★Espinas entre Rosas★
"Es más fácil huir de los demonios del exterior que de los que habitan dentro de la mente."
El amanecer trajo consigo un rayo de luz tenue que atravesó las cortinas de mi habitación, pero en mi mente todo seguía envuelto en sombras. Me levanté con una pesadez que no podía sacudir, como si el insomnio de la noche anterior hubiera anclado cada pensamiento en un mar de confusión.
Jimin estaba sentado en el comedor cuando llegué, su bandeja de desayuno casi intacta. Jugaba con la cuchara, girándola entre sus dedos mientras miraba su taza de café con una concentración que parecía demasiado intensa para algo tan simple. Era como si su mente estuviera en otro lugar, atrapada en pensamientos que no compartía con nadie.
Me senté frente a él, esperando que levantara la vista, pero no lo hizo. Había algo diferente en su postura hoy: sus hombros estaban más caídos, y sus ojos tenían un brillo cansado que no había notado antes. Finalmente, se dio cuenta de mi presencia y me miró con una sonrisa débil, pero no dijo nada. El silencio entre nosotros era cómodo y tenso a la vez, como un hilo delgado que podría romperse en cualquier momento.
-Anoche... -comencé, pero me detuve. No sabía cómo abordar el tema sin parecer acusador.
-Anoche no debiste estar allí -me interrumpió, su tono era suave pero firme, como si estuviera tratando de protegerme de algo que no podía entender del todo. Luego bajó la mirada de nuevo, concentrándose en su café.
-Entonces díme por qué -respondí, intentando mantener mi voz neutral. No quería sonar agresivo, pero tampoco podía ignorar la creciente frustración en mi interior.
Jimin suspiró y dejó la cuchara a un lado. Me miró directamente a los ojos, y por un momento, vi algo que no había visto antes: miedo. No el miedo pasajero de una situación peligrosa, sino algo más profundo, más arraigado.
-No es el momento -dijo finalmente. Su voz era apenas un susurro, pero el peso de sus palabras era innegable.
No insistí. Sabía que Jimin podía ser tan terco como protector. Si decidía no hablar, no había forma de hacerlo cambiar de opinión. Pero eso no hacía que las preguntas en mi mente fueran menos insistentes. ¿Por qué estaba tan decidido a mantenerme alejado del segundo piso? ¿Qué era lo que no me estaba contando?
El desayuno transcurrió en un silencio incómodo. Jimin se levantó antes de que terminara, murmurando algo sobre una sesión con la doctora Sung-ri. Me quedé sentado, mirando su bandeja abandonada y preguntándome qué estaba escondiendo.
Mientras tanto, el comedor comenzó a llenarse de murmullos. Algo había cambiado en el ambiente, como una corriente de anticipación que electrizaba el aire. Escuché fragmentos de conversaciones a mi alrededor: "¿Ya lo viste?", "Dicen que es nuevo", "Parece demasiado normal para estar aquí".
Entonces lo vi. Un hombre alto entró al comedor, escoltado por dos enfermeros. Su porte era elegante, casi demasiado para este lugar. Tenía el cabello rubio peinado hacia atrás y una expresión serena en el rostro, pero sus ojos... Había algo en sus ojos que me hacía sentir pequeño e insignificante. Eran claros, pero profundos, como si pudieran ver a través de ti y desentrañar todos tus secretos.
Se detuvo en el centro del comedor, mirando a su alrededor con una calma que parecía calculada. Finalmente, los enfermeros lo condujeron a una mesa vacía cerca de la ventana. Algunos pacientes lo observaban con curiosidad, otros con recelo. Yo no podía apartar la mirada.
-Es Kim Seokjin -murmuró una voz a mi lado. Era uno de los chicos que solía sentarse cerca de Jimin y de mí, aunque nunca había hablado con él directamente. Al parecer, hoy había decidido hacer una excepción.
-¿Lo conoces? -pregunté, intentando sonar casual.
El chico asintió lentamente, pero su expresión era seria.
-Dicen que es un caso especial. Algo sobre haber estado en varios lugares antes de llegar aquí. Nadie sabe exactamente qué hizo, pero... bueno, está aquí, ¿no?
La conversación terminó tan rápidamente como había comenzado, dejando un vacío lleno de preguntas. Miré de nuevo a Seokjin, quien ahora estaba sentado tranquilamente, cortando su comida en pedazos pequeños y llevándolos a la boca con una precisión casi inquietante. Había algo en él que no podía explicar, una presencia que llenaba el espacio a su alrededor sin necesidad de palabras.
Me levanté lentamente de mi asiento, dejando que mi bandeja hiciera ruido al deslizarse por la mesa. Necesitaba aire. Las paredes del comedor parecían cerrarse a mi alrededor, y mi mente seguía llena de preguntas sin respuesta. Caminé hacia el pasillo, donde el bullicio se desvanecía y sólo quedaban mis pasos resonando en el suelo frío.
Fuera, el jardín del hospital se extendía bajo un cielo gris. Tomé asiento en una banca cerca de los rosales, dejándome envolver por el silencio del lugar. Pero incluso allí, lejos del comedor y de las miradas inquisitivas, no podía escapar de la sensación de que algo estaba a punto de cambiar. Un ciclo estaba girando, arrastrándome hacia un lugar del que tal vez no habría retorno.
Se supone que este lugar me iba a ayudar con mi ruptura amorosa no llenarme de más dudas... pero ahora que lo pienso bien, tal vez esto me ayude un poco, eh dejado de pensar constantemente en esos momentos, bueno, eso intento, aun me sigue doliendo pero no con la intensidad que lo hacía antes... o puede ser que solo estoy suprimiendo mis emociones para no pensar en él y su partida junto al vacío que dejó en mi...
El viento frío acarició mi rostro, y cerré los ojos por un momento, intentando conectar con algo más que el torbellino dentro de mi cabeza. El jardín, a pesar de su serenidad, parecía tener un eco de tristeza, como si cada flor que florecía allí hubiera escuchado incontables historias de personas intentando repararse.
Entonces, lo vi.
Taehyung estaba allí, de pie junto a uno de los rosales más grandes. Su figura destacaba entre el gris del día como una mancha de color que no pertenecía del todo a la escena. Llevaba un abrigo oscuro, y sus manos estaban enterradas en los bolsillos. No me había percatado de su presencia hasta que levantó la vista, como si sintiera que lo observaba. Nuestros ojos se encontraron otra vez, y algo en su mirada me dejó inmóvil. Era un caos tranquilo, una especie de tristeza y desafío entrelazados, como si cada emoción dentro de él estuviera luchando por salir al mismo tiempo.
Por un segundo, pensé en apartar la vista, fingir que no lo había notado, pero me detuve. Había algo en él que me hacía querer entenderlo, como si de alguna manera nuestras heridas fueran similares, aunque no sabía exactamente cómo. Decidí arriesgarme.
Me levanté de la banca, intentando parecer más seguro de lo que realmente estaba, y caminé hacia él. No tenía un plan, ni siquiera sabía qué iba a decir, pero algo me impulsaba a cerrar la distancia.
-¿Te gustan las rosas? -pregunté, rompiendo el silencio mientras me detenía a unos pasos de él.
Taehyung parpadeó, como si mi pregunta lo hubiera sacado de un trance. Su mirada se desvió hacia los rosales, y un leve movimiento en la comisura de sus labios me hizo pensar que iba a sonreír, pero se desvaneció tan rápido como llegó.
-Son bonitas, supongo -dijo finalmente, su voz baja y con un matiz que no podía descifrar del todo-. Pero también tienen espinas.
-Sí, supongo que sí -respondí, intentando no sonar demasiado torpe-. Aunque creo que es parte de lo que las hace interesantes, ¿no? Algo tan frágil y hermoso, pero que también puede lastimarte si no tienes cuidado.
Él me miró de nuevo, esta vez con algo más que simple curiosidad. Había un brillo en sus ojos que no había visto antes, como si estuviera evaluándome, tratando de decidir si valía la pena continuar la conversación.
-¿Y tú? -preguntó después de un momento-. ¿Te gustan las rosas?
No esperaba que me devolviera la pregunta, y tardé unos segundos en responder.
-No estoy seguro. Creo que nunca me lo había planteado... -Hice una pausa, buscando las palabras-. Pero supongo que sí. Hay algo en ellas que me hace pensar en las personas. Son complejas, contradictorias. Bellas, pero también capaces de herir.
Taehyung soltó un leve suspiro, casi como si mi respuesta le hubiera recordado algo que preferiría olvidar. Sus ojos volvieron a los rosales, y durante un rato ninguno de los dos dijo nada. Solo estábamos allí, compartiendo el silencio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos.
Finalmente, rompió la calma.
-¿Por qué estás aquí? -preguntó, su voz más suave esta vez.
La pregunta me tomó por sorpresa. No estaba seguro de si se refería al jardín o al hospital, pero de cualquier forma, la respuesta no era fácil.
-Supongo que porque necesitaba ayuda -respondí con sinceridad-. Algo en mi vida se rompió, y no sabía cómo arreglarlo. Mis padres pensaron que venir aquí sería un buen comienzo.
Él asintió, como si entendiera, pero no dijo nada más. En cambio, sus ojos volvieron a encontrarse con los míos, y esta vez había algo diferente en su expresión. Algo que me hacía sentir que, aunque no lo dijera en voz alta, él sabía exactamente cómo me sentía.
Y, por un instante, no me sentí tan solo.
-Yo también sé cómo se siente eso -murmuró Taehyung de repente, casi como si estuviera hablando consigo mismo. Sus palabras apenas eran audibles, pero lo suficientemente claras como para que las escuchara. Sus ojos seguían fijos en los rosales, y en ese momento parecía más frágil que nunca, como si toda su fortaleza estuviera sostenida por un hilo delgado.
Quise decir algo, cualquier cosa que rompiera esa sensación de vulnerabilidad que se había apoderado de ambos, pero antes de que pudiera abrir la boca, una voz familiar interrumpió el momento.
-¡Jungkook! -llamó Jimin, acercándose a grandes pasos desde la entrada del jardín. Su tono era una mezcla entre sorpresa y reproche, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.
Me giré hacia él, tratando de disimular la incomodidad que me provocaba la interrupción. Jimin se detuvo a mi lado, su mirada pasando rápidamente de mí a Taehyung con una expresión que era difícil de interpretar, aunque claramente había cierta tensión.
-¿Qué haces aquí? -preguntó Jimin, sus ojos clavados en mí.
Antes de que pudiera responder, Taehyung se levantó lentamente del banco, su rostro ahora inexpresivo, como si hubiera levantado un muro invisible entre él y nosotros.
-Estábamos hablando -dijo con calma, pero había un filo en su voz que no pasó desapercibido. Sus ojos se encontraron con los de Jimin por un breve instante, y pude sentir la electricidad en el aire, una especie de desafío silencioso que no entendía del todo pero que me incomodaba.
Jimin cruzó los brazos, su postura rígida.
-Pues Jungkook tiene cosas más importantes que hacer -dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos-. ¿Verdad?
Miré a Jimin, luego a Taehyung, y por un segundo me sentí atrapado entre ambos, como si estuviera en medio de un duelo que no me pertenecía.
Taehyung no respondió, pero el ligero alzamiento de sus cejas y la manera en que sus labios se curvaron apenas en una mueca hablaron por él.
-No te preocupes, Park. No estoy reteniendo a nadie -dijo finalmente, su tono más frío de lo que había sido durante toda nuestra conversación. Luego me miró por última vez, y algo en su expresión se suavizó, aunque solo un poco-. Nos vemos, Jungkook.
Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida opuesta del jardín, dejando tras de sí un silencio pesado que ninguno de los dos se atrevió a romper de inmediato.
-No deberías acercarte tanto a él -dijo Jimin finalmente, con un tono preocupado pero firme.
-¿Por qué? -pregunté, incapaz de esconder la ligera molestia en mi voz.
Jimin suspiró, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado.
-Porque él no es... fácil. Puede meterte en problemas.
No respondí. En lugar de eso, mi mirada se quedó fija en la dirección por donde Taehyung había desaparecido. Porque, por alguna razón que no podía explicar, sentí que esos "problemas" eran algo que quería descubrir por mí mismo.
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