Capítulo 16 Negocio completado
— ¿Qué?— gritó Mikhaelis aturdido por la noticia dada por teléfono mientras hablaba con alguien.
Viktor y Dmitri se habían encontrado con él en el bar de la azotea. No estaba planeado, pero ambos sabían que allí estaría el italiano y habían ido a buscarle. Al inicio ninguno entendió a qué se debía la exaltación del hombre, entonces sus celulares vibraron.
— Dime— contestó Viktor.
— Señor— dijo Ángel con voz compungida— rompieron el trato, el hombre me disparó y se llevó las escrituras. Me desmayé y ahora solo veo los zapatos de la señorita, pero no a ella por ningún lado— informó.
— Bastardo— escuchó decir a Dmitri, sabía que los tres acababan de recibir la misma noticia. Su furia se alzaba contenida y su paciencia escaseaba. Lo mataría.
— No te preocupes, céntrate en recuperarte— ordenó Viktor. Colgó. Marcó el número de Nathaniel como si su cuerpo se moviese en automático.
— Señor, ya estoy en ello— anunció apenas contestó. No hacía falta que Viktor le informase, Ángel le había llamado a él primero.
— Entonces ya lo sabes— no era una pregunta, Viktor conocía la eficacia de Nathaniel y era aquello que más valoraba de su amigo y subalterno.
— Ordené a Ángel llamarle, mientras yo movilicé a los hombres en busca de la señorita Rosenberg— comunicó con voz serena, sabía que su jefe estaba al borde de colapsar y perder la cordura, tenía que ser más eficiente que nunca.
— Perfecto— consintió Viktor. Colgó sin esperar respuesta.
— Vale, eso no estaba en los planes— admitió Mikhaelis con una mueca de frustración en el rostro.
— Imbécil, te pasa con confiar en un hombre capaz de traicionar a su propio jefe— le atacó Dmitri. Vitrano era más viejo que ellos tanto en vida como en ese mundo, pero había cometido un error de novato que tendría que pagar.
— Estar aquí no proporciona más nada— aceptó Viktor ignorando a los otros dos— me largo.
Todos se fueron, cada uno tras su objetivo. En la mente de Viktor solo se reproducían las muchas formas en que mataría a Vladimir si lo tenía a tiro. Las cosas se estaban complicando.
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Lexie corría buscando a Vladimir. Sabía que no iría a donde Mikhaelis porque su lealtad, aunque extraña y con métodos poco ortodoxos, siempre fue hacia Dmitri. Lo encontró en el tercer piso, este corría camino a las escaleras. Ya me enseñaste ese truco, cabrón.
— VLADIMIR— gritó apuntándole con el arma. Un pensamiento curioso de que se sentía familiar el tacto con una pistola y su pulso no temblaba le pasó por la cabeza.
Su voz estaba ronca y carrasposa, el grito era parecido a algo que raspara, pero había funcionado. Vladimir se detuvo en seco y giró lentamente, entonces una risa retorcida salió de su boca al verla y a Alexis le recordó a una puerta chirriante en una película de terror barata.
— No me entretengas niña, no puedes intentar siquiera disparar— comentó con una mueca en el rostro que simulaba una expresión divertida deformada.
— ¿Intentar? No— concordó Lexie.
Disparó. Su disparo le dio a Vladimir en el estómago y este se tambaleó por unos momentos para luego caer arrodillado al suelo aferrándose a la herida para contener la sangre. Lexie corrió hacia él y le quitó las escrituras, luego se echó a correr escaleras abajo sin detenerse aunque sentía sus músculos resentir el esfuerzo extra.
Salió del hotel, aunque el asfalto golpeara sus plantas no se detuvo y corrió en dirección al estacionamiento. Entró en este buscando solo una persona de forma desesperada. El hotel poseía varios niveles para estacionar, él podía estar con su limusina y sus hombres en muchos. Nada aseguraba que la pudiese ver, la desesperación y la ansiedad aumentaba por segundos. Cerró los ojos y respiró profundamente.
— VIKTOR— el grito llegó a todos los lugares y resonó con fuerza contra las paredes que hacían repetir en un definido eco el nombre.
— ALEXIS— su voz la llamaba desde el nivel superior al de ella, miró hacia arriba y allí estaba, un ángel etéreamente oscuro. Su ángel del infierno.
Viktor corrió en la dirección opuesta a su vista y bajaba los escalones del centro de estacionamiento de dos en dos y tres en tres, corría como hacía mucho tiempo no había necesitado hacerlo. Llegó al primer nivel del estacionamiento poco después y ella estaba allí, mirándolo.
Enfundada en un vestido magullado por la noche que había tenido, cuyo color era indistinguible en su totalidad pues estaba bañada en sangre. Con un arma en la mano, el cabello alborotado y más viva que nunca. Un brillo especial en sus ojos que mostraba cuanto se alegraba de que todo hubiese acabado, de tenerlo a él delante suyo con su semblante serio roto por la desesperanza y el alivio de verla.
La imagen era colosal para él y entonces pasó. Un disparo cruzó el aire y Viktor sintió como todo el calor abandonaba su ser mientras la veía caer al suelo a dos metros de él. Corrió a su lado arrodillándose donde ella y miró hacia atrás. Vladimir, sangrante, sostenía el arma que había usado para atacar a Lexie.
Viktor se incorporó, sacó su arma y apuntó, pero alguien fue más rápido y otro disparo resonó en el estacionamiento. Vladimir cayó muerto al suelo, la bala le había dado en la cabeza, detrás se revelaba la figura de Caius. Miró a Viktor preocupado, aunque hubiese matado a Vladimir no servía de nada si ella estaba muerta.
Viktor se arrodilló a su lado una vez más y la giró suavemente. El arma resbaló de los dedos de Lexie, pero no estaba muerta, solo herida. La bala había entrado y salido en su hombro, parecía casi chistoso que fuera el mismo que él tenía herido. La sostuvo y tocando su rostro con suavidad se quedó esperando qué algo pasara.
No se percató siquiera de que Dmitri había llegado y los miraba a poco más de un metro. Entonces ella reaccionó levemente, pero allí estaba, poco a poco fue abriendo los ojos hasta que finalmente volvió a estar plenamente consciente y dolorida.
— ¿Estás aquí?— su voz estaba rota y causaba un dolor inmenso en Viktor verla así.
Alzó la mano del brazo no herido e iba a tocar el rostro de Viktor, hasta que notó que la tenía llena de sangre. Hizo ademán de retirarla, pero él tomó su mano entre la suya y la llevó a su rostro, dejando que el calor que ella poseía, aunque manchado de sangre, le recordara que estaba viva y le mostrara a ella que él estaba allí. Sus ojos se llenaron de lágrimas y un gemido escapó de sus labios.
— Te demoraste. Cada día, cada hora, cada puto segundo yo solo podía esperar que llegaras. Yo no podía hacer nada más que solo esperar por ti. Sabía que me salvarías, pero te demoraste y yo solo deseaba que vinieras y me preguntaba por qué te demorabas tanto— se aferró a las solapas del traje y pegó su rostro al pecho de Viktor haciendo caso omiso del dolor de su herida— Te esperaba. Me decía a mí misma que vendrías y que me llevarías de regreso, pero no llegabas.
Viktor sintió como si le estuvieran comprimiendo el corazón, la opresión era inmensa hasta tal punto que pensó que no podría respirar. Un nudo se formaba en su garganta y mentalmente se reprochaba el burocratismo de todo, cuando desde sus inicios solo quería usar todas sus armas e ir a matar a todos hasta llegar a ella. El esfuerzo que Lexie hacía para hablar solo lo hacía resentirse más consigo mismo.
— Pero sabías que vendría— comentó al fin.
— Pero no llegabas y yo solo esperaba por ti— remarcó ella.
— Por favor, por favor...para— suplicó Viktor con la voz ronca— no llores más, estoy aquí ahora. Perdóname por demorarme— pidió él.
Dmitri se quedó de piedra ante la escena, jamás había escuchado a Viktor decir por favor, nunca. El rubio sintió que ahora era a él a quien le apretaban el pecho. Años cazándolo, buscando provocar ese efecto de dolor en el hombre que lo traicionó y aquella niña lo conseguía en segundos.
El mundo es un circo de ironías.
— Esto aún no ha acabado— interrumpió él. Viktor pareció entonces darse cuenta de la situación, sacó el arma una vez más cuando Dmitri ya lo apuntaba con la suya.
— No pienso darte nada— dijo Viktor.
— Ya veremos— refutó Dmitri.
— Vitya— susurró Lexie, Viktor la miró— No— pidió ella, las lágrimas se habían ido tan rápido como habían llegado— Por favor, no— Viktor la miró detenidamente, luego bajó el arma y tomó las escrituras que estaban entre él y Lexie y se las lanzó a Dmitri, que las alcanzó al vuelo.
— Ahora me la llevo— anunció, poniéndose de pie con ella en volandas.
Nathaniel estaba cerca ya con el auto esperándolos, había avisado a los doctores de un hospital que pertenecía a una persona que les debía un favor. Cuando Viktor y Lexie estuvieron dentro del auto, él pisó el acelerador a fondo en dirección a ese hospital donde ella recibiría atención médica.
— ¿Le dejará ir, jefe?— preguntó Caius, condescendiente.
— Esto es todo por ahora— dijo Dmitri afirmativamente— y tú Caius, ¿no te irás con él?— aunque debió haber sido una sorpresa, Caius ya sabía que Dmitri sospechaba que él pertenecía a la mafia de Viktor.
— No— dijo al fin, calmado como si nada estuviese pasando— preferiría quedarme con usted, así sea para que me mate por traición— aceptó al fin.
— Viktor, Alexis, tú…— habló Dmitri— todos estáis locos por la muerte, es como si os obsesionara— dijo mientras caminaba hacia su auto— ¿vienes?— preguntó mirándolo por encima de su hombro. Caius sonrió quedadamente, la vida tenía tantas rutas como la secuencia de números que conforman el número Pi.
— Claro, mi señor— contestó caminando hacia él.
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Lexie despertó en una habitación blanca, por la cama y maquinaria de la habitación, además de la ropa que ella traía puesta, dedujo que estaba en un hospital. El dolor del hombro no era tan fuerte como recordaba, probablemente estuviera con analgésicos. Quiso ponerse de pie, pero le resultaba incómodo hacerlo sola y se quedo atenta al sonido que alcanza a oir. Se escuchaban voces desde afuera de la habitación como dos personas discutiendo.
— He dicho que estoy bien— reconoció la voz de Viktor.
— Señor, la señorita Rosenberg ya recibió tratamiento. Es hora de revisar sus heridas también— la voz insistente sabía que era de Nathaniel. Parecían más bien padre e hijo o hermano mayor y hermano menor.
— No pienso repetirlo Nathaniel— había entrado a la habitación— no hay nada mal conmigo.
— Entonces quítate la camisa— lo retó Lexie mirándolo desde la cama, solo entonces los dos hombres repararon en que ella estaba despierta.
— ¿Qué has dicho?— preguntó Viktor y Lexie reconoció que estaba enojado.
— Si no hay nada malo contigo— repitió Lexie calmada— quítate la camisa.
— Alexis— dijo Viktor en tono reprochador.
— Ya escuchaste a Nathaniel, yo recibí tratamiento y ahora tú quítate la camisa— dijo más fuerte en carácter.
— Veo que los medicamentos no aminoran tus instintos rebeldes— repicó él.
— Viktor, deja de darme de largas— ponderó Lexie ya enojada.
Viktor respiró profundamente y se quitó la americana, aún con la camisa puesta Lexie sabía con qué se iba a encontrar, la mancha roja estaba hasta en la blanca tela. Removió la camisa de su cuerpo y allí estaba, en los vendajes, la marca de la sangre proveniente de la herida que se había vuelto a abrir. Está bien mis ovarios.
— Nathaniel busca un médico que atienda eso, ahora— sin darse cuenta había ordenado como si ella mandara, pero en esos momentos Nathaniel no reparaba en ello y Viktor estaba mirándola concentrado.
Su vista no se apartó de ella ni siquiera cuando el médico lo curó, ambos parecían encerrados en una habitación y entrados en trance. Aun cuando un amago de dolor cruzó el rostro de Viktor debido al trabajar del doctor, no rompió el contacto visual.
Ninguno de los dos escuchó las indicaciones del médico para el cuidado de sus heridas, afortunadamente Nathaniel estaba allí, aunque tanto él como el doctor se sintieron como si invadieran un espacio privado. No se dieron cuenta de cuánto tiempo pasaron así hasta que Nathaniel entró de nuevo en la habitación con una bolsa con ropa para Lexie.
— Vístete— ordenó Viktor cuando volvieron a estar solos.
Lexie se puso de pie, ya más cómoda con su cuerpo, la bata de hospital no la habían cerrado por atrás por lo que fue solamente dejarla caer por los brazos, pero ponerse toda la ropa sería un auténtico desafío. La preocupación al respecto se notaba en su rostro.
Sintió sus manos en su piel, cálidas, antes de notar siquiera que él ya no estaba sentado. Ella le había dado la espalda para cambiarse y ahora Viktor la ayudaba a vestir. Le colocó la camiseta primero por la cabeza y luego por los brazos con cuidado de no lastimarla. Pese a los medicamentos el dolor estaba presente.
Nathaniel había comprado conscientemente una blusa dos tallas más grande, le quedaba más como un vestido, pero no importaba porque era cómoda para su condición. Los pantalones eran anchos y bombachos, perfectos para poner y quitar rápido ya que solo se sostenían con un elástico poco más arriba de las caderas.
Él la tomó por la cintura y la hizo girar para quedar frente a frente, ninguno de los dos se miraba y no sabían decir si era porque estaban enojados, frustrados o simplemente muy confundidos. Viktor alcanzó el abrigo y fue a ayudarla a ponérselo, entonces reparó por primera vez en la cicatriz de quemadura en su antebrazo, el signo de Dmitri Casadeus.
Puso su mano encima y rozó varias veces la quemadura, Lexie se estremeció. Por primera vez en mucho tiempo se volvía a sentir ella, las lágrimas llegaron rápidamente, seguidas de jadeos ahogados y el temblor por intentar contenerlas. Había sentido miedo de que él estuviera muerto, de que no la fuera a buscar, de tener que quedarse con Dmitri y de no volverle a ver. Su mente ya no resistía más.
Viktor la apretó contra sí mismo evitando la zona de la herida. Miró hacia el techo un momento, buscando algo, no sabía qué, quizás la ayuda divina de un Dios en el que no creía para que le diera fuerzas para enfrentar la situación. Como no recibió ningún milagro divino simplemente la besó en la cabeza para apartarla de él y ponerle el abrigo mientras ella metía los pies en los zapatos que eran pantuflas de suela gruesa.
Salieron de la habitación, Nathaniel los esperaba fuera. Viktor fue vistiéndose en el ascensor como si eso fuera lo más normal. Toda la trayectoria hasta el avión la hicieron en silencio, el jet privado los esperaba. Viktor fue subiendo las escaleras mientras el sol empezaba a alzarse entre las nubes.
Lexie se quedó un momento admirando el dorado astro, luego volvió la vista hacia Viktor que la observaba desde lo alto de la escalera. Él extendió su mano hacia ella dejándola hacer lo que quisiera y ella subió rápidamente hasta él con la mano estirada, alcanzando la suya.
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Ya están juuuuuuntos 😃🥺tan bellos ellos.
Les ha gustado? 🥺🥺🥺déjenme saber...shiiii???🥺🥺🥺 ya saben, una estrellita y un comentario para esta autora.
(Suena a frase de vagabunda 😅🤣)
Pero no se vayan...sigan que todavía les queda un capitulo más 😘
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