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I

Bajo el manto gris de un cielo indiferente, camina un Namjoon solo, su alma descontenta. Marcado por el dedo cruel de la ignorancia, carga su ser distinto con pesada fragancia.

Sus ojos, dos faros en la bruma espesa, buscan un refugio, una naturaleza. Pero cada paso es un recordatorio, de que su existencia es un solitario purgatorio.

La risa y el amor, para él, eran leyendas; en su mundo no hay sitio para tales ofrendas. Solo el frío abrazo de la soledad eterna, y el susurro del viento que a su dolor gobierna.

En su pecho, un corazón que ya no late fuerte, cansado de luchar, se prepara para la muerte. La esperanza se desvanece como humo al viento, y en su mirada se refleja el puro desaliento.

Nadie ve las lágrimas que riegan su mejilla; en la sociedad es solo una sombra que brilla. Un alma que se apaga en la indiferencia, Namjoon, un chico solitario, víctima de la diferencia.

Pero en su cielo, sin estrellas, una luz se comenzó a asomar. La llegada de ella, la más bella, prometía su oscuridad transformar.

En un parque de verdes suspiros, donde la vida se despliega y canta, Namjoon, con sus miedos y retiros, ve cómo su gris horizonte se quebranta.

Ella, de aura clara y paso danzante, con su fiel compañero de cuatro patas, irrumpe en su escena, estrella brillante, con su sonrisa, las penas desatas.

Cada día, al cruzar los mismos senderos, sus almas se rozan en silente diálogo. Namjoon, cautivado por sus ojos sinceros, ella, curiosa del joven enigmático.

La mascota, con su juego y alegría, teje un puente entre dos mundos distantes, y en cada paseo, una nueva melodía, nace en el aire, dulce y vibrante.

Así, Namjoon que en sombras se envolvía, descubre en ella un sol de mediodía, y en el parque, donde todo florece, aprende que el amor, incluso a él, pertenece.

En la distancia, un susurro de viento que lleva consigo secretos y anhelos, Namjoon, con su corazón atento, desea descifrar sus misterios bellos.

Cada encuentro, un capítulo sin fin, de una novela escrita en la mirada, él, sediento de un destino afín, se sumerge en su aura encantada.

Ella, con cada gesto y cada paso, pinta en su mente un universo nuevo, y Namjoon, en el laberinto de su ocaso, busca la llave para entrar en su juego.

Con cada risa que el aire transporta, con cada mirada que el sol refleja, su amor crece como flor que brota en el jardín de una promesa vieja.

Pero él pronto se cansa del anonimato, por la belleza de la chica y su encanto innato. Ella pasea a su perro, despreocupada, en el parque donde la naturaleza está abrazada.

Namjoon se acerca con paso decidido, dejando atrás el miedo que ha vencido. Comenta en su mente la gracia del canino, y ella responde con una mirada que marca su destino.

Con una sonrisa, ella dice su nombre: "Haeun", y para Namjoon, es como un amanecer en junio. El sonido de su nombre, tan dulce y claro, es la melodía más hermosa que ha escuchado.

La conversación fluye como un río tranquilo, entre risas y miradas, un vínculo sencillo. El perro ladra feliz, testigo de este encuentro, donde dos corazones se hallan en el centro.

En este espacio sereno, el tiempo parece detenerse, mientras comparten sus almas, en el aire, se dispersen. El mundo exterior se desvanece, solo importa el ahora; en la presencia del otro, cada espíritu se empodera.

La tarde cae, y con ella el adiós se aproxima. Él siente que algo en su interior se anima. Reconoce en su silencio una gentileza inesperada; ella, sin saberlo, ha sanado una vida marcada.

Ella sonríe y se despide con un gesto amable. Namjoon quedó cautivado, en su corazón, un sello imborrable. El perro jala suavemente, es hora de partir, pero él sabe que este encuentro lo hará revivir.

Con cada paso que ella da, él más se enamora, por su bondad y su luz, que como el sol aflora. Y en la distancia, promete volver a encontrarla, pues ella es la primera en verdaderamente apreciarlo.

En la quietud del parque, Namjoon queda solo, contemplando el crepúsculo, su nuevo símbolo. La gente se ha ido, el ruido se ha apagado, y en su corazón, un cambio se ha sembrado.

Recuerda las miradas, las palabras como cuchillos, que cortaban su ser, dejando solo estribillos de dolor y soledad, una existencia en sombras, donde ser diferente era cargar con alhajas sombrías.

Pero su encuentro con ella fue como un renacer, en sus ojos no hubo juicio, solo un querer entender. Y aunque ahora está solo, ya no se siente extraño, ella le ha mostrado que la bondad no es un engaño.

Ella le ha enseñado que el amor es un refugio, un lugar donde el alma encuentra su alivio. Y ahora él sueña con ser parte de su mundo, donde la bondad y el amor son lo más profundo.

Reflexiona sobre lo que es ser un monstruo de verdad, ¿es acaso el diferente a aquel que juzga sin piedad? Ella le ha dado un regalo más valioso que el oro, la certeza de que en su diferencia hay un tesoro.

Sobre la luz que ella emana, Namjoon reflexiona: una bondad tan pura que todo lo condona. El amor que le mostró en aquel encuentro ha encendido en su pecho un fuego adentro.

Anhela refugiarse en su serena claridad, encontrar consuelo en su inmensa bondad. Desea tenerla para él, ser su protector, y en su amor encontrar un perpetuo calor.

Namjoon se aferra a la certeza, con firme convicción, que merece el amor, la luz, la redención. Haeun le ha ofrecido un refugio de bondad, y él está dispuesto, a todo, a conquistar su corazón.

No hay más dudas ni sombras que oscurezcan su mente, ella le ha mostrado un camino diferente. "Lo merezco", se dice con renovado vigor, "mereceré su amor, seré su fiel seguidor".

Con cada latido, su resolución crece, la esperanza en su pecho ardientemente florece. Haeun es su faro, su guía, su ansiada redención, y por ella luchará, con toda su pasión.

Namjoon regresa a sus sombras, no por desesperación, sino para apreciarla con mayor devoción. En la oscuridad aprende, observa y contempla cómo la luz de ella en su vida se cimentó.

Desde las sombras, él la estudia con cuidado, aprendiendo lo que la hace reír, lo que ha valorado. Descubre sus gustos, sus sueños, su esencia, y en cada detalle encuentra una nueva ciencia.

Aprecia las flores que ella se detiene a oler, los libros que en sus manos suele tener. Conoce sus miedos, sus dudas, su alegría, y cada descubrimiento es una melodía.

Namjoon se sumerge en la penumbra para entenderla mejor, para ser el complemento perfecto, su amor. Pero aquello es solo temporal, pues con cada dato de ella, se siente más vital.

Con cada amanecer, su deseo se aviva, una llama que arde, con una pasión que cautiva. Namjoon anhela saber más, con una curiosidad activa.

Y en las sombras de la noche, un susurro, un anhelo profundo que en silencio murmuró. La luna, testigo de su secreta vigilia, observa, desde lejos, cautivo de su brillo.

Tras observarla en silencio, su corazón se ha decidido, su bondad lo ha cautivado, en su luz ha renacido. No es solo admiración lo que en su pecho ha crecido, es amor, es devoción, por su ser está rendido.

Cada gesto de cariño, cada risa que regala, es un soplo de esperanza, es una estrella que no falla. Quiere ser el guardián de su sonrisa tan pura, y que su bondad inmensa, en su vida, perdure.

Ha decidido que la quiere, sí, la quiere solo para él, su amor, su gentileza, todo lo que hay en sí. Promete cuidarla siempre, ser su abrigo y su sostén, y en la travesía de la vida, ser más que un simple bien.

Que su amor y bondad sean el tesoro que resguarda, y en cada paso a su lado, su compromiso es claro. Ella es la musa y la melodía de su existencia entera, y por siempre la querrá, ella es su primavera.

Más en el fulgor de su amor, una sombra se cierne, un deseo posesivo que en lo oculto se adhiere. Aunque su amor es puro y a su luz se aferra, en el rincón más oscuro, la obsesión se encierra.

En la oscuridad de su ser se arrastra, una obsesión que su sombra persigue, con garras afiladas, su cordura desgasta, un monstruo en su pecho, que a su luz exige.

Su nombre susurra, con aliento helado, en la noche eterna, su eco resuena, un deseo oscuro, por siempre condenado, a perseguir una quimera, que el alma envenena.

Cadenas invisibles que lo atan a ella, en un baile macabro de sombras y temor, una pasión maldita que no puede morir, y en su frenesí, desgarra el corazón.

La razón se pierde en un abismo sin fin, la obsesión se alimenta de su espíritu roto, un amor tenebroso que se retuerce en su ser, y en su abrazo mortal, lo arrastra hacia lo ignoto.

Así, Namjoon yace, en su delirio atrapado, por una chica que su alma ha embrujado, un sentimiento insano, oscuro y desesperado, en las sombras de su mente, por siempre encadenado.

En la frontera del deseo y la locura, Namjoon se encuentra, con la mirada fija, en la chica de sus sueños, su oscura figura, se acerca sigiloso, como sombra que se desliza.

Con cada paso que da, el mundo se estremece, un corazón demente que no conoce el miedo, en su mente enferma, una sola idea crece, poseer a la chica, cumplir su anhelo.

La luna llena observa, con su luz pálida y fría, el final de una búsqueda, de una espera agónica, la obsesión que lo consume, por fin, tendría a la musa de su vida, su amor, su utopía.

Y en un instante crucial, el destino se inclina, Namjoon alcanza su sueño, su preciada joya, encuentra a Haeun, fin de la obra divina, en un abrazo febril, la locura despoja.

En el torbellino de su amor obsesivo, Namjoon no ve las lágrimas que caen, Haeun se resiste, su espíritu cautivo, busca escapar del lazo que la ata y la desgasta.

Atrapada en el eco de sus propios pensamientos, ella lucha por romper la cadena del dolor, él, ciego a su tormento, solo ve sus sentimientos, ignorando el frío que se ha apoderado de su amor.

"Por siempre conmigo", Namjoon susurra al viento, mientras ella se retuerce, buscando liberarse, pero en su ceguera, no ve el tormento, ni las súplicas mudas que intentan alejarle.

Ella, con lágrimas en los ojos, busca la estrella fugaz, un deseo de libertad, un escape de su pesar. Y aunque él la sostiene cerca, su espíritu ya está lejos, en el amor que aprisiona, solo queda el reflejo.

Bajo el manto de la noche, sus almas en desencuentro, ella busca en el cielo, un consuelo a su tormento. Él, ciego en su cariño, no ve el dolor adentro, en su abrazo, una prisión, y en su amor, el desaliento.

La estrella fugaz se esconde, tras nubes de desesperanza; ella suspira por un escape, de su tristeza, una balanza. Namjoon ofrece su corazón, pero no alcanza, en la obscuridad del amor, perdió toda confianza.

Y así, en la trama del destino, se deshilan los sueños, ella se hunde en su dolor, él en sus propios empeños. En la tragedia del querer, no hay verdaderos dueños, solo queda el silencio, y los ecos de los deseos.

Y así, en un suspiro trágico, la esperanza se desvanece, Haeun se sumerge en un mar de desesperación, Namjoon, ciego de amor, solo la tristeza ofrece, y en su abrazo mortal, sella su condenación.

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