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Capítulo 2 Castigo y verdades

— Ya despiertas pequeña— la voz era tan familiar, pero aún no podía ponerle rostro.

Lexie tenía la vista nublada, le dolía el cuerpo. No sabía qué era pero estaba en una posición incómoda. Había fragmentos de luz y sombras, no enfocaba nada bien con la mirada, estaba mareada y muy desorientada. Recordaba algo, haber ido a la reunión, correr mucho, escaleras, saltar, un golpe sordo y… “vamos a divertirnos mucho pequeña…” ¡VIKTOR!

Consiguió abrir los ojos. Estaba en una habitación muda, sin adornos ni nada parecido, acolchada y obviamente a prueba de sonidos. Encontró el motivo de su incomodidad, estaba amarrada con las manos para detrás, con esposas y una cadena que salía de ellas hasta una pared. Ella estaba en un sofá grande, desnuda.

Un arnés de cuero negro para bondage ajustaba su cuerpo por sus senos, vientre, muslos y piernas. Había algo en ella que no estaba bien. Pese a la situación se mantenía controlada, con cada segundo que pasaba consciente era capaz de concentrar su entorno mejor.

Allí estaba él, de pie frente a ella con sus pantalones, probablemente del mismo traje que llevaba cuando la secuestró, aunque ahora solo llevaba camisa para arriba con las mangas remangadas y los primeros tres botones abiertos. El humo de su cigarro hacía arabescos en el aire mientras Viktor pacientemente tomaba un trago del whisky escocés que se había servido.

— Me alegra ver que despiertas— dijo suavemente en un tono casi hipnotizador. Había algo en su forma de hablar que hacía a Lexie temblar, pero de expectación. Por ello se sintió contrariada— empezaba a pensar que necesitarías estímulos para regresar conmigo.

— ¿Quién querría regresar contigo?— ya podía hablar, lo que era un gran avance en su recuperación.

— Pronto veremos si te mantienes así— dijo acercándose a ella.

Le tapó la boca con una mano y con la otra le acercó a la nariz un frasquito que había tomado de la mesa donde dejó el cigarro en el cenicero y el vaso vacío. Olía dulce y extraño, no podía asociarlo a algo definido pero lo que sí tenía claro era el efecto. Su cuerpo empezó a temblar.

— Es un afrodisíaco muy fuerte, creo que te gustará.

Lexie intentó negar a su afirmación pero era inútil, la sangre corría más rápido por sus venas tal cual su corazón aceleraba sus latidos. Su cuerpo aumentaba en tensión, su sexo palpitaba y se mojaba, sus pezones se ponían erectos en espera.

Se sabía perdida mientras su mente hacía lo imposible por negarse. Él solo la miraba, le encantaba verla con su largo cabello castaño empapado de sudor mientras el avellana de sus ojos intentaba enfocar una mirada de odio que el libido empezaba a cubrir.

Sonrió de medio lado viéndola casi suplicar con su cuerpo algo que aplacara el calor extremo. Caminó hacia la misma mesa, dejó el frasquito y le dio una última calada al cigarro para luego apagarlo. Tomó un pomo de cristal que contenía un aceite especial para la piel, se untó las manos con él y se acercó a ella.

El simple hecho de rozar su piel con aquel tacto caliente y resbaladizo fue suficiente para que ella ansiara más. Se veía perdida en las sensaciones y el deseo pero aun dentro lo que quedaba de su mente gritaba “no” con todas sus fuerzas, mas no era suficiente.

Él deslizó sus manos por la piel ardiente de su espalda, de su vientre, subió hasta sus senos y torturó sus pezones con el presionar aceitoso de sus dedos y Lexie gimió. Sus jadeos eran constantes, su rostro estaba rojo, el calor la quemaba por dentro mientras él lo hacía aumentar desde fuera.

— No me gusta que se inmiscuyan en mis asuntos— le susurró al oído mientras le mordía el borde superior de la oreja. Lexie se retorció en sus amarras cuanto podía— has sido mala y por eso hay que castigarte, ¿lo entiendes?

— Jódete— aunque su cuerpo cediera ante el placer, su mente luchaba contra todo. Ella no había querido meterse en ello pues no era asunto suyo, pero tampoco le daría la razón a quien ella consideraba un cabrón narcisista.

— Que boca tan sucia— dijo él, mordiendo su hombro fuertemente hasta que sangre salió de donde sus dientes se clavaron. La herida no era seria, pero dolía en la misma medida en que provocaba una descarga de placer en Lexie.

Viktor descendió sus manos hasta el punto de sensaciones concentradas en el sexo de Lexie. Entre resbalosas caricias logró aumentar la tensión en ella, no quería pero no podía contenerse. Sus músculos se tensaron, sus temblores aumentaron. Sabía lo que pasaría aun cuando no lo deseaba.

La electrizante sensación del orgasmo llegó pronta y fuerte. Con los ojos entrecerrados Lexie notó la sonrisa de satisfacción en el rostro de Viktor, pero no atinó a hacer nada al respecto. Su mente se había desconectado y ya nada importaba con tal de calmar el ardor inmenso fluyendo por sus venas. Sintió como los dedos se adentraban en ella y se movían dentro, pero eso solo consiguió hacerla desear más.

— ¿Hambrienta?— era algo entre una pregunta, una burla y un poder.

Como ella no respondió, ya no podía, Viktor estiró la mano y alcanzó un consolador vibrador de unos 18 cm de largo lo suficientemente gordo como para llenarla por completo y lo introdujo rápidamente. Lexie estaba tan lubricada que no sintió dolor por la rápida llegada del intruso, sino un placer descomunal que la hizo alcanzar su máximo una vez más.

Ya apenas ni podía reaccionar, solo dejarse hacer, aunque temió cuando los dedos de Viktor alcanzaron la entrada que no estaba llena, su ano. Viktor tenía sus dedos húmedos por los fluidos propios de ella y sabía que después de dos orgasmos estaba relajada y era incapaz de oponer resistencia.

Sintió entrar el primer dedo, la sensación era extraña pero no dolorosa y muy pronto fue placentera. Incapaz de moverse solo podía sentir y eso engrandecía el manojo de sensaciones causados por toda la situación. El segundo dedo entró, lo aguantaba sin problemas aunque volvía a ser incómodo.

Las vibraciones del consolador la mantenían al límite del éxtasis mientras que se acostumbraba a los dedos que entraban y salían de ella con cuidado. Al inicio no se percató de que un tercer dedo abría su camino al lado de los demás, pero cuando entró finalmente sí sintió cierto grado de dolor.

Viktor se dio cuenta y rápidamente la besó casi con furia, mientras con la mano libre estimulaba primeramente sus senos, luego su clítoris y por último movió el consolador dentro y fuera al ritmo de sus dedos. Pronto el tercer orgasmo se hizo presente como respuesta a la dulce tortura.

— Es hora.

Las palabras llegaron casi lejanas a ella, pero habían sido dichas por él. Cuando retiró los dedos y los sustituyó por su miembro ella sintió desgarrase, aunque él hacía lo posible por ir con cuidado no detenía su entrada.

— Es demasiado…grande— se las arregló para decir entre ahogados jadeos y gemidos.

— Aguanta un poco más— fue lo único que Viktor contestó besando su frente.

Medio miembro estaba dentro cuando él detuvo su entrada forzosa, se dedicó a atender sus pezones, su clítoris, a morder su oreja, su cuello, su hombro. En un acto instintivo Lexie giró la cabeza y ambos se besaron de forma desenfrenada. Aprovechando la excitación del momento de un empujón entró por completo en la caliente y acogedora envoltura que lo apretaba con fuerza. Lexie quiso gritar pero el aire que se escapó no produjo sonido alguno.

— Shhh…calma— le susurró apretándola contra él— relájate.

Sus palabras tenían un efecto inmediato, pronto se hubo relajado y oponía menor resistencia al invasor. Viktor esperó a sentir que se acostumbraba, cuando notó la relajación dentro de ella empezó un bombeo lento y cuidadoso.

“Tortura y daño no tienen por qué ir juntos, aun cuando pueden”

Era uno de lemas de vida que Viktor aplicaba cada día. Los jadeos de Lexie fueron cambiando a gemidos de placer, la tensión aumentaba y él podía sentirlo. El momento llegaba imparable como una avalancha, aumentó sus embestidas en velocidad y fuerza. Ella prácticamente gritaba, las lágrimas bañaban su rostro pero no era de dolor, ya no.

El sudor cubría ambos cuerpos, el ritmo se hacía insuficiente, ambos necesitaban más y él no dudaría en saciarlos a los dos. El tiempo se volvía efímero en aquellos momentos. ¿Cuánto duró? Ninguno de los dos supo. Finalmente ambos colapsaron en un clímax intenso y desproporcionado y la oscuridad cubrió el mundo para ella.

Despertó en una cama, no podía decir si era la misma habitación o si la cama siempre había estado allí. Los recuerdos eran intensos pero estaban cubiertos por una luz brillante que los hacía difícil de esclarecer. Aunque aún estaba desnuda ya no iba amarrada a nada y una sábana la arropaba cuidadosamente.

Le dolía la cabeza por los efectos de las drogas que usaron para dormirla y el afrodisíaco, pero ya tenía completo control sobre sí. Las marcas y el dolor de su cuerpo le recordaban que no había sido un sueño pervertido, era real.

En un sillón más a su derecha estaba su ropa. Intentó levantarse pero sus piernas no eran capaces de sostenerla. No pensaba gritar ni nada parecido, por ello simplemente esperó. A los minutos se creyó capaz de caminar y volvió a intentarlo. Se sentía débil pero pudo llegar hasta el mueble, encima de su ropa doblada había una nota escrita a mano:

Vístete y llama a la puerta cuando estés lista.

Aunque no quería eventualmente descubrirían que había despertado, era inútil siquiera ocultarlo y si su destino estaba atado a aquel lugar no había más que hacer. Se vistió con su ropa cuidadosamente, cada articulación y músculo de su cuerpo dolía resentido como si hubiese cargado pesas.

Al estar lista tocó dos veces a la puerta, era ella la que estaba dentro y sin embargo era quien llamaba a la puerta y esto se le hizo extraño. Un hombre vestido de negro, alto, de cabello castaño y espejuelos cuadrados le abrió desde fuera.

— Buenas— le habló, su voz era fuerte pero calmada, transmitía una pasividad digna de un monje— tome— dijo señalando a otro hombre de negro que sostenía una bandeja con una bebida caliente, por el olor dedujo que era café y dos sándwiches.

— No quiero— respondió con tozudez.

— Son órdenes de jefe, dijo que de negarse usted le recordáramos que debido a las acontecimientos sucedidos necesitaba comer algo o su cuerpo no lo soportaría. A fin de cuentas se desmayó la última vez debido a que le bajó el azúcar— explicó el hombre de espejuelos.

Su rostro no mostró nada pero por dentro Lexie se arrepintió de haberse negado. Se habría ahorrado un recordatorio innecesario. Al menos ya sabía que era lo último que había ocurrido. No era algo que le pásese comúnmente porque casi siempre recordaba comer algo a las horas indicadas, pero padeciendo de diabetes le daban hipoglucemias de no ingerir alimentos en determinados horarios. Riesgo que aumentaba si practicaba ejercicio físico excedido.

No dijo nada, solo tomó la bandeja y se sentó en la cama. Casi se cayó varias veces en la trayectoria, aún estaba débil pero logró mantener el equilibrio hasta que encontró el punto de apoyo. Lo último es que ahora también me tengan que ayudar estos dos, se reprochó a sí misma.

Comió al inicio sin ganas, pero no había advertido el hambre que tenía. Sin darse cuenta terminó devorando los sándwiches y bebiendo el café como si fueran el manjar más delicioso del mundo y ella una pobre mendiga sin comida.

Al terminar volvió hacia la puerta dejando la bandeja en la cama, si querían retenerla allí al menos haría lo que pudiera para hacer más trabajoso para sus captores su estadía. Aunque la puerta había permanecido abierta los hombres de negro se mantuvieron afuera en todo momento. Al verla parada de nuevo allí el de los espejuelos miró al otro, Lexie notó que parecían entenderse.

— Sígame— le dijo finalmente.

Oponer resistencia habría sido estúpido, por ello lo siguió muy disciplinadamente. Luego de recorrer pasillos, todos iguales a los ojos de Lexie, finalmente llegaron a un gran salón. El cuatro ojos, como Lexie lo había empezado a llamar en su cabeza, se acercó a otro hombre que sostenía algo que primeramente ella no reconoció hasta que miró con cuidado y notó que era su bolso.

Se acercó ante una señal del cuatro ojos, este le devolvió el bolso y la guió por una puerta hasta la salida donde le enfundaron una bolsa la cabeza y con cuidado de no hacerle daño, aunque ella tampoco se negó, la metieron en un auto que enseguida se puso en marcha.

Pasado un tiempo la sacaron y dejaron en algún lugar que ella no supo identificar, escuchó el ruido del auto alejarse y se quitó finalmente la capucha. Estaba en el centro de contenedores, esta vez el amanecer iluminaba el cielo. Una noche entera había pasado en manos de él. Su cuerpo tembló ante el recuerdo.

Miró hacia el edificio, respiró hondo e impulsada por un sentimiento que no reconoció subió por las escaleras de vuelta al segundo piso desde donde estuvo espiando. Se quedó allí de pie apoyada contra el barandal, esperando. Lo escuchó llegar, sabía qué había pasado o al menos la mejor hipótesis para ello.

— ¿Desde cuándo?— preguntó una vez lo supo bien cerca suyo.

— ¿De qué hablas?— preguntó el detective John.

— ¿Desde cuándo trabajas con la mafia? ¿Desde cuándo estás corrupto?— repitió la pregunta, aunque sabía que la había entendido desde el primer momento.

— Así que lo descubriste— dijo riendo más para sí mismo que para ella, parecía más bien un pensamiento en voz alta— ¿Cómo?

— No fue difícil— aclaró ella— siempre me enviaste a misiones muy específicas, demasiado. En esta en particular no parecías muy cómodo y de repente me envías con sumo entusiasmo a un lugar donde me secuestran…— no iba a continuar el relato de lo sucedido— Esperabas que me matasen, de esa forma no tendrías que hacerlo tú. Lo que hay una cosa que sí no entiendo…— hasta ese momento Lexie seguía mirando el horizonte y no lo había mirado directamente a él, pero entonces enderezó su cuerpo y se irguió mirándolo fijamente a los ojos— ¿Por qué ahora?

— Hmph— John rió irónico como si estuviese atrapado sin salida, pero la atrapada era ella y solo su ego lo hacía responder esa pregunta— Porque te inmiscuyes mucho, con esa habilidad tuya de encontrarlo todo pronto descubrirías negocios que sí te llevarían a mí. Eso no podía pasar, así que…— contestó casi contento.

Era escalofriante para cualquiera excepto para los que estaban allí presentes. Norton sacó la pistola, Lexie recordó sus kanzashis pero no las tenía puestas y aunque las hubiese tenido, ya no tenía tiempo de usarlas.

— Adiós, Lexie Rosenberg.

El sonido del disparo llegó fuerte y certero, todo ocurrió rápido pero Lexie lo veía en cámara lenta, como quien mira un video de una gota de agua cayendo en un estanque y salpicando. John yacía en el suelo rodeado de un charco de sangre creciente y Viktor la miraba desde atrás.

Aun con el cadáver en el medio la intensidad del choque de miradas no disminuía. En la de ella había odio, rabia, venganza y…algo más. En la de él, diversión, interés y deseo. Viktor hizo una reverencia corta con la cabeza, dio media vuelta y se marchó. Mientras caminaba alejandose de ella Lexie no encontró forma de hacer algo contra él por lo que había hecho en la noche, ni a su favor por haberle salvado la vida.

Irónico.

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Ostiiiiiiaaaaaaa, ¿Cómo están mis bolas de quesoooooo?🧀

¿Qué piensan del capítulo?

La verdad yo estaba muuuy entusiasmada de subir el cap de hoy...es que...ufff que calor hace🥵😏. Si o no?

🤭🤭🤭espero que les haya gustado y nos leemos en un día mis preciosidades. Besitooooss🥰😍. No olviden su estrellita y algún comentario para que esta escritora novata se divierta leyendo y sepa que tal le va en este libro si?
❤❤❤

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