15. Una copa antes de dormir
Frank se dio cuenta de que la joven volvía a mirarle, pero también supo, que esta vez el culpable era él, porque llevaba un rato observándola sin apartar la vista.
Pensaba si esa joven tan atractiva podría ser la persona que le vigilaba ahora en sustitución del desaparecido Gregory Hills. Los ojos de ella le miraron con una expresión de sorpresa y quizás también de desencanto. Quizás ella hubiera preferido que cualquiera de los otros dos jóvenes con los que compartía aquel rincón mientras cenaba, fuera el que no apartara la vista de ella y no un viejo como Frank. Con el cabello entrecano y quizás algo sobrado de peso. De ahí su expresión. Pero ellos no parecían haber notado su presencia, atrapados por la televisión e indiferentes a su belleza.
Frank estaba casi convencido de que ella era la nueva escolta enviada por Dexter para seguir todos sus pasos. Por eso cuando se levantó de su mesa y se acercó a la de la joven, se dio cuenta de que quizás no había acertado esta vez.
Ella le miró ceñuda. Su expresión indicaba que no era la primera vez que aquello le ocurría, seguramente debería estar harta de apartar a pelmazos que se le acercaban como las moscas a un dulce.
—¿Me permite invitarla a una copa? — Preguntó Frank muy formal y tratando de excusarse por haber metido la pata.
Ella le miró un segundo, primero a los ojos y después al resto de su figura. Un escrutinio completo, pensó Frank.
—Porque no —dijo.
El suspiró. Si de verdad estuviera ligando, habría aprobado con creces.
Frank llamó al camarero y pidió dos martinis secos. Ella aprobó la elección con un ligero cabeceo.
—Me llamo Frank Riley —dijo tendiéndole la mano.
—Lo sé —dijo ella y Frank parpadeó confuso —. Me envía el señor Noyce. Está muy preocupado por usted. Le ha llamado varias veces a su teléfono y no se lo ha cogido. Por cierto, me llamo Violet Norton...
—¿Leonard?...El teléfono me lo deje en casa de mi exmujer —mintió. La realidad era que lo tenía desconectado en un cajón de la habitación del hotel.
—¿Su exmujer? Le imaginaba casado y con hijos —Dijo Violet con una sonrisa revoltosa en sus labios de un tono a juego con el vestido.
—Lo estuve y tengo... tenía una hija prácticamente de su edad, señorita Norton —había estado a punto de meter la pata. Nadie debía saber que su hija seguía con vida — ¿Así que Leo la envía?
—¿Tenía?...Lo siento mucho...Así es. ¿Me considera muy joven para trabajar con el señor Noyce?
—No, a Leonard siempre le ha gustado trabajar con jovencitas. La considero muy joven en general.
—El señor Noyce, Leonard es como un padre para mi, señor Riley.
—Espero que no sea un padre muy besucón.
Ella no río el chiste.
—Estoy aquí por si puedo servirle de ayuda.
—¿Qué tipo de ayuda?
—La que necesite, se amoldarme a todo.
—¿A todo? —Preguntó Frank con retintín.
—No sé a que está acostumbrado usted, señor Riley, pero la imagen de un James Bond seductor esta un poco pasada de moda. Ahora se lleva más un hombre con sentimientos y que pueda llorar abiertamente. Los tiempos han cambiado.
—Yo lloró muy a menudo. Sobre todo cuando me estoy duchando y me entra champú en los ojos.
—¿Debería reírme de sus chistes malos?
—Podría probar a llorar con ellos, el resultado es prácticamente el mismo.
Violet sonrió por primera vez y Frank que había estado esperando que lo hiciera, quedo gratamente convencido de haber adivinado lo maravillosa que sería su sonrisa.
—Es usted una preciosidad, señorita Norton —le piropeó él —, y además también es muy inteligente. Me doy cuenta de porque la ha elegido Leonard; pero sinceramente no creo que pueda ayudarme usted.
—Es una pena —dijo ella haciendo un mohín —. Usted me cae muy bien y tampoco está nada mal, para ser un viejo.
—Lo de ser viejo es como llevar un traje usado. Por dentro me considero muy joven, casi tanto como usted.
—Tengo veintidós años, señor Riley. No soy una niña.
—No, no lo es, pero podría ser mi nieta. El peso de las generaciones es como una losa de granito que se llevara a la espalda. Usted podría correr, yo tan sólo puedo renquear.
El camarero llegó en ese momento con las bebidas.
Frank alzó su copa y propuso un brindis
—Por la juventud.
Violet levantó la suya y golpeó ligeramente la otra copa.
—Por la senectud. Que ambas se encuentren mitad de camino.
Bebieron sus bebidas mirándose a los ojos, él con cara de sorpresa y ella con una ligera sonrisa en sus labios.
—Podría empezar por contarme lo que se trae entre manos, así quizás sabría si necesita mi ayuda o no —dijo Violet —. Le he estado siguiendo: sus visitas a la policía, al detective Murray para ser más concretos; su, cómo decir, su parada en cierto almacén...
Frank acababa de darse cuenta. Ya sabía lo que le había parecido tan extraño cuando entró en el restaurante del hotel y vio a esas tres personas cenando allí. Frank siempre era muy detallista, nada escapaba a su atención. Ya había visto antes a esa joven, a Violet, sólo que no pudo reconocerla por estar disfrazada. La joven pelirroja, vestida de camionero y con la ropa sucia que vio en el bar cuando fue a tomar un bocadillo. Era ella.
—¡Sabía que la había visto en alguna parte!
—No creí que se hubiera fijado usted en mí, no con aquellas pintas.
—Me suelo fijar en todo. Es algo natural en mi trabajo.
—Sí, lo imagino. He leído su expediente —dijo la joven haciendo un gesto de asombro —. Menudo currículo: licenciado en derecho por la universidad de Yale. Estuvo cinco años en el ejercito y después pasó a formar parte del cuerpo de seguridad del congreso. Ha estado prácticamente en todos los puntos calientes del mapa; Beirut, Afganistán, Serbia, Irán. Fue en Beirut donde conoció al señor Noyce, ¿verdad? Empezó a trabajar para él a raíz del atentado contra el presidente Reagan en 1981. Su estatus en la empresa era el de asesor. Eso equivale a decir que era usted el que hacía las labores de limpieza, o lo que es lo mismo...
Frank la interrumpió con un gesto.
—Ahora estoy retirado.
—¿Por eso visita a un conocido traficante de armas?
—En realidad es un amigo. Hacía algún tiempo que no le veía.
—¿Y qué llevaba en la bolsa de deporte cuando salió del almacén? ¿Su amigo le hizo un pastel de bienvenida?
—Souvenirs —dijo Frank con descaro.
— ¡Claro! ¿Cómo no se me había ocurrido?...¡Souvenirs!...Un rifle francotirador, varias cargas de C4, un fusil de asalto y dos pistolas, una de ellas equipada con silenciador. El arma favorita de los asesinos. Son unos souvenirs un tanto extraños, ¿no está de acuerdo, señor Riley?
—¿Han registrado mi habitación? — Preguntó, Frank con naturalidad.
—Por supuesto.
—No tenían derecho.
—Eso ya lo sé. Tampoco podríamos preguntarle a usted que era lo que se llevó del almacén del señor Wesley. Leonard está preocupado por usted. El accidente de su hija tiene algunas circunstancias un tanto extrañas...
—No fue un accidente —Frank no sabía si podía confiar en ella. Trabajaba para Leonard, pero tampoco sabía si podía confiar en su amigo.
—¿Quiere decir que fue un asesinato? ¡Claro, ahora sé el porque de todas esas armas! ¡Va a entablar una batalla contra los asesinos de su hija!
—Mi hija no está muerta. Ellos la tienen secuestrada— confesó Frank.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro