Capítulo 4
“Eternidades antes del correr del todo, un pensamiento accidental dió origen a la estructura de la que forma parte el Imperio. Esta pecera se compone de tres bloques: Yuggath, Elíseo y Cosmos, que representan lo que usualmente es asociado al Infierno, Cielo y Tierra respectivamente. Cada uno de estos bloques poseen un número transinfinito de burbujas interconectadas a su vez en conjuntos denominados grupos locales con composición variable, que puede estar conformada por un número de componentes finitos o infinitos, incluso algunos superiores a otros. La Cardinalidad de los bloques no es igual para los tres, sino que cada uno posee la suya propia superior o inferior al de los otros. Por ejemplo, el transinfinito del Elíseo es ampliamente superior al del Yuggath, que a su vez supera al cosmos”
De “Organización cosmológica y cosmovisión Imperial” por el Historiador Imperial Ephraín de la Rúa, de la Mano del Emperador Franco I
Kashí era consciente que en lo que estaba de bajada debían ser bastante cautelosos de no cruzarse con más criaturas. Con Salazar delante de él admiró sus obras: flechas envenenadas, una armadura ligera hecha de huesos resistentes, una capa y ropajes de piel ignífuga anti proyectiles, alas para planear, ojos para ver en la oscuridad y cuchillos de garra de oso. Él, por otro lado, solo se había hecho sus cuchillos, la capa de piel y las manoplas de colmillos para absorber energía vital del oponente, aún debía ver cómo usar las astillas de astas de tigre para que puedan producir electricidad al atacar.
Ambos bajaron con mucho cuidado por una pendiente escarpada y llegaron a la entrada de lo que parecía una cueva indígena con dibujos en las paredes y grabados con forma de runas en los techos. Salazar se paseó con cuidado mirando los colores vivos y cálidos de las pinturas. Más adelante, Kashí encontró una variedad de vasijas y ánforas.
—¿Revisarás que tiene? —dijo Salazar observandolas con curiosidad.
Kashí las sujetó e intentó abrirlas tirando con fuerza de sus tapas, pero ni siquiera se movían, parecían estar pegadas a la piedra. Kashí las observó con cuidado y observó que abajo había una placa con escritos que no identificaba.
—¿Sabes de algo de esta lengua? —Le señaló a Salazar, él negó con la cabeza.
Kashí entonces decidió romperlas. Tomó su espada y la acercó, el filo comenzó a vibrar y él detectó que solo con armas podían romperse al parecer. Hizo la señal para que Salazar retrocediera y con un golpe angular agrietó la vasija. Dió un respiro y con un segundo golpe la cerámica se rompió, el sitio comenzó a temblar y una esencia color carmín en forma de chisporroteantes luces los envolvió.
Ambos se asustaron brevemente y se pusieron en pose de pelea, pero de la cerámica rota se proyectó una vívida imagen: Una mujer de aspecto hermoso, más que cualquiera que hubieran visto, y cabellos dorados relucientes. Era Andrea Senater, al parecer, Soberana. La imagen separó los labios y habló con un tono fantasmal:
—¡Buen trabajo, viajero! —inició—. Cómo verás, has recibido una cantidad limitada de Icóres. Estos orbes son esencialmente la sangre de nuestros grandes Soberanos y se pueden encontrar a lo largo del imperio en vasijas como estas, permitiéndote acumularlos hasta que tus armas se potencien y se vuelvan más efectivas. Un regalo de los cinco altos para recompensar tu viaje —Kashí miró su espada y estaba rodeada de una leve aura sanguinolenta y etérea—. Ten mucha suerte. Cada arma se potenciará más rápido que otras dependiendo de su función; de esa forma podrás enfrentarte y sobrevivir a los próximos desafíos. En tu camino, encontrarás también distintos tipos de reliquias que te permitirán hacer sacrificios y extender tu salud o incluso tus capacidades físicas o mágicas. Además, ahora que acabes con un enemigo recibirás algún tipo de Runa Arcana de su Núcleo de vida, al acumular distintas en patrones específicos podrás ganar una u otra cosa, todo depende del enemigo y la ejecución. Esperamos que tengas éxito en tu travesía, por los motivos que sean, y llegues vivo al final del camino —La imagen holográfica se desvaneció y tanto Salazar como Kashí se miraron un poco confundidos.
—¿icóres, runas, sacrificios y salud? —Se preguntó el pequeño—¿Sientes que tus armas están mejoradas?
—No. Siguen bastante normales —Kashí volvió su arma a la funda y con un giro rápido rompió el resto de vasijas con su escudo. Los Icóres rodearon su cuerpo.
—¿Puedo intentar con alguna la próxima vez que veamos de esas? —Salazar se emocionó por mejorar sus armas.
—La próxima —Asintió Kashí.
Ambos salieron de la cueva y siguieron bajando, cada vez era más común volver a ver coníferas como Abetos alpinos y mucho más abajo pudieron observar lo que Kashí identificó como pinos y piceas, probablemente a la base de la montaña encontrarían enebros, robles, arces o cipreses. Kashí sabía que los riesgos no habían pasado, muy por debajo debían seguir caminando por un pantano algo grande, no deseaba encontrarse con algún caimán o yacaré, estaban en un territorio que no era de ellos y eso era bastante peligroso, sin contar el campo de batalla que había sido ese territorio unos kilómetros más adelante.
—¿Qué otras bestias encontraremos? —Salazar le preguntó.
—Espero que ninguna.
—Pero, así como el Oso y el Tigre, ¿Qué criaturas viven por aquí?
—Ya lo veremos, si nos va mal —Se aclaró a sí mismo.
Salazar se frunció los labios y prefirió quedarse callado. Pasada la tarde, Kashí y su niño habían logrado descender lo suficiente como para adentrarse en el pantano. No tenían la hermosa vista de hace algunas horas, pero al menos estaban seguros de que iban avanzando. El Kangi tomó al humano y lo cargó en su espalda, el terreno abundante en agua podría hacerle mal al pequeño y prefería evitar cualquier tipo de inconveniente. No sabían qué clase de criaturas se ocultaban bajo el agua.
Los juncos se veían en casa zona donde volteaban la vista y se sentían un poco acosados por la inmensa cantidad de sauces y ciperáceas. Por suerte para ellos, el pantano era más pequeño de lo que podían haber previsto. Kashí decidió apurarse. Sentía la madera podrida a sus pies resquebrajarse y algas enganchándose en enredaderas, no sabía distinguir si era algún tipo de serpiente o solo plantas.
Cien metros más adelante, los pies de Kashí tocaban al fin barro en ascenso. Una pequeña colina de lodo que daba a un barrizal con agua estancada. Era posible que hubiera superficies falsas, por eso dejó a Salazar detrás de él.
—Quédate detrás de mí, no te apures —ordenó Kashí, el niño obedeció.
—Padre —Salazar se corrigió rápidamente—, maestro, tengo una idea.
Kashí no le prestó atención.
—Hay demasiados árboles, podría lanzarme así planeo hasta lo alto de alguno para poder guiarte —Kashí se detuvo, volviéndose a verlo con algo de escepticismo.
—No.
—Por favor, necesito que confíes en mí —Salazar insistió.
—¿Y si te expones a alguna amenaza desde lo alto? —Su padre respondió firme.
—En serio, solo por esta vez. Podría defenderme con las armas que me diste
—Le mostró las alas y los cuchillos.
—He dicho que no, chico, obedece y ya. Es demasiado riesgoso —Se arrodilló para señalarle las mismas armas—. Nada de esto sirve si no sabes usarlo, con esto —Le señaló su cabeza—. Si bien tienes entrenamiento físico, no has entrenado con armas aún, mucho menos con alas. No y punto.
—Dejame intentar —Kashí suspiró molesto por la insistencia del chico, se arrodilló haciendo seña con sus manos listo para aventarlo al aire como él deseaba.
Salazar dudó un momento.
—Oye, espera, ¿Ya mismo? ¿No debería primero prepararme? Yo…
—Ahora, niño. Esto es lo que querías, súbete a mis manos —Salazar titubeó, pero temeroso decidió acercarse a su padre. Colocó sus pies sobre las manos de él, con las suyas sujetó las alas y escuchó las indicaciones de Kashí:—. Te lanzaré hacia el sauce aquel, el de diez metros aproximadamente, a la derecha. Cuando caigas, agarrate de las ramas y planta tus pies contra el tronco. Si es necesario necesitaré que uses rápido el cuchillo y lo claves en la madera, su estado hará que sea un poco más fácil de penetrar. Una vez tengas tu soporte deberás darme las indicaciones necesarias.
La cantidad de instrucciones que se le dió en tan poco tiempo le abrumó. Sus dedos se cerraron nerviosos sobre las plumas. Las palabras del Kangi seguían sonando, pero Salazar se había perdido hace rato.
—¿Entendiste?
—Yo.. yo… bueno, pero —Su voz tembló con miedo y sus manos soltaron las alas—. Mejor no, perdón.
—Eso supuse —Kashí separó sus manos y se irguió—. Mejor sigamos.
Con el Sol en alto, aproximándose las dos de la tarde, antes de seguir Kashí tomó algo de barro y lo pasó por el rostro de Salazar y luego por el suyo. Era mejor protegerse del Sol para ambos.
—¿Y si entrenamos un poco? —Salazar preguntó intentando compensar lo que no se atrevió a hacer.
—¿Entrenar? —Kashí lo miró con curiosidad.
—Apenas he hecho prácticas de tiro y ya tengo bastantes armas —El niño tenía un punto. Ya tenía armas suficientes. Kashí se puso de pie.
—¿Y qué quieres entrenar?
Salazar pensó un momento:
«Conozco lo básico de lanzar flechas o similares. Aún no pienso aprender a volar… ¿Qué me queda?», entre sus cosas aún restaba un conjunto «Los cuchillos»
—Duelo con cuchillo —dijo mostrando las armas que su padre había hecho.
—Hmm… ¿En este terreno? Es demasiado inestable, puedes resbalar y clavar el filo sobre ti, que no es conveniente.
—Podemos intentar, saber cómo moverme en un ambiente como este podrá ayudarme a estar más firme y mejor en territorios estables.
Kashí lo pensó un segundo, sin titubear mucho decidió acceder. Ambos caminaron un poco más hasta un junco. Kashí le entregó un cuchillo a Salazar y se puso a su lado frente al árbol:
—Quiero que visualices un reloj en este árbol. Empezaremos practicando unos movimientos básicos de combate —Kashí señaló puntos que Salazar debería considerar:—. Aquí estarán las Una de la mañana, aquí las Siete de la tarde, las Once de la noche y las Cinco de la tarde. ¿Entiendes?
Salazar asintió visualizando los números en el tronco.
—Harás este movimiento —Kashi puso su mano izquierda cerca de su pecho y empezó:—, irás de Una a Siete —Hizo el movimiento diagonal— y de Once a Cinco —Repitió yendo en cortes de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba.
Salazar se puso en la misma posición.
—Repite conmigo: Una a Siete, Once a Cinco
—Una… a Siete, y Once a… cinco —repitió Salazar tratando de memorizar las posiciones—. De Once a… No —Se corrigió—. De Una a Siete y de Once a cinco. De Una a Siete y de Once a cinco…
Se le hizo más fácil visualizar el recorrido cuando lo interpretaba como dibujar un infinito con el borde afilado del arma.
«De Una a Siete y de Once a cinco. De Una a Siete y de Once a cinco…»
—Bien, ya tienes el movimiento básico —Kashí se colocó a un costado del árbol mientras Salazar seguía el recorrido—. ¡Protege! —Lanzó un leve golpe a Salazar, que en un sobresalto intentó bloquear con el cuchillo.
—Oye, eso fue una trampa, ¿Cómo que “protege”? Ni siquiera sé cómo —Le dijo molesto al Kangi.
—Tenías tu mano libre, ¿No podías usarla? —respondió Kashí y luego llevó sus manos sobre la muñeca del brazo izquierdo de Salazar—. Acostumbrate a usar esto, cuando pasas de Once a Cinco ahora necesito que añadas un golpe extendiendo tu brazo de defensa. ¿Entiendes?
Salazar dudó y por eso no respondió.
—De Una a Siete y de Once a cinco. Jab. —Explicó.
«de Una a Siete y de Once a cinco. Jab », Salazar silabeó.
—¿Exactamente con qué golpeo? ¿Con la mano? —Le preguntó.
—No, con esto —Señaló Kashí un punto en su antebrazo, unos centímetros debajo de su muñeca.
Salazar entonces decidió intentar repetir el patrón:
«de Una a Siete y de Once a cinco. Jab …de Una a Siete y de Once a cinco. Jab »
Kashí lo miraba asintiendo viendo que Salazar de a poco le iba agarrando maña. Cinco repeticiones después el Kangi nuevamente lo atacó con su mano, Salazar se cubrió a tiempo. A cada repetición el muchachito bloqueaba exitosamente el golpe.
—Una vez escuché que es más elegante matar con el filo que con la punta. ¿Tú qué dices? —Salazar dijo mientras intentaba seguir el patrón.
—Filo, punta, es indiferente cuando estás en una situación de pelea por tu vida. Matarás como debas hacerlo, sin detenerte a pensar en lo estético —respondió Kashí mientras golpeaba con su mano—. Nosotros solo matamos para sobrevivir, no por gusto ni deseo, nunca olvides eso.
—Nunca mataré si no es en defensa. Lo juro
—Ahora necesito que añadas un nuevo movimiento: De Tres a Nueve y de Nueve a Tres. Con un bloqueo al final.
—¿Cómo?
Y Kashí se movió: Primero en diagonal de Una a Siete. Luego al revés, de Once a Cinco. Seguidamente, añadió dos cortes en horizontal de derecha a izquierda y viceversa. Finalmente hizo un bloqueo.
Salazar se quedó un momento intentando memorizar los movimientos, y cuando ya creyó tenerlos inició. Kashí prestaba atención minuciosa a sus movimientos sintiendo que avanzaba rápido por suerte. En lo que el niño entrenaba, el Kangi se sentó a un costado en una piedra y comió algo de carne que tenían de la noche anterior. Debían conseguir agua lo más rápido posible, sino les pesaría bastante. Mientras pensaba en el agua, a su mente llegó la imagen de las ánforas y los orbes, sentía que había información que se le había ocultado por ahora.
—¿Qué tal me ves? —preguntó Salazar mientras practicaba.
Kashí no respondió, estaba concentrado en ver cómo el pequeño movía la hoja del cuchillo. Al ser patrones básicos no debía tomarle demasiado a Salazar para aprenderlo, pero tampoco podía lanzarle todas las combinaciones para que aprenda. Era un niño, si, incluso si Kashí necesitaba un hombre y un guerrero para el combate. Cuando Salazar hubo dominado los movimientos hasta ahora, Kashí le dió una orden clara: «Invierte el patrón, hazlo en uppercuts»
Al principio el jovencito no entendió bien, pero decidió esforzarse en interpretar como deseaba su padre. Patrón invertido, pensó.
«De… cinco a once… y de siete a… una»
—¿Incluyo los cortes de costado?
Kashí negó con la cabeza.
—Pero el bloqueo sí.
Salazar obedeció y continuó con el patrón invertido.
—Una vez me hablaste del Sen, ¿no debería saber más?
—¿Qué quieres saber? —suspiró Kashí, pensando en que palabras debía usar para explicarle las cosas a Salazar.
—Tanto como pueda saber —respondió él dando un corte al árbol.
—Jum… imagínalo como un sistema. Sí, un sistema —asintió—. Éste sistema, o “Sistema de sistemas” contiene como un armario todas las tipo de energías existentes y las reglas con las que se rigen.
Salazar se quedó quieto y miró confundido a su padre. ¿Acaso ese universo interno que tenía le permitía acceder a un armario con todas los tipos de energías existentes?
—¿La magia también? —Volvió a mover su cuchillo, pero ahora con más dudas.
—Las magias funcionan como estas… hmmm… unidades —Era bastante difícil tener que explicarle con términos entendibles a un niño de nueve años todo lo que el Sen era y cómo se componía—. Mejor, sistemas independientes entre sí, pero contenidos en el Sen. Estos sistemas mágicos se componen de unidades mínimas distintivas: Lexiones. Éstos componen todas las magias: Chakras, energías espirituales, Chi, Maná, Magias Aesir, todo —Salazar no había oído antes de ninguna de esas energías, pero ahora quería saber cómo usarlas. Con emoción disimuló una sonrisa pensando que quizás podría ser muy poderoso de adulto.
—¿Y los Soberanos? —Lanzó el Jab.
—Ellos controlan el Sen en su estado más puro. Sin necesidad de otras energías, sino que pueden acceder a ellas con mucha facilidad si lo desean —Se dió un momento para buscar en su cabeza las palabras para seguir explicando al niño—. Las unidades mínimas del Sen están compuestas de dos partes: Un significado y un Significante, puedes llamarlo connotado y connotador, esencia y forma y muchas maneras más. Éstas unidades mínimas se llaman Lexiones.
«Significado y Significante…¿No son lo mismo?» pensó Salazar para sí, y luego para su padre.
—No. El significado es la idea, el concepto, la esencia de la magia y opera en un plano abstracto y conceptual al igual que sus efectos —Salazar quedó pensativo intentando entender —. El Significante es la forma física que toma ese concepto, lo perceptible del mismo. Gracias a él el efecto en el plano conceptual es materializado en nuestro plano real.
—Yo… creo que entiendo…
No entendía.
—Puedes continuar —Kashí se lo pensó un poco—. Me habías hablado de que el Sen está en todos, ¿no? Algo así.
Kashí, una vez más, pensó cómo explicarlo. No era usual que tuviera que hacerlo, en el Distrito Newin eran los preceptores y maestros quienes se encargaban de eso.
—Tienes una diferencia entre algo que llamamos Sen “genérico”, que es el que está en todos los seres vivos y del que te hablé aquella vez, y el Sen “divino” o “celeste”, que es el que está reservado totalmente para dioses y seres que son puramente divinos por naturaleza.
—¿Nosotros tenemos solo Sen genérico, ¿No? —dijo, sin detenerse.
Kashí sopesó las opciones que tenía para hablar y eligió cuidadosamente sabiendo que, tarde o temprano, las consecuencias de sus palabras le llegarían. Entonces solo respondió:
—Si..
Salazar se detuvo un momento para descansar. Sintió sus labios secos y cuando intentó humedecer los se topó con la misma resequedad en su boca. Tenía sed.
—¿Podemos buscar algo para tomar? —dijo, esperando ver qué decía Kashí, quien respondió:
—Si. Pero no aquí, estos terrenos no poseen agua potable en lo más mínimo —Kashí hizo un gesto para que Salazar guardase el cuchillo y se suba a su espalda—. Más tarde seguiremos entrenando
El niño hizo caso y se aupó sobre su padre. Entre el agua estancada, el kangi pisaba con cuidado de no resbalarse. El territorio era más diferente de lo que había creído a primera vista, en algunas zonas el agua cubría desde sus tobillos hasta la cintura. El olor era bastante fuerte y, aunque estaban en agua con el sol en lo alto, ni siquiera era un poco refrescante. El agua se había calentado y era bastante molesta.
La sed no era una urgencia mortal para Kashí, al menos no por el momento, pero debía encontrar una solución para Salazar antes de que el tiempo le hiciese daño. Al avanzar, con Salazar sobre sus hombros, ambos buscaban alguna señal de un bosque húmedo y tropical mientras el anciano ya tenía un plan en mente: debía conseguir lianas, bejucos o bromelias que tuviesen agua. Aunque no cualquier agua serviría; debía estar lo más limpia posible, libre de microorganismos y materia que pudiera ensuciarla hasta hacerla no bebible. En el mejor de los casos, esperaba encontrar algo de agua condensada por la naturaleza húmeda y calurosa del bioma mismo.
Si todo lo anterior fallaba, el kangi ya tenía un plan secundario: improvisar varias trampas de condensación. Buscaría plantas húmedas y adecuadas para colocarlas dentro de alguna bolsa improvisada. A cierto tiempo, la humedad se transformaría gota a gota en agua al menos para mantener a Salazar. Cómo última opción, buscar lo más rápido alguna fuente de agua, un río de preferencia, que no esté estancada ni nada similar.
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