2. Azael Agramon
CAPÍTULO 2
EIDER.
Jamás creí volver a reavivar aquella extraña sensación que yo conocía tan bien.
El frío.
La oscuridad.
Aquellos recuerdos volvieron a mi mente como un suave suspiro.
Levanté mis ojos de la blanca hoja que se posaba en el pequeño pupitre para enterrarlos en la gran pizarra negra frente a mí. Intenté apartar cualquier cosa extraña de mi mente escuchando las palabras del profesor, pero estas se desvanecían en el aire como un rocío en el viento.
La clase de historia transcurría normal, aunque mis pensamientos viajaban a ese trío de sujetos extraños.
Luego de lo sucedido, recuerdo que al adentrarme al instituto, el frío era más fuerte de lo usual; Garden era una preparatoria reconocida por su gente cálida, por la confianza y la amabilidad. A pesar de ser una escuela situada en uno de los pueblos más fríos de Reino Unido, era muy cálida en todos los aspectos; este día se sentía fría y apagada.
En cuanto a esos extraños muchachos, no los volví a ver en todo aquel receso antes de las clases. Aunque no podía negar que la gente hablaba y hablaba sin cesar sobre tres nuevos chicos atractivos y muy bien formados, o bueno, de eso último se encargaban de hablar las chicas chismosas de la escuela.
Y sabía muy bien que eran ellos de quienes susurraban entre los pasillos de la escuela. Hace mucho tiempo no se veían personas nuevas en el instituto, solamente los niños de primer año que entraban con cada paso de una nueva etapa. ¿Pero tres chicos de seguramente mi edad? Jamás.
Desvié mis ojos de la pizarra y los centré en el gran ventanal a mi lado. Agradecía haberme sentado en este pupitre, tenía una vista perfecta del oscuro bosque más allá de todo. Mi curiosidad por aquel lugar se había extinguido hace mucho tiempo.
La puerta del salón se escuchó abrir al cabo de unos minutos.
A pesar de tener los ojos incrustados en el paisaje frente de mí, no pude evitar sentir un frío amenazador que me hizo desviar la vista de allí y posarla por donde provino aquel ruido.
Mi corazón latió un poco más fuerte que creí haberlo escuchado en mis oídos.
Allí estaba uno de los chicos de esta mañana, era aquel de ojos azules. Su cabello negro estaba bien cortado y algunos pelos rebeldes lograban cubrirle la frente. Su semblante era frío y pálido. Sus ojeras violáceas y los labios de un tono rosa opaco, me dieron la impresión de que su apariencia parecía de alguien que se encontraba enfermo. Su aura derrochaba misterio y desinterés. Pero sus ojos... al ver estos, algo volvió a surcar en mi interior. Ojos azules y electrificantes, en ellos se sentía lo profundo de algo, quizás un sentimiento.
Trague en seco cuando su mirada se atravesó con la mía, pero no bastó mucho para que rompiera el contacto visual.
Por un momento logré sentirme un tanto extraña. La forma en que sus ojos me habían observado permaneció por un instante en mi mente.
El carraspeo de una garganta, interrumpió mi mente──¿Es nuevo por aquí?──habló el pequeño y anciano profesor con su usual tono arrastrante.
El joven asintió levemente, siendo observado por todos.
Había algo en aquel muchacho, no sé lo que era en realidad. Tenía una clase de aura o aire triste y extraño que lograba incomodar.
El silencio reinó por unos segundos. Creo que no fui la única que notó la incomodidad que generaba aquel chico.
──Bien... ──el profesor alzó la mano en dirección a los pupitres── Bienvenido, puedes tomar asiento donde más te agrade.
Fue entonces, que él comenzó a caminar entre los pupitres.
De pronto, aquellos ojos volvieron a enterrarse en los míos, pero no fue más que un desliz, un pequeño choque, el cual llegó a su fin luego de que este pasara por mi lado. El frío fue muy extraño, tan extraño que me generó un escalofrío.
Alrededor pude ver como todos miraban al muchacho que caminaba hacia algunas filas más atrás de mi pupitre.
El bolígrafo que permanecía a un lado de mi mano cayó estrepitosamente al suelo llevandose varias miradas curiosas.
Vacilé un par de segundos en sí recoger la pluma o no, hasta que decidí por agacharme a buscarla. Una mano pálida se adelantó a ello, dejando mi acción a medias.
──¿Buscabas esto?──su voz fría y rasposa me susurró a unos pocos centímetros detrás de mi espalda.
Tomé aire sutilmente y gire mi torso lentamente. Aun sentada en la silla, sentí quedarme rígida, helada. Aquel muchacho de cabello azabache me observaba serio desde el asiento de atrás, mientras que mi bolígrafo danzaba entre sus dedos, haciendo que este hiciera contraste con su piel blanca.
El frío en mi espalda se hizo presente al conectar con aquellos ojos azules.
Respire hondo y capté un aroma raro e inusual, este no era desagradable, y no creí poder catalogarlo como una fragancia masculina, tal vez era corporal, y estaba segura que provenía de aquel sujeto.
──Sí.──la respuesta salió de mis labios, pero no fui consciente del todo al emitirla.
Este me estiró su mano con el bolígrafo, en un momento dude si tomarlo o no, pero saque todos aquellos pensamientos extraños que comenzaban a asomarse en mi mente. Por mi bien, y para no quedar como una completa loca. Lo tomé sin vacilar. Pude sentir como la piel de sus dedos rozaba los míos. Estaba helado, como en ese momento que te empapabas de lluvia helada en invierno.
Demasiado... frío.
Pestañee perpleja, observando su mano y el tacto de nuestros dedos. Sentí la mirada del muchacho en mí, pero eso no me importó.
──Gracias...──alejé mi mano ya con el bolígrafo. No pude evitar reaccionar como si su mano me hubiera quemado, aunque haya sido lo contrario.
──No es nada──respondió frío, antes de situar la vista en la pizarra. Sin embargo, su voz fría y con un acento diferente al británico que estaba acostumbrada, me había dejado extrañada por unos segundos más, llamando mi atención.
Me di la vuelta rápidamente, conectando mis ojos en cualquier lugar que no fuera allí.
Lunes primero de enero de 2018, resaltaba en la pizarra con una bonita cursiva en tiza.
Pero eso no fue lo suficiente como para distraer a mi mente de lo que acababa de ocurrir.
Observé al frente y solo comencé a imitar en mi hoja lo que el profesor escribía, pero no sin antes olvidar que allí, detrás de mí, unos ojos azules e intensos me observaban, quemando mi espalda.
...
La clase había transcurrido más lenta de lo normal, y para mi sorpresa, mis amigas aún no salían de sus respectivas enseñanzas de física.
¿Por qué nos había tocado separadas? Bueno, creo que eso era un poco obvio. Las tres solíamos hablar sin parar a la hora de clases, hasta que un día, una rectora nos tuvo que separar de salones.
Camine por los pequeños pasillos blancos de la escuela. Se veían desolados como en un lunes feriado.
Eso me dio a entender que mi clase fue la primera en terminar.
Bufé sin poder evitarlo gracias a un agudo dolor en mi cabeza, pero este pronto quedó en segundo plano, cuando aquel muchacho extraño de ojos azules pasó por mi lado muy apresurado hacia la salida del instituto.
Qué chico tan extraño...
De pronto, mi estómago rugio en hambre. Maldeci en ese instante el hecho de no aceptar las tostadas quemadas de mi padre.
No lo pensé dos veces cuando me dirigí hacia la cafetería.
Al entrar, mis ojos pudieron percibir las paredes de esta, repletas de anuncios escolares y reglas, pero una regla en particular resaltaba sobre las demás.
"Prohibido el paso a los bosques Asmodeo."
Aquello estaba resaltado con pintura roja sobre un gran cartel de madera de pino.
Desvié la mirada de allí y me dirigí hasta la pequeña cafetera situada en un rincón del lugar. El café humeante comenzó a bajar lentamente por el pequeño vaso descartable, llenando mi nariz de su olor.
Al ver bastante café en el vaso, coloqué un poco de azúcar para luego darle un pequeño sorbo. El caliente líquido quemó mi lengua, pero pude soportarlo, aunque no pude evitar hacer una mueca por ello. Comencé a salivar por la quemadura.
──Deberías tomar despacio.── una voz ronca y varonil sonó detrás de mí. Una voz que me resultó familiar.
Curiosa, me di la vuelta.
Mis ojos rápidamente captaron a un muchacho. Estática me quedé en mi lugar cuando sentí un especie de déjà vu al ver sus ojos.
La sensación fue como si ya hubiera vivido ese preciso momento.
Era el chico de esta mañana, ese al que había tomado del brazo.
──Digo, pero si quieres quemarte, adelante.──su acento británico era extraño. ¿Era extranjero?
El frío comenzó a ser notable nuevamente, o eso fue lo que yo creí. Sus ojos grises me observaron con un poco de diversión.
──Si, esta muy...──carraspee mi garganta.
¿Por qué las palabras no salían de mi boca? Sentia como si las cuerdas vocales se me estuvieran cortando una por una.
──Muy caliente.──completé. Mi voz había escapado demasiado débil de mi boca.
Al estar allí, cerca de aquel sujeto, pude observar que era alto y que su atuendo negro hacía contraste con su piel pálida. En sus labios rojos y agrietados se asomó una sonrisa ladina de boca cerrada. Acomodó su chaqueta oscura y un colgante con un dije de diente de jabalí negro se logró ver entre su sudadera negra y la chaqueta de cuero.
Saque los ojos de allí, cayendo en cuenta que lo estaba detallando de más.
──Yo...──comenzó a decir──solo quería disculparme por lo de esta mañana. Veníamos apresurados y...
Fruncí el ceño ligeramente, confundida. ¿Acaso estaba hablando por el inconveniente de esta mañana?
──No deberías disculparte conmigo──solté, obvia. Debía disculparse con Margarett, después de todo ella fue quien cayó de espaldas al césped del instituto mientras todos la miraban.
Todo gracias a unos chicos... bastante groseros y maleducados.
Contuve las palabras en la boca.
──Si, debería disculparme con tu amiga, ──pauso un momento lo que estaba diciendo, pero entonces retomo el hilo de la conversación──pero quería dejar en claro que lo siento.
Observé sus ojos y estos se intensificaron con los míos.
Algo no cuadraba.
Sus palabras me decían que lo sentía, pero en sus ojos no había arrepentimiento, sino más bien, aquella sensación extraña de esta mañana.
Vacilé un poco hasta que aquella voz en mi mente tomó acciones en mis palabras.──¿Cómo sabés que ella es mi amiga?──pregunté, refiriéndome a Margarett.
Por un momento creí ver como sus ojos se oscurecían y su sonrisa se esfumaba poco a poco.
Crees, siempre crees, Eider. Deja de ignorar, deja de callar.
En ese momento me arrepentí de lo que había hecho.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba actuando así con un completo desconocido? Fruncí el ceño extrañada por mis acciones. ──Lo siento. Solo olvídalo.──forcé una sonrisa y comencé a caminar hacia una de las mesas vacías, dejando atrás a aquel muchacho.
¿Por qué había actuado así?
Me cubrí el rostro con una de mis manos libres. La vergüenza llenando mis mejillas.
Seguro debió pensar que estoy loca.
A lo lejos, en una esquina apartada junto a un gran ventanal, pude ver la mesa donde solía sentarme con las chicas. Sin dudarlo, me dirigí a ella.
Sentí el peso de aquellos ojos grises en mi espalda. Me esforcé por no girar sobre mis talones y descubrirlo.
Pero es que ese chico era tan extraño que me daba una sensación muy... incómoda. Tampoco creí tener el descaro de darme la vuelta después de aquello.
La vergüenza burbujeante en el caldero hirviendo de mi pecho era más intensa, quemando mis mejillas.
Cuando al fin llegue a la mesa, me senté al lado del ventanal. Mis manos en el vaso de cartón con el café hirviendo. La calidez llegó a mis dedos en un abrir y cerrar de ojos.
Antes creía que era fastidioso tener que ver todas aquellas ventanas que por alguna extraña razón, se dirigían a aquel bosque oscuro detrás de la escuela, recuerdo haberlas evitado muchas veces, hasta que simplemente, con el paso de los años, deje de tomarlas en cuenta.
La vista era perfecta desde el segundo piso, los grandes pinos y la niebla que danzaban entre estos, quedaron expuestos en mi campo de visión.
Por el rabillo del ojo vi una silueta sentarse en la silla frente a mí. Algo me decía que se trataba de aquel muchacho extraño de ojos grises.
Aquellos dos manchones negros en uno de sus iris llegaron a mi mente.
No tuve el valor de verlo frente a frente luego de lo que había ocurrido. Sabía que era una tontería, y que, tal vez el muchacho ya lo había dejado entre los suelos cerca de esa esquina de la cafetería, pero no lograba calmar esa inquietud de vergüenza.
Quise disculparme, pero no tuve tanto atrevimiento en mis palabras. Quedé en silencio fúnebre.
Pero no pude evitar querer inspeccionar su apariencia, los pocos segundos que pude mantener la mirada en él hace unos minutos atrás, me dieron la imagen de un muchacho inusual.
Mis ojos traicioneros lo observaron de reojo frente a mí.
Estaba allí, sentado, serio... observándome.
-¿Ocurre algo? -tomó cartas en mi acción. Su voz era extraña con ese acento que no pude descifrar y que no evite igualar al de un extranjero que no sabía pronunciar el británico con naturalidad.
Pero... el muchacho tampoco lo pronunciaba mal.
Lleve el café a mi boca, depositando el liquido caliente en mi sistema. Eso ahogó por unos segundos mi vergüenza arrasadora.
Le di toda mi atención. Después de todo mi desfachatez de observarle de reojo en un intento de "inspección con disimulo" me delató.
La imagen de él fue más clara y precisa ahora. Debía decir que el chico se veía atractivo y fuera de lo común a diferencia de las personas del pueblo o de los chicos del instituto en sí. Tenía una piel tersa y blanca. Sus labios eran carnosos y rojizos. Su cabello castaño era oscuro tanto que logró recordarme al color azabache del mío.
En el escaneo me topé con sus ojos. Sentí quedarme debajo del agua helada. No me di cuenta en el momento que dejé de respirar. El atrevimiento de verle los ojos tanto tiempo no perduró mucho.
De repente el aire se volvió tenso e incómodo.
En un desliz apoyó sus codos en la superficie de la mesa, dejando caer su rostro fresco y altanero en sus manos pálidas. El negro de su atuendo haciendo contraste con lo blanco de la madera.-No es muy educado de tu parte no responder las preguntas. -susurró solo para que lo lograse escuchar yo, como si fuera una de esas muchachas con secretos íntimos entre amigas.
No me había percatado de que me encontraba sumida en la inspección en su persona y mis pensamientos hasta que él soltó aquello.
Pero... la incomodidad se amortiguo cuando logré repasar sus palabras en mi mente.
"No es muy educado de tu parte..."
Las palabras fueron acompañadas con su rostro serio.
Algo se hizo presente en el aire, en nuestro alrededor. Sonreí por sus palabras.
-Disculpa, pero ¿me hablas de educación cuando tú no la tuviste con mi amiga? Creo que las palabras salen hipócritas de tus labios.
Inesperadamente sus dientes blancos y perfectos relucieron a la vista, entornando una sonrisa. Aclaró su garganta cuando me observó viéndole con una ceja levantada. -¿Me estuvo observando los labios? Creo que los dos somos iguales de maleducados.
El silencio se invoco el mismo, instalándose en el ambiente que de repente se volvió asfixiante y gélido.
-¿La ofendí? -rompió aquello que se estaba creando junto con una bola de incomodidad en mi sistema con su voz roncosa y melódica.
Volví la atención a él. Creí que su sonrisa se había roto, pero no pude verme más ilusa. El muchacho resplandecía una sonrisa arrogante, mostrando sus dientes blanquecinos y rectos.
Algo me decía que le agradaba verme así de incómoda. De todas formas, no quise crear un pleito con un desconocido arrogante.
-Tranquilo. No me ofendí con palabras atractivas. -sonreí, lista para retirarme. No quería seguir estando en esa atmósfera tan... sofocante y rara.
Palabras atractivas...
Al escuchar aquello, pareció aumentar su ego, porque su sonrisa ensancho notoriamente.
Me puse de pie pero el fue más rápido y me tomó de la muñeca desde el otro extremo de la mesa. El tacto fue frío y suave.
Le regalé una mirada confusa y él solo se dedico a relamer sus labios. -En serio, no quise ofenderte. -ahora su sonrisa se había esfumado.
Observé su tacto en mi muñeca, su toque era extraño, muy extraño... Él imitó mi acción y apartó su mano de mi piel.
-No te preocupes-le tranquilice, pero esas palabras fueron más para mi mente que para él-. De todos modos debo irme. -le sonreí con intención de largarme de allí.
Pero él no lo permitió.
-¿Puedes decirme tu nombre? -aquello se oyó más como una suplica o tal vez una invitación singular. No supe deducirlo.
Me quedé sin palabras. Por un momento el gato había comido mi lengua.
Quise decirlo, pero algo dentro de mí no lograba dejarme.
¿Por qué? Quizás por sus ojos extraños e insistentes o por aquel aura enigmático y frío que danzaba a su alrededor al igual que su fragancia apagada y fresca.
-Me llamo... -relami mis labios, sentía la boca un desierto- Eider Zervas.
Me dedico un asomó de una pequeña sonrisa.
La curiosidad me carcomio de pies a cabeza. No lo resistí.
-Y tú, -le pregunté- ¿Cómo te llamas?
Sus ojos escanearon los míos. Pude llegar a notar algo extraño en ellos, pero no podía sacarlo a relucir, era raro, difícilq
Este me ofreció su mano, la cual me quede viendo unos segundos antes de tomarla. Lentamente acerque mis dedos hasta los suyos como si fueran algo amenazante pero a la vez tentables.──Mi nombre es Azael Agramon.──el frío de esta mañana volvió a hacer estragos en mi sistema al estrechar su mano.
Ambos nos quedamos estáticos viéndonos mutuamente. La suavidad de su mano fría haciendo estragos en mi piel cálida.
Parpadeé varias veces y saque rápidamente mi mano de allí aunque en realidad me arrepentí por unos segundos romper el contacto, quería seguir sintiendo eso raro que llevaba consigo.
-Un gusto, Eider.-mi nombre salió de su boca como si él lo estuviera saboreando.
-Un gusto,-sentí que mis palabras se desvanecían al pronunciar su nombre-Azael.
Su nombre era tan extraño como el aroma frío que desprendía de su cuerpo. Su sonrisa arrogante volvió a él, en ese preciso instante me di cuenta que era algo que lo caracterizaba.
Pasaron segundos eternos en los que su mirada no dejó la mía, hasta que un sonido de un teléfono se oyó. Sacó su móvil de uno de los bolsillos de su chaqueta y observó la pantalla. Esta iluminó su rostro de un blanco intenso.
Carraspeo su garganta y al cabo de segundos, su sonrisa ya no deslumbraba.
Pareció haber leído algo, pero su rostro se mantuvo neutro en todo momento.
Me observó desde la distancia en la que se encontraba. -Debo irme-soltó-. Espero que nos volvamos a encontrar, Eider Zervas.
Asentí hacia su dirección y este me regaló una última mirada, la cual ahora me pareció indescifrable y vacía.
Lo próximo que escuche fueron las campanas del receso sonar junto a sus pasos alejándose del lugar. Me quedé observando como el muchacho caminaba en el medio de toda la cafetería, acercándose cada vez más a las puertas de salida. Su mano tomando el teléfono oscuro con precisión, mientras lo acercaba a su oreja. Su silueta delgada de nadador fue lo último que vi cuando este desapareció entre las sombras oscuras que proyectaba la salida del café.
Observé nuevamente el bosque a lo lejos.
Lunes primero de enero de 2018.
Esa fue la primera vez que entable conversación con Azael Agramon, el muchacho extraño de ojos grises.
...
Que extraños muchachos, parece ser que Eider también lo ha notado.
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