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Capítulo I-Reencuentro


Reencuentro

Ha pasado exactamente una semana después de que desperté en la habitación del hospital, pude hablar con mi padre y su amiga, Lisa. Me contó como llegué a parar allí, resulta que gracia a la enfermedad que padezco desde hace poco más de cuatro años, debido a un incidente ocurrido. Durante un lapso de tiempo indefinido pierdo la conciencia y puedo llegar a hacer cosas sin recordar después  o entrar en un estado de somnolencia y soñar o imaginar sucesos.

En un principio me diagnosticaron sólo una simple amnesia pero todo fue escalando hasta llegar a ser diagnosticada con trastornos disociativos.

Se supone que llevo medicamentos para tratarlo pero digamos que muy puntual no soy a la hora de tomar mis pastillas, bueno, a la hora de nada, lo cual me trae problemas constantemente con mis responsabilidades como justo ahora. Cuando voy sumamente tarde a la universidad,  hace más de diez  minutos tuve que haber pasado a recoger a Violeta, mi mejor amiga y la cual no para de enviarme mensajes y llamadas. Tomo mi celular, mis llaves y mi bolso, salgo de la habitación y me dirijo al comedor donde me encuentro con mi hermano menor, Piero, quien se encuentra más concentrado en el juego de monitos en su celular que en terminar su desayuno.

—Me pararía a decirte lo ridículo que te ves, pero no tengo tiempo. —Tomo una de las galletas que se encuentran sobre la mesa.

—Descuida, como quiera no he pedido tu opinión —dice guiñándome un ojo y algo de burla se filtra en su rostro.

Decido evitar la absurda discusión que podría formase e ignora la repuesta de mi hermano.

—¿Sabes si papá y Bahir ya se fueron?

—Creo que vi a dos personas parecidas a ellos salir hace media hora, pero nada seguro —comenta más concentrado en su juego que en cualquier otra cosa.

—Bien, no tengo tiempo para quedarme a platicar contigo además, ya deberías estar de camino al instituto, así que termina el desayuno y vete. —Salgo del comedor con dirección al estacionamiento.

—No sé para que te preocupas si siempre vas tarde. Mira la hora —me grita Piero desde el comedor.

Lo ignoro y salgo de la casa, afuera esta Doménico esperándome junto a mi auto, es el hombre de confianza de mi padre, es prácticamente su mano derecha y lleva trabajando con el más de diez años.

—Buenos días, señorita Hill. Tarde otra vez —me recibe con una suave sonrisa en señal de saludo y abre la puerta del conductor para que yo pueda entrar.

—Buenos días, Dom, tarde como siempre. —Le devuelvo la sonrisa mientras entro al auto y acomodo el asiento a mi gusto.

Empiezo a conducir en dirección a la casa de mi amiga, quien debe estar en modo erupción; enciendo la radio y busco mi emisora favorita, minutos después estoy tocando bocina delante de la casa de Violeta, ella ya viene saliendo a paso apresurado.

—Me dijiste cinco minutos, Blair Joseline Hill Lombardi, y han pasado cuarenta minutos —dice entrando al auto.

—Podrías solo no decir mi nombre completo, no es del todo de mi agrado, y también me da gusto verte, Vilu.

—No te hagas la graciosita y mejor vámonos.

—Bueno, vamos tarde como quiera, que hace un minuto más, un minuto menos, es lo mismo.

—¡Blair! —su grito entra con fuerza en mi tímpano desconcertándome por unos segundos.

—Está bien, no más bromas. —Arranco el auto y conduzco hacia la universidad, me concentro en el camino mientras Violeta va pendiente a su celular sin decir nada. Pasan unos pocos minutos hasta que por fin decide hablar.

—No me has comentado nada sobre lo que paso hace unos días ¿Te encuentras bien? —Hubiera  preferido que se quedara callada —pregunta dirigiendo su vista hacia mí, no la veo pero puedo sentir sus ojos en mi rostro.

—En sí todo es confuso, como siempre. —Tomo una pausa—. Casi nunca recuerdo nada y cuando lo hago son imágenes efímeras sin sentido. Lo que pasó hace una semana es lo que ha estado pasando desde hace más de tres años y para serte sincera no sé si me acostumbre, llega a tal punto que todos a mi alrededor fingen no saber nada solo para no tener que tocar el tema.

En ocasiones es algo que me duele, el que finjan que soy igual que ellos y que nada está mal en mi.

Mi vista se desvía un segundo hacia Violeta, ésta se queda mirando fijamente un punto especifico, pareciera estar navegando entre sus pensamientos.

—Quizás tengan una razón para no hablarte sobre el tema. —Su mirada sigue pérdida en la nada—. O quizás no sea así. —Parece volver en sí —¿Quién sabe?

—Sí, quién sabe —le otorgo la razón repitiendo la idea en mi mente.

—Bueno, para cambiar un poco de tema ¿Escuchaste lo que le pasó a Melisa? Bueno supongo que no —se contesta a si misma —encontraron a su padre muerto a las afueras de Ashford. Ocurrió hace dos semanas —dirige su vista hacia mi —no se ha dicho nada sobre el caso ni sobre ella y su familia, nadie los ha visto en el pueblo desde el acontecimiento.

—¿Cuál era su nombre, el del padre?

—Iván González.

—Me suena vagamente familiar —digo mientras entrecierro los ojos.

—Claro que te suena familiar —responde con algo de reproche en su voz —, era el gerente del banco central, eso ha hecho que todo sea un alboroto.

—Me lo imagino. —El que un hombre tan poderoso como él sea asesinado es más que motivo suficiente para que toda la cuidad está hablando sobre el suceso.

Llegamos a la universidad y me estaciono.

—Estimada señorita, hemos llegado a su destino. —Sonrío con diversión al tiempo que Violeta blanquea los ojos. Salimos del auto y miro la hora en mi reloj de mano.

—Mi primera clase terminó hace diez minutos, ¿La tuya?

—La mía termina dentro de cinco minutos.

Me doy la vuelta y empiezo a caminar en dirección a la cafetería, escucho como suspira  y camina detrás de mí, al llegar veo a William, mi mejor amigo, sentado y nos dirigimos hacia su mesa.

—¡Pero si son Pinky y Cerebro! —se levanta de su asiento y nos abraza a ambas. —¿Estaban planeando su próximo asalto?

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no me digas así? —Violeta alega sentándose y poniendo su bolso sobre la mesa.

—No lo sé, ya no las cuento. —Voltea a verme —¿Cómo estas, Cerebro? Te extrañé mucho. —Me abraza y me gusta la calidez con que lo hace.

—Pues ahora estoy mejor —digo mientras le devuelvo el abrazo a mi amigo, siempre me he sentido segura entre ellos dos a pesar de que no soy una persona tímida mi círculo cercano se resume a ellos.

—Bueno, no es para exagerar pero tienes mucho de que ponerte al día señorita, así que tome asiento. —Se aleja de mí y toma asiento frente a Violeta.

—Eso le dije —inquiere mi amiga y yo los miro divertida por lo chismosos que salieron.

Empiezan contando sobre una maestra que ha llegado a la universidad y parece ser la persona más rara del mundo en todos los aspectos posibles, sobre el escándalo de la muerte del gerente del banco y sus conspiraciones, sobre los típicos chismes de las señoras divas de la universidad, y etc.

—Creo que no me perdí de tanto realmente.—Termino el vaso de yogurt que le quité a William, giro mi cabeza a la derecha al sentir una mirada fija en mí, con la mirada recorro el lugar pero no veo nada relevante.

—¿A quién buscas? —pregunta William siguiendo mi mirada.

—A nadie, pensé que me estaban observando. —Retomo mi posición sintiendo una presión en la espalda.

—Chicos, tengo que irme, aún me queda un día completo, nos vemos luego. —Violeta se para de su asiento y nos tira un beso.

—Yo también tengo que irme ¿Quieres que te acompañe a algún lugar, Blair? —William dirige su mirada a mi rostro.

—No, está bien, me quedaré un rato más, nos vemos después. —Le tiro un beso y el finge atraparlo.

Cuando estoy totalmente sola siento una incomodad, cómo si alguien me estuviera vigilando, estoy en una de las cafeterías localizadas a las afuera de la universidad y aunque miro a todas partes no veo a nadie que parezca observarme. Los minutos pasan y aunque el malestar continua aprovecho para completar algunos apuntes, hoy no me tocan tantas horas de clases por lo cual tengo tiempo libre. Me sumerjo en los trabajos y pierdo la noción del tiempo hasta que siento que alguien se sienta delante de mí, alzo la mirada y me topo con unos ojos avellana muy claros, parecidos a la miel los cuales me miran fijamente.

—Blair —dice el desconocido sin más y el que sepa mi nombre me saca de balance.

—Disculpa, ¿tú eres? —el chico alza las cejas, al parecer el hecho de no reconocerlo le sorprende.

—¡Wow!, me ofende el que no me reconozcas debo admitir, no creo que me haya ido por tanto tiempo. —Una sonrisa burlona decora sus labios.

—Realmente no tengo la mínima idea de quien sea. —Abandono lo que estaba haciendo para mirarlo fijamente y por mi expresión parece notar que no ando con rodeos.

—Jayden Davis, tal vez te suene —dice con total seriedad, mi mirada descansa fijamente en él, este chico en absoluto es Jayden.

Lo veo detenidamente, el Jayden Davis que vi por última vez era mucho más joven, sus padres se mudaron de Ashford y él se fue con ellos hace años, para eso el tenia doce años y yo diez, lo conozco porque aparte de haber estado en el mismo instituto, nuestros padres eran amigos y socios, pero a los señores Davis le surgió una oportunidad de negocios más factibles y se fueron de la cuidad.

Creció bastante, el pelo castaño lo lleva un poco largo en ondas, desde donde estoy puedo ver que las pequeñas pecas sobre sus mejillas y nariz ahora son más perceptibles.

Aunque los años hayan pasado puedo notar esa curiosidad y misterio que su mirada siempre me ha trasmitido

—Jayden... cuanto tiempo. —Mi voz expone el asombro y la confusión que experimento.

—Digamos que me fui por unas pocas temporadas. —Me dirige una cálida sonrisa.

—¿Qué haces aquí? Me refiero a la cuidad y a este lugar en específico.

—Mis padres decidieron que querían volver a su ciudad natal —responde mientras juega con uno de mis apuntes —y aquí en la universidad, porque tengo que continuar mis estudios —dirige su mirada hacia la mía.

—Entonces... que curioso que estés sentado aquí. —La duda se filtra en mi voz y no es para menos, lo último que me esperaba era reencontrarme con un viejo conocido.

—De lejos te me hacías familiar y de cerca lo confirmé, en realidad no has cambiado mucho y me motivé a saludarte —suelta con simpleza mientras observo lo relajado que se encuentran sus hombros y la seguridad que transmite de sí mismo.

—¿Hace mucho volviste a la cuidad? —Me permito preguntar ya que la curiosidad sobre él aumenta.

—No, regresamos hace casi una semana.

—¿Siguen en su antigua casa?

—Sí, mamá nunca quiso dejarla así que nunca la vendieron ¿Están todas sus dudas resuelta señorita?

—Supongo. —Algo de vergüenza se cuela en mi expresión, a veces aunque no sea conscientemente toda mi curiosidad sale a relucir.

Me regala una sonrisa, se levanta de su asiento y añade:

—Ha sido un placer volver a verte, Blair, espero nos volvamos a encontrar pronto.

Se marcha y yo me quedo aquí mirando el lugar por donde se acaba de ir pensando en lo que acaba de pasar. 

Salgo del trance que mis pensamientos crearon, recojo todas mis cosas y me dirijo fuera de la cafetería, aún me queda una clase por ende no puedo quedarme aquí pasmada pensando en lo ocurrido como toda una tonta.

                                           ...

Mientras me dirijo a mi auto después de terminar mi clase recibo una llamada de mi padre.

—Blair, cenaremos todos juntos esta noche, hay temas que debemos hablar en familia, te espero a las siete cariño.

Sin decir nada más cuelga la llamada y yo me dirijo a mi casa dispuesta a llegar para finalizar este día. Seguramente lo que mi padre tenga que decirnos está involucrado con la situación que se está viviendo en la cuidad así que lo mejor sería irme a casa.

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