Capítulo 9
—No puedes estar hablando en serio —gruñe Elijah. Extiendo mi mano y lo tomo del brazo para evitar que se abalance sobre Adif. Desde que me llamó a su despacho he permanecido callada, asimilando sus palabras.
—Lo siento, pero es necesario. No quiero que me odies Ageysha, pero los Mayores no se sienten seguros si tú estás cerca —suspira y frota su frente, está frustrado—. He tratado de hacerles entender, de mostrarles que no es tu culpa todo lo que está sucediendo, pero no lo he conseguido.
—¿Y por eso vas a aislarla? —Los nudillos de Elijah se tornan blancos por apretar sus puños.
—No, no estoy aislándola. Su aura es demasiado turbia en estos momentos, si un arcángel la percibe, podría... podría hacerle daño. —Sus ojos se dirigen a los míos y con ellos me pide que comprenda—. Sabes que ellos no son clementes ni misericordiosos como lo es el creador. Para ellos, un aura turbia es un aura oscura, un alma empezando a caer. No puedo permitir que te lastimen.
—Ella es la bendecida por Dios, ¿cómo podrían sus arcángeles hacerle algo?
—Dios la bendijo ese día, pero esa bendición ha... sido demasiado para ella. No se ha vuelto a manifestar, al contrario la ha puesto inestable —Tanto Elijah como yo nos encogemos ante esa palabras. La odio—, y si un arcángel ve que para ella no es posible acoplarse a su poder...
Me lo arrebatarán. Y si ven que represento una amenaza, que los oscuros están buscándome, que me quieren para ellos y estoy demasiado inestable como para resistirme a su llamado, me quitarán del camino.
—¿Qué? —sisea Elijah cuando Adif no continúa. Sigue mirándome, con tanto pesar y culpa, alejo mi mirada porque no puedo soportarlo.
—Si se dan cuenta que no puedo con esto, que abuso de mi poder y represento una amenaza para los míos y los humanos... simplemente acabarán conmigo.
—¿Así no más?
—Sí, no pueden permitir riesgos, para ellos es blanco o es negro. O soy pura o no lo soy, no hay puntos medios.
—Esto es jodido. —Elijah se pasea por la habitación, la cólera y la frustración evidentes en cada rasgo suyo—. Se supone que ellos están aquí para ayudarnos, fueron creados por Dios para su servicio y para velar por los humanos. Descendemos de ellos.
—Para ellos da igual, no hay sentimientos filiales entre ellos. Su único deber es servir a Dios y su propósito; y si alguien, yo por ejemplo, me interpongo en ese propósito, seré quitada de en medio.
Miro a Elijah y él me mira a mí. Intento decirle que lo deje estar, él intenta decirme lo molesto que está y que debo hacer algo al respecto.
¿Qué puedo hacer realmente?
Adif tiene razón, mi aura es demasiado turbia en estos momentos, hay demasiada duda en mi mente y en mi corazón; si un arcángel lo percibe, sabrá que soy una posible amenaza para el orden de las cosas y seré eliminada.
No voy a negar que duele el sentirme excluida por Adif, no me ha importado mucho lo que digan los demás, pero Adif es un padre para mí, y no tener su apoyo en estos momentos, carcome mi alma. Suspiro y camino hasta la puerta.
—Estaré en mi lugar. —Elijah abre su boca para, tal vez decir que me acompañará, pero lo detengo—. Y quiero estar sola.
Adif me envía una última mirada de culpa y asiente. Me giro, camino hasta uno de los balcones, convoco la luz, despliego mis alas y alzo el vuelo hacia mi colina, mi lugar seguro.
Desde aquí puedo ver la fortaleza, la ciudad y el valle. Todo.
Mis ojos regresan a la casa y se imagina a todos los mayores y a Adif invocando a los Arcángeles. Nunca he estado en un llamado, creo que no se ha hecho uno en más de tres décadas. Pero respeto la petición de Adif, por lo que alejo mis sentidos de la casa y los concentro en otros lugares. No intentaré escuchar.
Sé que para el llamado, todos los mayores y Adif hacen una especie de círculo divino en los aposentos de oración, se dejan caer en sus rodillas, se toman de las manos, invocan su luz y abren sus bocas para dejar salir el canto, que en realidad es una plegaria.
Una plegaria que aprendí de mi madre.
Veo la luz que se filtra por las ventanas de la casa y muevo mis labios, creyendo que también estoy ahí, clamando con ellos.
Al los altos ángeles que escogidos fueron por Dios,
Para llevar su nombre a cada rincón,
Aquellos ungidos y dotados de poder,
A quienes Dios ama y bendice por la eternidad.
Aquellos que guardan su palabra,
Que conviven en los lugares celestiales,
Quienes ven su rostro y son testigos de su gracia,
A ustedes, los siete arcángeles, yo los llamo.
Al guerrero espiritual, que comanda las legiones,
Quien tocará la trompeta y llamará a los justos,
El arcángel de lucha, fuerza y poder,
El que es con Dios,
Miguel, a ti te llamo.
Al mensajero, el justo, el fiel,
Aquel que es puro, inocente, quien lleva siempre la palabra,
Quien escucha la voz del altísimo,
La fuerza de Dios
Gabriel, a ti te llamo.
Al sanador, aquel que fue bendecido con el poder de la curación,
Quien sanó esta tierra cuando fue profanada por la caída,
Quien dará la señal aquel día, el día del juicio final
Al poder sanador de Dios,
Rafael, a ti te llamo.
Al compasivo, el ángel del amor,
Aquel que fue llamado Para manifestar el amor divino,
El que perdona y fomenta la gratitud hacia Dios,
Al que busca de Dios,
Chamuel, a ti te llamo.
Al pacificador, el iluminado, el ángel del arrepentimiento,
Aquel ungido con el poder de la transformación,
Quien posee las llaves del infierno,
Al fuego de Dios,
Uriel, a ti te llamo.
Al misericordioso, el que guía al arrepentido,
Aquel infinitamente justo y que fomenta el libre albedrío,
La justicia de Dios,
Zadquiel, a ti te llamo.
Al iluminado, el que otorga la sabiduría,
Aquel que cuida los siete cielos,
Quien aleja la oscuridad del desconocimiento,
A la belleza de Dios,
Jophiel, a ti te llamo.
A ustedes, los siete arquitectos del universo,
Los siete espíritus, los siete iluminados,
Los guardianes del orden universal,
A ustedes los siete arcángeles,
Yo los llamo a mi presencia.
Aquí y ahora, porque Dios es justo
Porque Dios es bueno,
Porque el poder nos ha sido dado
Y hemos sido exaltados
Nuestros nombres engrandecidos
Para fomentar a que toda rodilla se doble
Y toda lengua confiese que el Altísimo es y será
Nuestro Señor...
Manifiéstense.
Una vez termino de susurrar la plegaria, una luz cegadora desciende sobre la fortaleza. Mis ojos se humedecen y deben cerrarse debido a la intensidad y calidez de la misma. Intento abrirlos de nuevo, intento beber la hermosa visión que representa la Luz divina. Pero no puedo.
La tierra tiembla, se raja, pequeñas partículas vuelan y el tiempo parece ralentizarse, al igual que mis sentidos y mi poder. Están acudiendo, responden al llamado.
Mi sangre hierve dentro de mis venas, el éter y la esencia divina se sienten atraídos hacia ellos. Mis alas se alzan, preparándose para llegar a ellos. Tengo que apretar mis dientes y plantar mis pies firmes en la tierra para no seguir mis instintos.
—También es difícil para mí. —Vuelvo mi rostro hacia Ariel, no lo sentí llegar. Se encoge de hombros ante mí mirada acusadora y sonríe—. Te di suficiente tiempo a solas.
—¿Qué haces aquí? —gruño. La fuerza de atracción es muy fuerte—. Se supone que debes estar al lado de tu padre. Eres su segundo.
—Sí tú no estás ahí, yo tampoco. Tú eres la bendecida.
—Sabes que no puedo estar allí, no...
—Entonces yo tampoco. No eres la única que tiene dudas en su corazón. —Pone su mano en mi hombro y lo estrecha un poco—. ¿Sabes que estoy realmente orgulloso y admirado por ti?
—¿Qué? —parpadeo confundida. ¿Él, orgulloso de mí?, ¿de este desastre que soy?
—Sí. —Se deja caer sobre la tierra y guarda sus alas—. Creo que para toda la presión que estás teniendo en este momento, estás adaptándote y aceptándolo mejor que nadie.
Resoplo y me siento a su lado. —¿Estás bromeando, cierto?
—No —susurra. Toma una hierba del suelo y empieza a partirla en diminutos pedazos—. Sé que el Flayers... él dijo que estaba celoso de ti y en un principio puede que lo haya estado; pero ahora, justo ahora, realmente aprecio quien eres, Ageysha. Te veo y lo que percibo es algo grande, no sé que hubiera sido de mí, si estuviera en tu lugar. —Resopla y mira hacia la ciudad—. Probablemente ya hubiera volado todo por los aires, herido a todos o hubiera... huido.
—Tú nunca harías algo así.
—Lo haría. Sé que lo haría, ¿y sabes por qué?, porque tengo miedo, Ageysha. —Sus ojos van a los míos. Puedo ver en ellos tanta sinceridad y tanto temor—. Tengo miedo de lo que se avecina, tengo miedo de perder a más hermanos, a mi familia. Tengo miedo de expresar mis dudas, mi propio miedo y ser castigado o juzgado por ello. Porque tengo muchas dudas, muchas preguntas... esto, todo lo que está pasando es más grande que yo, que todos nosotros y no tenemos idea de ello.
>>Sólo tú eres la única capaz de verbalizar lo que todos nosotros guardamos en nuestros corazones, por eso te admiro, por eso me enorgullezco de ser tu hermano. Porque tú no tienes miedo de expresar, de señalar, de exigirle a Él que te responda; no tienes miedo de actuar, no tienes miedo de perderte mientras los defiendes a ellos.
—Para eso fuimos creados, Ariel, para cuidar de ellos. Son su creación. —Me vuelvo totalmente hacia él, frunciendo el ceño por sus comentarios.
—Nosotros también lo somos, Ageysha. Somos creación de Dios.
—Sí, pero ellos no fueron bendecidos en la misma manera que nosotros. Ellos no tienen alas, poder, dominio. No tienen éter divino en sus venas, no están blindados ni cuentan con la fuerza para defenderse de los oscuros. Nosotros sí.
—Entonces ¿Para qué fueron creados de esa manera?
Llevo mi mirada hasta la ciudad, la fuerza tirante de los arcángeles menguada por las voces y pensamientos en mi mente. Pienso en los humanos, en lo desprotegidos y en la desventaja descomunal en la que se encuentran.
—Para vivir —pienso en voz alta—. Ellos fueron creados de esa manera, para vivir, para ser libres, para que escojan su propio camino.
—¿Acaso no están viviendo ya?
—Eso intentan.
Sonríe, como si mi respuesta fuera lo que esperaba. —Ellos, a pesar de todas las adversidades, a pesar de todo lo malo que pueda rodearles, viven, intentan vivir... no se dejan vencer por el miedo, jamás. Eso Ageysha, es la mayor bendición que Dios les ha dado. Vivir libremente, poder decidir por ellos. Y, con miedo o sin él, siempre vuelven a intentarlo.
>>Eso para mí, los hace más fuertes, más dignos. En desventaja, desprotegidos, en inferioridad de poder..., y aún así, entre los millones de ellos, siempre encontrarás aquellos que luchan por vivir, por vencer sus miedos y por defender a los suyos. Es por eso que cada día, al abrir mis ojos, mi propósito es renovado. Por ellos, por asegurarme de que siempre, siempre, ellos puedan escoger, ellos puedan vivir; porque si ellos luchan desconociendo su propio peligro y su propia vulnerabilidad, ¿por qué tendría yo que temer?
—¿Por qué me dices eso?
—No lo sé, tal vez porque quiero que si en algún momento, cuando tu fe esté perdida, recuerdes que Dios es justo, y a cada uno nos da la bendición que necesitamos, más que aquella que creemos merecer.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro