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01.- Vivir en la oscuridad. Derek Akiyama

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Problemas, solo había problemas y más problemas.

Observaba unos documentos y luego volteaba a la pequeña televisión que había en la oficina, regresaba su mirada hacía los papeles en sus manos, fulminaba con la mirada los nombres que aparecían en la lista, estaba enojado.

—Maldita sea, esa familia de mierda tiene todo Japón controlado

Expresó el dueño de la casa, un hombre de cabello oscuro que llegaba hasta los hombros y amarraba en un medio moño, barba media, un traje limpio que demostraba que era una persona con un gran poder social, lentes cuadrados y en su ojo derecho una cicatriz algo profunda.

Político, el hombre era un político del país.

No era cualquier político, se podía ver que en aquella oficina tenía varios libros de derecho, política, economía y más, pero también algunas armas, muchos papeles tirados en el suelo junto a fotografías de personas, algunas estaban tachadas en color rojo.

Dio un trago a su taza de café antes de aventar los papeles sobre la mesa, un chico de trece años de cabello castaño se encontraba leyendo otros documentos.

—Los Tachibana dominan todo Japón y usted de imbécil quiso conquistarlos—soltó una risa burlona—.

—Quien diría que el pequeño niño ahora se burla de su maestro

El nombre del hombre es Yona Akiyama, aunque en aquel país la sociedad lo conocía por otro apellido, Bennett.

—Ahora que eres el experto, ¿Qué deberíamos hacer? Matar a los líderes de la familia o a los futuros

—¿Usted no entiende verdad? Los niños nacieron en una cuna de oro, están más protegidos que políticos y meternos con ellos sería perder ingresos, cancele la visita a Japón, es más, olvídese de ellos y busque otra forma, he pensado que si nos involucramos con algunos de los grupos terroristas de Francia, podremos formar una cadena de negocios ilegales bajo las narices de los actuales 

Contestó el castaño, un chico de trece años, cabello corto y desordenado, vestía una camisa blanca, pantalón negro rasgado de las rodillas, botas negras y encima un cardigan en color azul marino. Derek Akiyama, el "hijo" adoptivo de Yona Bennett.

—Piensas en grande niño, pero ten cuidado, la ambición no es buena, podrías perder la cabeza

—Lo dice quien cree estar cuerdo—comentó el chico divertido, terminó por ver al mayor—.

—¿Cómo vas con tus investigaciones? ¿Hallaste algo en ese libro viejo? Desde que lo robe a sus dueños no he encontrado nada de utilidad, sólo está en blanco

Un libro viejo había sido robado años atrás, un artículo de suma importancia de la familia, se dice que su contenido tiene todas las respuestas del mundo espiritual, contiene la leyenda completa de la familia bendecida con el zodiaco, los dioses, muchos misterios que los humanos no podrían entender.

Si aquel escrito cae en las manos equivocadas, la persona puede provocar un descontrol entre la vida y la muerte.

—No, hasta ahora no tengo información exacta de lo que desea, leí el libro anoche y solo encontraba poemas, lo que me extraña es la forma en la que llegó este libro a sus manos, dígame maestro, los dos sabemos que usted es un lobo vestido con piel de cordero, hay un monstruo dentro de usted, una bestia que asesina, mata y destruye a las personas, no me tiene aquí con usted por gusto, ¿Qué quiere?

Hace seis meses los dos habían iniciado una relación maestro-alumno. Los dos hablaban la mayoría del tiempo sobre cosas relacionadas a los espíritus de Japón y las familias dominantes en el tema, especialmente la familia Tachibana, la cual, ellos creían en la información de aquel libro; Yona quería dicha información para tomar poder y Derek -involucrado solo por un convenio de su familia, un intercambio de paz con el hombre- acordaron ayudarse mutuamente luego de algunas peleas.

El chico se levantó de su asiento, caminó hacía la puerta y se volteó al hombre antes de salir.

—No busque problemas en el extranjero, fije su vista en lo que ya tiene.

Salió cerrando la puerta tras de si, para ser un niño de trece años de edad, el chico ya comenzaba a pensar como una persona adulta, así había sido desde que era pequeño, abandonar su infancia con tal de cumplir con sus obligaciones.

Yona es un hombre que recogió a Derek por un convenio, el hombre era una persona allegada a la familia del chico desde hace tiempo, había visto un gran poder en el menor, algo que la familia utilizaba -incorrectamente- terminó por adoptarlo luego de amenazarlos con lo que más temían.

Derek Akiyama llegó a Londres dos semanas antes de su cumpleaños número trece, desde ese día comenzó con una relación de odio a la persona, principalmente por el cambio repentino de ambiente, aún recordaban niño y adulto el primer día.

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Miraba desde el suelo con rabia al mayor, el primer día que había llegado, fue arrojado al suelo y amarrado de los tobillos para no escapar, nadie le había advertido del peligro que corría, él solo había identificado que el lugar donde estaba era un infierno; la mano del mayor quiso tocarlo del rostro.

—No te muevas

Una mordida. El castaño mordía la mano de Yona sin intenciones de soltarlo, clavaba sus dientes a la extremidad buscando herirlo, el contrario soportaba el dolor de la mordida; el líquido rojizo comenzaba a gotear poco a poco.

—¿Terminaste de humillarte?

El mayor sujetó del cabello al chico para que lo soltara, lo llevó a tirones hasta un cuarto. Recibió su castigo, 13 azotes, la misma cantidad que la edad del menor.

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Derek caminaba por la casa tranquilamente, sabía que no había nadie y podía hacer lo que quisiera, la única molestia que había en el lugar, era una vieja mujer de nombre Ophelia Clare o Miss Ophi, una señora de unos 54 años o más, encargada de hacer el aseo de la casa, darles educación a él y sus "hermanos", niños huérfanos que habían sido acogidos por Yona.

La mujer era de cabello grisáceo, un cuerpo mediano, vestida siempre con el típico uniforme de mucamas y rara vez se le veía con vestidos estilo campesino, unas botas marrones; Ophelia siempre estaba enojada.

—¡Maldita sea Izar!

Gritó desde la cocina a un niño. Izar era el niño más pequeño del lugar, con apenas 9 años, cabello cobrizo y revuelto, su piel pálida era manchada con unas pecas en su nariz y mejillas, vestido con una playera blanca una talla mayor a la de él, pantalón ligero oscuro, siempre se le veía descalzo; estaba la mayor parte del día con Ophelia haciendo los quehaceres del lugar y Derek cuidaba del niño, le tenía cariño.

—Te dije que limpiaras esas papas para la cena, niño estúpido

Regañó la mujer al menor que aguantaba las ganas de llorar. Se escuchó el suspiro de la mujer antes de tomar del brazo al chico y sacarlo de la cocina, le tiró la olla de agua hirviendo a los pies como castigo, el castaño que se paseaba escuchó el grito de dolor del menor, se acercó para enfrentar a la mujer.

—Ophelia, ¿Qué crees que haces con Izar?

—El inútil no puede limpiar unas simples papas

El mayor volteo con el pequeño pecoso, le dedicó una mirada de interrogación.

—Estaban calientes... Recién habían hervido

—Ugh, qué tonto... Ya deberías haber aprendido a limpiar unas papas "calientes"

Hizo comillas en la última palabra, era una burla al menor que tenía las manos rojas por las pequeñas quemaduras que se había provocado.

—Ophelia... Es solo un niño, anda, déjalo en paz por hoy, yo te ayudo a limpiar tus jodidas papas

Contestó con molestia el castaño, tomando al chico para llevarlo lejos de la mujer que aún gruñía por la contestación del chico.

En aquella casa siempre tenía que haber un regaño o un castigo, no había día en la que no hubiera una pelea entre los menores y aquella señora, normalmente terminaban perdiendo y castigados, odiaban a la mujer más que al propio Yona Bennett.

—Un día voy a matar a Ophelia—comentaba Derek mientras ponía pomada en los dedos de Izar—.

—Miss Ophelia no es mala Derek, solo es una mujer que quiere lo mejor para nosotros... Ella es dura a la hora de enseñarnos, pero sino fuera por ella... Nosotros seríamos ignorantes en la vida

Comentaba el menor mientras veía como le curaban las quemaduras. Izar a diferencia de Derek, era más tranquilo, buscaba la forma de ver la felicidad en un mundo gris, siempre expresaba una sonrisa en los momentos más tristes o complicados.

—No es forma para que nos trate como animales, el otro día golpeó a Sahika con un cable en la espalda...

Le respondió el castaño, aun recordaba como su otra hermana adoptiva de nombre Sahika llegó llorando a él, le había contado que por accidente había tirado unos platos mientras los lavaba, se le habían resbalado de las manos.

Sahika y Derek tenían casi la misma edad, Derek le era mayor por unos meses.

Ella era una niña rubia, de piel clara, ojos grisáceos, muy delgada para su edad, usaba algunos vestidos viejos que le regaló Ophelia, la mujer había tenido una hija, cuando la joven tuvo la mayoría de edad, abandonó a su madre sin remordimientos, desde ese día Ophelia comenzó a trabajar con Yona, odiando a todas las niñas por recordarle a la malagradecida de su hija.

Terminó por ayudar al menor, dio indicaciones de no moverse del cuarto y así abandonó la habitación para ir con la mujer de cabello grisáceo.

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Labyrinth Shadow.

Labyrinth Shadow era un viejo jardín de aquella casa, toda la construcción estaba alejada de la ciudad, se encontraba en un sitio remoto, probablemente en alguna llanura inglesa y eso permitía que el lugar tuviera un jardín de grandes proporciones, el nombre de dicho lugar, fue otorgado por las pocas personas que habitaban a minutos de la mansión, pues no muy lejos había una pequeña población; se rumoreaba entre los habitantes, que aquel lugar era demasiado sombrío e incluso tenebroso, contaban que las personas que ingresaban, desaparecían o terminaban muertas, un sin fin de mitos sobre el lugar.

Derek recorría el lugar, caminaba sobre una barda de ladrillos oscuros, llevaba en su mano un libro de pasta negra y con unos listones rojos colgando, aquel libro era el tesoro más valioso de Yona, el artículo que robó a una familia años atrás y lo que le daría el poder de dominar la vida y la muerte, había un problema: Él no podía leerlo.

Tarareaba una canción mientras buscaba donde detenerse a leer aquel libro, si, Derek era el único que podía leer el contenido que estaba escrito, hasta donde lograba comprender, tenía una conexión espiritual con dicho artículo, las demás personas por más que intentaban encontrar letras o palabras, solo veían las hojas en color blanco, no entendía qué tenía de especial para que el libro le permitiera ver el contenido, había leído las primeras veinte páginas, todas hablaban de poesías de amor o momentos de la vida del autor, no encontraba nada de lo que su maestro le había ordenado encontrar.

"Encerrado en jaula de oro, día y noche rezo a Kamisama ser liberado, quiero extender mis alas, volar al cielo, sentirme libre y dejar esta prisión que me asfixia, deseo vivir"

"Ruego por ayuda... Ya no soporto"

"Aún recuerdo el día en que mi destino fue establecido, mi querido tío descubrió mi habilidad, nací con el don de convertirme en un ave, cuando veo mi reflejo en el espejo, puedo ver la mirada de repulsión que sentía mi madre hacía mí, tenía 6 años cuando me abandonó, fue entonces que mi tío me recogió para su beneficio; todo el día encerrado, estudiando para ser encargado, lecturas, clases, preparado para un día morir agotado... Mi energía espiritual, es lo único que mantiene con vida este templo, yo estoy feliz de cuidar del lugar y sus habitantes, mi tiempo de vida está contado, destinado a morir encerrado".

Tiró el libro.

Los ojos castaños del chico reflejaban terror, había soltado el libro al terminar de leer la página, su mente comenzaba divagar y formar nuevas teorías, cada palabra, cada oración, conectaba el escrito con una idea vaga de la cual pensaba que era una broma.

"Todo el día encerrado..."

Un recuerdo llegó, se veía a él mismo en una esquina de una habitación, solo, encerrado; como un deja vú la soledad le invadió, sentía como si en otra vida ya había pasado por aquel sentimiento, su corazón se estremeció.

"Para ser encargado"

Lloraba, Derek estaba derramando lágrimas, un sentimiento de miedo, rabia y decepción, Yona se apareció junto a él -había observado todo desde su oficina, su plan había dado frutos- lo agarró del hombro.

—Derek, ¿Qué sucede? Te ves muy mal... ¿Leíste algo que no te agradó?

—Usted... ¿Lo sabía? Usted sabía de esto, lo planeaste... Todo, tú estuviste ahí...

Su dedo índice señalaba a Yona, daba pasos hacía atrás aún cuando sus piernas temblaban de miedo.

—¡Sabías que yo iba a morir en esa casa! ¡Estoy destinado a morir y lo sabes! ¡Yo voy a morir!

Gritó con enojo. Su cuerpo temblaba de miedo, la idea de morir jamás había cruzado por su mente, una ola de decepción caía sobre sus hombros, doblándolo hasta caer al suelo, como si las emociones fueran físicas y se notará el peso que tenían sobre él. Su alma y corazón morían de dolor.

—Morirás... De eso no hay duda, ¿Que te asusta? Los humanos nacen, viven y mueren, algunos su tiempo de vida es menor, gente muere a diario por causas naturales, enfermedades, accidentes, desastres... Dolor... Tú vas a morir tarde o temprano, esperarás a la muerte como una amiga, sentado esperando a que te tome la mano y te lleve al otro mundo, así es el ciclo de la vida, ya deberías saberlo ¿No? Sin embargo, ¿Por qué tirarte a esperar morir? ¿No tienes sueños? ¿Motivos? ¿Crees que todo está perdido? Te sientes...

—Vacío

Completo la frase antes que terminara de hablar el hombre. La mente de Derek estaba en blanco, no podía con todo lo que estaba ocurriendo, tan rápido había cambiado su vida.

—Hmm... ¿Quieres morir? Adelante—señaló un árbol del jardín, un encino viejo que tiraba sus hojas por el clima frío— Toma la cuerda que está en el suelo, átala, amárrala al rededor de tu cuello y suicídate o si bien lo prefieres....

El hombre sacó una botella de su saco, un frasco pequeño de color ámbar, se lo extendió.

—Fentanilo, dejaras de respirar y causaras tú muerte... Tómalo

Había duda en su mirada, las dos opciones estaban puestas, pero ¿Por qué no lo hacía? ¿Qué lo detenía? Fue sujetado por el cuello de la camisa blanca, se escuchó la tapa del frasco caer al suelo; Yona lo había agarrado para hacerle tomar el fentanilo, le daría la muerte que él dudó.

—¿Aún quieres morir?

Habló fuerte hacía el chico, él sabía que el menor estaba en un conflicto mental, solo hablaba sin pensar, se podía ver en los orbes café el miedo que tenía a la muerte.

—Mocoso estúpido, estás jugando con la muerte sin siquiera entenderla, eres un cobarde...

Fue liberado del agarre, el frasco cayó al suelo estrellándose por completo.

Yona se recargó en la barda donde momentos atrás estaba el chico caminando, Derek había bajado al suelo cuando comenzó a leer la primer página; hubo un momento de silencio entre ambos, el menor se sentía como un chiquillo regañado por su padre, estaba avergonzado.

—Quiero tu vida

Rompió el silencio, una petición extraña a oídos del castaño, a veces Yona podía decir cosas muy profundas y de doble significado, era un hombre con la mente tan perspicaz que era todo un juego hablar con él, nunca se sabía si sus palabras tenían buenas o malas intenciones, el hombre vivía para engañar, escalar a la cima y tomar el poder, aplastaba a quien se le antojaba, manipulaba a su conveniencia e incluso mataba lo que le impedía avanzar.

—¿Qué hará con mi vida?

—Lo que haga no te incumbe, sino quieres tú vida, dámela a mí, yo le daré un uso en tú lugar... Tal vez le de un significado, un propósito para que no mueras, motivos que te hagan querer estar vivo hasta que llegue tu muerte...

Una marioneta, persona de carácter débil y poca voluntad que se deja manipular por alguien, esa iba a ser la definición de su vida por Yona.

—No me mires así, mira a tu alrededor, tal vez encuentres motivos

Comentó el hombre al ver al castaño mirarlo fijamente, no habían cerrado un trato.

Derek por su parte, al oír que buscara un motivo, no podía ver nada, tal vez porque seguían en aquel miserable jardín, por que no había "nada" que le diera motivos, personas a las cuales él pudiera decir "quiero vivir".

Entonces ocurrió, Ophelia caminaba por la casa -se le veía a través de uno de los ventanales- arrastrando a dos niños del cabello.

—Ophelia duerme a las doce de la noche, ni un minuto más, ni un minuto menos, la puerta está asegurada con una silla, siempre abre su ventana y en el buró junto a su cama, en el segundo cajón esconde un picahielos...

Comentó Yona antes de sacar un cigarrillo, prenderlo e irse de aquel jardín oscuro.

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Aún recordaba su primer encuentro con Ophelia, le había regalado agua en su primer día.

La mujer de cabello gris le había recibido luego de haber sido castigado por Bennett, su espalda ardía por los azotes dados con anterioridad, reprimía las lágrimas.

—Llorar no te va a servir de nada, con el maestro Yona el sentimentalismo no existe... Anda, trágate esto—dijo la mujer mientras le extendía un recipiente con agua— De ahora en adelante será lo único que tendrás gratis, la comida vas a tener que ganártela... Aunque viendo tu estado, pareces de esos chiquillos quisquillosos con la comida, seguro llorabas si algo no te gustaba...

—Cuatro

—Sabes contar, que listo—mencionó con sarcasmo mientras lo veía tomar agua—.

—Cuatro cubos de soja texturizada, una taza de té para acompañar, día, tarde y noche, no conozco otro sabor que no sea ese, la dieta de los encargados es importante...

Ophelia miró al niño con cierta curiosidad, ella desconocía la alimentación en otros países, el pequeño era delgado para su edad.

Tal vez no fue el mejor encuentro entre ambos, la convivencia a futuro fue igual o peor, pero Ophelia se aseguraba de educar a los niños que residían ahí; había gritos, reclamos y castigos pero si había algo que no podían negar de ella, era su habilidad al enseñar, sus métodos algo ortodoxos no eran la forma de educar, pero sus resultados eran perfectos, en poco tiempo les había enseñado a cocinar, coser ropa en el caso de Sahika, incluso se había tomado la molestia de darles clases en algunas materias básicas como: matemáticas, literatura, ciencias, Ophelia antes de volverse la señora amargada que conocían, había sido una maestra que se jubiló luego de la muerte de su esposo, eso habría sido hace 10 años.

Derek veía a la mujer dormir sobre la cama con mucha tranquilidad, no mentiría si decía que era la primera vez que no se le veía con el ceño fruncido, Ophelia abrió los ojos.

—¿Me darías algo de agua por favor?

—¿Por qué sigues despierta?

—Quiero agua antes de morir, quiero beber antes de comenzar mi camino por el mundo de los muertos... Derek, yo no soy una mujer estúpida, todo este tiempo lo sabía... Aun recuerdo la primera vez que nos conocimos, yo te regale agua para que comenzaras tú camino en este infierno en vida, traté de enseñarte en poco tiempo lo necesario.... No soy una madre ejemplar, mi hija me abandonó por un hombre, desquité mi coraje en una niña, todos los días lamento el daño que les hice... Solo espero que mi poca enseñanza les sea de utilidad... Tus ojos reflejaban miedo, te aterra el mundo en el que vives ahora, pero si te sirve de algo... Quiero que me odies incluso muerta, ódiame, recuerda todas las veces que te pegué en castigo, todas las veces que les pegué a los otros niños, quiero que ese odio te de motivos... El motivo de vivir para proteger a los demás... Yona es un hombre astuto, no confíes en él después de mi muerte... Ya no estaré para protegerlos...

La mujer se acomodó en la cama al ver como el castaño le extendía un vaso de vidrio con agua, bebió el líquido antes de volver a recostarse.

—En el buró, segundo cajón... Hay un pica hielo, ya sabes que hacer...

—Si ya lo sabes, ¿Por qué no te vas?

—¿Me perdonarías si me fuera?

Hubo un silencio entre ambos, el menor ya no sabía qué hacer para ese punto.

—No... No te perdonaría, pero no tengo por qué matar a alguien que se preocupaba en silencio... Ophelia, escapemos juntos, los dos sabemos la verdad de Yona, abandonemos este lugar, huyamos junto a mis hermanos de este sitio, construyamos una nueva vida... Los dos moriremos, pero no es el momento... No quiero terminar con la vida de alguien y tampoco...

La puerta de la habitación fue abierta, interrumpiendo el momento, Ophelia se levantó de su cama para ver a quien había ingresado.

—Señor Bennett...

Habló con la voz temblando, un nudo en su garganta se formaba.

—Solo vine a supervisar a Derek, hice un pequeño cálculo.... Para las doce con treinta minutos ya debía haber terminado, ¿Qué sucedió?

—No sucedió nada, todo está bajo control...

El hombre caminó hacia ellos, como una bestia acechando a su presa, hizo a un lado al castaño que se encontraba a un lado de la cama de Ophelia, abrió el cajón del buró que había, de ahí sacó el pica hielo que estaba guardado, un utensilio que se volvería el arma que mataría a la mujer de cabello grisáceo.

—Toma, haz el trabajo ahora y frente a mi...

Ordenó Yona hacía Derek, este le había jalado del brazo y en su mano puso el pica hielo, tanto Ophelia como el castaño sabían a qué se refería con "hacer el trabajo" -Ophelia esperaba la muerte-.

—No voy a matarla... Ophelia no tiene por que morir, la odio, de eso no hay duda, sin embargo, ella no mere-...

El tiempo fue tan rápido pero el momento se sintió como en cámara lenta.

Yona no había dudado ni un segundo, sujetó la mano que tenía el picahielos y de un movimiento preciso, llevó el brazo del castaño hasta el cuello de la mujer, atravesó la piel justo en la yugular interna, provocando una muerte en cuestión de segundos, el líquido vital había salpicado las almohadas y rostro del menor, la escena era grotesca a vista del castaño, Yona terminó soltando el brazo del chico; Derek no comprendía cómo no soltó el picahielos en ningún momento, fue como si no tuviera la necesidad de impedir aquella muerte, él mismo había dicho que Ophelia no merecía morir, tal vez muy en el fondo de su corazón... Realmente la quería muerta.

La mujer murió con los ojos abiertos, sus orbes oscuros habían quedado sin vida, su boca entreabierta y su cuello derramando sangre, las almohadas habían quedado manchadas en su totalidad por el líquido, de cierta forma a Derek le aterraba aquella escena pero a la vez un sentimiento enfermizo de satisfacción se concentraba en él.

—Yona, ¿Por qué la escena me resulta tan satisfactoria?

—Los humanos tienen un poco de locura su cabeza, por más normales que parezcan, el deseo de matar a alguien siempre estará albergado muy en el fondo de su ser... Tal vez el que la hayas matado calmó esa sed de matar algo o alguien...

Comentó el mayor quien ahora sacaba de su bolsillo un cigarro y encendedor, prendió este una vez lo puso entre sus labios, dio una larga calada para luego expulsar el humo.

—¿Pensaste mi propuesta?

—Con una condición...

—Te escucho

Habló el hombre mientras se dedicaba a su cigarro muy concentrado.

—Mi vida, úsala a tu antojo, manipúlame como más desees... Pero no toques a Izar, Sahika y su hermano...

—¿Qué ganas con esos tres?

—Vivir... Ellos serán mi razón de vivir... Por ahora

—Ten en cuenta que con la muerte de Ophelia ya nada será como antes

—Estoy consciente que tarde o temprano voy a morir... Quiero burlarme de mi amiga la muerte antes del día en que vaya con ella...

Yona retiró el cigarrillo de sus labios, sonrió con cierta arrogancia; tomó la misma mano con la que Derek sujetaba el pica hielo minutos atrás y en la palma de está, apagó el cigarrillo, frotándolo hasta crear una pequeña quemadura.

—Es un trato mocoso...

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