
Capítulo 6
—Ella no es la misma de siempre. Todo lo que está sucediendo, le está llegando muy profundo. Todos podemos ver su aura. —Me encojo un poco ante la voz preocupada de Ramuel.
Desde hace más de una hora han estado encerrados Adif, mis hermanos, Ramuel, Azael y los ancianos junto a los hermanos Damabiah; intentado hallarle una explicación a todo lo que está sucediendo. Especialmente a la legión que nos atacó, y eso los llevo a mí, y a todos los mensajes que anuncian mi "reinado". Además, el hecho de que es cierto, no he vuelto a ser la misma de siempre y mi aura es cada vez más turbia.
Lo que me molesta es que ellos pretendan que estaré bien, tranquila y dichosa; con todo lo que está pasando, con tantas muertes y sangre derramada; además de las pesadillas, que cada vez se sienten más y más reales. Esta última me ha drenado emocionalmente, ver la tortura a la que someten a mi familia y compañeros ha sido... no tengo palabras para describir la desolación y el dolor que he sentido.
Tengo miedo, demasiado. Sé que Dios me ha dado un poder. Una bendición. Pero no dejo de preguntarme ¿por qué yo y para qué? que es lo que se avecina como para qué Él haya necesitado usar sus armas mortales. Pero, también me pregunto, a que se refería el caído cuando me llamó hija de la oscuridad.
—¿Sabes que es de mala educación espiar a los mayores? —Ruedo mis ojos ante las palabras susurradas de Elijah. El creyó que me sorprendería, intentando ser silencioso, lo cual es ridículo; ya que un hipopótamo sería más silencioso que él.
—¿Me dirás que tú no pretendías venir y preguntarme que he escuchado? —devuelvo. Su sonrisa vacila un poco, pero luego de unos segundos hace un puchero.
—¿Vas a decirme, verdad?
—Puede ser. —Me encojo de hombros, sonriendo ante su desencajado rostro.
—No puedo creer que esas tan cruel conmigo. Yo que te permití usarme anoche como almohada, sin importarme si babeabas mi pecho —dice. Finge indignación y dolor. Estrecho mis ojos hacia él.
—Yo no te usé de almohada y tampoco babeo —musito por lo bajo.
—Tengo una mancha en mi camisa de dormir que dice lo contrario —sonríe y se encoje de hombros. Resoplo y le pido silencio, la reunión ha llegado a su auge.
—... Los ataques se están volviendo cada vez más brutales, Summun. Los humanos están asustados, aterrados y se están volviendo violentos debido a su temor. —Escucho es suspiro cansado de Jericó—. Han emprendido una cacería para encontrar a la tal Ageysha y a quienes están acabando con sus familiares.
Mierda. Eso es nuevo.
—Los están desestabilizando, las iglesias están siendo atacadas, se han presentado varios saqueos y algunos se están resguardando en casa. Han implementado un toque de queda. Durante ese toque, ellos están dispuestos a caza a los asesinos.
—Lo sé Azael. —murmura Adif. Puedo escuchar su preocupación desde mi lugar—. Los oscuros están jugando su juego y lamentablemente, los humanos son los peones perfectos.
—Y la perfecta carne de cañón —susurro. Todo mi cuerpo se tensa con ese conocimiento. Los hijos de la oscuridad tienen un plan ejecutándose y apenas nos damos cuenta de ello. Sólo Él sabe que es lo que viene.
—Las almas están siendo retenidas por ellos. Creemos que lo están haciendo de la misma forma que lo hicieron con... —La voz del hermano Jacob sufre una ruptura apenas perceptible—: Samayaza.
Sufro un espasmo al recordar el fin que tuvo el guardián. La forma en la que su cuerpo fue contaminado y el horror de su alma al ser arrojada al infierno. Él no se lo merecía, es un guerrero de la luz, su lugar no es allá abajo.
—También creo lo mismo. Lo que aún no logro descubrir, es quién es el demonio detrás de todo esto.
—Summum, deberíamos convocar a los arcángeles. Hemos esperado demasiado y pienso que estamos ciegos frente a la oscuridad que se aproxima.
—Tienes razón, Elisa. Es hora de llamarles. Avisen a todos los mayores y preparen la casa.
Mierda.
Van a convocarles.
—¿De verdad veremos a los Arcángeles? —susurra Elijah.
—Eso parece. Debo irme. —esquivo el cuerpo de Elijah y camino hacia la biblioteca. En alguno de los libros que sobrevivieron a mi explosión de poder, debe haber algo.
—¿A dónde vas? —grita. Le hago una seña para que se calle y vuelvo a retomar mi camino. Me sigue—. Espérame.
—¿Podrías dejar de gritar? No quiero alertar a medio mundo. —gruño.
—No estoy gritando, estoy hablando con propiedad —Sonríe y se encoje de hombros. Estrecho mi mirada hacia él, intentando realmente enfadarme y darle una respuesta listilla; pero mis ojos se van hacia sus labios y recuerdo lo bien que se sienten sobre los míos.
¿Qué carajos?
No puedo pensar en eso en estos momentos.
Oh Dios mío. Me estoy...
—¿Por qué te estás sonrojando? —pregunta con una sonrisa—. Tienes pensamientos sucios sobre mí, bien. Eso quiere decir mi magia en ti está haciendo efecto. —Se acerca hasta estar al ras con mi cuerpo, caricia mí mejilla y en un perfecto susurro cerca de mis labios dice—: Yo tampoco puedo olvidar tu sabor y como se sienten tus labios sobre los míos.
Mis ojos se traban en los suyos. ¿Qué demonios está haciéndome este chico?
No puedo ser de esas chicas que suspiran por un hombre, no puedo permitirme estos deseos o sentimientos. Hay cosas más importantes que ello, que cualquier emoción, cualquier indicio de deseo o anhelo, incluso de amor.
Yo no merezco ser amada. No cuando hay oscuridad en mí o cuando yo mismo puedo ser la oscuridad.
—Aléjate de mí, Elijah —digo escuetamente—. No me toques, no te acerques a mí de esta manera.
—¿Por qué? —Cada vez que mueve sus labios, éstos rozan los míos y mis nervios entran en convulsión. Este hombre es malo para mí—. No sé tú, pero cada vez que estoy así de cerca de ti, me doy cuenta cuan realmente hermosa puede ser la creación de Dios y cuan perfecta eres tú.
¡Por Miguel Arcángel!
Doy un paso hacia atrás, para salir del trance en el cual quiere atraparme; pero es en vano. Su cuerpo es halado por el mío y la distancia que pretendo extender es nada. Es imposible que mi cuerpo no roce el suyo con tanta cercanía, y también es imposible que mi cuerpo no se estremezca con el calor del suyo.
—Desde que fije mis ojos en ti, no ha habido cosa más bella que tú. Eres realmente asombrosa y sería un completo idiota si no me diera cuenta del valor que tienes y de que mereces todo de mí, de todos.
Sus palabras se hunden, profundo en mí. Pero hay algo que Elijah no sabe.
Yo no merezco nada, mucho menos cuando probablemente voy a lastimarlos.
—¿Por qué nos lastimas Ageysha? ¿Por amarte?
—Lo prometiste y te creímos. Creímos en ti.
—¡No Briza! ¡Yo no les haré daño!
—Ya lo hiciste Ageysha, nos traicionaste, nos dejaste y ahora eres una de ellos.
Un caído.
—Jamás debimos amarte, jamás debimos creer en ti.
—Te equivocas. —bramo. Me sacudo todos esos sentimientos y me alejo rápidamente de él y de lo que su presencia hace en mí.
Escucho mi nombre susurrado de sus labios, pero lo ignoro y sigo mi camino hacia la biblioteca. Al llegar ahí, cierro y trabo con una silla la puerta, para evitar que alguien más entre.
Busco los libros sagrados, las crónicas de los guerreros celestiales y los libros de historia. Leo página por página, buscando entender lo que sucede en estos últimos días. Algunas cosas ya las sabían y conocía, pero justo hoy, las estoy interpretando de otra manera. La historia de los dos caminos y las almas llama mi atención así como el relato de la caída.
—Esto no puede ser así. —Froto mi frente, aunque no nos enfermamos y sufrimos de molestias, y mi cabeza está protestando en estos momentos.
—Las cosas pueden interpretarse de mil maneras, Ageysha. —Me sobresalto al escuchar la voz del hermano Saúl. Me vuelvo y lo encuentro al final de una de las hileras, recostado en una silla con un libro rojo en sus manos—. Y eso no quiere decir que ninguna sea verdadera.
—¿Cómo? Eso no podría ser posible, todos no pueden tener la razón siempre.
—No estoy diciendo que todos tengan la razón —dice. Suspira y regresa a su libro.
—¿Hace mucho está aquí? —pregunto. Sus ojos se fijan en mí y quedo muda ante la sabiduría que los mismos reflejan.
—Una hora antes de que decidieras encerrarnos aquí. —El amago de una sonrisa se dibuja en sus labios. Me sonrojo y dejo hacer mi cabeza.
—Sólo intento encontrar una respuesta a esto. A todo.
—Una persona no podrá darle sentido a tanto, pero si insistes en hacerlo; la respuesta siempre está cerca de ti... —Cierra el libro y se levanta, caminando hacia mí—: sólo que a veces, la creemos tan compleja y misteriosa que obviamos lo simple y nos complicamos la existencia.
—¿Me está diciendo que la respuesta a todo es fácil y puede que ya la conozca? —Por qué ellos siempre eme confunden.
—Te estoy diciendo, Ageysha, que no descartes nada, ni tus sentimientos, pensamientos, juicios, conocimientos ni tus emociones; ellos te ayudaran a hallar lo que buscas, y lo que buscas puede que esté cerca. —Extiende una de sus manos y toca mi frente—. Abre bien tu mente, tus ojos, tus oídos y tu corazón. Son tus instrumentos para estos días de oscuridad que se avecinan.
Oscuridad.
El estremecimiento que recorre mi cuerpo no es pasado inadvertido por el hermano.
—Caer, no necesariamente significa fallar. Caer, es una nueva oportunidad de no cometer el mismo error y ver las cosas de diferente manera. —Sus ojos perforan los míos, miles de años de luz y sabiduría me retienen en mi lugar—. La oscuridad es necesaria, para aprender a valorar la luz.
Abro mi boca para contestarle, pero un estruendo y la puerta de la biblioteca siendo abierta bruscamente nos interrumpen.
—Ageysha —jadea Ramuel—. Te necesitamos en batalla, una horda de demonios están atacando a los humanos en el centro de la ciudad. Es una zona de guerra.
—¿Qué? —Eso es imposible. Ellos no atacan en grupos grandes, acorralan a sus víctimas y luego hacen lo suyo.
—Los demonios se han manifestado. Es una masacre. Los humanos creen que es el fin de los tiempos —responde. La pena y el dolor por los humanos evidente en sus ojos.
—Mierda. —gruño. Tomo mi forma celestial y empuño mi espada. Antes de correr hacia fuera la voz del hermano Damabiah me detiene:
—Sólo la fe hace real lo imposible. Pero ella sola no hace todo el milagro.
Frunzo el ceño. —¿De qué está hablando?
—Se necesita creer en algo Ageysha, para que exista. Y a veces incluso después de creer, es necesario ver. Con tus propios ojos a eso en lo que tanto crees.
—Pero...
—¡Ageysha! —grita Ramuel. Miro con frustración al hermano Saúl y gruño. Lo dejo solo en la habitación y me encamino junto a mi familia, los guerreros y guardianes, para defender a los seres por los cuales hemos sido creados.
Los humanos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro