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★Lo Que No Se Dice★


"Cuando la mente se quiebra, las piezas ya no encajan; lo que alguna vez fue claro se vuelve un laberinto."

El pasillo estaba desierto. La quietud que lo envolvía tenía un aire casi pesado, como si la ausencia de movimiento lo transformara en algo tangible. Me detuve en medio del corredor, esforzándome por calmar mi respiración. Aún sentía el escalofrío que había dejado el breve encuentro con Taehyung, como si su presencia se hubiera adherido al ambiente, incapaz de desvanecerse. Sus palabras me perseguían, repitiéndose como un eco en mi cabeza: "Los que viven aquí. Él no es amable".

¿De qué hablaba? ¿De alguien más? ¿O acaso se refería a sí mismo? Había algo en su tono, un matiz de advertencia o de confesión que no lograba descifrar. Frustrado, pasé una mano por mi cabello y seguí avanzando por el pasillo, como si alejarme de ese lugar pudiera despejar las dudas que me asaltaban. Pero la verdad era que no podía dejarlo así. Necesitaba respuestas, aunque eso significara enfrentarme a la caótica complejidad que era Taehyung.

Mis pasos me llevaron hasta el salón principal, donde esperaba encontrar a Jimin. Era mi único apoyo aquí, la única persona que conseguía hacer que todo pareciera menos asfixiante. Sin embargo, no estaba allí. En su lugar, vi a un par de enfermeros conversando en voz baja y a otros pacientes dispersos por la sala. Giré sobre mis talones, dispuesto a buscarlo en otro lugar, cuando lo vi.

Estaba en el jardín exterior, junto a alguien más. Me acerqué con paso rápido, mi curiosidad impulsándome, pero cuanto más me aproximaba, más extraño me parecía el ambiente. Jimin hablaba en voz baja con un chico que reconocí de inmediato. Era él: el de cabello menta. El que había estado involucrado en la pelea que presencié hace unos días. El recuerdo de su mirada vacía y su sonrisa casi burlona me puso los nervios de punta.

—Jimin —lo llamé, intentando que mi voz sonara neutral, aunque por dentro me carcomía la inquietud. Ambos se giraron hacia mí, y la expresión de Jimin cambió rápidamente. Era casi imperceptible, pero lo noté: un destello de culpa cruzó sus ojos antes de que volviera a componerse.

—¡Jungkook! —exclamó, sonriendo con una calidez que no se sentía del todo genuina—. ¿Qué haces aquí?

—Podría preguntarte lo mismo —respondí, fijando mi mirada en el otro chico. No parecía intimidado por mi presencia; de hecho, me observaba con una tranquilidad que rayaba en lo inquietante. Había algo en él que no encajaba, como si estuviera jugando un juego al que yo no conocía las reglas.

Jimin soltó una risita nerviosa y dio un paso hacia mí, bloqueando parcialmente mi vista del otro chico.

—Solo hablábamos. Nada importante. Él es Yoongi. Es... bueno, está aquí desde hace tiempo.

—Lo recuerdo —murmuré, cruzándome de brazos—. Estuvo en la pelea. ¿Por qué hablas con él?

La sonrisa de Jimin vaciló, y su mirada se desvió por un instante hacia Yoongi, quien ahora llevaba las manos en los bolsillos y parecía disfrutar de nuestra interacción. Finalmente, Jimin suspiró.

—No es lo que piensas, Jungkook. Pero... no puedo explicarlo ahora.

—¿Por qué no? —pregunté, frustrado—. ¿Qué está pasando, Jimin? Primero Taehyung, ahora esto... ¿Qué me estás ocultando?

Él abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo, Yoongi dio un paso al frente, con una sonrisa ladeada que no auguraba nada bueno.

—Hay cosas que es mejor no saber, Jungkook —dijo con una voz suave, pero cargada de algo que no pude identificar—. Algunos secretos pesan demasiado para quienes los llevan.

No supe qué responder. Había algo en sus palabras, en la forma en que las dijo, que me dejó helado. Antes de que pudiera reaccionar, Jimin me tomó del brazo y tiró de mí hacia el interior del edificio.

—Tenemos que hablar, pero no aquí —murmuró, su voz casi un susurro—. Por favor, solo confía en mí.

Quise replicar, pero algo en su expresión detuvo las palabras en mi garganta. Jimin nunca había lucido tan serio, tan... desesperado. Con un nudo en el estómago, asentí y lo seguí, con la sensación de que acababa de cruzar un umbral hacia algo mucho más oscuro de lo que podía imaginar.

Sentí el aire pesado mientras cruzábamos el vestíbulo del edificio, mis pasos resonando contra el suelo de mármol. Jimin caminaba unos pasos delante de mí, su agarre aún firme en mi brazo, como si temiera que pudiera darme la vuelta y huir. La desesperación en su rostro seguía ahí, pero también había algo más, algo que no podía descifrar.

El pasillo se extendía frente a nosotros, iluminado por luces blancas que parecían demasiado frías, demasiado artificiales. A medida que avanzábamos, comencé a notar detalles que antes no había percibido: las grietas en las paredes, el eco de voces lejanas, el crujir de algún piso distante. Todo me daba la sensación de estar atrapado en un sueño del que no podía despertar.

Jimin se detuvo frente a una puerta de madera vieja y maltratada. Sacó una llave de su bolsillo y la giró en la cerradura con manos temblorosas. Una vez dentro, me soltó y cerró la puerta tras nosotros, asegurándose de girar la llave otra vez. La habitación era pequeña y estaba desordenada: libros apilados en el suelo y una ventana apenas cubierta por cortinas translúcidas que dejaban pasar la luz mortecina del exterior.

—Siéntate —dijo, señalando una silla al lado de la mesa. Su tono era bajo, pero su urgencia era palpable.

Obedecí, con el corazón latiendo fuerte en el pecho. Jimin se quedó de pie frente a mí, pasando una mano por su cabello, un gesto que hacía siempre que estaba nervioso.

—¿Qué está pasando, Jimin? —pregunté finalmente, rompiendo el silencio que comenzaba a volverse insoportable.

Él se giró hacia mí, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y determinación. Se apoyó en el escritorio, cruzando los brazos como si intentara contenerse.

—Taehyung —empezó, y su voz tembló al decir el nombre—. Hay cosas sobre él que no entiendes, que nadie entiende. Y no sé si debería decirte esto, pero creo que ya es demasiado tarde para retroceder.

Mi respiración se volvió más rápida al escuchar sus palabras. El nudo en mi estómago se apretó aún más.

—¿Qué quieres decir? —insistí, mi voz apenas un susurro.

Jimin me miró directamente a los ojos, y la intensidad en su mirada casi me hizo retroceder.

—Él... no es solo alguien con una enfermedad, Jungkook. Es más complicado que eso. Hay algo oscuro, algo que lo sigue, algo que no puedo explicar pero que sé que está ahí. Y cada vez que te veo mirándolo de esa forma, cada vez que tú te acercas a él... siento que estás cayendo en lo mismo.

Mis labios se separaron, pero no salió ningún sonido. Quería decir algo, negarlo, reírme, cualquier cosa que aliviará el peso que sus palabras ponían en mi pecho. Pero no podía. Porque, en el fondo, algo de lo que decía tenía sentido.

—Tú no lo entiendes, Jimin —dije finalmente, con un tono más firme del que esperaba—. Yo... yo no puedo evitarlo. No puedo evitar sentir que hay algo en él que necesito saber, algo que me llama.

Jimin apretó los labios, sus ojos reflejando un dolor profundo.

—Eso es exactamente lo que me preocupa, Jungkook.

Jimin no dijo nada más después de eso. Su mirada, sin embargo, hablaba por él. Era una mezcla de preocupación y advertencia, como si quisiera detenerme, como si supiera que, sin importar lo que dijera, yo seguiría adelante. Y probablemente tenía razón.

Me quedé ahí, en silencio, con su última frase resonando en mi cabeza: Eso es exactamente lo que me preocupa, Jungkook.

No podía dejar de pensar en Taehyung. Había algo en él que no solo me atraía, sino que me desafiaba. Como si me pidiera que lo entendiera, aunque él mismo no pudiera explicarse.

Decidí no responderle a Jimin. En lugar de eso, me levanté y me dirigí hacia la puerta. Sentí su mirada perforándome la espalda, pero no intentó detenerme. Tal vez sabía que sería inútil.

No podía pensar con claridad, todo daba vueltas, quería despejarme un poco de todo.

Con mis pasos lentos comencé a caminar por los pasillos del edificio, hasta que llegue al jardín, ahora a diferencia de antes estaba vacío, las gotas de lluvia caían del cielo y eso no me importaba, solo quería sacar todo de mi cabeza, este lugar estaba volviendome loco, todos los secretos y las personas que son tan misteriosas, como si fueran un rompecabezas a la espera de que los arme.

Una mano se apoyó en mi hombro, de repente la lluvia se detuvo, el doctor Hoseok estaba detrás de mí con un paraguas, mi vista estaba nublada por las gotas que quedaron en mis pestañas

—Jungkook, ¿qué haces aquí afuera? —preguntó Hoseok con su característico tono tranquilo, sosteniendo el paraguas sobre ambos para protegernos de la lluvia.

—Sólo quería despejarme... sentir que puedo respirar. Este lugar se siente tan pesado a veces —respondí, sacudiendo la cabeza como si eso pudiera aclarar mi mente.

Hoseok me miró con una mezcla de comprensión y preocupación. Era una de esas personas que siempre parecía saber exactamente cómo te sentías, incluso cuando no lo decías en voz alta.

—Es normal sentirse así, especialmente al principio. Pero recuerda que este lugar también puede ser una oportunidad para sanar, si lo permites —dijo con calma, su tono casi reconfortante.

Asentí, aunque sus palabras no me consolaban del todo. Miré hacia el jardín, donde la lluvia formaba charcos pequeños entre las piedras del camino. Algo dentro de mí estaba inquieto, como si hubiera una pregunta esperando ser hecha.

—Doctor... ¿Qué pasa con Taehyung? —pregunté finalmente, sin apartar la vista del suelo. La forma en que todos evitaban hablar de él estaba empezando a molestarme más de lo que quería admitir.

Hoseok tardó unos segundos en responder, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—Taehyung... es un caso especial. Ha pasado por mucho, pero está en las manos adecuadas ahora. —Su tono era tan evasivo como esperaba, pero no dejé que eso me desanimara.

—¿Eso es todo? —insistí, mirándolo directamente a los ojos esta vez. Había algo en la forma en que esquivaba el tema que me inquietaba profundamente.

Hoseok suspiró, como si hubiera esperado que lo presionara.

—Jungkook, algunas cosas no son fáciles de explicar. A veces, las personas cargan con historias demasiado dolorosas o complejas como para compartirlas. Es importante respetar eso.

Su respuesta solo aumentó mi frustración. No era la primera vez que alguien hablaba de Taehyung como si fuera un misterio que debía mantenerse oculto. ¿Qué podía ser tan terrible que todos preferían callarlo?

—Pero... ¿por qué todos lo tratan como si fuera un secreto? ¿Por qué nadie habla de él de manera normal? —murmuré, más para mí que para Hoseok.

—No todo el mundo está listo para ser comprendido, Jungkook. Y a veces, la gente necesita tiempo antes de dejar que otros se acerquen a ellos.

El doctor dio un paso atrás, como si diera por terminada la conversación.

—Deberías volver adentro antes de que te resfríes. Y recuerda, si necesitas hablar, mi puerta siempre está abierta.

Lo vi alejarse hacia el edificio, el sonido de sus pasos amortiguado por la lluvia. Me quedé allí, bajo el paraguas que había dejado en mi mano, observando cómo la lluvia seguía cayendo a mi alrededor.

No podía quitarme a Taehyung de la cabeza. Algo no encajaba, algo que todos sabían pero nadie estaba dispuesto a contarme. Y lo que más me frustraba era esa sensación de que, de alguna manera, él quería que lo entendiera, pero no podía acercarme lo suficiente como para intentarlo.

Mientras volvía al interior del edificio, me prometí a mí mismo que no dejaría este misterio sin resolver. Porque, aunque no sabía exactamente por qué, sentía que descubrir la verdad sobre Taehyung no solo lo ayudaría a él, sino también a mí.

Me quedé un rato allí, pensando en que hacer, tal vez era mejor no seguir descubriendo los misterios de las personas que habitan este lugar, mejor me enfoco en solucionar mis problemas, por los que estoy aquí.

Una vez entré al edificio caminé hasta mi habitación, cuando llegué la cama de Jimin estaba vacía, me cambié por mi pijama y me recosté en mi cama.

Cerré los ojos intentando no pensar en ninguna persona, mucho menos en Taehyung. Poco a poco el sueño me atrapó y por fin me pude dormir.

Al día siguiente, mientras caminaba hacia el comedor, vi a Taehyung sentado junto a la ventana en la pequeña sala común, con la luz de la mañana derramándose sobre su rostro. Parecía perdido en sus pensamientos, sus dedos jugando con un hilo suelto del borde de su suéter. Era la primera vez que lo veía tan... tranquilo. Casi vulnerable.

Dudé antes de acercarme, pero algo en mí insistía en aprovechar el momento.

—Hola, Taehyung —saludé en voz baja, temiendo espantarlo.

Sus ojos, oscuros y profundos, se alzaron lentamente para encontrarse con los míos. Por un instante, no hubo reconocimiento en su mirada, pero luego, algo en su expresión se suavizó.

—Jungkook... —dijo mi nombre como si lo estuviera probando por primera vez. Su voz sonó más calmada de lo que esperaba, casi tímida.

—¿Te molesta si me siento?

Él dudó, sus dedos aún jugando con el hilo, pero finalmente asintió. Me senté en el sofá frente a él, sin saber exactamente cómo empezar. El silencio entre nosotros no era incómodo, pero tampoco era fácil.

—Hoy parece un buen día —comenté al azar, señalando hacia la ventana, donde el sol brillaba débilmente entre las nubes.

—No me gusta el sol —respondió él de repente, con un tono que era más dulce que cortante.

Eso me tomó por sorpresa.

—¿Por qué no? —pregunté, tratando de mantener la conversación ligera.

Taehyung encogió los hombros, su mirada volviendo a perderse en el hilo de su suéter.

—Es demasiado brillante... demasiado feliz. Prefiero la lluvia. La lluvia entiende.

Sus palabras me dejaron en silencio por un momento. Había algo poético en la forma en que hablaba, como si cada frase contuviera capas que yo no podía descifrar del todo.

—La lluvia tiene algo reconfortante, supongo. Como si todo el mundo estuviera llorando contigo —aventuré, probando suerte.

Para mi sorpresa, eso le arrancó una pequeña sonrisa.

—Sí. Exactamente.

El cambio en su actitud era evidente. Ya no había rastro del Taehyung distante que había visto antes. En su lugar, este Taehyung parecía más abierto, más humano, aunque todavía un poco cauteloso.

—¿Te gusta dibujar? —pregunté, recordando que lo había visto con un cuaderno en la mano algunos días atrás.

Sus ojos se iluminaron ligeramente, y por un momento, me pregunté si acababa de decir lo correcto.

—Sí. Dibujar me ayuda a calmarme... a sentir que todo tiene sentido, aunque sea por un rato.

—¿Puedo ver algo? —ofrecí con cuidado, temiendo que retrocediera en su caparazón.

Taehyung me miró con algo que parecía una mezcla de duda y curiosidad. Finalmente, sacó un pequeño cuaderno que tenía escondido entre las almohadas del sofá. Me lo tendió sin decir nada.

Pasé las páginas con cuidado, deteniéndome en cada dibujo. Eran en su mayoría paisajes oscuros y figuras abstractas, pero había algo increíblemente expresivo en ellos, como si cada trazo contara una historia que él no podía poner en palabras.

—Son increíbles, Taehyung. Realmente lo son.

Una leve sonrisa apareció en su rostro, pero esta vez no parecía tímida, sino agradecida.

—Gracias.

Por primera vez desde que llegué aquí, sentí que había dado un paso real hacia él. No sabía cuánto tiempo duraría este lado de Taehyung, pero algo me decía que había algo más esperando bajo la superficie. Algo que valía la pena descubrir.

Continuamos en el mismo ritmo. El ambiente entre nosotros era más cálido ahora, casi como si la distancia que había entre Taehyung y yo se hubiera reducido, aunque no completamente. Había algo en él que me fascinaba, algo que me hacía querer seguir explorando.

—¿Qué sueles dibujar cuando estás solo? —le pregunté, todavía con el cuaderno en las manos, como si el arte pudiera ser la clave para entenderlo mejor.

Taehyung se acomodó en el sofá, cruzando los brazos sobre el pecho. Su mirada se perdió por un momento en la ventana, como si buscara una respuesta en el cielo nublado.

—Cuando estoy solo, suelo dibujar... cosas que no quiero pensar. Cosas que están dentro de mí y que no sé cómo sacar. A veces es más fácil expresarme con un lápiz que con palabras.

Me quedé en silencio, procesando lo que decía. Aunque suena sencillo, la profundidad de sus palabras me sorprendió. Me pregunté si alguna vez había compartido eso con alguien más.

—¿Y qué cosas están dentro de ti, Taehyung? —me atreví a preguntar, sintiendo que el momento era propicio para hacerlo.

Él me miró directamente, y por un segundo pensé que se iba a enroscar de nuevo en su burbuja, pero, en lugar de eso, simplemente suspiró.

—Hay días en los que me siento como si estuviera flotando fuera de mí mismo, como si no perteneciera a este lugar. Y esos días, el dibujo es todo lo que tengo para anclarme. Pero no siempre funciona. A veces, las sombras dentro de mí se vuelven demasiado grandes.

Noté cómo su voz se suavizaba con cada palabra, como si estuviera compartiendo algo muy personal, algo que solo él entendía completamente. No quise interrumpirlo, así que me limité a escuchar, sintiendo cómo el peso de sus emociones flotaba entre los dos.

—Te entiendo —dije finalmente, aunque no sabía si era lo correcto. No sabía si Taehyung necesitaba que le diera una respuesta o simplemente necesitaba ser escuchado.

Taehyung levantó una ceja, como si no se lo esperara. Durante un segundo, pensé que iba a reírse, pero en lugar de eso, su mirada se suavizó un poco más.

—¿En serio? ¿Cómo sabes lo que es sentirte así? —preguntó con una leve sonrisa en los labios, aunque parecía más curioso que desconfiado.

No sabía cómo explicarle que, aunque nuestras experiencias eran diferentes, las emociones que ambos compartíamos no lo eran. Así que, simplemente, me arriesgué.

—Porque a veces yo también me siento perdido. Y a veces... no hay palabras que puedan hacerlo mejor. Sólo el tiempo, creo. O un lápiz, como dices tú.

Taehyung me observó en silencio, como si estuviera evaluando mis palabras. Luego, asintió lentamente, como si algo hubiera encajado en su mente.

—Tal vez no somos tan diferentes, después de todo. —dijo, y su tono era más ligero, aunque todavía cargado de una dulzura que no esperaba.

Una pequeña chispa de conexión se encendió entre nosotros, como si, por un momento, las barreras se hubieran desvanecido. No supe si Taehyung sentía lo mismo que yo, pero sentí que estábamos, al menos, compartiendo algo real. Y eso, para alguien como él, parecía ser un gran paso.

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