Desperté nuevamente con la soledad albergada en mi pecho, intente en vano abrir mis ojos y agudice mi oído, aún no había ruido afuera por lo que suponía y todavía no abrían el cementerio. Casi sonreí (Aunque me fuera imposible), me agrada la soledad, tal vez demasiado.

-¡Hola!- Di un sobre salto al escuchar esa voz en mi oreja, gire mis ojos en esa dirección y la vi, una chica que no debía pasar de mi edad, con largo cabello rubio y unos opacos ojos pardos, sonreía de oreja a oreja dándole a su pálido rostro un poco de luz, sus vestimentas eran harapientos trapos blancos y en sus manos llevaba unas hermosas rosas rojas. –Son para ti

Vacile un poco al momento de tomar el obsequio pero lo hice, aún me sorprendía como podía verla en la absoluta obscuridad de mi ataúd. <Un momento, ¿Cómo tome las rosas si no me puedo mover?>

-También te lo preguntas ¿Cierto?

-¿El qué? cielos no entiendo nada

-Soy Pam- La chica extendió su mano dificultosamente para segundos después (Al darse cuenta de que no podía moverme y el reducido espacio bajo la mano). –Es solo tu alma, déjate fluir

-¿Dejarme fluir?

-Cuando moriste tu cuerpo perdió la vitalidad, tu alma no, puedes moverte simplemente si te relajas y no piensas en ello, si no, ¿Cómo estaría yo aquí?

-No lo se

-Dejándome fluir- Replico con una sonrisa extraña, ella era la maestra, yo el aprendiz y lo sabía.

-Dejándome... Chica ¿Eres una especie de hipi?

-¡Concéntrate!- La observe fijamente, Pam comenzaba a apretar los puños exasperada, por lo visto perdía la paciencia muy fácilmente. –Ahora cierra los ojos

-Los tengo cerrados

-Lo sé pero inténtalo

Lo intente.

-Ahora suspira e imagínate en el exterior

Seguí sus indicaciones sin conseguir nada, Pam suspiro.

-Así no, simplemente déjate llevar y estarás a fuera en segundos. Es más, toma mi mano- La chica extendió su pálida mano sobre mi regazo, me concentre y segundos después sentí un cosquilleo en mis dedos. Eso era tocar a un fantasma. Pam era un fantasma, yo lo era. Estaba muerta. –Y ahora cierra los ojos

Obedecí ante su insistencia, en instantes sentí como una fuerza me desprendía de mi cuerpo y para cuando abrí los ojos la bella luna me contemplaba, esto era diferente a otras ocasiones, esta vez no podía sentir la suave brisa en mis mejillas o el frio en mis brazos. Era horrible pero sin duda era mejor que estar encerrada dentro de aquella caja de madera.

-¿Lo ves? No era tan difícil

-Si tú lo dices

Pam sonrió. –Vamos, te llevare a conocer a Will

-Pamela- Una tercera voz reino en el silencio. –La chica recién se puede mover y tú la quieres llevar con el insoportable Willy ¿Es que acaso la quieres re-matar?

-Oh Patrick, juro que no te vi antes, dios, pasar tanto tiempo con vivos me está afectando

-Deja de parlotear y permite que la niña se presente, ¿Cuál es tu nombre?- Ambos me miraban ahora, sentí la lengua pegada a mi paladar. El hombre acaricio su larga barba blanca y agudizo sus ojos mirando detrás de mí y con ello pronunciando las arrugas de alrededor de sus ojos. –Rowan, me gusta

-¡Oh Rowan, vamos a ser muy buenas amigas!

-Pam, ¿Por qué no vas a ver si Will no se volvió a meter en problemas con el guardia?

-Pero...

-Nada- Interrumpió el hombre llevando un dedo a sus labios. Me recordaba tanto al abuelo, de solo pensar en el sentía una presión en el pecho, lo extrañaba tanto... los extrañaba tanto.

-Bien- Pam se giró para irse, podía escucharla refunfuñar aun a metros de distancia.

-Sígueme- El hombre comenzó a caminar a la parte central del cementerio sin siquiera reparar en si lo estaba siguiendo o no.

Tarde un par de segundos en entender cómo moverme y entonces lo seguí, avanzamos hasta lo que parecía ser una capilla, había muchas flores y urnas con cenizas en las paredes, una en particular llamo mi atención, en ella llevaba la inscripción "Por fin" si poder evitarlo reí.

-La señora Harper, su yerno mando a hacer esa inscripción- Aclaro el hombre con un indicio de sonrisa.

-Pobre mujer

Patrick siguió caminando sin prestarme atención, mientras tanto yo observaba el techo y las decoraciones barrocas en aquel lugar, todo era tan hermoso como si estuviera visitando una catedral.

Pasamos entre una grieta y lo único que vi después fue obscuridad, absoluta obscuridad.

Seguimos avanzando, había un notable aroma a humedad que al parecer el ignoraba. No entendía el por qué o el cómo podía oler y sentir, esperaba que al morir esas habilidades se perdieran pero al parecer me equivoque.

El hombre se detuvo frente a una puerta de madera, tuve que detenerme en seco para no chocar con el < ¿Realmente puedo hacerlo?>. Saco un palillo largo de su bolsillo y con eso abrió la cerradura.

-¿No podíamos simplemente atravesar la puerta y ya?

-Niña, tienes mucho que aprender- Respondió al momento en que negaba con la cabeza.

Sin responder otra cosa cruzo el alumbral de la puerta y yo lo seguí, dentro se extendían una serie de mesas polvorientas y esqueletos amarillentos. El hombre se detuvo frente a una estantería de madera podrida y de ahí tomo un libro y una pluma.

-Rowan ¿Cierto?- Asentí mientras veía como anotaba mi nombre en una de las hojas del libro. -¿Cómo moriste?

-Me apuñalaron

-Sin mentiras

-No estoy mintiendo- Los ojos intimidantes de Patrick me observaron con sabiduría provocando que bajara la cabeza. –Bien, me caí de un puente

-Querida Rowan yo se la verdadera causa de tu muerte no necesito que mientas y no, no es lo que tú piensas que fue, tu muerte no fue un accidente, alguien lo hizo

-No sé de qué me está hablando

-¿Estas dispuesta a averiguarlo?- Lo mire directo a los ojos y sin titubear conteste.

-Bien