5
Esa misma noche, después de la tensa reunión con Rubén, Daniel y Pedro decidieron que tenían que repasar el plan con mucho más detalle. Sabían que Rubén podría hablar con su familia, pero también entendían que, para lograr una verdadera victoria sobre las bandas que habían invadido Coia, necesitarían saber mucho más de lo que habían anticipado. Debían conocer a fondo a las familias del narcotráfico gallego, sus conexiones, sus intereses, y cómo podían utilizar esa información a su favor.
Se encontraron en casa de Pedro, un modesto apartamento en el corazón del barrio. Daniel no solía ir mucho allí, pero sabía que Pedro vivía solo y que, aunque no hablara mucho de su vida, siempre había sido una persona discreta y reservada. Lo que Daniel no sabía es que Pedro tenía un secreto: era un verdadero genio en informática, con habilidades que iban más allá de lo que cualquiera en el barrio podría imaginar.
Al llegar, Daniel fue recibido por el aroma de café recién hecho y la música suave que llenaba el ambiente. El apartamento de Pedro era pequeño, pero ordenado. En una esquina, había una mesa con varias pantallas de ordenador y equipos electrónicos. Daniel se acercó curioso, sin darse cuenta de que lo que estaba por descubrir cambiaría radicalmente su percepción de Pedro.
—Bienvenido, Dani —dijo Pedro, señalando el sofá—. Siéntate. Vamos a repasar lo que hemos hablado, pero hay algo que quiero mostrarte antes.
Daniel se sentó y tomó el café que Pedro le ofreció. Notó el nerviosismo en el rostro de su amigo, pero no dijo nada, dejando que Pedro continuara.
—Mira, hay algo que no te he contado, y creo que es el momento de hacerlo —comenzó Pedro mientras se sentaba frente a su ordenador—. No soy solo un tipo más del barrio. Durante años me he dedicado a la informática. Hackear, acceder a sistemas... ya sabes, cosas que en realidad no deberíamos hacer, pero que pueden ser útiles en momentos como este.
Daniel lo miró con asombro, intentando procesar lo que Pedro le estaba diciendo.
—¿Qué quieres decir con "hackear"? —preguntó, con una mezcla de sorpresa e intriga.
Pedro sonrió de lado mientras empezaba a teclear rápidamente en su ordenador.
—Te lo mostraré.
En cuestión de segundos, Pedro accedió a varias bases de datos que Daniel no reconocía. En una de las pantallas apareció un mapa de Galicia, en el que varias zonas estaban marcadas con puntos rojos.
—Esto, Dani, es el mapa del narcotráfico en Galicia —dijo Pedro, su tono más serio ahora—. Aquí están todas las familias que controlan el tráfico de drogas en la región. En Coia hay tres familias importantes, pero a nivel regional, son cinco grandes las que tienen el control. Cada una de ellas tiene intereses específicos, y algunas incluso están en conflicto entre sí.
Daniel observó las pantallas con una mezcla de incredulidad y admiración. Sabía que había bandas y familias criminales, pero nunca se había imaginado la magnitud del poder que tenían, ni que Pedro pudiera acceder a tanta información con tanta facilidad.
—¿Cómo has conseguido todo esto? —preguntó Daniel, incrédulo.
—Digamos que he hecho algunos "trabajos" en el pasado que me dieron acceso a ciertos sistemas —respondió Pedro con un guiño—. Lo importante es que ahora podemos usar esto a nuestro favor. Si vamos a convencer a Rubén y a su familia para que actúen contra las bandas nuevas, necesitamos saber exactamente quiénes son nuestros aliados y quiénes son nuestros enemigos. Con esta información, podemos preparar mejor nuestro plan.
Pedro comenzó a mostrar a Daniel los detalles de cada familia. En Coia, las tres familias principales eran los Ríos, los Louro y los Pérez, cada una con territorios que habían controlado durante décadas. Aunque tenían sus disputas, generalmente se respetaban entre ellas, sabiendo que un conflicto abierto sería perjudicial para sus negocios. Sin embargo, las bandas extranjeras que ahora operaban en Coia estaban empezando a invadir esos territorios, lo que creaba una situación peligrosa para todos.
—Los Ríos son los que tienen más poder en Coia —dijo Pedro, señalando un área en el mapa—. Controlan el tráfico en los barrios más cercanos al puerto. Los Louro tienen más influencia en los barrios del interior, y los Pérez están justo en el centro, controlando la distribución en las calles. Si logramos que al menos una de estas familias actúe, las otras probablemente seguirán.
Daniel asintió, absorbiendo toda la información.
—¿Y las familias de fuera de Coia? —preguntó.
Pedro cambió la pantalla y mostró un mapa más amplio de Galicia.
—Aquí es donde las cosas se complican. Hay cinco familias que controlan la mayor parte del tráfico en toda la región. Los Otero en Vigo, los Mosquera en A Coruña, los Vallejo en Ferrol, los Cea en Pontevedra y los Souto en Santiago. Estas familias no suelen intervenir en los problemas locales, pero si las bandas extranjeras empiezan a amenazar sus rutas de distribución, podríamos usarlas como apoyo. Pero tendremos que ser muy cuidadosos. Estas familias son mucho más peligrosas, y si sospechan que estamos manipulando la situación en su contra, podríamos terminar peor de lo que estamos ahora.
Daniel escuchaba atentamente, intentando imaginar cómo podrían utilizar esta información sin poner en riesgo sus propias vidas. Sabía que esto iba más allá de lo que había previsto al principio, pero también entendía que, si querían salvar Coia, no podían actuar con miedo.
—Entonces, ¿cuál es el plan? —preguntó Daniel, mirando a Pedro con una nueva apreciación por sus habilidades.
Pedro se reclinó en su silla, pensativo.
—Primero, necesitamos que Rubén hable con su familia y que ellos vean esto como una oportunidad para consolidar su control en Coia. Si los Ríos se involucran, los Louro y los Pérez seguirán. Una vez que tengamos a las familias locales de nuestro lado, podremos empezar a presionar a las bandas extranjeras para que se vayan. Si eso no funciona, entonces tendremos que contactar con una de las familias más grandes de Galicia, probablemente los Otero en Vigo, para que intervengan. Pero eso solo si es absolutamente necesario.
Daniel asintió. El plan era arriesgado, pero también era lo único que tenían.
—Está bien —dijo finalmente—. Vamos a hacerlo. Hablemos con Rubén, y después veremos cómo procedemos.
Pedro sonrió, satisfecho de que Daniel estuviera completamente a bordo.
—Una cosa más, Dani —añadió Pedro, su tono más grave—. Tenemos que ser extremadamente cuidadosos. Si alguien descubre lo que estamos haciendo, no habrá vuelta atrás. Las familias no son indulgentes con quienes se meten en sus asuntos.
Daniel lo sabía, pero no tenía otra opción. Había llegado demasiado lejos como para retroceder ahora.
Esa noche, mientras caminaba de regreso a casa, Daniel no dejaba de pensar en lo que acababa de descubrir. Sabía que Pedro era inteligente, pero nunca imaginó que fuera capaz de algo así. Ahora tenían una poderosa herramienta en sus manos, una que podría cambiar el rumbo de la lucha por Coia. Pero también sabía que un solo paso en falso podría desatar una tormenta de la que no podrían escapar.
Con esa mezcla de esperanza y temor, Daniel se preparó para lo que vendría. La batalla por su barrio apenas estaba comenzando, y aunque el camino sería oscuro y peligroso, sabía que no estaba solo. Junto a Pedro, Rubén y quizás incluso las familias más poderosas de Galicia, tenían una oportunidad real de recuperar Coia.
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