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Capítulo 9 Una noche tranquila

La cabeza de Viktor daba vueltas, llevaba horas estudiando la información pero la preocupación de que ella no despertaba no le dejaba concentrarse. Se puso de pie y fue a verla por quinta vez desde que habían llegado al apartamento. Habían pasado primero por el hospital pues él quería una revisión completa antes que nada.

— No le pasa nada grave, tiene dos costillas rotas pero las demás lesiones no son severas. La pérdida de consciencia se debe a una mezcla de las reacciones metabólicas de estrés e hipoglucemia. O sea que estaba bajo mucha presión y le bajó mucho el azúcar— había explicado el médico.

Luego de eso él había insistido en llevársela a su apartamento, pero ya habían pasado cerca de cuatro horas y Alexis no reaccionaba. Lo que más gracia le hacía de todo, y era por lo irónico no porque fuese gracioso, era que ella había soportado todo eso sin rajarse ni una vez cuando no tenía por qué. Su celular vibró.

— Señor, la limpieza ha terminado. Todo listo— anunció— ¿Cómo sigue la señorita Rosenberg?— preguntó, más preocupado por lo que su estado le hacía a Viktor que por ella.

— Inconsciente— admitió este, Nathaniel notó el pesar crudo de su voz— No tenía que haberlo soportado, pudo haber dicho la verdad, que me había dejado el dispositivo USB en el correo, que me llegaría en algún punto de la mañana. Ni siquiera nosotros lo sabíamos— comentó Viktor más para él que para Nathaniel, aunque en esos momentos poco importaba.

— Fue muy valiente— aceptó Nathaniel.

— Fue muy estúpida— subrayó Viktor— Hablamos luego— colgó.

Observándola no resolvía nada, se sirvió un vaso de whiskey y se sentó una vez más frente al portátil. Siguió revisando los documentos, planos y registros que ella le había proporcionado.

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Su cabeza dolía mucho, se sentía como si le hubieran dado una paliza. Sí me dieron una paliza, repitió mentalmente mientras apretaba los dientes del dolor al incorporarse. Se quedó sentada en la cama con los pies colgando hacia el suelo alfombrado en un color negro azabache enterizo.

Los pelos de la alfombra le hacían cosquillas en los pies, eran suaves y delicados, le acariciaban las plantas mientras ella se esforzaba por recordar lo sucedido. Recordaba bien todo hasta desfallecer en brazos de Viktor.

— Debe de ser su apartamento— dijo poniéndose de pie en una dolorosa acción.

Se llevó las manos a lado izquierdo, dolía mucho. Obviamente tenía algunas costillas rotas, llevaba sus bragas y más nada que la vistiera. Probablemente él la había hecho examinar por un doctor y al final había resuelto dejarla lo más cómoda posible.

Una de sus camisas negras, típicas de su trajeado estilo, estaba en el borde de la cama opuesto al lado donde ella había estado yaciendo. La tomó con cuidado, la textura era suave y definitivamente hecha a medida. Toda su ropa debe serlo, pensó poniéndosela con cuidado de no hacer gestos bruscos.

Caminó fuera de la habitación, sus pasos no sonaban en el amplio sitio. La puerta daba a un pasillo ancho, recorriéndolo notó que habían dos habitaciones más en ese piso. Desde abajo se veía el resplandor de una luz así que descendió las escaleras en el más absoluto silencio.

Llegó hasta una puerta abierta, la única luz encendida verdaderamente en el sitio, el resto del lugar estaba iluminado por una ligera luminosidad proveniente de lámparas estratégicamente colocadas para graduarlas y hacer visible el camino sin necesidad de encender nada pero manteniendo la penumbra.

Desde las sombras miró a Viktor, estaba sentado frente al portátil enfrascado en algo, el cenicero al alcance de su mano estaba a rebosar de cigarros apagados y un vaso vacío de whiskey estaba al lado. Respiró hondo y se decidió, tocó la puerta.

Pensó que él probablemente daría un respingo o algo, se equivocó, simplemente se limitó a levantar la vista. Verla allí de pie desató una ambivalencia de sentimientos, pero la furia por su estupidez fue quien imperó.

— Cuando quieras morir, hay formas más efectivas— dijo rabioso, pero conteniéndose.

— Cuando quieras dar las gracias, hay formas más efectivas— rebatió ella. Él le lanzó una mirada iracunda, pero ella ni se inmutó. Entonces captó la picardía que se abría paso a través del enojo en Viktor.

— Te ves bien con mi ropa— advirtió.

— Me queda inmensa— remarcó ella.

— Eso solo lo mejora— aclaró él— ¿Hambre?— inquirió suspirando, de nada servía regañarla como a una niña pequeña.

— Mucha— reconoció Lexie.

— Ven— dijo poniéndose de pie y caminando por su lado.

La guió hasta la cocina donde sacó tomates, lechuga, ensalada de pollo, kétchup, aceitunas, pepinos, jamón, queso y mostaza. Luego sacó de la despensa un pan de molde largo y tomó un cuchillo.

— Generalmente yo le hecho todo esto, ¿preferencia o repugnancia por algo o puedo hacerte el sándwich como el mío?— preguntó Viktor mientras rebanaba el pan.

Alexis se quedó totalmente desconcertada. En su tiempo de conocer a Viktor jamás creyó que podría ver un lado de él diferente al mafioso hombre de negocios con la frialdad para matar cientos sin inmutarse.

Ahora lo tenía delante como un hombre hogareño, preparando sándwiches para los dos de forma paciente y común. Tan común que cierta parte de Alexis se relajaba tanto que la hacía ponerse tensa.

— Me gusta todo lo que hay aquí, nunca he mezclado tantos al mismo tiempo pero…seguiré tu gusto— respondió ella acercándose a él— Por hoy— aclaró. Viktor rió ante la aclaración.

— Por hoy— repitió sin darse cuenta de la expresión de incredulidad que tenía el rostro de Lexie al verle reír por algo que ella había dicho.

Comieron los sándwiches con batido de plátano a petición de Lexie. El silencio mientras comían era suave, como si no existiese la necesidad de llenarlo con nada. Esa paz era extraña en la vida de ambos, podía contarse con los dedos de una mano las veces en que alguno de ellos se había sentido así. 

— ¿Por qué no dijiste la verdad?— preguntó Viktor finalmente, incapaz de contener su curiosidad, mientras colocaba las cosas en el lavavajillas a insistencia de Lexie de que todo estuviera limpio.

— Me hubieran matado, no cambiaría nada, les sería inservible. Callé y les di motivos para mantenerme con vida. Si creían que mentía me mantendrían hasta que les diera una confesión real y eso te daría tiempo a llegar. — explicó, convencida de que no había ningún otro motivo que lo práctico de la situación.

Silencio nuevamente y Alexis sonrió ante la forma en que Viktor la miraba, como si ella acabase de admitir que tenía la contraseña de las armas nucleares de todos los países del mundo.

— No me mires así— comentó Lexie soltando una risa pequeña— No me caes bien pero no soy idiota. Sé perfectamente que eres demasiado posesivo y controlador, no me extrañaría que toda mi ropa tuviese microchips para rastrear mi localización en todo momento.

Viktor rió con un deje de conformismo ante esa afirmación. Tenía que darle crédito a Lexie, no era tan ilusa como físicamente parecía.  La miró detenidamente apreciando como las tonalidades moradas en su rostro se oscurecían con el paso del tiempo.

— Escuché que le diste una paliza a dos de ellos, antes de que te atraparan— comentó Viktor.

Se había decidido a dejar de lado el tema de la tortura pues solo servía para ponerlo furioso y no llegarían a ningún acuerdo y también el de la confianza de ella en él, no fuera que saliera su lado defensivo que respondía como gata arisca ante todo.

— No debieron meterse conmigo— dijo Lexie sonriendo.

— ¿Cuánto tiempo viviste en Japón?— preguntó sentándose al lado de ella en el sofá grande y blanco que decoraba el salón del apartamento.

— ¿Cómo…?— preguntó Lexie con el ceño fruncido, Viktor la interrumpió.

— Las ornamentas de tu cabello cuando nos conocimos estaban afiladas en la punta, eran armas no adornos, tu misma me lo explicaste. Tus movimientos aquel día, como saltaste hasta el techo del contenedor. Tenías una agilidad y práctica difícil de ver en alguien que era simplemente una contadora.

Lexie escuchaba con atención, sabía que Viktor se había fijado en ella. En su cabeza creía que él tenía alguna fijación con su persona pues se le dificultaba creer que este hubiese desarrollado algún tipo de sentimiento. ¿Sería capaz de sentir? Ajeno a su pensamiento, Viktor continuó.

— El traje japonés en tu maleta, me corregiste cuando me equivoqué en el nombre. Te defendiste de esos dos y por lo que escuché las técnicas usadas pertenecen a artes marciales. No te ves como una japonesa pero definitivamente viviste allá. Entiendo que todavía no me quieras contar la historia detrás de eso, pero al menos podrías decirme cuánto tiempo pasaste en Japón— Viktor la miró y ella se supo descubierta.

No era mentira pero qué tanto podía ese hombre fijarse en ella que recordaba todo aquello. No se conocían desde hacía mucho, al menos no en lo que trato físico era. Cierto, habían tenido sexo y la atracción era innegable pero eso era diferente.

— …— suspiró largamente cerrando los ojos e inclinando la cabeza hasta quedar recostada totalmente en el espaldar del sofá. Parecía cansada, pensativa— Nací allá. Mi madre fue asesinada cuando yo tenía tres años, la mataron delante mío. No recuerdo mucho de ese entonces pero aquel momento sí lo recuerdo. Su cuerpo impactando el suelo, la pistola en la mano del otro hombre. Mi padre se había metido en negocios turbios con las personas equivocadas, cuando no pudo cumplir fueron a buscar la indemnización.

Viktor permanecía en silencio, ella había decidido contarle parte de su vida y eso era algo que él no esperaba. Pensó que se limitaría a contestarle la pregunta. Él no era el tipo de hombre que preguntaba pero había intentado averiguar sobre ella y se le había dificultado más de lo que esperaba.

— Por lo que sé, madre no tenía que morir, era a él a quien apuntaban pero el muy cobarde se escondió detrás de ella. Tiempo después me vendió a ellos para pagar la deuda. Era una criatura a la que criar pero al menos era alguien lo suficientemente pequeña como para moldear de cero. Corrían el riesgo de que quisiera vengarme, pero igualmente era preferible a simplemente matarnos a todos y no ganar nada.

Si algo caracterizaba a Viktor era poder analizar fríamente las situaciones. Dedicó unos segundos a pensar qué haría él en unas circunstancias similares y supo que también haría algo así. Era una niña pequeña pero la culpa de su mala vida era de sus padres, usando esa información podría adiestrarla así que el riesgo disminuía.

— Además la esposa del jefe no podía tener hijos, el jefe tenía ya tres pero con otras mujeres. Ella me vio allí, pequeña, sola y decidió ayudarme. Pronto su ayuda se convirtió en amor y antes de darse cuenta yo formaba parte de la familia.

Eso tenía sentido para él. Las emociones se mezclaron con las circunstancias y dieron ese fruto maravilloso que podía ser un hijo adoptado cuando era cuidado con amor. Viktor agradeció que aquellos yakuzas se cruzaran en el camino de Lexie. ¿Quién sabe que vida hubiese tenido de haberse quedado con sus padres biológicos?

— Me enseñaron todo lo que sé, pagaron mi educación, me entrenaron en diversas artes marciales y otras cosas. Fueron mi familia. Con mis notas conseguí una beca en una universidad de América, pronto el programa internacional se amplió y aquí estoy. Un arma letal que no utiliza armas de fuego y capaz de defenderse bastante bien— concluyó volviendo a abrir sus ojos.

Nunca había contado su historia, los pocos que la conocían completa habían estado allí viviéndola con ella. Era una experiencia totalmente nueva, eso era algo desconcertante para Lexie.

— ¿Nunca quisiste que pagaran?— preguntó Viktor, su rostro no mostraba nada— ¿o tu padre?— desde que Lexie había empezado a hablar Viktor se había dedicado a observarla con cuidado, cada rasgo, gesto y movimiento detallado ante sus ojos.

— No— contestó de forma segura después de meditarlo unos segundos— por lo que recuerdo mis padres biológicos eran una mierda. Lo mejor que pudo pasarme en vida fue que ellos me amaran, aun cuando no formaba parte de su árbol genealógico— dijo son una sonrisa melancólica.

— Imagino entonces que mi existencia debe resultarte insoportable— razonó Viktor.

— No— admitió ella seriamente— la verdad es que no— sus palabras sonaban soñolientas, marcadas por las emociones de los últimos acontecimientos.

— Vamos a la cama, prometo dormir tranquilo sin tocarte— ofreció él poniéndose de pie y extendiéndole una mano.

— No dormiré contigo— objetó ella bostezando.

— No seas testaruda, te duele el cuerpo, tienes dos costillas fracturadas y moretones por todos lados. Cargarte será doloroso para ti y no quiero hacerte daño, pero me gusta imponerme por encima de todo.

Aunque no era una amenaza que pensaba cumplir, su tono de voz resultó alarmante para Lexie, quien decidió aceptar su ayuda para ponerse en pie y lo siguió lentamente hasta la habitación.

— Puedes quedarte con mi camisa ¿o prefieres otra cosa? Puede que tenga algo más cómodo— sugirió Viktor.

— Ahora mismo…— dijo haciendo una mueca de dolor al recostarse en la cama— lo más cómodo es no cambiarme de ropa. Me duele respirar, no quiero saber qué pasará cuando quiera bañarme— explicó ella ya acostada e intentando taparse con la frazada, aunque la calefacción estaba encendida ella quería sentirse más caliente.

— Entiendo— dijo Viktor terminando de arroparla. Caminó por el borde de la cama, se quitó la camiseta y se acostó con cuidado, procurando no moverse mucho para no herirla— Buenas noches, Alexis— ella puso los ojos en blanco al escuchar su nombre completo.

— Buenas noches, Vitya.

La sonrisa de satisfacción que se dibujó en el rostro de Viktor al escuchar el diminutivo de su nombre no fue algo que Lexie viera, como él tampoco vio la de ella al llamarle así.

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Y ahora si ya tienen que esperar hasta pasado mañanita mis amores....pero díganme qué les pareció el cap? Les ha gustado?

Qué opinan de la relación de Viktor y Lexie hasta el momento?

Me interesa mucho saber qué creen de ellos dos y su desarrollo 😁😊

Y besitos 😚 puku 😚 puku 😚 puku.

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