Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9

La madrugada era fría y húmeda cuando Daniel y Pedro regresaron a Coia después de haber hablado con Marcos. Las luces de las calles parpadeaban débilmente, y el silencio se sentía pesado, casi como si la ciudad misma estuviera al tanto de lo que se avecinaba. Ambos sabían que las cosas no volverían a ser las mismas. El tiempo de los rumores y los movimientos cautelosos había terminado. La lucha por el control del barrio y su propia seguridad ya estaba en marcha.

Al día siguiente, Daniel despertó antes del amanecer, el peso de la noche anterior todavía presente en su pecho. No se trataba solo de enfrentarse a las bandas extranjeras, era mucho más que eso. Se trataba de proteger su hogar, su historia, y el futuro de aquellos que todavía creían en la comunidad. Mientras se vestía, sus pensamientos volvían una y otra vez a lo que Marcos había dicho: "Si no hacemos algo, vamos a estar jodidos todos". La realidad era clara, si no tomaban el control de la situación, las bandas acabarían destruyendo todo lo que alguna vez fue Coia.

Llegó la tarde y, como habían acordado, Daniel y Pedro se dirigieron al puerto de Bouzas, donde Marcos había organizado una reunión. El lugar era un reflejo de lo que el barrio había sido durante generaciones: barcos anclados, redes de pesca colgando y el olor a sal en el aire. A medida que avanzaban por el muelle, vieron un grupo de hombres esperando. Entre ellos, varios viejos conocidos del instituto: chicos con los que habían compartido clases y peleas, pero también momentos de amistad y complicidad.

Marcos los saludó con un gesto, invitándolos a acercarse.

—Aquí están —dijo en voz baja—. Les conté lo que está pasando en Coia y por qué necesitamos su ayuda.

Los rostros de los hombres eran duros, pero había una mezcla de preocupación y determinación en sus expresiones. Algunos de ellos habían oído los rumores sobre las bandas extranjeras que operaban en el barrio, pero la idea de que el narcotráfico volviera con tanta fuerza a sus calles les producía indignación.

—Estamos de acuerdo —dijo uno de los hombres, Jorge, un tipo alto y fornido que siempre había sido respetado en Bouzas—. No podemos permitir que esas bandas se adueñen de nuestros barrios. Coia y Bouzas siempre han sido nuestras. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras destrozan todo.

—Exactamente —intervino Daniel, tomando la palabra—. Pero tenemos que ser inteligentes. No podemos enfrentarlos directamente; eso solo nos pondría en la mira. Lo que necesitamos es organizar a la gente, protegernos entre nosotros y, al mismo tiempo, movernos en las sombras. No queremos convertirnos en los matones del barrio, solo queremos que estas bandas sepan que no pueden actuar impunemente aquí.

Los hombres asintieron, aunque sabían que no sería sencillo. Las bandas extranjeras no solo eran violentas, sino que estaban bien conectadas y contaban con recursos que ellos no tenían. Sin embargo, lo que sí tenían era el conocimiento del terreno y la unión de la comunidad, algo que esos forasteros nunca podrían entender.

—Tengo una idea —dijo Pedro, interviniendo por primera vez desde que había comenzado la reunión—. Hay una manera de saber exactamente quiénes son, dónde están y cómo operan. He estado investigando en la red, moviéndome en foros y lugares oscuros donde la policía no puede llegar. Puedo seguir sus movimientos, rastrear sus comunicaciones y tener información antes que ellos. Con eso, podemos adelantarnos a sus jugadas y evitar más enfrentamientos violentos.

Marcos lo miró, algo sorprendido, pero luego asintió.

—Eso puede ser útil. Mientras tú trabajas desde ahí, nosotros podemos organizar patrullas en las zonas más afectadas. No vamos a enfrentarlos directamente, pero vamos a asegurarnos de que sepan que no pueden moverse tan fácilmente.

El plan empezaba a tomar forma. Se trataba de resistir, de hacer que el barrio fuera un lugar demasiado incómodo para las bandas extranjeras. Si lograban que el entorno fuera hostil para ellos, tarde o temprano se verían obligados a marcharse.

Tras unas horas de discusión y planificación, el grupo se dispersó. Daniel y Pedro regresaron a Coia más decididos que nunca. Habían dado el primer paso, y ahora el tiempo jugaría a su favor.

Las siguientes semanas fueron clave. Daniel, Pedro y los demás se movieron con cautela, patrullando las calles y recogiendo información. Pedro utilizó sus habilidades informáticas para rastrear a los líderes de las bandas, interceptando conversaciones y descubriendo los puntos más débiles de su organización. Mientras tanto, Marcos y los otros hombres de Bouzas actuaban como una fuerza disuasoria. Siempre estaban presentes, haciendo notar su vigilancia, pero sin provocar directamente a las bandas.

Un día, mientras Daniel patrullaba solo por la Avenida Castelao, notó algo extraño. Un grupo de jóvenes que no reconocía estaban reunidos en una esquina, hablando en voz baja y mirando a su alrededor con nerviosismo. Decidió mantener la distancia y observar. Sabía que, en estos momentos, cualquier movimiento en falso podía ser peligroso. Se quedó a la sombra de un edificio, observando sus movimientos hasta que vio cómo uno de ellos sacaba una pequeña bolsa de lo que parecían ser drogas y la intercambiaba por dinero.

Sabía que era una transacción pequeña, pero era un indicio de algo más grande. Mientras los seguía, con cuidado de no ser descubierto, Pedro le envió un mensaje a su teléfono. "He encontrado algo. Tenemos que hablar". Daniel se dirigió rápidamente al lugar donde se habían estado reuniendo en secreto: el garaje de un amigo en común, lejos de miradas indiscretas.

Cuando llegó, Pedro ya estaba allí, con su portátil abierto.

—He interceptado una conversación importante —dijo Pedro sin rodeos—. Parece que las bandas extranjeras están planeando un gran movimiento para controlar todo el tráfico en Coia. Van a traer una gran cantidad de mercancía en las próximas semanas, y si logran establecerse, será muy difícil sacarlos después.

Daniel sintió un nudo en el estómago. Esto era lo que había temido. Si no hacían algo pronto, las bandas se harían con el control total.

—¿Cuándo y dónde? —preguntó Daniel con urgencia.

Pedro miró la pantalla.

—En dos semanas, en el puerto de Bouzas. Será un envío grande, y van a necesitar toda la fuerza que podamos reunir si queremos evitarlo.

La información era crucial. Tenían tiempo, pero no mucho. La lucha por Coia estaba a punto de escalar, y si no lograban detener ese envío, las bandas extranjeras consolidarían su poder en el barrio para siempre.

Daniel respiró hondo. Sabía que no podían fallar. Esta sería la batalla decisiva. Y esta vez, no solo estaba luchando por su barrio, sino también por todos los que creían en él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro