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13. Una idea

CAPÍTULO 13

EIDER.

Luego de aquella semana extraña, los días pasaban muy rápido, ¿la razón? Los Agramon no pisaban el instituto. Estábamos en el tercer día de la semana y estos se rehúsan a aparecer. Para mí agrado, todo se había calmado y ya no sentía aquella sensación familiar que tanto comenzaba a hacer presencia dentro de mi pecho.

Aún no entendía porque me sucedía aquello hacía Azael. Era como si lo mirase y este instintivamente se me hiciera familiar.

Volviendo al tema, los Agramon no hacían presencia, pero, de alguna forma, las personas se encargaban de hacerlos resonar por todo el pueblo.

Por ejemplo, el otro día que llegaba del instituto, para ser más específica, esto ocurrió el lunes.

Recuerdo que estaba llegando a casa, cuando vi a la señora Fernanda hablando con vigor hacia la señora Rosalinda, estas se miraban y secreteaban entusiasmadas.

Sus palabras quedaron grabadas en mi cabeza:

"Si, son muchachitos bien extraños, Rosa."

"No me lo creo, ¿en serio son huerfanitos? Ay, madre santa, ayuda a estos niños."

"No hay por dónde pedirle a la virgencita, si esos niños son unos ricachones, Rosalinda."

Ese lunes había descubierto algo más sobre aquel trío de chicos: Ellos eran huérfanos.

Aunque nunca podías estar tan seguro de aquellos rumores. Pero para ser sincera, Balcanes era un pueblo muy chismoso y si matabas a una rata, todo la gente de allí lo sabía.

Era como si la presencia de los Agramon no estuviera, pero sus nombres y su apellido sí, y se encontraban allí como unos fantasmas, de pie, persiguiéndome hacia cualquier lado que yo vaya.

El instituto cada vez se volvía un lugar pacifico y a la vez una tortura; llegabas al salón y las chicas hablaban de ellos; llegabas a la cafetería y el apellido "Agramon" se escuchaba en algún que otro susurro.

Las preguntas, y los halagos jamas se perdian, y pasaban de boca en boca sin cesar.

Si supieran lo que yo vi, me pregunto si toda la gente que comienza a halagar a estos tipos, seguiría haciéndolo.

Cambiando de tema, mis amigas han estado mas calmadas, o mejor dicho, Margarett era la unica calmada, aunque cada tanto no podia evitar sacar de su boca a esos tipos, preguntándose de dónde provenían, si tenian padres, o qué clase de comida ingerian estos.
Por otro lado, Brenda aun estaba demasiado extraña, era como si estuviera distanciada del mundo, con sus ojos perdidos y cansados, caminando como un tonto fantasma. No entendia porque esta actuaba asi tan de repente, aunque algo dentro de mi me decia que tenia que ver con la llegada de aquellos sujetos.

Era como si todo los rodeara, una agobiante idea y pesadilla que no dejaba mi mente ni un solo segundo. Miraba hacia un lado y los Agramon estaban alli, no importa si no se presentaban fisicamente, estaban alli asi sea dentro de los rumores, dentro de boca en boca, porque era asi, sus nombres que ya tenia grabados en mi mente como una nota repetitiva, se paseaban por todos los pasillos de la escuela, y como si todo fuera peor, esta tenia pasillos pequeños.

Era como si la parada de los Agramon dejara revuelo en todo el pueblo, y, estaba segura de que, para ser sincera, ya habia pasado una semana exacta, y estaban por cumplirse dos, y aún así los comentarios nunca cesaban. En menos de poco tiempo, ese trío se habia convertido en la sensación de Balcanes.

Apoye mi cabeza en el frío vidrio de la ventana. La gente se estaba yendo poco a poco de la cafetería.

Me sentía demasiado cansada, y las clases comenzaban a agobiar.

Observe el café oscuro frente a mí, tome un sorbo quemando mi garganta con el calor de este.

Azael llegó a mi mente, dejando aquel momento donde entablamos conversación por primera vez.

"Deberías tomar despacio." Recuerdo que me dijo, con su caracterizante tono arrogante y frío.

Aquella sensación familiar volvió. Era una sensación que me dejaba incómoda en mi lugar, algo que me hacía sentir extraña y sumamente confusa. Era como si yo conociera a Azael. Y era todo tan raro, porque yo no sabía de dónde. Es más, jamás conocí a un tipo como él en mi pasado.

¡DEJA MI CABEZA DE UNA VEZ!

Me estaba comenzando a volver loca repasando a Azael todas las noches y todos los santisimos días.

Quería entender el porqué de aquella familiaridad que tanto le daba. ¿De dónde? Si yo jamás lo vi en mi vida.

Sabia que para comprender aquello debía obtener respuestas, y eso es lo que he estado intentando todo este tiempo: Obtener una respuesta concreta y lógica para saber porqué Azael se me hacía tan conocido. Y se que suena un tanto raro decir que lo estuve acechando porque quise respuestas, pero lo menos que obtuve fue eso.

Solo me había ganado un cupón gratis hacia el mundo de la locura y del psicólogo. Oh, y ni hablar de que también me estaba ganando ir al cardiólogo, porque las veces que me encontraba con aquellos tipos, mi corazón saltaba como un completo demente dentro de mi pecho.

Volvi a tomar el pequeño vasito con café, dispuesta a beber, deje la acción a medias, ya que, una voz femenina me interrumpió.

──¡EIDER!──Un grito llego a mis oídos. Aun sentada, me di un poco la vuelta para observar quien me llamaba.

──¡Oh!, te he buscado por todas partes.──Dijo, la rubia frente a mi.

No tarde en reconocerla ya que era Paola, una de mis compañeras de clase. Acomodo el puente de sus gafas negras y me sonrió.

──Hola, Pao.──La salude, observando a esta muy agitada. ¿Habia corrido?──¿A dónde tan de prisa?──le pregunte, porque mi curiosidad estaba empezando a repiquetear.

──Vine a buscarte.──Solto con cierta obviedad, pero al ver que no entendi, esta aclaro lo dicho rapidamente──La profesora Daiana me ha pedido que te busque. Quiere hablar contigo.

Mi ceño se fruncio en confusión.

¿Hablar conmigo?

La rubia al parecer noto mi desconcierto──Si, me dijo que queria hablar contigo sobre el nuevo trabajo.

Entonces, recorde que esta mañana ella habia planeado un nuevo proyecto, y este se trataba de hacer un propio relato griego o algo de ese estilo.

──Dile que en unos minutos estare alli.──Paola asintio hacia mi dirección y salió de la cafeteria a paso rapido.

Observe la hora en mi teléfono, eran casi las doce del mediodia y eso significaba que debia irme a casa.

Qué extraño.

La profesora Daiana jamas llamaba a tal hora o dejaba las cosas para ultimo momento.

Bebi un sorbo más del café y dejé el vaso alli.

Tal vez era urgente y yo aún me encontraba con el trasero apoyado en el asiento.

Tome mis cosas y sali de la cafeteria, apresurada.

Di tres golpes a la puerta al llegar a mi salon. La voz de Daiana se hizo presente a los pocos segundos gritando un: "Adelante".

──Eider, que bueno que no te has ido a casa aún.──Observe su saco de lana un poco desprolijo de lo habitual.──Necesito que me hagas un favor.

Asenti, esperando el favor que me iba a proponer.

──Por favor, necesito que le lleves esto a tu compañero de pupitre.──Extendio unas hojas con algunas que otras letras.

Me quede rigida en mi lugar.

Mi compañero de pupitre era Azael.

──¿Llevarselo?──Pregunte, como si fuera una palabra extraña o que yo no entendiera del todo. Daiana me observo y asintio con una sonrisa de oreja a oreja.──¿A su casa?──Mi voz salió mas asustada de lo normal, por lo cual la rubia me observo confusa.

──Si... a su casa.──Afirmo, detenidamente.──¿Hay algún problema, Eider?──Preguntó, con sus ojos pegados a los míos.

Relamí mi labio inferior, nerviosa. ¿Fue tan evidente mi desconcierto y temor cuando hablé? Pareciera que si, ya que, Daiana me observaba un poco mas preocupada, como si estuviera pasando algo.

Pero en realidad si pasaba. ¡MI COMPAÑERO DE PUPITRE ERA UN ASESINO!

O bueno, su hermano.

¡EL CUAL A FIN DE CUENTAS DEBE VIVIR CON ÉL, EN SU CASA!

──No...──Mi voz temblo.

Daiana no parecio querer hacer muchas preguntas, asi que simplemente asintió, y me extendió las hojas.──Matarias tres pajaros de un tiro, ya que tambien le llevarias los trabajos a sus hermanos.──Un escalofrio me recorrio la espalda al oir la palabra "hermanos".

Asenti hacia ella, fingiendo una sonrisa, mientras que por dentro me preguntaba porque habia aceptado llevarles esto.

Pero entonces, la curiosidad volvio a mí.

──Daiana...

──¿Sí?──Pregunto, con la vista en sus libros.

──¿Se puede saber por que ellos no vienen a clases?

Esta levanto los ojos de sus libros y los poso en mí.──¿A qué va esa pregunta?

──Nada, solo... mera curiosidad.

¿Por qué senti como si estuviera cometiendo un delito, si solo estaba haciendo una pregunta? tal vez era como la profesora frente a mi me miraba insistente y extraña.

──Estan enfermos.──Me dijo, pero en su tono de voz algo no andaba bien. Era como si esto delatase que me estaba mintiendo. ¿Pero de qué me mentiria?

Deja de pensar tonterias, Eider.

Obedeciendo a mi mente, y ya con las hojas en mano, me despedí de Daiana y salí de allí, tomando rumbo para encontrar la salida del instituto.

¿Qué estuve pensando en decirle que sí?

¡ME METERÍA EN LA BOCA DEL LOBO SI VOY HASTA ELLOS!

Caminando a casa, cai en cuenta que yo era de las últimas personas que abandonaban la escuela. Estaba llegando veinte minutos tarde.

Acelere el paso hasta ver la calle de mi vecindario.

Abri la puerta de mi casa, y observe hacia todos los lugares. ──¿Papá?── No encontré respuesta.

Este seguramente aún estaba en su trabajo, así que sin más, subí las escaleras y entré a mi habitación.

Lance mi mochila a algún lugar del suelo, y al levantar mis ojos, no lo pude creer.

Allí, entre las sombras de la oscuridad de mi habitación, se encontraba Brenda, de pie y con el rostro inexpresivo.

Di unos lentos y cortos pasos hacia ella, pero me detuve en seco cuando vi la navaja con sangre en sus manos.

──¿Brenda?──Le pregunté, temerosa.

Esta no me respondió, y al cabo de unos segundos, el silencio reinó.

──¿Qué haces con eso?──Observe la navaja en su mano.

Un malestar volvió a crecer en mi cuerpo.

──¿Qué significa esto, Eider? ──Su voz casi al borde del llanto.──¿Heriste a alguien? ¡¿QUÉ CARAJOS?!

Como si me hubieran tirado una cubeta de agua fría en la cabeza, me quedé estática, rígida, helada al ver el primer cajón de mi escritorio abierto.

La navaja que tenia en su mano era la de los Agramon.

──Yo...──Las palabras no dejaban mi boca.──No.

De pronto el aire se volvió espeso.

──¿TÚ? ¿NO? ──Pregunto, apuntándome con la navaja como si yo fuera el mayor peligro de todos. ──Apartate, Eider. ──Me dijo al ver que yo no respondía. Su voz se encontraba temblorosa.

Sus ojos marrones me observaban con detenimiento e insistencia.

──¡YO NO HERÍ A NADIE, JODER!──Solte, sin poder creer que ella me viera como un peligro.

Su rostro se relajó notoriamente, pero aun sostuvo su firme agarre en aquella navaja.

──¿Qué? ──Las dos nos observamos mutuamente.

En su rostro corría el miedo y la confusión.

──Lo que escuchaste, Brenda. No he lastimado a nadie...

──¿Y esto? ──Me interrumpió, extendiendo su mano con la hoja plateada llena de sangre.──¿Qué hace esto en tu escritorio? ¿Qué has hecho? ¡¿EN QUÉ TE HE FALLADO PARA QUE LLEGUES A ALGO DE LO QUE TE ARREPENTIRÁS TODA TU VIDA?!

Un nudo se hizo en mi pecho.

¿Cómo le diría que eso no era mío sino más bien de los Agramon?

Solo dile la verdad de una vez.

──Brenda, debo decirte algo. ¡PERO BAJA ESA MALDITA NAVAJA DE UNA VEZ!

Esta me observo con preocupación, acercándose unos pocos pasos hacia mi, debilitando su agarre en aquel objeto peligroso.

¿En serio creía que yo había matado a alguien?

──Esa navaja no es mía, y yo no maté a nadie, ¿Ok? ¡SACA ESA CARA DE CULO ATERRORIZADO DE UNA VEZ!

──Esta bien, está bien. ──Dijo, un poco más relajada.──Bien, habla. Explícame porqué tienes una jodida navaja con sangre en tu habitación.

Era tan sencillo decirlo como en mi mente se plasmaba.

Esa navaja tenia los rostros de los Agramon impregnados, cada uno de ellos y ninguno dejaba de reflejarse en aquella reluciente y plateada hoja.

──¿Por qué tanto suspenso, Eider?

──¡PORQUE ESA NAVAJA NO ME PERTENECE! ──Respondi con obviedad.

──¡YA ME LO HAS DICHO!──Grito, de igual forma que yo.──¿Y entonces? ¿De quién es? ¿Ah? ¿DE TU PADRE, EIDER? O...¿Eider, tú te cortas con esto? -Aquello último lo pregunto con obvia preocupación y tristeza.

Gire los ojos.

──No me autoleciono, Brenda. Por dios. ──Esta llevo una mano a su pecho en un gesto exagerado de alivio.

──Estoy feliz de escuchar eso, y con miedo de saber que existe la posibilidad de que seas una asesina.

──¡QUE NO LO SOY!

La pelirroja observó la navaja en su mano y luego a mi. ──¿De quién es esto, entonces?

Los rostros ensangrentados de los Agramon aquella noche, inundaron mi mente. Me aterraba decirlo en voz alta, sentía que si lo hacía, estos me iban a atrapar y acto seguido a matarme.

El cuerpo ensangrentado de William me atormentó por un segundo, dejándome helada en mi lugar.

──De...──Comence a decir, pero mis palabras se quedaban atascadas en mi garganta.

¿Por qué? Nunca se me dificultó decir algo, ¿Qué era lo que me detenía?

Simple.

El miedo.

El temor me invadía. Quería guardar un secreto oscuro que comenzaba a involucrarme porque yo había sido testigo de esa muerte.

Quién diría que tres extraños sujetos de posiblemente mi edad fueran unos completos asesinos.

Mis ojos volvieron a la pelirroja frente a mí.

Sus manos repletas de anillos temblaban, y sus ojos se llenaban de la intriga y confusión puras.

──Los Agramon.

La navaja se deslizó de sus manos, cayendo directo al suelo.

Observo sus manos pálidas y luego a mí.

──¿Qué? ──Logro preguntar.

──¡LO QUE OISTE! ──Dije, sin querer seguir nombrado aquel apellido. Sentia como si ellos estuvieran viendo este momento con detenimiento, pensando como iban a matarme por abrir la boca.

──¿Cómo...

──¿Cómo lo sé? Yo los vi matando a alguien.──Recorde aquel viernes como un destello.

──¿A quién?

──Al señor William. ──Confese.

Mi amiga pareció quedarse en shock, ya que, abrió sus ojos como dos platos y dio pasos torpes hasta mi cama y allí tomó asiento.

──Él ha desaparecido...── Me dijo, como si yo le estuviera diciendo una mentira.

──A él lo mataron. ──Aclare, y sentí como la palabra relacionada a la muerte, daba estragos en mi interior.

Brenda busco mis ojos.──¿Dónde viste todo esto?

El frío invadió mi cuerpo al tener aquel bosque obscuro en mi mente.

──En los bosques Asmodeo.

Ella palideció en su lugar. ──¡¿QUÉ HACIAS EN ESE LUGAR?! ¿Te has vuelto loca, Eider?

──Fue para el concierto de ellos.

──La calle Anston...──Dijo, como si esta estuviera dándose cuenta de que el bosque se encontraba conectado a esa calle.──Entonces... esa... sangre es de...

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

──De el señor William. ──Complete.

──¿Por qué no has dicho nada de esto?

De repente el miedo me invadió.

──Porque tengo miedo, Brenda. ──Confese, mirándola a los ojos.

──¿Miedo de qué?¿Y si tú lo mataste?

──¡DE QUE ELLOS ME MATEN! ¡BRENDA, POR DIOS! Tú me conoces, jamás haría algo así.

Esta se puso de pie, observó la navaja y luego a mi.

──¿Ellos te vieron?

──No...──Tome un poco de aire, recordando los mensajes anónimos.──No lo sé.

──Debemos hacer algo. ¡¿POR QUÉ TE ENTROMETES EN ESTAS COSAS?! Es grave, Eider. Debemos hablar con la policía.

──¡NO! ──Me aproximé a ella, desesperada. ──Mis huellas están en esa navaja── Dije y las dos desviamos la vista a la navaja en el suelo.

Brenda me observo a los ojos fijamente, buscando algo extraño, algún rastro de mentira tal vez. ──Jurame que tú no has hecho nada extraño, Eider.

──¡QUE NO!

──¡JURAMELO! O te advierto que te entrego a la policía.

Abri mi boca en una "O" perfecta sin creer que ella me estuviera diciendo aquello mirándome fijamente a los ojos.

──Lo juro.

──Bien. ──Me dijo, un poco más tranquila.

──Algo anda mal. ──Solte, luego de unos segundos de silencio.

──Te creo, Eider. Pero si no queremos mandar esto al departamento de policías, entonces... no sé si creerte.

Cubrí mis ojos, cansada.

Ella no me iba a creer tan fácilmente.

Luego de unos minutos de silencio, una idea llegó a mi mente como un rayo.

──¿Y si no es necesario presentar la muerte del señor William? ──La pelirroja a mi lado me observo con cara de intriga y confusión.

──¿Qué quieres decir?

──¿Y si buscamos más pruebas? ──Esta me observo atónita.── Es la única forma de que me creas, Brenda.

──Esto es grave Eider. ──Me dijo.── Y si es que esto es verdad ¿Qué ocurrira si estos tipos lo descubren?

Me quedé en silencio, apretando mi teléfono en manos, recordando que allí seguía aquel número desconocido.

──Creo que uno de ellos lo sabe.

──¡¿QUÉ?!

Asenti en respuesta a ella. ──He recibido un mensaje de un número desconocido.

Encendí mi teléfono, y entré a mensajes de buzón, allí, comence a buscar aquel mensaje extraño, pero ya no estaba aquel mensaje. Abri los ojos de par en par.

¿Qué?

Comencé a indagar por todos los chats, pero no habían rastros de ese número ni aquel mensaje.

──No hay nada. ──Dije.

──¿Qué?, Explícame.

──Borraron el mensaje, Brenda. ──Las dos nos observamos con los ojos bien abiertos.

──¿Sabes lo grave de esto?¿Acaso lo sabes? ──Comenzo a preguntarme.

El silencio volvió a reinar.

──Hay un chico──Dije y ella me observó.──que me trae mucha familiaridad.

──¿Uno de los Agramon? ──Asenti en respuesta, recordando al ojigris arrogante. ──¿Quién?

──Azael Agramon. ──Le dije.

──¿Qué quieres decir?

──Que yo me he metido en todo esto por simple curiosidad. Solo quería respuestas de por qué me parecía tan familiar.

Brenda se cubrió el rostro, cansada.

──Pero tengo una idea. ──Solte── Solo... no le digas esto a Margarett, no la involucres, Brenda. ──Ella asintió, expectante a mi idea.

No era necesario llevar este caso a la policía. ¿Pero qué tal si los Agramon volvían a repetir todo esto? ¿Qué tal si hay más pruebas detrás de aquellas bonitas y extrañas caras?

──Puedo llegar a recaudar pruebas y comprobar que yo no te estoy mintiendo.

──¿Cómo?

──Simple, Brenda. Acercándome a uno de ellos.

──¿Quién?

La intriga viva en su rostro.

──Azael Agramon.

...

¡Hola! Espero se encuentren muy bien y les haya gustado el cap.

Últimamente vengo teniendo días agotadores, pero prometo traer más capítulos.

Y, ¿wat? Brenda ya lo sabe, y Eider está empleando una idea extraña. ¿Será que todo esto sale bien?


















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