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Repercusiones.

Renuncia de derechos, los personajes que aparezcan aquí les pertenecen a sus respectivos dueños y autores.

El amanecer de un nuevo día dejaba atrás el manto de oscuridad que surcaba el infinito firmamento nocturno atestado de resplandecientes estrellas y cuerpos celestes.

Cierto pelinegro de cabello alborotado estaba abriendo sus ojos ónix al recibir sobre sus facciones la incandescente luz solar, arrugó la nariz en molestia ante aquel acto y cuando abrió completamente sus ojos lo primero que vio fue a Kuroka recostada sobre sus rodillas.

Vio su cuerpo cubierto por una sábana lo cual le sorprendió ya que que no recordaba haberse dormido así y vio también que el televisor estaba apagado, recordaba nítidamente haberlo dejado encendido pues se quedó dormido mientras veía la película.

Quizás su mente le estaba jugando una mala pasada o en verdad Kuroka estaba escondiendo algo.

-"No entiendo nada."-pensó Goku con un rostro de seriedad mientras depositaba lentamente sobre el sofá a la gata yōkai.

Caminó hasta la habitación, donde se despojó de su pijama dispuesto a darse una ducha.

Después estuvo secándose su cabello azabache con una toalla mientras se miraba en el espejo, se quedó quieto por unos instantes contemplando su reflejo.

-"Como es que acabé así..."-pensó Goku con un deje de frustración y tristeza.-"Si tan sólo no hubiera sido tan egoísta, estaría de nuevo con mis amigos... y con Milk."-apretó los puños con fuerza aumentando drásticamente su ki, agrietando la superficie del espejo.-"Bulma... creo que no podré cumplir la promesa que te hice aquel día."-cerró los ojos anhelando relajación y salió del baño.

Todos los días de su vida seguiría cargando con esa culpa, la culpa de perder a sus seres queridos por meros deseos egoístas, sólo Kuroka pudo sacarlo de la soledad en que vivía tiempo atrás, si perdía a Kuroka caería en la oscuridad y nadie podría rescatarlo.

Ya en su habitación se vistió el uniforme de la secundaria Kuoh, una mueca de desagrado estaba impregnada vigorosamente en sus facciones puesto que odiaba aquel uniforme "de pacotilla" en palabras suyas.

-Te ves muy lindo nya.-la gata negra caminaba mansamente por el cuarto mientras contemplaba tiernamente al azabache.-no entiendo porque odias ese uniforme Go-chan, te sienta de maravilla nya.-soltó un maullido, saltó y se recostó en sonre cama de Goku.

-Al menos tú no tienes que vestírtelo.-Kuroka maulló burlescamente ante aquellas palabras, pero enseguida el pelinegro recordó lo que le quería comentar desde el día anterior.-¿Kuro-chan?

-¿Qué ocurre Go-chan nya?-preguntó Kuroka pero se estremeció enormemente al sentir los ojos fríos y oscuros de Goku sobre ella.

-¿Hay algo que quieras contarme?-preguntó Goku mansamente mientras terminaba de arreglarse.

Kuroka no entendió el porqué de aquellas palabras que repentinamente fueron pronunciadas por el azabache.

La nekomata le ocultaba bastantes cosas a su amigo, pero de igual manera ocurría con el azabache, aún no le había contado a Kuroka nada acerca de su pasado o si vida anterior.

-¿por qué lo dices Go-chan?-preguntó la nekomata con un tono menos suave pero sin perder su tranquilidad.

-Recuerdo anoche haberme dormido con el televisor encendido y con sin ninguna sábana, pero al despertarme esta mañana ha ocurrido todo lo contrario.-Kuroka tragó al oír aquellas palabras.-Dime la verdad Kuroka.-la nekomata se sobresaltó cuando Goku pronunció su nombre sin el sufijo "chan".-¿qué eres realmente?

Goku se sentó tranquilamente al lado de la gata, quien sintió que ya era el momento de decirle la verdad a unas de las perdonas más importantes para ella.

Un aura mágica rodeó a la nekomata instantáneamente y el azabache siguió sentado sin inmutarse, sintiendo un drástico aumento en el ki de Kuroka.

-"Su ki está aumentando... es como si estuviera transformándose."-pensó Goku un tanto ¿sorprendido? siguió esperando unos cuantos segundos más para conocer la verdad.

Tiempos después, Kuroka había adoptado una forma humana, su cabello era lacio y azabache, sus ojos eran de color avellana y rasgados, portaba un kimono que mostraba parcialmente sus grandes senos y sobre su cabeza habían dos orejas de gato junto a una cola en su espalda.

Goku abrió los ojos en sorpresa, su mente estaba procesando como podía aquella noticia tan impactante.

Kuroka estaba sentada sobre la cama, sus piernas estaban cruzadas dejando a la vista sus tersos y níveos muslos que se perdían en aquel kimono.

Sus piernas parecían haber sido finamente talladas por un viejo artista y sus bellas facciones no se quedaban atrás, su cuerpo se podía resumir en una palabra: divino.

Sus ojos oscuros resaltaban con su lacio y negruzco cabello, cual era tan aterciopelado como los pétalos de una amapola en primavera.

La pelinegra había conectado por unos instantes sus ojos felinos con los oscuros ojos del saiyajin, como si ambos trataran de descubrir que movimiento haría el otro.

-Go-chan... yo... era una yōkai nekomata pero años me convirtieron en demonio... verás.-Kuroka se contenía las ganas de llorar pronunciando aquellas palabras entre sollozos.-no quería mentirte... tan sólo no sabía como decírtelo...

-Puedes convertirte en gata y viceversa, lo entiendo.-Kuroka se limpió lentamente las lágrimas que surcaban sus mejillas al oír las palabras expresadas por Goku.

Sentía un hilo de esperanza pensando que el azabache no estaba molesto ni nada por el estilo, pero no se imaginaba que era todo lo contrario.

-¿Entonces no estás molesto conmigo?.-Kuroka se sintió intrínsecamente esperanzada, sus glóbulos oculares, atestados de ilusión, resplandecían de optimismo.

-Lo que realmente me molesta.-lentamente las esperanzas de Kuroka fueron desvaneciéndose como polvo.-es que me hayas utilizado Kuroka, creí que eras mi amiga pero al parecer estaba equivocado.

-¿A qué te refieres Go-chan? yo no te he utilizad.-aquellas palabras dichas por Kuroka se vieron bruscamente interrumpidas ante la intervención del azabache.

-Únicamente te acercaste a mí para estar más cerca de tu hermana ¿verdad?-preguntó Goku, su voz reflejaba gran pesadumbre y aflicción.-todos tus sentimientos hacia mí eran una farsa ¿no?.-nuevamente Kuroka le respondió con silencio.-todos los días en que jugábamos, reíamos... ¿han sido una mentira?-preguntó el pelinegro.

-...-un silencio sepulcral fue la única respuesta dada por Kuroka, quien mantenía la cabeza inclinada hacia abajo mientras lágrimas surcaban sus suaves mejillas empapando la manta que cubría aquella cama donde ambos permanecían sentados, sólo unos escasos centímetros los separaban.

Las palabras pronunciadas por el azabache estaban atestadas de certeza, Kuroka se había acercado a él únicamente para poder llevarse consigo a su hermana Shirone Tōujō, actualmente conocida con el nombre de Koneko, la [torre] de Rías Gremory.

Su plan inicial consistía en recuperar a su hermana Shirone irrumpiendo en la secundaria Kuoh, para ello necesitaría la ayuda e intervención de un estudiante y ahí es donde entraba Goku.

Las semanas pasaron y con ello el cariño de Kuroka hacia el pelinegro fue haciéndose más grande cada día que pasaba a su lado haciéndole compañía, llegando al punto de haberse enamorado perdidamente de él.

Pero ahora se sentía sucia por dentro, ¿cómo se le había ocurrido usar de esa manera a alguien como Goku? El azabache la acogió con los brazos abiertos, todos los día la bañaba, la daba de comer, jugaba con ella e incluso veían películas y series juntos, ¿y cómo se lo pagaba ella?

La respuesta era simple, sólo había que mirar los ojos de Goku para ver cómo se sentía el saiyajin por dentro. De ahí la frase "los ojos son el reflejo del alma".

Kuroka, la única persona que le hacía sonreír, la única persona que le hacia olvidar por unos momentos la gran culpa que sentía, la única persona en la que confiaba le había utilizado tan suciamente sin importarle siquiera sus sentimientos.

Kuroka se maldecía mentalmente, aparte de haber perdido a su hermana, ahora había perdido a un amigo y posiblemente a una de las personas más importantes en su vida.

No pudiendo soportar tanto dolor en su corazón estalló en un mar de lágrimas, su voz que antes había sido dulce ahora era una combinación entre gimoteos y llantos suscitados por la tristeza que guardaba en su corazón.

Goku ni siquiera se compadeció de ella, se levantó de su cama dispuesto a partir a la secundaria Kuoh, no quería llegar tarde y tener que ver de nuevo a aquella dos demonios que parecían investigarle.

Caminó hasta la puerta y se detuvo, dedicándole una fría mirada a la pelinegra recostada en su cama, quien seguía llorando y sollozando con fuerza.

-Hace tiempo pensé que nunca más volvería a sonreír, pero cuando te conocí, creí que todo eso iba a cambiar y hasta hace un día así era, me hiciste muy feliz Kuroka, a pesar de que todo eso era una mentira lograste llenar mi corazón de esperanza.-Kuroka dejó de llorar para oír aquellas palabras.-seguiré viviendo en soledad con la culpa que siento.-al instante Goku cerró la puerta de su habitación y Kuroka volvió a estallar.

Horas después.

Clase.

La clase de matemáticas avanzaban con tranquilidad para todos los estudiantes, salvo ciertas alumnas que parecían bastante preocupadas por Goku.

Esta mañana cuando Rías y Akeno se cruzaron con él se habían percatado de que su mirada era mucho más fría que el día anterior.

Habían observado además, que a lo largo de la clase el pelinegro había permanecido con los ojos cerrados, como si estuviera meditando intensamente o al menos así lo interpretaban ellas.

-¡¡SON GOKU DESPIÉRTESE!!.-desinteresadamente el pelinegro comenzó a abrir sus ojos al oír aquel grito y sentir sobre él la mirada de todos los estudiantes.

-¿Qué?-preguntó Goku secamente soltando un bostezo, lo que aumentó la tensión del ambiente.

-Estaba usted durmiendo en mis clases, ¡¡es intolerable!!-gritó nuevamente el profesor.

-¿Y?.-preguntó el pelinegro sin interés bostezando suavemente y una vena salió en la frente del profesor.

-¡¡Sal de mis clases inmediatamente!!-gruñó el profesor furiosamente señalando la puerta.

Akeno estuvo apuntó de decir que el pelinegro no estaba durmiendo sino meditando, pero una oscura mirada dada por Goku selló sus labios.

Goku caminó hasta la puerta y se detuvo, mirando detalladamente al profesor por unos instantes.

-Depílese un poco el cuerpo, parece usted un cavernícola.-la clase se quedó en silencio ante aquellas palabras para después...

-JAJAJAAJAJ.-Rías y Akeno, junto al resto de la clase, no pudieron evitar soltar grandes carcajadas ante las palabras de Goku.

-¡FUERA!-gritó el profesor ruborizado y al instante el azabache dejó el aula.

Tiempo después.

Llegó el recreo y Rías y Akeno estaban saliendo de clase, al hacerlo se encontraron a Goku en el pasillo con los ojos cerrados y las manos en el bolsillo mientras apoyaba su pie izquierdo en la pared.

-¡¡Goku-san!!.-Akeno exclamó con una sonrisa mientras se acercaba lentamente al pelinegro.

-"Tch, las que faltaban."-pensó Goku soltando de sus labios un cansado suspiro, abrió los ojos y se encontró a las dos jóvenes frente a él.-¿qué quieren ustedes?

-Ufufu fue bastante gracioso lo que le dijiste al profesor-Habló Akeno con una sonrisa surcando sus labios mientras su [rey] asentía.

Goku se encogió de hombros en respuesta ante aquellas palabras.

-Te trajimos los apuntes de matemáticas.-Rías habló cortésmente mientras le extendía su cuaderno al pelinegro, quien permanecía con las manos en el bolsillo.-Goku-san, ¿por qué eres así? ¿por qué tratas de estar solo y alejado de la gente?.-el mencionado arqueó una ceja ante aquellas palabras.

-Desde que te conocimos ayer siempre te has portado de esa manera con nosotras, ¿acaso no quieres tener amigos?-preguntó Akeno sin perder su sonrisa, sin embargo sus labios comenzaban a encogerse lentamente.

El azabache volvió a encogerse de hombros sin perder su porte tranquilo y sereno, o al menos eso es lo que aparentaba.

-Nosotras... tan sólo queremos ser tus amigas Goku-san.-Goku suspiró ante las palabras de Rías.-Nadie merece estar sólo... ni siquiera la persona más cruel del mundo.

-¿Incluso una persona que mató a sus seres queridos?.-tanto Akeno como Rías sintieron como miles de dagas se incrustaban lentamente en sus corazones al oír aquellas palabras.-Ustedes no me conocen... y cuando lo hagan de verdad, desearán no haberlo hecho nunca, tan sólo... olvídense de que existo.-sin más Goku salió del aquel lugar, dejando consternadas a Rías y Akeno.

Minutos después.

Club.

-¿Entonces dijo eso?.-Kiba con serenidad pronunció aquellas palabras y su [rey] asintió mientras tomaba tranquilamente una taza de té echa por Akeno.

-Así es, ahora queda claro que no es alguien normal-Habló Rías con el ceño fruncido recordando su conversación con Goku.

Rías, también conocida como la Princesa del Cabello Carmesí de la Ruina (紅髪の滅殺姫, benigami purincessu) recordaba cada una de las palabras que salieron de los labios de Goku, sobretodo su mente no cesaba de recordar las nueve palabras que impactaron drásticamente en ella.

¿Incluso una persona que mató a sus seres queridos?

Rías se preguntaba qué es lo que había querido decir con esas palabras, pero lo que si había captado es el dolor con el que vivía Goku.

Se giró hacia su [reina] y vio que ésta estaba sentada en una esquina con un rostro carente de emoción, se notaba que las palabras de Goku le chocaron bastante.

-Akeno...-Habló Rías recostando suavemente sus manos sobre los hombros de "la sacerdotisa del trueno".-¿qué ocurre?

-Rías... No puedo evitar identificarme con él...-se lleva la mano al pecho y Rías capta aquel gesto.- Mi corazón me pide que le ayude, tenemos que ayudarle Rías.

-Akeno... lo haremos.-Akeno sonrió débilmente a las palabras de su [rey].-lo ayudaremos y seremos sus amigas, ya lo verás.

-Hai-Habló Akeno asintiendo y al instante una sonrisa se impregnó en sus labios.-ara ara Rias tienes un problema con los animes.-dijo viendo como la pelirroja leía ocultamente un manga.-ufufu ¿acaso no estás enferma?-preguntó burlescamente y Rías la fulminó con la mirada mientras le salia en la frente una vena de enojo.

Lugar desconocido.

Una mujer rubia, piel tersa y blanca, ojos ámbar, nueve colas saliendo de su cóccix, dos orejas destacando en su cabeza vistiendo un yukata amarillo acicalado de flores que resaltaban sus enormes senos, caminaba tranquilamente por un pasillo.

Su rostro expresaba tranquilidad y serenidad, pero aquello era una simple apariencia, se sentía abatida y dolida pues su hija le había dicho horribles cosas en una discusión que habían tenido minutos antes.

-Perdóname Kunou-chan, ¿por qué siempre tenemos que estar discutiendo?.-un tenue suspiro surcó sus labios mientras se palmeaba suavemente la frente, rogaba que su hija no cometiese una locura como la última vez.

Se detuvo frente a una puerta, murmuró ciertas palabras antes de abrirla por completo, negó con la cabeza constantemente y cayó de rodillas, mientras lágrimas surcaban sus mejillas.

Las paredes de aquel cuarto estaban manchadas de sangre, aquel cuarto era el de su hija Kunou.

Había algo escrito con sangre en las paredes.

"¡¡TU HIJA ESTÁ MUERTA YASAKA-HIME JAJAJA!!"

-¡¡KUNOU!!-gritó la mujer golpeando con dolor el suelo de aquella habitación, causando en el mismo una grieta.

Yasaka, líder del panteón Yōkai, se había enfadado.

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Fin del maldito capítulo.

Espero que les haya gustado, sin más que decir se despide su vecino y amigo del alma.

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