★Bajo la Máscara★
"Era un contraste extraño: la calma del ambiente con el caos que probablemente todos llevaban dentro"
El suelo bajo mis pies era de cristal, y un mar oscuro se extendía interminable debajo de mí. Cada paso que daba resonaba como un eco que se desvanecía en la nada. Frente a mí, una figura envuelta en sombras me miraba. No podía distinguir su rostro, pero sus ojos brillaban con una ira que parecía arrancarme el aliento.
—Jungkook...—su voz era un susurro, un eco que se deslizaba como un río helado por mi espina dorsal.
Intenté moverme, pero mis pies parecían atados al suelo. La figura extendió una mano hacia mí, y cuando estuve a punto de tocarla, el cristal bajo mis pies comenzó a agrietarse. El sonido fue ensordecedor, como si el mundo entero se estuviera rompiendo en pedazos. Cerré los ojos y caí.
Desperté con un sobresalto, el corazón latiéndome con fuerza en el pecho. El amanecer ya se había colado por las cortinas, pero la sensación de caída seguía presente, como un eco que no podía disiparse. Me pasé las manos por el rostro, intentando sacudirme el sueño.
Cuando finalmente me levanté y bajé al comedor, Jimin ya estaba allí. Esta vez no jugaba con su cuchara ni miraba fijamente su café. Estaba concentrado en un libro, subrayando algo con un bolígrafo. Me acerqué y me senté frente a él.
—¿No duermes nunca? —bromeé, intentando sonar casual.
Jimin levantó la vista y me dedicó una sonrisa pequeña.
—Podría decir lo mismo de ti. Tienes cara de no haber dormido nada.
—Pesadillas —admití, encogiéndome de hombros. Luego señalé su libro—. ¿Qué estudias tan temprano?
—Notas de la sesión de ayer —dijo, cerrando el libro y apoyándose en la mesa—. La doctora Sung-ri dijo algo sobre los sueños recurrentes. Tal vez deberías mencionarlo en tu próxima sesión.
Rodé los ojos.
—Claro, porque a mí me encanta hablar de mis traumas frente a extraños.
Jimin suspiró y me miró con seriedad.
—¿Y cómo esperas mejorar si no hablas de ello, Jungkook? No puedes seguir huyendo de tus emociones.
—No estoy huyendo —protesté, aunque mi tono no sonó tan convincente como habría querido.
—¿Ah, no? ¿Entonces qué es lo que haces cada vez que alguien intenta acercarse a ti?
Antes de que pudiera responder, alguien se acercó a nuestra mesa. Era el chico que me había hablado sobre Seokjin el día anterior. Parecía nervioso, como si estuviera debatiéndose entre quedarse o salir corriendo.
—Disculpen —dijo finalmente—. ¿Puedo sentarme?
Jimin asintió, y el chico se sentó rápidamente, mirando a su alrededor como si temiera que alguien lo estuviera observando.
—¿Estás bien? —pregunté, notando su inquietud.
—Es sobre Seokjin —dijo en un susurro, inclinándose hacia nosotros—. Escuché que alguien lo vio hablando con la doctora Sung-ri esta mañana. Parecía... molesto.
Jimin frunció el ceño.
—¿Y eso qué tiene de raro? Todos hablamos con la doctora en algún momento.
—Sí, pero dijeron que él estaba... diferente. Como si estuviera tratando de convencerla de algo.
Jimin intercambió una mirada conmigo. No dijo nada, pero podía ver que también estaba intrigado.
—Tal vez solo esté adaptándose al lugar —sugerí, aunque no estaba del todo convencido.
El chico asintió lentamente, pero no parecía del todo convencido.
—Solo tenganlo en cuenta. Este lugar... tiene una forma de cambiar a las personas.
Con eso, se levantó y se fue, dejándonos con más preguntas que respuestas.
—¿Crees que Seokjin sea tan misterioso como dicen? —pregunté, rompiendo el silencio.
Jimin se encogió de hombros.
—No lo sé. Pero algo me dice que no deberías involucrarte demasiado. Este lugar ya es complicado de por sí.
No respondí. En el fondo, sabía que tenía razón, pero también había algo en mí que no podía ignorar la curiosidad que Seokjin despertaba. Y Taehyung también. Ambos parecían tener piezas de un rompecabezas que no entendía, pero que no podía evitar querer resolver.
Tal vez era eso lo que hacía este lugar. Nos convertía a todos en enigmas, incluso para nosotros mismos.
Antes de que pudiera procesar del todo lo que acababa de escuchar, mis ojos se desviaron hacia la esquina de la sala. Allí estaba Taehyung, sentado solo en una de las mesas más alejadas, con la cabeza apoyada en una mano mientras dibujaba algo en un cuaderno. Parecía absorto en su propio mundo, tan ajeno al caos silencioso que este lugar podía ser.
Algo en su postura me hizo querer acercarme. Tal vez era la forma en que fruncía ligeramente el ceño, como si estuviera peleando con sus propios pensamientos. O tal vez era porque sabía que, de alguna manera, él también guardaba secretos. Y si había algo que este lugar parecía alimentar, era mi necesidad de entender lo incomprensible.
—Voy a dar una vuelta —le dije a Jimin mientras me levantaba. Él solo me miró de reojo, como si ya supiera a dónde iba, pero no dijo nada.
Caminé hacia Taehyung con pasos cautelosos. No quería asustarlo, pero tampoco quería que pensara que estaba evitando su presencia. Cuando estuve lo suficientemente cerca, noté que lo que dibujaba eran figuras abstractas, líneas y sombras que se entrelazaban en un patrón caótico pero hipnótico.
—Es interesante —dije, rompiendo el silencio.
Taehyung levantó la mirada lentamente, sus ojos oscuros fijándose en los míos. Por un momento, no dijo nada. Luego cerró el cuaderno con un movimiento tranquilo pero decidido.
—¿Lo es? —preguntó, su voz baja y medida.
Asentí, tratando de descifrarlo. Había algo en su tono, una mezcla de desafío y vulnerabilidad que me dejó intrigado.
—¿Qué significa? —me atreví a preguntar, señalando el cuaderno cerrado.
Taehyung se encogió de hombros, como si la pregunta fuera irrelevante o demasiado obvia para responder.
—Son solo líneas. Supongo que cada quien ve lo que quiere ver.
Me quedé en silencio, pensando en sus palabras. Tenía razón, en cierto modo. Quizás veía en él lo que quería ver. Un misterio, una conexión, algo que rompiera la monotonía de mi propia incertidumbre.
—¿Y tú qué ves? —preguntó de repente, inclinándose ligeramente hacia adelante. Sus ojos brillaban con un interés que no había visto antes.
—No lo sé. —Mi respuesta salió más honesta de lo que esperaba. No sabía qué veía en él, en Seokjin, en este lugar. Todo parecía un enigma que apenas comenzaba a descifrar.
Taehyung sonrió apenas, una curva ligera en sus labios que desapareció casi tan rápido como llegó. Luego, sin decir nada más, se levantó de su silla y comenzó a caminar hacia la salida.
—¿A dónde vas? —pregunté antes de que pudiera detenerme.
Él se detuvo, pero no se giró.
—A veces es mejor no saberlo todo, Jungkook. —Y con esas palabras, desapareció por el pasillo.
Me quedé ahí, mirando el espacio vacío donde había estado. Mi curiosidad, lejos de calmarse, se encendió aún más. Este lugar no solo convertía a las personas en enigmas. También nos hacía querer resolverlos, aunque no siempre tuviéramos las piezas completas.
Regresé a la mesa donde estaba Jimin, quien me miraba con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—¿Y bien? —preguntó.
—Nada. —Me encogí de hombros, aunque sabía que mi rostro probablemente contaba otra historia.
Pero incluso si hubiera querido contarle, no sabía por dónde empezar.
Jimin entrecerró los ojos, claramente poco convencido por mi respuesta. Su mirada decía mucho más de lo que yo estaba preparado para procesar en ese momento. Opté por fingir que no había notado su expresión, tomando mi vaso de agua como si fuera la cosa más interesante del mundo. Pero incluso mientras intentaba distraerme, mi mente seguía regresando a Taehyung y sus palabras: "A veces es mejor no saberlo todo."
Había algo inquietante en la manera en que lo había dicho, como si hablara desde una experiencia que yo no podía comprender. O tal vez, como si me estuviera advirtiendo de algo.
—No deberías acercarte tanto a él, Jungkook. —La voz de Jimin rompió mis pensamientos como un cristal al estrellarse contra el suelo. Lo miré, confundido.
—¿Por qué dices eso?
Jimin suspiró, cruzando los brazos sobre la mesa.
—Taehyung... es complicado. Tiene días buenos, como hoy, en los que puedes hablar con él y parece casi normal. Pero también tiene días malos, muy malos.
Su tono cargaba un peso que no esperaba, como si hubiera algo más detrás de sus palabras.
—¿Qué quieres decir con "días malos"? —pregunté, con cuidado de no sonar demasiado ansioso.
Jimin se quedó en silencio por un momento, como si estuviera eligiendo sus palabras con precisión. Finalmente, dijo:
—No soy yo quien debería contarte esto. Pero solo... ten cuidado. Él no siempre es el mismo.
La forma en que lo dijo me dejó pensando más en Taehyung. ¿No siempre es el mismo? Traté de encontrarle sentido, pero mi mente se aferraba a esa frase como un ancla, arrastrándome a un mar de posibilidades que no quería explorar.
—¿Eso qué significa? —insistí.
—Déjalo en paz, Jungkook. En serio. —Jimin me miró con una firmeza inusual, como si estuviera tratando de protegerme de algo que no podía entender del todo.
Sin embargo, cuanto más me decía que me mantuviera al margen, más sentía la necesidad de acercarme. Había algo en Taehyung que no podía ignorar, como si sus enigmas fueran piezas faltantes de un rompecabezas que yo también estaba intentando resolver.
Esa noche, no pude dormir. Me quedé mirando el techo de mi habitación, reviviendo la escena en mi cabeza: las figuras abstractas en el cuaderno, la mirada intensa de Taehyung, sus palabras crípticas. Algo en todo eso no me dejaba en paz.
Finalmente, decidí levantarme. No sabía qué esperaba encontrar, pero mi cuerpo se movía casi por instinto. Caminé por los pasillos silenciosos del lugar, recorriendo el mismo camino para ir a las escaleras del segundo piso. Fue entonces cuando lo vi.
Taehyung estaba de pie frente a una ventana, su silueta iluminada por la tenue luz de la luna. Parecía diferente esta vez. Su postura era rígida, y había una tensión palpable en el aire. Me acerqué con cautela, intentando no asustarlo.
—Taehyung. —Mi voz sonó más débil de lo que esperaba.
Él se giró lentamente, y en cuanto vi su rostro, supe que algo estaba mal. Sus ojos ya no eran los mismos; había en ellos una intensidad fría, casi depredadora, que no había visto antes.
—No deberías estar aquí, Jungkook. —Su tono era bajo, pero había algo en él que hizo que los pelos de mi nuca se erizaran.
—Solo quería asegurarme de que estabas bien —respondí, tratando de sonar calmado, aunque mi corazón latía con fuerza.
Taehyung sonrió, pero no era una sonrisa amable. Era algo oscuro, casi burlón. Dio un paso hacia mí, y por un momento, pensé en retroceder.
—¿Quieres saber lo que dibujo? —preguntó, su voz ahora cargada con una emoción que no podía identificar.
No respondí. Él levantó el cuaderno que había estado sosteniendo y lo abrió. Pero esta vez, las páginas no contenían líneas abstractas. Eran dibujos de rostros, distorsionados y llenos de angustia, algunos con expresiones de gritos que parecían salir del papel.
—Estos son ellos. —Señaló uno de los rostros con el dedo, casi con cariño.
—¿Ellos? —pregunté, con un nudo en la garganta.
Taehyung levantó la mirada, y su sonrisa se amplió, revelando algo que me heló la sangre.
—Los que viven aquí. —Se señaló la cabeza con un gesto lento, casi teatral.
Sentí cómo mi respiración se aceleraba mientras él cerraba el cuaderno de golpe y daba un paso más hacia mí, dejando solo unos centímetros entre nosotros.
—Algunos son más amables que otros, Jungkook. Pero hay uno... —Hizo una pausa, inclinando la cabeza como si escuchara algo que yo no podía oír. Luego susurró:— Él no es amable.
Antes de que pudiera responder, Taehyung se alejó rápidamente, dejándome solo en el pasillo. La sensación de vacío que dejó a su paso fue tan pesada que apenas podía respirar.
Ahora sabía que Jimin tenía razón. Y aunque debería haberme alejado, sabía que ya era demasiado tarde. Había abierto una puerta que no podía cerrar. Y lo peor de todo era que no sabía qué o quién estaba del otro lado.
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