04
4.- Yo no pertenezco a las sombras. Rogel Robinson.
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Caminaba por los pasillos de una finca, la gente al verlo pasar se hacía a un lado, daban una pequeña reverencia y continuaban en lo suyo, catorce años de edad y el chico imponía respeto al caminar, en la residencia lo reconocían por ser un chico con grandes capacidades para la medicina espiritual, sí, en aquella residencia aún se llevaba a cabo las creencias en la medicina tradicional y espiritual -aunque no serían los únicos en creer en eso- el joven chico era de los pocos conocedores de esta "ciencia", todo gracias a las investigaciones que realizaba el antiguo médico de la residencia, quien era de los mejores en el lugar y claro, padre del menor. Su talento fue descubierto cuando este apenas tenía los diez años, por lo tanto, comenzó a convivir con los exorcistas y sacerdotisas del lugar, era un orgullo para la familia.
Su cabello castaño, corto y desordenado, para su edad ya tenía una estatura alta, lo que le hacía destacar entre los demás, siempre se le veía vestido con una playera lisa de colores oscuros y pantalón de mezclilla en color negro, encima llevaba un haori blanco de manga corta y botas cortas de agujeta; otra característica del chico era que siempre se le veía sonriendo a todas las personas que se cruzaran en su camino, tenía un aura amigable que le hacía ganarse la confianza de las personas, incluso en la residencia era reconocido por todos como el chico más amable del lugar, la gente hablaba muy bien de él.
Rigel, nombre del chico, ingresó a una habitación de la finca, en el lugar ya le esperaba una mujer mayor, tal vez de cuarenta años, de cabello largo oscuro, ojos del mismo color, vestía un kimono color lila, estaba acompañada de otra mujer; su acompañante tenía los treinta años, pero se mantenía joven y fuerte, su cabello de color claro, ojos verde seco, vestía de igual forma que la mayor, saludaron amigablemente e hicieron un espacio para que el menor tomará asiento.
—Buenos días Rigel ¿Cómo amaneciste hoy?—preguntó animada la mujer de cabello oscuro, mientras le servía una taza de té al menor y acercaba un plato con galletas—.
—Bien, esta mañana es más que perfecta para tomar el té... ¿Qué hay para hoy?—comentó a la vez que acercaba la taza de té a sus labios—.
—El grupo de exorcistas encargados del área tres de Tokyo saldrán esta noche a hacer su ronda correspondiente, por lo tanto tienes trabajo en la madrugada—respondió la mujer, para seguido tomar un sorbo de té y continuar— Es increíble cómo un jovencito de catorce años ya está dentro de este mundo, aún recuerdo cuando llegó el primer niño
Las últimas palabras las comentó con un tono de tristeza mientras dejaba su taza en la mesa, su compañera de cabello rubio suspiró con melancolía, ellas dos eran maestras en aquella finca, además de dar atención médica a los exorcistas que resultaran heridos, a diferencia de Rigel, quien ayudaba de forma médica espiritualmente; la medicina espiritual consistía en limpiar las energías corrompidas por los oscuros deseos, estás eran purificadas con ayuda de energía limpia, algunas plantas medicinales, exorcismos o rituales, la especialización del menor en esta rama, era la limpieza de energía a través de más energía, en la residencia Minamoto, los jóvenes nietos de la señora Minamoto Aoi, eran conocidos por poseer un espíritu animal, que les daba un don o habilidad para ayudar a la gente del lugar, Rigel no era la excepción, aún recuerda el día en que se manifestó su espíritu, sin embargo, no era tiempo de recordar.
—Aratani, ¿Tu recuerdas al primer chico?—preguntó con algo de nerviosismo, pues él sabía algo que las mujeres no—.
La nombrada suspiro y le vio con una cálida sonrisa para comenzar a relatar su recuerdo.
—Claro, él era un chico muy especial, si te soy sincera, yo lo ví crecer hasta ese trágico día...
Una mujer de cabello negro caminaba por el bosque de la residencia acompañada de un niño de cabello castaño, ambos iban en silencio por el lugar. Aratani, antes de ser maestra de la finca, tuvo un rol muy importante, ella comenzó como una exorcista del lugar, asistiendo a misiones fuera del distrito para tener enfrentamientos contra espíritus de energía oscura, conforme avanzaba, su rango fue elevándose hasta convertirse en lo que era hoy en día, pero esa noche tenía un trabajo especial, acompañar al primer exorcista nacido en la familia principal, según la información otorgada, el menor tenía un don muy especial. Esa noche iban también acompañados por otros exorcistas de rango más bajo.
—Escucha niño, una vez que encuentres un espíritu corrompido, deberás matarlo sin importar que... Los espíritus corrompidos no tienen alma o salvación, sin embargo, hay espíritus que no han encontrado el final del camino, a ellos podemos curarlos con talismanes y darles el descanso eterno, estos se diferencian por que no atacan a su objetivo, simplemente quieren provocar miedo, los espíritus corruptos no tendrán piedad a la hora de atacar... Mi único consejo, matas o mueres
Hablaba la mujer al menor que prestaba atención a las indicaciones, se detuvieron cuando la joven escuchó algo entre unos arbustos.
—Atentos... Desenfunden katanas...—por el rabillo del ojo vio como los demás exorcistas obedecieron su orden, a excepción del menor— Niño, di una orden...
El menor no hacía nada, lo que hizo que la mujer se preocupara y lo jalara para ponerlo detrás de ella a modo de protección, sería más difícil para ella pelear, pues tendría que proteger al chico y eso sería un estorbo.
Fue cuestión de unos segundos para que el ruido que escuchó entre los arbustos hiciera presencia, un ogro del bosque, más difícil que un yokai, estos eran más resistentes a las katanas de los exorcistas; la chica apretó con fuerza el agarre de su arma dispuesta a atacar primero, sin embargo, el monstruo frente a ella se acercó primero dispuesto a matarla.
Cerró sus ojos con miedo a lo que fuera a ocurrir, solo se cubrió con los brazos esperanzada de sobrevivir al ataque, ataque que nunca llegó. Abrió con lentitud sus ojos mientras bajaba sus brazos, frente a ella, el niño que puso tras ella para proteger, había matado a la bestia.
—¿Cómo?—murmuró más para ella que para el niño, quien volteo a verle sonriendo—.
—Protegeré a esta familia y gente que habita en la residencia, incluso si debo dar mi vida por ustedes, yo estoy dispuesto a lo que sea por todos
Esa noche, la joven exorcista comprendió el tipo de niño que era el menor, ella ya no tenía que verlo como un niño, sino, como un compañero de trabajo. Ella fue la primer persona en ver crecer al chico y sus habilidades, día tras día, noche tras noche, ella lo vio crecer.
La joven sonrió con orgullo al chico de cabello castaño que estaba sentado frente a ella, recogió las tazas de té para ponerlas en la bandeja y llevarlas a limpiar, no sin antes terminar de contar su recuerdo.
—Tenía solo siete años cuando me salvó la vida... Su muerte fue tan repentina, Rigel... Prometeme que darás lo mejor para esta familia, cuento contigo para protegernos
Dijo para seguido salir del cuarto, dejando al chico pensando en lo dicho. La chica de cabello claro le revolvió el cabello al menor, sacándolo de sus pensamientos, se levantó y estiró, acomodando su kimono y cabello.
—Vamos Rigel, tenemos que limpiar el templo, además... No hay por qué desanimarnos, la vida tarde o temprano se termina, los que quedamos en tierra debemos continuar por ellos y no estancarnos o su muerte será en vano
—Nora, ¿Tú también lo conociste?—preguntó mientras salía tras la chica—.
—No mucho, cuando llegué a esta casa... Él chico tenía doce años y se la pasaba ocupado todo el tiempo, solo lo veía llegar en las madrugadas, nunca pude ayudarle, era extraño... Cuando su grupo regresaba, los exorcistas venían directamente conmigo para que les curara, pero él no... Y días después, me enteraba que el niño no estaba herido ¿Puedes creerlo?—comentó a la vez que soltaba una suave risa—.
El chico iba a preguntar algo más, cuando un joven de diecisiete años se hizo presente, vestía el uniforme escolar, su cabello semilargo y de color negro le hacía verse como un chico conflictivo, era todo lo contrario.
—Oye Rigel, la abuela dice que tomarás el lugar de uno de los exorcistas esta noche—miró a la mujer de cabello claro— Nora, tú también debes ir... Al parecer descubrieron una zona con ogros japoneses... Necesitarán toda la ayuda médica posible
Mujer y chico se vieron al mismo tiempo, esa sería una noche difícil.
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La luna llena sería el único testigo de aquella sangrienta masacre, los encargados de matar a aquel monstruo estaban fallando en su misión, nunca fueron advertidos de la gran amenaza de la que se trataba, incluso los más experimentados yacían en el suelo sin vida, solo quedaban unos cuantos de pie y esto era gracias a los médicos que asistieron, la pelea estaba en total desventaja, el suelo se había cubierto de sangre.
Rigel observaba todo a lo lejos, él presenció toda la pelea, desde como el monstruo lanzaba a los exorcistas al suelo, hasta como les arrancaba la cabeza con gran facilidad, él no podía hacer absolutamente nada, nunca había sido de utilidad.
El otoño, una estación que podía provocar tristeza y melancolía, la estación del año en la que nació Rigel, él había nacido en una casa en Alemania, su padre, era un hombre que había conocido a su madre en Japón, gracias a la relación comercial que había entre la familia materna y su familia paterna, ambas familias estaban juntas desde la segunda guerra mundial, se apoyaban en todos los sentidos y no fue extraño cuando la hija menor de la encargada anunciara su compromiso con el hijo de la familia aliada, esa fue la mejor noticia que pudo haber recibido la mujer mayor.
Rigel creció la mayor parte de su vida en Alemania, cinco años en aquella casa de lujos y buena vida, sin embargo, su mundo se vino abajo cuando su padre murió por una enfermedad, Rigel tuvo que separarse de familia paterna para vivir con su familia materna y fue a los seis años que se reveló su espíritu animal como tal.
Un pequeño castaño caminaba de la mano con su abuela por los jardínes de la residencia, la mayor le sonreía con ternura.
—Rigel, al fin has sido bendecido con un espíritu animal, al igual que tus primos, ahora eres un jovencito especial que ayudara a la familia y cuidara de su gente... La primera vez que nos vimos, tú eras una pequeña bolita de pelo gris, tenías un año cuando te convertiste en un mapache, tus padres decidieron guardar el secreto para cuando tuvieras la edad suficiente de saber y entender todo, pero con la trágica muerte de tu padre, lamento que hayamos avanzado tu tiempo, pero aquí en la residencia, aprenderás a controlar tu animal y tu don
Así fue como el pequeño niño creció en la residencia, estudiando y aprendiendo a controlar su espíritu para ser alguien de utilidad en la residencia, él se esforzaba cada día por ser mejor, dando todo de sí para conseguir el éxito, sin embargo, no todo es de color rosa.
Fue una noche a sus trece años, la edad en la que todo niño de la familia iniciaba sus misiones como exorcista, él iba en su primer misión, acompañaba a un grupo de exorcistas al bosque, el lugar donde se daría cuenta que no era tan útil como sus demás primos y el lugar donde presenciaría la muerte por primera vez.
Un yokai corrompido atacó a los exorcistas, pero había algo en aquel espíritu que le llamaba la atención, era como si pudiera entenderlo, no le importaba si este atacaba a los demás, Rigel no prestaba atención más que al espíritu, alrededor de él quedaban los cuerpos inertes de los exorcistas y fue entonces que ocurrió.
—¡Maldito seas niño!—gritó uno de los exorcistas que aún quedaban en pie— ¡Mata al yokai con tu habilidad o has algo!
Rigel despertó de su atracción al yokai, volteó a donde estaba el hombre herido y solo fue cuestión de unos segundos para ver como era atravesado por una de las garras del espíritu, cayó muerto al instante, el suelo que pisaba el menor, estaba cubierto de sangre. Él era el único vivo de los cinco exorcistas que habían asistido.
—¿Qué?—fue lo único que logró articular ante tal escenario sangriento, llevó sus manos a su cabeza, sujetándola con fuerza— ¡¿Pero qué fue lo que hice?!
Volteó a ver con miedo al espíritu, este no hizo nada, no lo atacó y tampoco se veía como una amenaza, simplemente desapareció dejando al menor asustado y llorando.
El castaño revisó los cuerpos de los cinco exorcistas, todos sin vida, cubiertos de sangre e incluso algunos ya no contaban con extremidades de su cuerpo. Rigel grito de coraje, lloró de impotencia y se maldijo por ser tan inútil.
Como si la vida sintiera lástima o piedad por él, una joven chica exorcista se removió con dificultad, llamando la atención del chico, quién se acercó al instante para ayudarla, recargó la cabeza de la chica sobre sus piernas con sumo cuidado, la joven solo tosía sangre.
—Por favor mantente viva, no mueras ahora, te llevaré a la residencia, por favor no mueras, no me dejes solo, no mueras, te lo suplicó—habló entre lágrimas, acariciando con desesperación el rostro contrario—.
La joven tenía dificultades para mantenerse despierta, el menor estaba en total desesperación y fue entonces que ocurrió, el poder de su espíritu animal despertó. Rigel fue testigo de cómo con ayuda de su energía podía curar momentáneamente a la joven, de está forma si podía salvar a la chica, su don no funcionaba con los cuerpos ya muertos, solo con las personas que aún podían ser salvadas, desde esa noche, Rigel entró como médico infantil a la residencia.
Un cuerpo más caía ante sus pies, bañando el suelo de sangre, nuevamente se repetía aquel recuerdo de hace un año, si alguien le preguntara qué pensaba desde ese día, Rigel fácilmente contestaría "morir", él no era tan útil como sus primos, sí, él podía impedir que gente muriera pero si no llegaba a tiempo a un lugar donde pudieran terminar de dar atención médica, la persona moría, sus ojos ya habían visto morir a mucha gente e incluso cargaba con el miedo de que, si algún día uno de sus familiares le confiara su vida, él no fuera capaz de ayudarlo o salvarlo, por esa razón, odiaba ir a misiones, prefería quedarse en el templo y asistir a los médicos cuando había pacientes, también prefería curar a los espíritus dañados y los animales, su padre -quien fue médico en la residencia- también ayudaba a los yokai, Rigel cuando descubrió a lo que se dedicaba su padre, comenzó a prepararse para que en un futuro fuera igual a él, nunca pensó que ese sueño se vería frustrado por sí mismo, un don y maldición al mismo tiempo.
Miró al monstruo frente a él, tal vez, sí se acercaba lo suficiente, moriría al igual que los demás pero con la excepción de que su muerte sería una vergüenza, vergüenza por no servir de nada, por no hacer nada y por dejar que todos murieran, él terminaría con su vida aquí y ahora.
Se aproximó al monstruo inconscientemente, no le importaba lo que fuera a pasar, él quería morir. Juro sentirse feliz al saborear la sangre de su boca, miró hacía abajo, el monstruo le había clavado sus garras en su estómago.
—¡Rigel!
Escuchó gritar a lo lejos, esa voz le era conocida. Nora, su compañera en el templo, la mujer médico -y que también inició como exorcista- corría empuñando su katana en mano, ella estaba herida y se podía ver el cansancio en su rostro, de un ágil salto se subió al lomo del monstruo para clavar la katana directamente en el cuello, la sangre salpicó a ambos.
El castaño cayó al suelo, Nora se puso de rodillas a su lado para tratar la hemorragia de su estómago.
—Maldita sea Rigel, ¿En qué pensabas? Casi mueres, estúpido mocoso... Si tu morías ¿Quién iba a ser el nuevo médico? ¿Eh? ¿Recuerdas todo lo que me prometiste? No estás cumpliendo con nada—acusaba la mujer mientras vendaba con un pedazo de tela el estómago del menor—.
Unos meses atrás, mientras Rigel daba de comer a los peces del estanque, la mujer de nombre Nora se acercó a él con una sombrilla para cubrirlo del sol, ella apreciaba al niño como si fuera un hijo.
—Vas a engordar a los peces niño
—Hola Nora, ¿Como estas?
—Cansada, te busque por toda la residencia, ¿Sabías que tu maestra llamó esta mañana? Preguntó por qué nadie había ido a la junta vocacional, eres un tonto, debiste decirme y yo con gusto iba a escuchar la reunión, dentro de poco estarás estudiando la preparatoria y se vendrá la universidad y necesitarás tener un plan de estudios o de vida
—No me interesa mucho, trabajaré toda mi vida en este lugar, seré tu asistente como siempre lo he sido, llegará el día en que te jubiles y dirás "Mocoso, hora de que seas el médico", yo me quejaré en voz alta, te daré un abrazo y agradeceré por todo, trabajaré y te visitaré todas las tardes para ir a tomar té con Aratani
La mujer se ruborizó por la respuesta del menor, era un sueño muy lindo para ella, una mujer que se la había pasado rodeada de monstruos, matando y salvando vidas.
—¿Seguro quieres eso? Yo... Pensé que querías ser como tu padre, un médico más reconocido y que estudiaba a los yokai del tipo animales
—Sí... Pero a veces la vida te pone otro camino y es mejor aceptar ese...
La mujer hizo una mueca de disgusto por aquel comentario, suspiró y revolvió el cabello castaño.
—Rigel, la vida no decide tu destino... Eso lo decides tu mismo, si no logras ser lo que deseas, entonces lo abandonas, pero habrás intentado y eso es mejor a estancarte sin haberlo intentado... Tengo fe en que lograrás cumplir tu verdadero sueño y cuando te gradues de médico veterinario, te invitaré un pedazo de pastel de chocolate, receta secreta de mamá Nora
El chico le miró con cierta ilusión, sus ojos brillaban de solo pensar en ese futuro, asintió feliz, la mujer comenzó a caminar, se detuvo al sentir un abrazo por detrás.
—Gracias, te prometo que haré mi mayor esfuerzo
Rigel veía acostado a la mujer de cabellos claros, se sentía inútil, una vergüenza, trató de quitarse la vida frente a su única compañera, la única que había hecho más que los demás para derrotar la monstruo, comenzó a llorar de la impotencia. Nora levantó con cuidado al chico, ambos estaban sentados en el suelo sobre sus rodillas.
—Tranquilo, ya pasó... Perdón por regañarte, debí ser más considerada, pero esta batalla me dejó con un amargo sabor en la boca... Tu aún eres un pequeño, este mundo no es para ti, te están forzando a crecer muy rápido, se olvidan que eres un pequeño niño todavía y dejan caer muchas responsabilidades en ti... Pero creeme que yo me siento orgullosa de ti Rigel, te esfuerzas en hacer tu trabajo bien, le agradas a todos e incluso buscas sacarles una sonrisa a todos, siempre los apoyas pero... A veces te olvidas de ti... Nadie puede ver el dolor que cargas, pero yo sí, por eso quiero cuidar de ti... No me perdonaría nunca si llegaras a morir bajo mi responsabilidad
El menor iba a responder a las palabras de la mujer, cuando de la nada, el ogro que se supone estaba muerto, atravesó con su garra el pecho de la mujer, todo ocurrió en cámara lenta.
"Te quiero..." fue lo último que escuchó Rigel.
El enojo a veces puede ser lo mejor o lo peor, pero para Rigel, fue un aliado. El impulso de querer destruir al monstruo que le arrebato a un ser querido, no solo le hizo ver la fuerza con la que contaba, sino, que él también era un monstruo, por qué nunca en su vida, había deseado tanto el proteger a un ser querido como esa noche.
La mañana siguiente en la residencia Minamoto, fue un duro despertar para el único sobreviviente de aquella noche, hubo un luto de una semana entera por las veinte víctimas de aquella sangrienta masacre.
Una joven de cabello azabache, ojos azul claro y vestida con uniforme escolar, se acercó a Rigel, tomó asiento junto a él, estaban en la enfermería del templo.
—¿Y cómo te sientes?
—Como la mera mierda... No pude hacer nada
—Se que ha pasado apenas una semana, pero no puedes quedarte aquí para siempre, te recuerdo que tienes escuela niño
—Me quiero morir
La chica suspiró con fastidio, le dio un zape en la cabeza y luego se levantó de su lugar.
—Tienes que salir Rigel y deja de decir "me quiero morir", por cierto Aratani ha estado viniendo a verte cuando duermes, no la desgastes mucho
Rigel suspiró y se acomodó para seguir descansando, solo escuchó los pasos de su prima que se retiraba de la habitación, segundos despues escuchó una pequeña conversación. Aratani venía a visitarlo.
—Hola niño
—Hola—contestó el chico sin tomarse la molestia de verla a la cara—.
—Me alegra saber que estas vivo
—Y ese es el problema, ni si quiera debería estarlo
La mujer suspiró con pesades, se acercó al chico para acarciar su cabello.
—Nora estaría triste si escucha a su pequeño hablar de esa forma
Comentó la mujer captando la atención del menor.
—Se lo que ocurrió esa noche, pero tabién se que Nora estaría más que alegre de ver que sigues con vida y de que tu solo mataste al monstruo...
—Si tan solo mi habilidad no fuera tan inútil... Tal vez si hubiera sido como él...
La mujer sonrió con tristeza y se acomodó mejor en la camilla.
—Sabes, en realidad no te gustaría ser como él... Su vida tampoco era de color de rosa...
—Pero Aratani, siempre hablan maravillas de él, de como a sus siete años él ya era un exorcista de alto rango
Aratani asintió para luego mirar al suelo con tristeza.
Cargaba a un chico de diez años en su espalda, el menor había agotado su energía en aquella batalla, del grupo de exorcistas, ninguno había resultado herido más que él menor y lo peor del caso, nadie quería responsabilizarse del niño.
—Dime cuánto llevas así—habló para sí misma la mujer, no esperaba que le respondieran—.
—Desde que nací
Aratani guardó silencio, el chico continuó hablando, no necesitaba ser muy listo para entender que la mayor quería saber más.
—Desde que tengo cuatro años, he sido responsable de cuidar del templo... No la hacía de forma directa hasta que cumplí los siete años y te conocí... Y mantengo mi palabra de dar mi vida por ustedes
La mujer azabache comenzó a odiar el tener que llevar al chico con ella a misión, pero la encargada se lo ordenaba y no podía ir encontra, su odio por tener que llevarlo, se debía a que siempre resultaba herido el pequeño, nadie se tomaba la molestia más que ella de cuidarlo, era como si el pequeño no tuviera valor alguno, cuando en realidad era como la joya más valiosa.
Aratani alzó la mirada para ver al castaño.
—Él solo tenía siete años Rigel... Y ya cargaba con un gran peso... Nora y yo no queremos lo mismo para ti, por eso nos sentímos orgullosas de que estes con nosotros, yo quiero salvarte... No pude hacerlo con él, pero contigo si y Nora una vez dijo... Que daría su vida por ti, con tal de que no sufras lo mismo que él
—Entonces...
—Sí, Nora si sabía que ocurría con él... Pero nunca quizó hablarlo, por qué temía verlo reflajdo en ti, fue entonces que comprendimos, que tú eras diferente... Y no te daríamos el mismo futuro que el de él...
La mayor se levantó de la camilla, depositó un beso en la frente del chico y se retiró sin decir más.
Rigel apretó la sábana de la camilla, sentía coraje por lo que ocurría, pues él sabía muy bien de lo que hablaba Nora y Aratani, se odiaba por saber que ocurría con aquel chico y tampoco pudo hacer nada, por eso creía que no merecía ser salvado.
—Si tan solo hubiera sido más fuerte... Maldita sea...
Derramaba unas cuantas lágrimas por la impotencia, se sentía mal consigo mismo.
—Derek, maldita sea... No pude salvarte... No pude salvarte de la maldad de este lugar, pero te prometo...—hizo una pausa para limpiarse las lágrimas— Que yo no perteneceré a las sombras y haré lo que sea para que nadie más caiga en ese maldito mundo...
Aratani escuchaba desde afuera del cuarto las palabras que decía el chico, cerró los ojos recordando el pasado, ese día en el que lo conoció, ese día en el que le salvó del monstruo, recuerda las palabras con claridad.
"Ave que estas en mí, ayudame a destruir a quienes me amenazan".
Con aquel don que poseía, era claro que el chico tendría un futuro difícil y al igual que él, sus demás familiares tendrían un destino similar.
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Caminaba con elegancia por el lugar, admiraba su obra de arte, cuerpos de hombres tirados en el suelo, pero el toque final para su pieza maestra, estaba frente a él llorando de miedo.
—Ave que estas en mí, ayudame a destruir a quienes me amenazan...
Y el rojo carmesí decoró la habitación.
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