus manos, por lo cual, esta me observo más asustada.

-¡Sólo pídelo! -Exigió.

Sonreí malicioso.

-¿Te has dado cuenta que le has dado a ver una de tus debilidades al diablo?

Eider cambió su rostro notoriamente, relajando este. Sus ojos oscuros me miraban diferentes, como si estos estuvieran buscando algo dentro de los míos.

-Le he dado una debilidad al diablo hace mucho tiempo.

Su respuesta me hizo confirmar lo que tanto había esperado.

Un silencio espeso y extraño nos sumió, pero... ¿por qué el silencio con ella no era incómodo?

Me encantaba el silencio suyo con el mío, era el momento donde nuestros fantasmas se encontraban y me hacían sentir ese déjà vu, ese bucle repetitivo, esa familiaridad.

La jale hasta mí, pegandola contra mi pecho, llevando mi mano detrás de su espalda.

Sentí su corazón latir en mi pecho, y era extraño como su calor empezaba a colarse entre mis prendas húmedas hasta llegar a mi piel.

Nuestros rostros se acercaron a un punto donde pude sentir su respiración encontrarse con la mía. Era tal el punto, que si su mirada a metros de distancia me quemaba, entonces tenerla a tan escasos centímetros de la mía, me hacía sentir en el infierno.

-¿Qué ocultas, Eider? -Le pregunté con claras exigencias de respuestas detrás de mis palabras.

-¿Quién eres Azael?

-Tal vez soy el diablo al cual le has regalado tus debilidades, Zervas. -Sonrió. Ella había sonreído por primera vez frente a mí. Pero no era una risa normal, era una risa torcida, seca y sin colores.

-Ya hay un diablo antes de ti con quien hice un pacto.

Me estaba dando las respuestas que más estaba buscando. Tal vez Eider parezca un enigma en esos momentos, o un caso de misterio que no se podía completar sin escuchar sus propias palabras cargadas de acertijos, pero, yo la entendía.

Yo lograba entender sus palabras.

-Créeme, tus debilidades están con quien menos te lo esperas. -Acerqué mis labios a los suyos, viéndola cerrar sus ojos.

Roce un poco sus labios fríos contra los míos, y pude detectar que estos estaban secos.

Tuve el descaro de contemplar su rostro mientras esta mantenía sus ojos cerrados.

Eider era una chica normal, con un aspecto común: pálida, ojerosa, cabello negro, nariz recta y un poco respingada. Un poco alta, quizá de un metro setenta. Pero nada de otro mundo.

O tal vez sí, si tenia algo diferente e inusual. Sus ojos oscuros y vacíos llegaron a mi mente.

Aquellos ojos tan extraños...

Sonreí cuando Eider frunció su ceño confusa. ¿Acaso estaba esperando un beso de mi parte?

Intercambie de lugar con ella, girando a esta para que quedase de espaldas al gimnasio.

La aparte de mí de un empujón, tomé mis cosas del suelo y comencé a caminar hasta la salida, pero a medias del camino, me giré.

Las palabras tentadoras me ganaron.

-Acabas de hacer una firma en mis labios, donde estás pactando con el verdadero diablo. -me di la vuelta, y salí de allí, sonriendo al recordar su cara de terror a mis espaldas.

...

¡Hola! Espero estén muy bien ♡ :)

Y... ¡Ame este capítulo! Sinceramente me encantó como Eider y Azael demostraron un poco más de sus rostros.

¿Qué creen que sucederá en el siguiente cap?

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