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Capítulo 5


—¿El tío Elijah está bien? —Abro mis ojos ante la pequeña voz de Briza.

—Si. Sólo un poco cansado —respondo con una sonrisa tranquilizadora.

Hace unas horas, Elijah fue conducido a su cuarto para recuperarse. El veneno fue expulsado y la herida ha sido cerrada. Sólo una línea rosa, es la evidencia de la batalla de esta tarde.

—No te ves bien, Ageysha. —Almagor viene hasta mí y se sienta en mi regazo.

—Sólo cansada.

—¿Es cierto que pelearon con los malos hoy?, ¿por eso el tío Elijah está herido? —Acaricio los rizos de Briza, quien también viene hacia mí. Los acomodo a ambos en mi regazo y me recuesto más en la silla que ubiqué junto a Elijah. No es cómodo, pero no pretendo bajarlos de su lugar.

—Cuéntanos sobre la batalla de hoy —pide Almagor. Me tenso ante sus palabras—. Por favor, Ageysha, queremos saberlo.

—Sabemos que pelean con cosas feas, pero no como. —Briza me hace ojitos.

Suspiro. Decirles que no a ellos es inútil, seguirán insistiendo una y otra vez. Decido contarles entonces, omito las partes más sangrientas, pero doy suficientes detalles para que se emocionen y se asusten. Describo cada uno de los demonios y caídos, las escenas interesantes.

Ambos pequeños se deleitan con el relato, mostrando la emoción correcta para cada situación, aplauden y aúllan. Es una suerte que Elijah tenga un sueño pesado en estos momentos, debido a su proceso de curación.

—Eso es asombroso —murmura con adoración Almagor—. Quiero ser como tú y el tío Elijah, poder derrotar a todos esos demonios y cuidar de los humanos.

—Algún día, ustedes serán los mejores guerreros. —Estrecho sus manos y beso sus cabecitas.

Al cabo de una hora, se cansan y deciden ir a ver un poco de televisión en mi cuarto. Decido quedarme un rato más para vigilar a Elijah. No sé por qué no quiero dejarle solo.

Siento que alguien me levanta de mi lugar. Inmediatamente me tenso, salto y dejo a la luz salir preparándome para atacar.

—Calma Ageysha. Soy yo —Elijah extiende sus brazos, rindiéndose y enseñándome que nada malo sucede.

—¿Qué carajos Elija? Acabas de quitarme media vida por el susto —gruño. Froto mi cuello y espalda que se sienten rígidos por haber estado dormida sobre esa incomoda silla. Las manos de Elijah pronto reemplazan las mías. Me tenso pero su voz susurrada me pide que le permita hacer esto por mí.

—Ven —pide. Lo miro confundida, señala entonces su cama y mis ojos se abren descomunalmente.

—¿Estás malditamente loco?

—No. Estás incomoda en ese invento de silla, la cama es lo suficientemente grande para seis personas. Puedo compartirla contigo —dice. Entonces, sonríe perversamente y estrecho mis ojos en su dirección—. A no ser que tengas miedo de tus manos juguetonas, dirigiéndose hacia mi irresistible cuerpecito.

—¿Eh? —bostezo. Ríe entre dientes ante mi falta de concentración, pero estoy realmente casada y mi cuerpo protesta por la rigidez de mis músculos gracias a la estúpida silla.

Y debe ser por el cansancio, que permito, Elijah me tome de la mano y me lleve hasta su cama. Algunos recuerdos de hace unas semanas, donde él y yo estábamos aquí mismo, en una situación con temperatura más alta, invaden mi cabeza. Las alejo y dejo que me recueste sobre la mullida almohada y el suave colchón.

—Duerme, nena. —murmura a mi espalda. Cierro mis ojos y le permito al sueño vencerme. Una mano rodea mi cintura y soy llevada hacia el calor de un pecho firme. Me tenso y estoy dispuesta a alejarme, pero no lo permite—. He dicho, "duerme, Ageysha" no voy a soltarte de mis brazos. Tú decides si quieres dormir o no.

Gruño, pero de verdad que estoy cansada y me relajo en su lugar. Sin embargo, otra preocupación invade mi mente, por lo que vuelvo a tensarme y trato de levantarme; pero Elijah vuelve a detenerme.

—Están con Atzel y Ariel, se han quedado dormidos los cuatro viendo Frozen. —Su mano acaricia mi cabello, suspiro—. Descansa, ellos están bien.

Asiento, medio dormida, medio despierta. Y al cabo de unos minutos, el calor de su cuerpo me reconforta y termino por dejarme ir a la deriva.

—Hola princesa.

Me estremezco ante la voz y su apelativo cariñoso. Abro mis ojos y lo que me encuentro es más escalofriante que mis pesadillas anteriores.

El mismo caído de la batalla anterior me observa desde una puerta de fuego. Sus alas se encuentran iluminadas por la luz que emiten las llamas tras de él. El caído sonríe y extiende una mano hacia mí. Jadeo y doy un paso hacia atrás, pero no hay suelo, es un precipicio. Me elevo entonces en mis alas teñidas de oro y negro observando el abismo... espera. ¿Alas oro y negras? De nuevo.

Miro atentamente el plumaje oscuro y claro. Mis labios tiemblan y mi corazón se estremece al ver la impureza que se mezcla con la luz.

¿Qué está pasando?

Dejo a mis ojos recorrer el lugar donde me encuentro. Son las rocas, las mismas donde se desarrolló la batalla y de donde salieron los demonios. El abismo se encuentra dividiendo la fortaleza de la ciudad. La casa se ve en llama también, llamas iguales a las de la puerta donde el caído me espera.

—Ageysha.

Escucho el susurro de una pequeña y atormentada voz. Frenéticamente busco el origen, pues me suena familiar, pero no logro recordar a quien pertenece.

—Ageysha.

Del abismo, la voz viene del abismo. Miro hacia abajo y veo una masa de moviéndose. Desciendo, con el corazón acelerado ante la ansiedad de los escenarios que me esperan. El susurro de mi nombre cada vez se vuelve más fuerte y desesperado. Lo que antes pensaba que era sólo una masa, pronto se ve perfectamente como miles de cuerpos retorciéndose de dolor. Sombras, muchas de ellas les rodean y atormentan. Una de las sombras toma un cuerpo pequeño de rizos dorados, es una niña. La pequeña deja escapar un horrible grito de dolor y luego mi nombre.

Es ella, ella es quien ha estado gritándome desde que desperté en este lugar. Busco rápidamente su rostro, pero la sombra que la atormenta no permite que vea de quien se trata. Otro grito de dolor sale de su boca y me estremezco, mi cuerpo vibra y la sangre ruge pidiéndome que vaya y la aleje de su victimario.

—Ageysha, ayúdame, por favor. —jadea. Es ahí cuando sus ojos logran enlazarse con los míos y miles de recuerdos vienen a mi mente.

—Briza —susurro. Mis ojos se abren antinaturalmente. Y emprendo el vuelo hacia ella.

Le están haciendo daño a mi familia. Gruño a medida que me acerco, la sombra se retrae en sí misma y luego huye hacia un rincón. El cuerpo roto y herido de Briza se encuentra sobre otros. La tomo en mi brazo y cuando levanto su cuerpo, veo otro rostro contorsionado por el dolor, mirarme con miedo.

—¿Pileith? —jadeo—, ¿qué es esto?

—Es tu culpa, nos dejaste. —gime. Sus ojos, llenos de lágrimas vuelven a cerrarse por el dolor que sufre. Todo su cuerpo se encuentra ensangrentado y lleno de heridas, que se cierran y son nuevamente abiertas por las sombras—. Confiamos en ti y nos abandonaste a nuestra suerte. No merecías ser la bendecida. Estamos muertos, por tu culpa.

Aterrorizada vuelvo mis ojos hacia Briza, su cuerpo está laxo sobre mis manos y sus ojos se han puesto vidriosos. Las heridas de sus mejillas y sus bracitos se empiezan a cerrar, la sombra del rincón gime, desesperada por acercarse y poder herir nuevamente a Briza. Vuelvo a gruñir en su dirección y la veo temblar.

Una gota de agua cae en la frente de la pequeña. Levanto mis ojos al cielo, comprobando si está lloviendo, pero solo veo un ocaso rojo. Regreso mi mirada a Briza y otra gota cae, soy yo. Estoy llorando sobre ella. Otra imagen, de otro rostro viene a mi cabeza.

Almagor.

Busco entre la masa y veo más y más rostros conocidos, contorsionados por el dolor, las sombras son implacables, hiriendo y causando el mayor daño posible. Nombres como Adif, Atzel, Adira, Adina, vienen a mi cabeza cada vez que identifico sus rostros y no me cabe duda de que son mi familia.

La sombra vuelve a gemir y trata de alcanzar el pie de la niña. Esta vez ataco sin piedad enviando mi puño hacia ella, cae y chilla de dolor, el resto de las sombras detiene lo que están haciendo y se escabullen al verme.

—Reconocen a su líder. Sólo por eso obedecen y no te atacan. —Me vuelvo hacia la voz del caído.

—¿De qué carajos hablas? —gruño.

—Las sombras. Tu mayor creación. No creo que sea justo que sean castigadas por el simple hecho de cumplir el propósito, por el cual fueron diseñadas.

¿Propósito? ¿Mi creación?

No. Yo no he hecho esto.

—Sí, lo hiciste. —ríe ante mi expresión consternada—. Eres la princesa de la oscuridad y este es tu nuevo reino. Contigo, hemos logrado conquistar la superficie y castigar a todos los que nos han traicionado, incluso a ese ser "supremo" que jugó al creador y terminó dejando a sus humanos a merced de nosotros —una carcajada perversa sale de sus labios y mi piel se eriza ante el sonido—, le has dado el golpe más mortífero, él te bendijo creyendo que eras la luz y la salvación de este reino, pero lo has destruido golpeándolo donde más le duele. Sus hijos, sus guerreros, su creación.

—¿Qué? —siseo. El dolor el mi corazón aumenta con cada una de sus palabras y con la escena que encuentro frente a mí.

—¿Por qué nos lastimas Ageysha? ¿Por amarte? —susurra Briza.

—No, yo no les haría daño —balbuceo.

—Lo prometiste y te creímos —llora—. Creímos en ti.

—¡No Briza! ¡Yo no les haré daño! —protesto. Sus ojos se cierran y su respiración cada vez se hace más lenta.

—Ya lo hiciste Ageysha, nos traicionaste, nos dejaste y ahora eres una de ellos.

Un caído.

Ahora soy un caído.

La risa del angel oscuro acompaña los gemidos de mi familia y amigos en el suelo siendo torturados. Mi corazón termina de romperse y mi alma pierde la esperanza.

—¡No!, ¡No lo soy!

—Jamás debimos amarte, jamás debimos creer en ti.

—Briza abre los ojos. ¡Briza!

—¡Ageysha! Estoy aquí, estoy aquí. —tiemblo entre los brazos que me mecen de un lado a otro. Jadeo intentado adentrar el aire a mis pulmones. Puedo sentir la humedad en mi cuerpo y escuchar el latido desbocado de mi corazón—. ¿Fue otro sueño?

—Eso no fue un sueño, Elijah. Fue muy real.


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