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Capítulo 11 Estrategia engañosa

Alexis nunca había estado en su oficina, sabía dónde era porque el conglomerado era inmenso y uno de los puntos representativos de la cuidad. Claro eso también significaba que no cualquiera entraba, menos vestida como ella. Jeans oscuros, botas altas acordonadas hasta las rodillas, una blusa de doble diseño el primero el de un suéter blanco y encima la imitación de un chaleco azul de tela.

Un abrigo abierto por el frente ligeramente abombado de color verde musgo, con los puños y el cuello que se cerraban por elástico en verde espinaca y una doble bufanda, una de motivos en rojo, azul, verde, amarillo y negro y otra enteriza en color cenizo.

El bolso negro de cuero que traía no la ayudaba, parecía una adolescente a la fuga. Jamás entraría donde las mujeres aquellas en sus elegantes y serios vestidos y tacones altos, americanas y pantalones de vestir. Todas piernas largas y estrechas cinturas. Medidas perfectas seguro, pensó. ¿Cómo se supone que entraré? Quedarse mirando desde afuera la hacía ver sospechosa, pero qué opciones le quedaban. Dio un largo suspiro de rendición, sacó su celular y marcó.

— Alexis— contestó Viktor sorprendido— ¿Sucede algo?

— ¿Estás en tu empresa?— preguntó ella ignorándolo. El tono de urgencia no pasó inadvertido para Viktor, quien enseguida se puso en alerta y chasqueó los dedos llamando a Nathaniel para que se acercara.

— Sí. ¿Qué sucede?— preguntó dándole la espalda a los ejecutivos con los cuales estaba reunido en ese momento.

— Estoy afuera y  necesito verte, es urgente— dijo ella mirando directo a la entrada del edificio. Los guardias de seguridad ya se habían dado cuenta de que ella estaba parada allí y la observaban con interés, llamaba la atención más de lo que pensaba al inicio.

— Nathaniel va a buscarte, no te muevas de la entrada— expresó Viktor.

— Por favor que se apresure— instó ella. Viktor se quedó mirando al celular por un segundo, preocupado.

— Nathaniel, algo ha pasado— le dijo en bajo tono, Nathaniel estaba a su lado desde donde podía entender perfectamente sus palabras— ella está afuera en la entrada.

No se dijo más nada, Viktor se giró de nuevo hacia sus ejecutivos y continuó la reunión mientras Nathaniel dejaba la sala de conferencias y se iba a buscar a Lexie. Ella esperó unos minutos infernales sintiendo que cada movimiento que hacía era medido por los vigilantes, era realmente molesto. Entonces Nathaniel salió de detrás de las inmensas puertas de cristal ahumado, a penas lo vio ella se echó a correr hacia él.

—Señorita Rosenberg— dijo este percatándose de la seriedad del asunto por la expresión de su rostro.

— ¿Él?— preguntó ella inmediatamente.

— Venga conmigo— incitó Nathaniel mientras le ponía una mano en la espalda y la guiaba dentro del edificio.

Entraron en el ascensor, pese a lo maravilloso del lugar Lexie no tenía cabeza para ello, los detalles pasaban desapercibidos para ella. Miró su imagen en el espejo que eran las paredes y puertas de la estrecha cabina ascendente, parecía una mariquita entre escarabajos del tipo dinastinos.

— Por aquí— dijo guiándola por los corredores del último piso hasta donde se alzaba magna una puerta que solo podía ser de la oficina del presidente, dueño y amo de todo el lugar.

Una joven rubia despampanante se puso de pie enseguida que vio a Nathaniel, debía de ser la secretaria y no debía de caerle muy bien la presencia de Lexie allí. Entraron en la oficina, Lexie se preguntó si alguien además de Nathaniel tenía la autorización de hacerlo.

— ¿Necesita o desea algo para relajarse?— Lexie no sabía si lo ofrecía por obligación, decencia o porque la veía claramente estresada. Negó con la cabeza.

— O bueno sí, algo sí me puede hacer bien— dijo rectificando a último momento, Nathaniel le prestó la máxima atención— deja de llamarme señorita Rosenberg, me pone nerviosa y me hace sentir más vieja con el “señorita”.

— Al señor no le gustará que la llame Alexis— precisó Nathaniel.

— Lexie estará bien, a mí no me gusta Alexis, solo él me llama así— concedió Lexie.

Viktor entró por la puerta como una tormenta, preocupación reflejada en cada parte de su ser, su expresión, su postura, su hablar.

— ¿Qué sucedió?— inquirió enseguida, acercándose inmediatamente a ella.

— Dmitri— fue lo único que alcanzó a decir Lexie cuando vio el puño cerrado de Viktor estrellarse contra el estante de libros detrás de ella. Contrario a lo razonable, no tembló ni se asustó con el acto, lo había esperado incluso. Viéndolo más calmado, aunque con la furia a flor de piel, continuó— Me llamó temprano, tengo hasta mañana a las seis para recuperar la información que te di o matará a Robert— explicó apresurada.

— ¿Y a mí que mierda me importa ese?— rugió despectivo en respuesta.

— A mí me importa. No estaría metido en esto de no ser por mí, claro que me importa— vociferó ella en respuesta.

— No puedo darle esa información. Tú no lo entiendes, son rutas para comercialización de armas— intentó explicarle Viktor.

— Yo vi la información, sé que entre lo mucho que contiene tiene también eso, pero también sé que esas rutas tú las planeas usar. ¿O me equivoco?— Viktor se limitó a mirarla— Eso pensé— dijo más calmada, moderando de nuevo el tono de voz.

— No puedo dársela— negó rotundo.

— Oye, quédate con algunas. Las cambiamos y ponemos rutas falsas, no es difícil hacerlo. Sé de informática lo suficiente como para ello, pero hay cosas allí que no puedo falsificar— le Lexie explicó en súplica.

Viktor se pasó la mano por los ojos, apretándolos por un momento antes de dejarla caer. Lexie lo atribuyó a una manía desatada por situaciones de estrés.

— No puedo— dijo finalmente, luego de un largo suspiro.

Lexie no dijo más nada, sostuvo con más fuerza su bolso y se encaminó a la puerta. Sintió la mano que se cerraba alrededor de su brazo incluso antes de que ejerciera presión alguna para retenerla. En un impulso incontrolado, como algo que había repetido varias veces antes, su cuerpo voluntariamente se propulsó hacia atrás.

No lo pensaba, no recordaba haberlo deseado, pero cuando su puño se estampó contra la mandíbula de Viktor haciéndolo trastabillar se sintió bien. No lo miró siquiera, simplemente salió de la oficina de la misma forma en que Viktor había entrado.

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— Señorita Rosenberg— era Nathaniel que la llamaba desde lejos. Salir del edificio la había proporcionado calma, pero seguía demasiado enfadada para mirarlos— señorita Rosenberg— insistía, ella lo ignoraba.— LEXIE— había sido un grito innato, automáticamente Lexie se detuvo en seco volviéndose lentamente hacia él— Por favor— pidió este acercándose— toma un café conmigo y hablemos— no sabiendo bien por qué, Lexie aceptó.

Caminaron unas cuadras hasta un café, a Lexie le resultó familiar inicialmente, luego cayó en cuenta de que era al que ellos la habían traído cuando tuvo una crisis de hipoglucemia luego de la reunión con Ethan. Se sentaron en una de las mesas cercana a la pared, mitad cristal y mitad madera, que dejaba ver la calle perfectamente, Nathaniel pidió un café expreso y ella un café manchado.

— Disculpa su reacción, a veces le cuesta procesar que tú no perteneces a este mundo y que hay cosas que no entiendes.

Lo último que ella necesitaba era aguantar un sermón de Nathaniel como si ella fuera una niña pequeña. Sin embargo su voz tenía algo tranquilizante que la impedía de decirle unos improperios que consideraba bien merecidos.

—  Lexie, no podemos entregarle a Dmitri esa información, pero eso no significa que no haremos algo para ayudar a Robert. Mira, Dmitri no pudo haber venido solo por la información del pendrive, algo más lo ha traído hasta aquí, algo que sabe que puede ser visto y no desea que se vea. Por eso llamó tu atención. Sabía que Viktor intervendría de inmediato por lo que dejaría de prestar atención alrededor. Está buscando tener facilidad de acción. Robert, la información, tú, todo eso le importa nada— por la forma en que Nathaniel lo decía se escuchaba sumamente convencido.

La camarera vino con las bebidas y las puso delante. Lexie le dio un largo trago a la suya, siempre le había encantado la sensación de quemarse al tomar café caliente, la ayudaba a pensar mejor. Meditó sin decir nada por varios minutos.

— Tienes razón— concedió al fin—  ¿entonces…?

— Entonces déjanos el asunto a nosotros. Si él te llama dile que estás trabajando en ello. Nosotros nos encargaremos, confía en ello— le indicó Nathaniel. Ella quería creerle, una parte de su interior lo hacía pero otra se mantenía en absoluta desconfianza.

— Está bien— cedió.

Nathaniel terminó su bebida y puso sobre la mesa el dinero de las dos. Rebuscó en su bolsillo interno del traje y sacó sus llaves, del llavero tomó una de ellas y se la tendió.

— Quédate en casa del señor por ahora, espera mi llamada— le dijo.

— Él vive en un ático de lujo de un edificio moderno— comentó haciendo referencia a la llave.

— Te darás cuenta— le respondió risueño Nathaniel— si eres capaz de pegarle como lo hiciste, seguro que puedes deducirlo sola— comentó al final. Luego se fue.

Lexie siguió su camino luego de beberse todo su café, paró un taxi y le dio la dirección del edificio de Viktor. Aun cuando los vigilantes no la habían visto nunca, nadie la frenó. Debe de haber llamado y avisado, pensó. El ascensor se detuvo en el piso del ático.

Ella salió hacia el estrecho pasillo casi inexistente que dejaba el espacio justo para maniobrar, tomó la llave de su bolsillo y miró a la puerta. Tenía la cerradura y también un panel electrónico para una contraseña, si introducías la llave sin haber activado la contraseña las alarmas se disparaban en el acto. Lexie suspiró y le dio la vuelta a la llave en sus dedos, entonces las vio, marcas en la parte ancha de la llave, grabados, números.

— Oh, por Dios— dijo riendo como una lunática.

Lo grabados no estaban terminados sino que eran una serie, había algunos más profundos, otros a relieve y no tenían orden alguno. Además también estaba la palabra “Lion” escrito. Lexie sonrió muy contenta de sí misma, introdujo la contraseña y luego puso la llave en el cerrojo, giró dos veces y estaba dentro.

Recordaba cómo estaba todo posicionado exactamente. Era obvio que Viktor no era de cambiar las cosas mucho, al menos en el apartamento a fin de cuentas. Se quitó el abrigo y las bufandas y fue directo a la cocina. Café.

Las horas pasaron como si la estuviesen guiando a su muerte, era un martirio esperar. Había hecho de todo, hasta ejercicio al encontrar el gimnasio que tenía Viktor. Se había puesto unas ropas de él y había pateado el saco de boxeo hasta el cansancio, hacía mucho que no practicaba. El dolor de sus costillas lo había dificultado, pero en esos momentos era como si ese dolor fuese familiar y no la entorpeciera de nada.

Sabía que era por la adrenalina y que más tarde pagaría el precio. Al final había terminado dándose un baño de agua caliente, volviendo a ponerse su ropa y haciendo una ensalada de pollo con atún en lo que la lavadora dejaba la ropa de Viktor limpia de sudor.

— Veo que estás como en tu casa— dijo Viktor mirándola cocinar, ella dio un respingo al escucharlo, no lo había sentido entrar— Cuidado— advirtió— La cocina es peligrosa si das esos saltos.

— ¿Desde cuándo estas allí?— preguntó exaltada.

— Hará unos diez minutos, tranquila— respondió este acercándose y probando la salsa.

— Lamento lo de esta mañana— le dijo ella volviendo a su faena.

— Yo me lo busqué, debí haberme explicado mejor y además debería haber aprendido que cuando estás enojada no es bueno subestimarte— dijo risueño— Esperarás por nosotros para actuar, Nathaniel dijo que accediste— comentó inseguro, como si no creyera en las palabras de su mano derecha, porque a esas alturas era más que obvio que Nathaniel era una extensión de sí mismo.

— Sí, él explica bastante bien y es muy convincente— aceptó ella mientras vertía todo en un bol de cristal, estaba listo— ¿Tienes hambre?

— Bastante— respondió él— por cierto, ¿Cómo adivinaste la contraseña?

— Fue bastante fácil conociéndote— rió Lexie— 50, 500, 50, 100 o sea L, ⊕, la forma antigua de la L que es ᗐ y la antigua C que era 8. Te queda L⊕ᗐ8, o como yo lo interpreto Löwe. Los romanos tenían una forma muy extraña de numeración inicialmente— Viktor rió ante la explicación de Lexie.

— No sabía que eras tan basta de cultura, pero lo esperaba— afirmó él.

Comieron en silencio, Lexie se sentía la mirada de Viktor encima en todo momento pero ya se había acostumbrado, no le incomodaba como al inicio. Una vez los platos estuvieron en el lavaplatos Lexie se unió a Viktor en su habitación. Él hablaba por teléfono y ella miró la hora, en algún punto había pasado el tiempo rápidamente y ya eran las tres de la mañana. Tres horas, recordó.

— Imagino que no regresaste antes de tiempo a tu casa para velar por mi seguridad, sino para asegurarte de que no hiciera nada estúpido— señaló ella. Se acercó a la cama.

— Suspicaz— respondió Viktor colgando el teléfono.

— No, simplemente te conozco— admitió ella— ¿Qué dice Nathaniel?— inquirió señalando un vaso de whisky que Viktor tenía en la mesita de noche, pidiendo permiso.

— Nada, no te preocupes. Dijiste que nos dejarías a nosotros— indicó él a la vez que asentía con la cabeza dándole permiso para beber, Lexie lo hizo.

— Sí, pero no para que me dejéis fuera— objetó ella mientras dejaba su celular en la mesa de noche al lado de la cama. Dio otro trago al whisky.

— Alexis— dijo Viktor estirando un brazo y halándola hacia él. Le quitó el vaso de las manos y lo dejó de nuevo en la mesita.

Pronto se vio envuelta en sus brazos, un beso profundo la impedía de decir nada y el bien conocido efecto apareció. Sus caricias se volvieron llamas en la piel de Lexie a medida que la ropa desaparecía de ambos cuerpos. Se supo desnuda a su merced, en su cama, el dolor de sus costillas volvió a hacerse corriente para ella hasta que solo el placer cubrió su cuerpo.

Sus lenguas impactaban mientras las manos de cada uno recorrían el cuerpo del otro, en algún punto de la extraña relación que ambos sostenían ella también había empezado a acariciarle. Se sabía su cuerpo de una punta a la otra con las manos, pero no era suficiente.

Le empujó con cuidado hasta dejarlo a él abajo y fue descendiendo con besos suaves, más bien roces, por todo su pecho y abdomen. Llegó entonces a su objeto de deseo, tomándolo con una mano desde la base su lengua pasó por toda la punta presionando ligeramente. Lo miró a los ojos, el deseo reflejado en ambos fue desmedido, pronto la calidez de su boca envolvió todo lo que pudo del miembro de Viktor.

La dulce tortura a la que ella le sometía esta vez hacía a Viktor delirar, el control era suyo y sin importar los amagos de él de quitárselo ella lo mantuvo. Mayor velocidad, menor, lengua, labios, presión, succión, dulces y delicados roces con dientes o uñas en la punta, calor nuevamente. Viktor no fue capaz de soportarlo mucho más, la apartó y tomó el mando.

La hizo tenderse en la cama y se dedicó a devolverle cada parte de ese suplicio con creces. Su lengua presionó donde ella más deseaba, sus dedos no penetraban, se limitaban a perfilar el borde de la caliente y mojada entrada. El cuerpo de Lexie respondió como él ya sabía que lo haría, pronto no pudo aguantar más y un orgasmo la hizo estallar en gritos. Aprovechando el momento ingresó dentro de ella de un fuerte empujón que alargó el placer.

El bombeo fue intenso y las posiciones cuidadosas, causarle más daño no era su intención. El control que ella alguna vez había tenido desapareció con los gritos de placer que él provocaba. Otro orgasmo la alcanzó mientras él la penetraba estando ella boca abajo contra la cama.

Sintió uno de sus dedos rozar por donde él todavía insistía en empujar para luego subir hasta el otro agujero e ir insertándose lentamente, a medida que Viktor salía y entraba de ella el dedo iba más hondo, otro se le sumó a la acción. Sin el afrodisíaco de la primera vez era más consciente de todo, pero las sensaciones placenteras se encargaron de camuflar la dolencia, tres dedos, más presión.

Un vació se abrió paso cuando él salió de dentro suyo y luego un desgarrador dolor cuando entró de nuevo por su ano. Aunque ya lo había aguantado una vez, esto era diferente. Se quedó muy quieta sin embargo y no protestó, la molestia era soportable.

Cuando la pelvis de él tocó sus nalgas ya estaba totalmente dentro, no se movió. Uno de los dedos de Viktor fue a parar a su clítoris, los movimientos trajeron de regreso el placer perdido en el proceso de penetración anal, en nada fue Lexie quien se movía y retorcía debido al gusto. Él interpretó eso como su señal.

Empezó un lento bombeo y al no ver signos de protesta, sino todo lo opuesto, desató la furia desenfrenada que caracterizaba su deseo. Las paredes se cerraron apretándolo más cuando el tercer orgasmo llegó a ella, supo que esa posición le sería difícil de mantener y sin salir de su interior la fue girando hasta ponerla boca arriba, evitando presionar en sus costillas, reinició su afán.

Algo interrumpía su concentración en el placer que Viktor le daba, un sonido familiar, era…

— Viktor, para…— intentó decir entre jadeos y gemidos— Mi celular— quiso explicar mientras estiraba un brazo y contestaba— Diga— su voz estaba tomada por el placer, pero sonaba aún clara y precisa. Mas Viktor no frenó, se continuaba moviendo intercalando rápido con lento, mantener los gemidos controlados le tomaba a Lexie un esfuerzo sobrehumano.

— LEXIE— era la voz de Robert, ni eso sirvió para enajenarla de todo o para forzar a Viktor a quitarse de encima— LEXIE, ¿QUIÉNES SON ESTOS TIPOS? LEXIE, ¿VIENES A POR MI? POR FAVOR— su tono bajó considerablemente. ¿Llora?— Lexie por favor, responde— tosiendo para aclarar su voz alejó el teléfono de ella.

— Viktor— dijo como podía— Por favor— él la ignoró— ¿Ro…bert?— preguntó a medias, estaba cerca, si Viktor no se detenía…

— Alexis— dijo Dmitri por el otro lado del teléfono, pero ya era muy tarde.

Lexie estaba lejos de cualquier cosa más allá de esa cama. Sus gemidos se desataron aunque ahogados por ella, su cuerpo se tensó y el orgasmo llegó inevitablemente, sintiéndose caliente por dentro debido a Viktor que se le unía en el éxtasis, mientras Dmitri escuchaba todo. Rió malvado. Con que así son las cosas, pensó.

— A las seis, no te daré ni un minuto más. Te envio la dirección— Colgó.

Algo lejano Lexie había llegado a escucharlo, simplemente no había podido razonar lo que pasaba. Un sueño ligero se apoderó de ella mientras dejaba el celular caer al suelo en silencio, encima de su ropa.

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— Señor— saludó Nathaniel por el teléfono. Viktor tomaba agua, luego de haberse dado una ducha, mientras miraba a Lexie desde la puerta permanecer dormida.

— ¿Todo está listo para la reunión?— preguntó.

— Sí, señor— contestó Nathaniel— el Ministro lo espera a las seis horas en el hotel pactado— Viktor miró el reloj, 5:20.

— Ven a buscarme, estaré abajo en diez— ordenó Viktor.

— Llegaré en cinco— aseguró Nathaniel. Colgaron.

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Lexie despertó sobresaltada. Me quedé dormida, ¿Cuándo? Buscó su celular rápidamente, ya eran las 6:08. Mierda. Recogió su ropa apresurada mientras tomaba su celular y llamaba al número de Robert, nadie contestaba. Poniéndose los zapatos se quedó mirando el vaso vacío encima de la mesita de noche. Oh, no. Bastardo. Tomó sus cosas y salió corriendo.

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Oh Viktor...qué hiciste eh? 🤔🤭 tramposo que eres😉

Holis mis amorcitos pinkypitufeados:

Qué les pareció el capítulo? Les gustó? Y las técnicas de Viktor? Mira que le gusta manejar a Lexie, pero ella siempre termina haciendo lo que le da la gana🤣🤣🤣

Espero que les haya gustado, me dejan su estrellita para saber que si les gustó y comenten si así lo desean, yo vivo encantada con vuestros comentarios🥰🥰🥰

Besitooooooossssss ☃️☃️☃️y abrazos de Olaf.

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