Parte III
Dos semanas han transcurrido desde que el timbre del teléfono negro comenzó a llenar las noches. Normalmente debería encontrarse sobre la pequeña mesa de la habitación, sin embargo no ocurre así.
Una chica de ojos hinchados y enrojecidos se encuentra sentada en el suelo, abrazada a sus rodillas. Sollozando intenta unir unas piezas.
Hoy en la tarde Jerry ha llegado ebrio a la casa. Comenzó a lanzar insultos al aire y a arrojar a su madre contra los objetos de la casa.
Cuando estuvo hastiado, subió a su habitación.
Laura intentó evitarlo, comenzó a arrojarle cosas para detenerlo pero esto solo provocó que el enojo de Jerry creciera. Este agarró el teléfono y lo estrelló contra ella. Adolorida cayó al suelo y fue abusaba como otra de tantas veces.
En su abdomen, el lugar donde el teléfono impactó comenzaba a colorearse de morado.
Sí, era doloroso, pero no se comparaba con el inmenso vacío que había quedado en su alma.
A pesar de haber puesto el más grande empeño en la reparación del mismo, una idea se esclarece poco a poco en su interior. El timbre del teléfono no se escuchará nunca jamás. Ha perdido lo único capaz de aliviar sus penas.
Un enorme sentimiento de odio se expande en su interior. El rencor se hace presente.
Solo la noche y el destruido aparato fueron testigos de un inquietante juramento.
Nadie volvería a lastimar a esa joven, a la que sin saberlo, se le había arrebatado una de las cosas más importantes, la inocencia.
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