Capitulo X -Insania
No existen recuerdos más activos y vigorosos que aquellos que se esconden detrás del velo misterioso de la amnesia —"Los amantes bajo el Danubio" Federico Andahazi
Insania
Todo está muy oscuro, frecuentar estos lugares se está volviendo algo normal en mí. Me encuentro tirada en el suelo con un fuerte dolor de cabeza, no sé si estoy soñando o si esto es real. Trato de moverme y me apoyo de un árbol en un vano intento de no caer, en ese preciso momento entiendo donde me encuentro, en un bosque... otra vez.
Hay fango y el suelo está muy resbaloso, al parecer estuvo lloviendo, mi ropa esta mojada y sucia y por lo que percibo es reciente. Empiezo a caminar sin dirección alguna sin saber que llegaría a parar en una choza, al entrar veo como toda la casa esta revuelta y hay cosas rotas en el piso, al adentrarme más encuentro a una mujer tirada en el suelo; rápidamente me dirijo hacia ella e intento tomarle el pulso pero no hay nada, esta bañada en sangre sin tener algún signo vital. Reviso la casa en busca de algo pero no hay nada, está completamente sola.
La desesperación empieza a invadirme y no sé el por qué, solo estoy en una choza abandonada en medio del bosque con una mujer aparentemente muerta, salgo a buscar algo que sea de ayuda, me llevo las manos a la cabeza y trato de respirar de manera adecuada, a lo lejos veo como una pequeña cosa brilla, me acerca y encuentro un... brazalete, me agacho a tomarlo y lo reviso, escucho ruido detrás y lo guardo en mi bolsillo trasero.
Corro hacia la casa y ahí está un hombre alto, muy robusto y con cara de querer matarme, el alza su mano derecha levantando un hacha y podría jurar que me torno totalmente blanca, empiezo a dar pequeños pasos hacia atrás intentando acercarme a la salida, el me mira fijamente y cuando capta mis intenciones se abalanza sobre mí. Empiezo a correr lo más rápido posible, y lágrimas empiezan a llenar mis ojos, odio tener este sentimiento, odio tener que repetir esto una y otra vez; intento parar los sollozos que amenazan con salir, para solo enfocarme en correr y sobrevivir.
El maldito bosque es inmenso ¡Siempre lo es! Pero esta vez ya no hay choza donde pueda refugiarme; siento que la bestia que me persigue esta cada vez más cerca y como si fuera posible el temor me invade aún más. Me toman del pelo aventándome al suelo y al caer todo duele en mi, levanta su hacha y me ruedo haciendo que esta caiga a centímetros de mi rostro, cuando intenta tomarla agarro una roca al lado mío y le doy con ella en el rostro, se quita de encima de mi e intento arrastrarme pero me toma de los talones, imágenes invaden mi mente y no sé de donde saco las fuerzas para patearle e irme, corro y al mirar hacia atrás lo veo retorcerse en el suelo, no sé como lo hice pero corro sin importar que.
El aire empieza hacerme falta, pero no me importa, no paro de correr por nada en el mundo. El final del bosque ya es perceptible y ya se escucha el ruido de la cuidad, las lágrimas no paran de caer y el corazón no deja de latir fuerte. Logro salir del bosque y acercarme como puedo a la calle pero mi cuerpo termina perdiendo haciéndome caer a pocos metros de la carretera.
Frio es lo primero que siento, hay algo muy suave debajo de mí y lo abrazo como si mi vida dependiera de ello. Escucho voces distorsionadas y siento como poco a poco voy despertando; al abrir los ojos lo primero que observo es que no estoy en mi cama, ni en mi habitación y mucho menos en mi casa. El desespero empieza a invadirme por no saber qué hacer ni que pensar pero me calmo cuando observo las personas paradas delante de mí observándome con preocupación.
—Yo... ¿Qué hago aquí? — mi voz sale en un pequeño susurro. El se acerca a mí y se sienta a mi lado por un momento pienso en apartarme pero no lo hago.
—Blair, ¿Cómo te encuentras? ¿Estás bien? ¿Te duele algo? — pregunta Jayden examinando mi rostro con sus ojos.
Asiento aunque todo mi cuerpo duela, no sé en qué circunstancias he llegado aquí y por eso no quiero decir nada, me siento extraña, lejos de mi misma. Quito mi vista de Jayden para observar a Dante y Alexis quienes se encuentran parados en una esquina sin decir nada, al percatarse de mi mirada ambos me dan una sonrisa que se me hace de consuelo.
—Aún no me han dicho que hago aquí — Jayden dirige la vista hacia los chicos para después volver a mirarme.
—Nosotros...— se aclara la garganta — nosotros te encontramos a orillas de la carretera, fuera del bosque. Íbamos los tres en el auto retornando de Oxford cuando Alexis te vio por la ventana.
Todo dentro de mi queda en blanco y mi memoria empieza a trabajar ¿Acaso...? ¡No! Sacudo mi cabeza y los miro, ellos perciben todas mis dudas reflejadas en mi rostro.
—No sabemos qué hacías ahí, Blair. Te encontramos justo como estas ahora y te trajimos a la casa de Jayden, no sabemos por lo que hayas pasado y por eso no optamos llevarte a tu casa — Dante se sincera y mirando sus ojos me doy cuenta de que no miente.
Llevo mis piernas a mi pecho y me abrazo a mí misma, no quiero pensar que las imágenes que se reproducen una y otra vez en mi mente tienen algo que ver. Un bosque mojado, una choza y la sombra de un hombre alto; eso es lo que tiene a mi mente en bucle desde que desperté.
—Chicos, creo que deberíamos dejarla sola un tiempo, quizás pueda pensar y relajarse un poco —por primera vez Alexis habla, sale de la habitación seguido de Dante, unos minutos después Jayden se para de la cama, camina hacia la puerta pero se detiene, gira un poco su rostro para mirarme y después sale cerrando la puerta.
Miro mis manos y mi cuerpo, estoy totalmente sucia de barro, mis pantalones están un poco rasgados al igual que mi blusa pero en esta hay un poco de sangre, mi corazón late un poco más rápido, me reviso pero no tengo heridas lo que me hace relajarme parcialmente, no tengo mis zapatos por lo que supongo me los quitaron al traerme aquí. Observo la habitación y parece ser la que usan para sus invitados.
Es amplia, hay un armario, una televisión frente a la cama y un escritorio, veo una puerta que seguramente debe ser del baño, me siento en la cama y algo me molesta en los bolsillos, llevo mi mano a mi bolsillo trasero y saco lo que hay en él, es un... brazalete.
Es mi brazalete, mi madre me la regaló cuando cumplí quince años, recuerdo entre las imágenes que se reproducen en mi mente que lo sostenía en mano y lo raro es que no lo percibo como un sueño, se siente muy real y me da miedo, mucho miedo.
Lo que estoy recordando me atemoriza, siguen siendo confusas las imágenes pero igual de desalentadoras. Un nudo empieza a formarse en mi garganta y me paro a ducharme. Algo tiene que haber dentro de los armarios, los reviso y efectivamente pensaron en que me gustaría quitarme la suciedad que llevo, hay unos pantalones jean negros con una blusa holgada y unos tenis, al lado hay una toalla, los tomo para dirigirme al baño.
Abro la llave y el agua tibia empieza a caer sobre mí, miro mis manos y al salir el barro solo queda la sangre seca, cierro los ojos apretándolos y niego al momento que siento como más recuerdos llegan a mí y esta vez ya no son solo imágenes.
Escucho la voz de una mujer, en ella hay dolor y desesperación, también escucho pasos que se hacen cada vez más fuertes, lágrimas se escapan de mis ojos y los abro para mirar el techo, doy un respiro profundo tratando de tranquilizarme, con jabón froto mi cuerpo eliminando todo rastro de suciedad, tengo moretones en las muñecas, brazos, muslos y en mi abdomen, duelen un poco pero es algo que puedo soportar.
Salgo del baño y me siento en la cama, mi mirada se pierde en la puerta y no puedo dejar de pensar en la posibilidad de que los recuerdos no sean de un sueño, tengo que dejar de engañarme a mi misma y mirar las cosas como son, aunque me cuesten y me duela.
En el fondo se que no es un sueño, la condición en que se encuentra mi cuerpo lo afirma, la culpa y el arrepentimiento empiezan a invadirme, no puedo dejar de verme como la culpable, tomé mis pastillas quizás no como debía pero lo hice...me encontraba bien. No entiendo por qué ahora... no se como esto ha sucedido.
Ahora las lágrimas están acompañadas de los pequeños sollozos que se escapan de mí. Pienso en lo que pude llegar hacer, siempre pierdo la maldita memoria en los episodios aunque esta vez es diferente, antes recordaba, sí, pero solo eran imágenes sin sentido y sin orden alguno, cosa que no está pasando ahora.
Tomo el brazalete que se encuentra sobre la cama y lo veo, está un poco sucio de tierra y fijándome en eso recuerdo como la encontré fuera de la choza, cierro los ojos en un impulso de valentía para darle cara a las sombras de mis recuerdos.
Estoy ahí parada delante de la puerta, parezco que estoy fuera de mi misma, las palabras que digo no tienen coherencia, no me entiendo; delante hay una chica rubia, no debe tener más de veinte años, ella empieza a retroceder cuando me ve acercarme a ella, me grita que pare, pero hago caso omiso, sus ojos se llenan de lagrimas y sus labios tiemblan, pero al parecer no me importa ya que me lanzo sobre ella.
Abro los ojos sobresaltada y no reacciono, no me muevo. Seguramente todo está mal, quizás las cosas no sean así, pienso en la sangre que manchaba mi cuerpo y en la chica rubia, niego frenética. Es imposible yo jamás haría algo así, no atentaría contra otra persona.
Mi cabeza empieza a dar vueltas mientras yo rondo por toda la habitación ¿Será posible? La sola idea de dañar a otra persona me pone los pelos de punta, la desesperación llega a mí y nuevamente me convierto solo en lágrimas
Lo nuevo: soy estúpida y asesina.
Me hago un ovillo en la cama, no me quiero mover, no quiero pensar, no quiero respirar. La conciencia me pesa aunque no recuerde el momento en sí, pero siento como mi alma se hunde ¿Por qué ahora? De todas las veces que he pasado por un episodio ¿Por qué ahora tengo que recordar?
Mis ojos duelen, al igual que mi cuerpo y mi alma, perdí la noción del tiempo, no sé cuánto llevo así y tampoco es que me importe. La puerta se abre y no me muevo, a mis pies la cama se hunde y percibo por encima de la tela que me arropa como alguien posa sus manos en mis pies.
— ¿Cómo te encuentras? —pasan unos segundos y no me molesto en decir nada — ¿Quieres charlar sobre lo que pasó — Jayden vuelve hacer un intento para recibir alguna respuesta sin lograr resultados —Blair... dime algo por favor.
—Soy una horrible persona — mi voz sale ronca, me siento para poder mirarlo a los ojos —no deberías dirigirle ni siquiera la mirada a alguien como yo... soy un mounstro, ni siquiera puedo controlarme a mi misma —lágrimas vuelven a salir y siento que es lo único que sé hacer bien, llorar.
El se acerca a mí y limpia las lágrimas en mi rostro.
—No eres un mounstro ni una persona horrible —dice mientras acaricia mi rostro sin apartar su mirada de la mía.
—No sabes lo que he hecho —digo en casi un susurro.
—Estoy seguro que cualquier cosa que hayas hecho no es tu culpa por lo tanto no te convierte en un mounstro — me da una sonrisa sincera e intento devolvérsela.
No sé en qué momento le pedí a la vida que me devolviera a este chico, pero me alegro de que lo haya hecho, le sonrío aunque esta no llegue a mis ojos.
— ¿Prometes no mandarme a la mierda si llegas a descubrir lo que realmente soy? — no sé porque su respuesta me importa tanto pero estoy como si mi vida dependiera de ello.
— Dudo que alguna vez mis ojos te vean con repulsión, Blair. No te mandaría a la mierda ni aunque viviera en ella.
Mi corazón da una vuelta por completo y me siento aún más sensible de lo que ya estaba, mi cerebro no es capaz de procesar una respuesta y solo me quedo viéndolo, sus ojos , sus mejillas salpicadas por pecas, sus cejas pobladas y la la frente donde se forman pequeñas arrugas cuando no entiende algo
—Deberías dejar de mirarme así, cerebrito — dice parándose y cortando toda la conexión que teníamos.
— ¿Cerebrito?
—Pareces uno cuando no entiendes algo— me guiña un ojo — oye no quiero molestar pero ¿Por qué no llevas ropa?
Me mira desde los pies hasta la cabeza y siento como si me arrancara el alma, aún llevo la toalla y no me había percatado.
—Deja de mirar, pecas —el arquea una ceja — ¿O prefieres Jay-Jay?
—Prefiero pecas, descuida — se dirigía hacia la puerta pero se da la vuelta —si prefieres quedarte, no hay problemas, puedes hacerlo el tiempo que gustes.
—Sinceramente no tengo ganas de irme a casa, si puedo pasar un día aquí estaría perfecto.
Y es cierto no quiero llegar en estas condiciones y que mi padre me reproche y me haga sentir mas peor por el hecho de haberme descuidado con los medicamentos.
—El tiempo que quieras —sale dejándome sola nuevamente y los sentimientos no se han ido, aún siguen ahí.
Me pongo algo cómodo que encontré y no me molesto por querer salir, cierro todas las cortinas para quedar en total oscuridad y me acuesto sobre la cama tratando de que mi mente no vuelva al bosque oscuro.
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